por MARCO FAJARDO
Sus libros sobre dictaduras sangrientas, transiciones anodinas y el eterno retorno del pasado han encontrado gran acogida en lectores en Latinoamérica. Su visita responde a una invitación del Instituto Nacional de Derechos Humanos y el Centro Cultural Estación Mapocho.
Una dictadura sangrienta. Una transición pactada entre cuatro paredes, con un soporte legal que de transitorio se convirtió en definitivo. Y una crisis de representación política que clama a gritos una reforma porque ese soporte legal ya no se condice con la actualidad, donde un duopolio en el poder se arriesga a desaparecer en los comicios si no se hace cargo. ¿Le suena?
Pero la escritora Almudena Grandes (Madrid, 1960) no habla de Chile, sino de su propio país, España. Y cree que la experiencia traumática a partir de la refundación de un país a sangre y fuego cuya transición optó por hacer como si aquí no pasara nada, un modelo que termina haciendo aguas, puede ser un ejemplo que nuestro país debe mirar de reojo para no sufrir los mismos problemas.
Grandes vino invitada para dar la cátedra “Memoria y Literatura: a 40 años del Golpe de Estado en Chile”, en un evento organizado por el Instituto Nacional de Derechos Humanos y el Centro Cultural Estación Mapocho. Sí, se hizo famosa con “Las edades de Lulú” (1989), una novela erótica que fue llevada al cine por Bigas Luna, pero su vínculo con la historia –una carrera que estudió en la Universidad Complutense de Madrid- es indisoluble.
Su relación con Chile tampoco es nueva (vino por primera vez en 1990). La televisión local hizo una versión de su novela “Atlas de geografía Humana” en la premiada serie “Geografía del deseo”, dirigida por Boris Quercia. Y el teatro puso en escena “Los ojos rotos”, obra adaptada y dirigida por la actriz María Izquierdo. Esta vez viene de visitar Buenos Aires, Córdoba y Montevideo.
SERIE DE NOVELAS
Grandes actualmente está escribiendo una serie de seis novelas, que transcurren durante 25 años entre 1939 y 1964, obras independientes entre sí que sin embargo comparten “un espíritu y personajes, desde la perspectiva de los que dijeron que no” a la dictadura. La idea es hablar “de los resistentes armados, de los no armados, de los que no se rindieron, de políticos y no políticos”, y contarle al lector de hoy historias de hombres y mujeres “que se jugaron la vida por ti, porque en definitiva lo hicieron para que tú tuvieras los derechos que ahora tienes, como la democracia, etc”.
Dos textos ya han visto la luz: “Inés y la alegría”, sobre una malograda incursión militar antifranquista en la frontera francesa en 1944, y “El lector de Julio Verne”, que habla sobre un niño cuyo padre es policía y reprime a los guerrilleros que su hijo admira. El próximo año saldrá una tercera, “Las tres bodas de Manolita”, que versará sobre los actos de resistencia a la dictadura del franquismo surgidos a partir de las mujeres de los presos políticos que se conocieron haciendo fila para ver a sus familiares en la cárcel. Hasta ahora ha tenido éxito con sus historias: “Mucha gente se me acerca para decirme que no sabía nada de esto”.
Su interés por el periodo surgió hace algunos años cuando decidió leer y ver material fílmico sobre la dictadura y se dio cuenta “de que no sabía nada”. Se topó con una multitud de historias “muy buenas”, grandes y pequeñas, que nunca habían sido contadas, como la invasión del Valle de Arán, en el norte de España, por cuatro mil guerrilleros en 1944 durante nueve días con la intención de derrocar a Franco, o sobre una red de evasión de nazis montada en Madrid que facilitó la fuga de criminales como Adolf Eichmann, o de un cura que se hizo rico organizando bodas falsas para presos políticos. En suma, historias que sólo conocían algunos pocos historiadores y el público general ignoraba.
En la investigación se topó con personas ansiosas por contarle sus vivencias, como la de una niña a la cual internaron con las monjas con la promesa de enseñarle a leer y en cambio fue destinada a lavar ropa ajena. Hoy la novelista recuerda que aquella mujer fue hasta su casa para entregar su relato. “Me lo contó todo y al final me dijo: ‘Si hace falta que te pague algo, te lo pago’”, algo que Grandes obviamente rechazó. “’Es que yo quiero que lo sepa la gente’, me dijo. Es como una obsesión: quieren que se sepa lo que pasó”, cuenta, recordando que se trata de historias que han debido ocultar toda la vida.
Con su investigación, Grandes no sólo quiso “entender” la historia al sentir “que andaba por tierras movedizas y necesitaba pisar tierra firme”. El proyecto además le permitía agradecer a los que resistieron la dictadura en un país donde el Estado jamás lo había hecho, porque eran incómodos en medio de un pacto de la impunidad entre viejos y nuevos gobernantes. “Es una de las cuentas pendientes que tenemos los españoles con nuestro pasado”.
MEMORIA
“Yo creo que lo fundamental, contra lo que la gente cree, es que la memoria no tiene que ver con el pasado, sino con el presente y el futuro”, señala Grandes, para quien la Guerra Civil es un momento fundacional que seguirá presente en la gente “hasta que deje de haber españoles que se sientan perdedores”, para que haya paz, un momento que “todavía no ha llegado”.
La escritora asegura que en España se vivió la llegada de la democracia como “un ejercicio de amnesia colectiva”, y da como ejemplo que de niña –como le sucedió a muchos de sus coetáneos- era usual toparse en su casa con fotografías de personas que no conocía y de quienes los adultos no querían hablar, víctimas de la Guerra Civil, como supo luego.
Eso tampoco cambió con la transición española, que la escritora compara con una escena de la película “Mary Poppins”, en la cual los personajes se lanzan al vacío y aterrizan en un país de dibujos animados donde todo es felicidad, como si nosotros los chilenos nos hubiéramos sumergido en los spots del NO, donde todo era color y una promesa de alegría.
“El problema es que las estrategias de los niños pequeños (como los de Mary Poppins) de decir ‘no voy a pensar en eso’ y ‘esto nunca sucedió’, fracasan”. Añade que el punto de inflexión llegó a comienzos de 2000, en momentos en que comenzaron a desenterrarse los desaparecidos españoles que tras ser fusilados habían sido sepultados en las orillas de las carreteras, en un país que además del exilio también sufrió el robo de bebés y cuyas plazas de toros se convirtieron en campos de detención, tal como ocurrió acá con estadios y gimnasios.
Fue en aquel momento cuando los nietos de los protagonistas de la Guerra Civil, cumpliendo 40 años como la propia Grandes, hicieron balance y comenzaron a preguntarse en qué país vivían, “y nos dimos cuenta de que la democracia española estaba edificada en el aire”, en alusión a un soporte legal –una Constitución que consagra una escasa participación ciudadana y un sistema de votación absolutamente injusto- hecho entre cuatro paredes.
Entoces comenzó a cuestionarse una transición, incruenta y hecha en circunstancias difíciles, reconoce Grandes. Una transición que, cabe mencionar, además luego fue vendida como ejemplar y en la cual, por cierto, se inspiraron muchos políticos chilenos que luego gobernaron con la Concertación. Paz a cambio de impunidad… ¿le suena?
A comienzos de 2000, de forma paralela, también comenzó el rescate y reivindicación de la República Española de los años 30, aquel revolucionario intento por convertir un reino casi feudal en un lugar con igualdad de derechos, y que tal como la UP acabó ahogado en un baño de sangre.
Grandes rememora que de los pequeños homenajes usuales, casi clandestinos, llenos de amargura y tristeza, se comenzó a enaltecer y a recordar la República Española con orgullo y alegría, como aquel multitudinario homenaje realizado por 35 mil personas en un estadio en la localidad de Rivas en junio de 2004, donde ella participó. Un homenaje que daría origen a otro en el Congreso (y a una Ley de Memoria Histórica, con una serie de beneficios para las víctimas de la represión), y que volvió a demostrar cómo la sociedad civil va por delante de las instituciones, cuenta la escritora.
Fue justamente el fruto de esa reflexión el punto de partida de su libro “El corazón helado”, donde Grandes intentó explicarse este proceso –“de cómo el pasado lastra el futuro”, según dice- a través de una historia entre un hombre de una familia de derecha y una mujer de una de izquierda, una división que tal como atraviesa las familias chilenas, atraviesa las españolas, hasta hoy, para demostrar cómo el pasado está presente hasta hoy
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