Un ejemplo luminoso de lo que decimos lo proporciona el escandaloso silencio de la “prensa seria” de las Américas ante la huelga de hambre que, desde hace más de 15 días, mantienen 31 Mapuches en diversas cárceles de Chile. Allí se encuentran detenidos como consecuencia de la aplicación de la Ley Antiterrorista aprobada por Pinochet . Producto de esa monstruosa legislación, todavía en vigor luego de 20 años de vida supuestamente democrática, 57 Mapuches han dado con sus huesos en las cárceles de la ejemplar democracia chilena, y alrededor de un centenar ha sido procesado por la justicia de ese país por luchar para recuperar la tierra de sus ancestros. No sólo eso: el “Estado de derecho” en Chile, tan alabado por analistas y opinólogos al servicio del imperio, hace posible una aberración jurídica que sin embargo no provoca ningún comentario: que los detenidos puedan ser juzgados por la Justicia Civil y también por la Militar, por lo que corren el riesgo de ser condenados en dos diferentes fueros por los mismos delitos que supuestamente habrían cometido. Dos de los detenidos que recientemente se unieron a la huelga de hambre, Carlos Muñoz Huenuman y Eduardo Painemil Peña, hicieron saber mediante el sitio web País Mapuche (http://paismapuche.org/?p=554
Lo que reclaman los Mapuche, y que es el fundamento último de todas sus movilizaciones, es la devolución de sus tierras ancestrales expropiadas violentamente por los abanderados de la “civilización”. Sus homólogos del otro lado de la Cordillera, en la Argentina, decían que los pueblos originarios de la Patagonia eran salvajes porque desconocían las sacrosantas virtudes de la propiedad privada, y con ese pretexto practicaron su genocidio, dulcificado en la historiografía oficial con el nombre de “Conquista del Desierto”. En Chile esta misma política de exterminio recibió un nombre no menos cínico: la “Pacificación de la Araucanía.” En la Argentina esta tragedia fue documentada y denunciada en la extensa obra del historiador Osvaldo Bayer, y hoy existe una conciencia cada vez más nítida de los alcances e implicaciones de este infame y sangriento despojo. Para recuperar eso que les fue arrebatado luchan hoy los Mapuches chilenos; y también para poner fin a la aplicación de la Ley Antiterrorista a las luchas “del Pueblo Nación Mapuche”, como se consigna en uno de sus documentos; acabar con la militarización de sus comunidades, el doble procesamiento a manos de la Justicia Civil y Militar, la libertad de todos los prisioneros políticos Mapuche, amén de otras demandas más puntuales.
Como puede observarse la agenda de sus reivindicaciones es frondosa y de carácter estructural, y conspira contra el aceitado rodaje de la acumulación y explotación capitalistas en boga en el Chile actual. Por eso la huelga de los Mapuches no es noticia y debe ser silenciada; ocurre, pero no llega al espacio público y poquísimas personas pueden enterarse de lo acontecido. El principal diario chileno, el archi-golpista y contumaz pinochetista El Mercurio -inmortalizado en la denuncia de los estudiantes en 1967 que se sintetizaba en la frase “Chileno: El Mercurio miente”- miente otra vez y nada dice al respecto. Al buscar en su archivo “huelga de hambre” los resultados que arroja se refieren, previsiblemente, a los “disidentes cubanos”, o a un ayuno de algunos dirigentes de clubes de fútbol bolivianos, o a un par de episodios similares en su intrascendencia. Si uno persiste en la búsqueda surge una avalancha de informaciones sobre la huelga de hambre de Zapata y Fariña en Cuba, acompañada de estremecedoras fotografías cuyo impacto no puede ser otro que el de suscitar la incondicional solidaridad del lector o televidente con la víctima. Si se continúa la búsqueda bajo el nombre de “Mapuches” lo que aparece es una referencia a una ocupación de tierras realizada el jueves pasado; la presencia de un sol Mapuche en el nuevo billete de $ 20.000 emitido por el Banco Central de Chile y la detención de un miembro de esa etnia que habría participado en un ataque incendiario en La Araucanía. Los huelguistas y los prisioneros políticos no son noticias, no son reportados; son “desaparecidos mediáticos”, y la opinión pública nada sabe de ellos. Un espeso manto de silencio (cómplice) es arrojado por el más importante diario de Chile, y por las agencias noticiosas que deberían haber comunicado la novedad. Fue Gracias a TeleSur que nos enteramos de esta situación, algo que los “medios de confusión de masas” se encargaron de silenciar.