Escrito por Manuel Cabieses Donoso
Publicado el 08 Noviembre 2013 - Punto Final / Clarín
Este fenómeno quedó aún más explícito en las elecciones municipales del 28 de octubre del año pasado. La abstención alcanzó al 60%: más de ocho millones de ciudadanos. El 22% dijo que en esa forma quería manifestar su rechazo a la política y al sistema político(3). Más adelante, la abstención alcanzó a diez millones en las primarias de julio de este año.
El informe 2013 de Latinobarómetro(1) confirma que en Chile la política está siendo tragada por el “agujero negro” de la indiferencia. En una época -que parece lejana pero no remonta aún el medio siglo- Chile fue uno de los países más politizados del continente. La política era un tema cotidiano de los ciudadanos.
En América Latina causaban admiración los partidos chilenos, su relación con las organizaciones sociales, la preparación de sus líderes y la calidad de un debate que desbordaba el Congreso y se enriquecía en las tribunas del periodismo, los centros universitarios y la calle. Impresionaban, asimismo, la organización y pujanza de los sindicatos-cuyas luchas fortalecían la conciencia de clase de los trabajadores-. La CUT no dudaba en proclamar que su meta era la emancipación de los trabajadores como obra de ellos mismos. Chile era visto como un país culto que enriquecía su acervo de conocimientos mediante la lectura, el estudio y la investigación.Pero hoy, uno de cada dos chilenos no entiende lo que lee y el 51% no es capaz de hacer operaciones aritméticas simples, ni puede llenar formularios de poca dificultad(2).
Estudiantes y exiliados de varios países latinoamericanos se formaron en Chile y cuando se convirtieron en autoridades en sus países, invitaron a misiones de profesores normalistas y universitarios, escritores y artistas,expertos en distintas áreas y militares chilenos a perfeccionar sus instituciones. No estamos diciendo que Chile fuera en esa época la “copia feliz del Edén”. Desde luego, bajo una corteza de cultura y vivo interés por la política, existía el Chile bárbaro de la pobreza, el hambre, las enfermedades, la vivienda insalubre, la violencia intrafamiliar, el alcoholismo y la prostitución, a lo cual hoy se suman las drogas y su engendro: la delincuencia mafiosa. No obstante, lo rescatable de ese pasado es que un sector importante de ciudadanos -que iba en constante aumento- asumía en forma consciente la responsabilidad de hacer más justa la sociedad en que vivíamos. En lo político-electoral ese proceso de maduración colectiva y de aprehensión de las ideas democráticas alcanzó su más alta cota en los años 70, con las propuestas presidenciales de Salvador Allende -un “socialismo con sabor a empanadas y vino tinto”, 36,7%- y de Radomiro Tomic -un “socialismo comunitario”, 28,1%-. Socialismo y Teología de la Liberación se daban la mano.
Esa realidad ha cambiado drásticamente. Mientras países hermanos alcanzan niveles notables de interés por la política y participan en ella gracias a Constituciones de avanzada democracia, Chile aún paga las consecuencia del trauma social que significó la dictadura militar. El terrorismo de Estado como soporte de una contrarrevolución oligárquica, provocó una conmoción social y cultural que hizo retroceder bruscamente a la sociedad chilena. Hasta hoy subsiste el miedo a tomar partido por causas que se saben justas, como la igualdad de derechos de los ciudadanos. Ese temor se ha visto agravado por la decepción que causaron las ambigüedades y cobardías de los gobiernos de la posdictadura.
El informe de Latinobarómetro 2013 señala que Chile es el país de América Latina con menos interés por la política. Sólo el 17% de los ciudadanos manifiesta algún interés. En cambio, Venezuela encabeza el listado con 49%.Esto a pesar de la intensa campaña internacional de calumnias contra el proceso político-social en ese país. Venezuela, asimismo, figura en primer lugar en el apoyo ciudadano a la democracia, con 87%. En ese ranking,Chile se ubica en cuarto lugar, con 63%. Para nuestro país parece calzar perfectamente la caracterización que hace el informe: “Una parte sustantiva de la región sigue pensando que es posible tener democracia sin Congreso y sin partidos”.
Este desinterés extremo por la política se manifiesta en Chile desde hace tiempo, sin que la clase política se dé por aludida. El año pasado otro informe, la Auditoría a la Democracia, estudio nacional de opinión pública en que participaron diversas instituciones como Cieplan, CEP, PNUD, Chile 21, etc., apuntaba en la misma dirección. Señaló que sólo el 31% de los chilenos está “algo interesado” en la política y que el 50% es categórico al manifestar que no tiene ningún interés. Sin embargo, nadie en el mundillo político se inquietó. Al parecer ningún sector quiere asumir que está en presencia de los heraldos de la muerte de la institucionalidad. Lo cual será muy saludable para la democracia, porque esta institucionalidad fue generada por una tiranía y ha sido conservada por la promiscuidad binominal.
Este fenómeno quedó aún más explícito en las elecciones municipales del 28 de octubre del año pasado. La abstención alcanzó al 60%: más de ocho millones de ciudadanos. El 22% dijo que en esa forma quería manifestar su rechazo a la política y al sistema político(3). Más adelante, la abstención alcanzó a diez millones en las primarias de julio de este año. Todos los partidos celebraron alborozados la “alta” participación en las primarias y el 53% de Michelle Bachelet. Pero omitieron reconocer que habían votado dos millones menos que en la elección presidencial de 2009, que ganó Piñera, cuando el padrón electoral aún no crecía con los cinco millones de la inscripción automática.
Aunque la convocatoria a una Asamblea Constituyente, elegida por el pueblo, es la única forma de superar esta crisis, la clase política sigue mordiéndose la cola y se niega con subterfugios -en el caso de la Nueva Mayoría- o con abiertas negativas -la derecha-, a abrir las puertas a una solución democrática. La más democrática a que puede recurrirse: una Asamblea Constituyente que elabore y proponga al pueblo la nueva Constitución que ponga fin al periodo de dominación oligárquica que abrió el golpe de Estado.
Las elecciones del domingo 17 de noviembre dirán su palabra. Preparémonos a escuchar la voz del pueblo.
PF
Notas
(1) La Corporación Latinobarómetro es una ONG cuya directora ejecutiva es Marta Lagos. Sus informes anuales se efectúan mediante encuestas en 18 países de América Latina que suman 400 millones de habitantes.
(2) Centro de Microdatos de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile. Ver PF 791.
(3) Estudio del Instituto de Sociología de la Universidad Católica a petición de la Cámara de Diputados. El Mercurio, 18/11/2012.
Editorial de “Punto Final”, edición Nº 793, 8 de noviembre, 2013
Publicado el 08 Noviembre 2013 - Punto Final / Clarín
Este fenómeno quedó aún más explícito en las elecciones municipales del 28 de octubre del año pasado. La abstención alcanzó al 60%: más de ocho millones de ciudadanos. El 22% dijo que en esa forma quería manifestar su rechazo a la política y al sistema político(3). Más adelante, la abstención alcanzó a diez millones en las primarias de julio de este año.
El informe 2013 de Latinobarómetro(1) confirma que en Chile la política está siendo tragada por el “agujero negro” de la indiferencia. En una época -que parece lejana pero no remonta aún el medio siglo- Chile fue uno de los países más politizados del continente. La política era un tema cotidiano de los ciudadanos.
En América Latina causaban admiración los partidos chilenos, su relación con las organizaciones sociales, la preparación de sus líderes y la calidad de un debate que desbordaba el Congreso y se enriquecía en las tribunas del periodismo, los centros universitarios y la calle. Impresionaban, asimismo, la organización y pujanza de los sindicatos-cuyas luchas fortalecían la conciencia de clase de los trabajadores-. La CUT no dudaba en proclamar que su meta era la emancipación de los trabajadores como obra de ellos mismos. Chile era visto como un país culto que enriquecía su acervo de conocimientos mediante la lectura, el estudio y la investigación.Pero hoy, uno de cada dos chilenos no entiende lo que lee y el 51% no es capaz de hacer operaciones aritméticas simples, ni puede llenar formularios de poca dificultad(2).
Estudiantes y exiliados de varios países latinoamericanos se formaron en Chile y cuando se convirtieron en autoridades en sus países, invitaron a misiones de profesores normalistas y universitarios, escritores y artistas,expertos en distintas áreas y militares chilenos a perfeccionar sus instituciones. No estamos diciendo que Chile fuera en esa época la “copia feliz del Edén”. Desde luego, bajo una corteza de cultura y vivo interés por la política, existía el Chile bárbaro de la pobreza, el hambre, las enfermedades, la vivienda insalubre, la violencia intrafamiliar, el alcoholismo y la prostitución, a lo cual hoy se suman las drogas y su engendro: la delincuencia mafiosa. No obstante, lo rescatable de ese pasado es que un sector importante de ciudadanos -que iba en constante aumento- asumía en forma consciente la responsabilidad de hacer más justa la sociedad en que vivíamos. En lo político-electoral ese proceso de maduración colectiva y de aprehensión de las ideas democráticas alcanzó su más alta cota en los años 70, con las propuestas presidenciales de Salvador Allende -un “socialismo con sabor a empanadas y vino tinto”, 36,7%- y de Radomiro Tomic -un “socialismo comunitario”, 28,1%-. Socialismo y Teología de la Liberación se daban la mano.
Esa realidad ha cambiado drásticamente. Mientras países hermanos alcanzan niveles notables de interés por la política y participan en ella gracias a Constituciones de avanzada democracia, Chile aún paga las consecuencia del trauma social que significó la dictadura militar. El terrorismo de Estado como soporte de una contrarrevolución oligárquica, provocó una conmoción social y cultural que hizo retroceder bruscamente a la sociedad chilena. Hasta hoy subsiste el miedo a tomar partido por causas que se saben justas, como la igualdad de derechos de los ciudadanos. Ese temor se ha visto agravado por la decepción que causaron las ambigüedades y cobardías de los gobiernos de la posdictadura.
El informe de Latinobarómetro 2013 señala que Chile es el país de América Latina con menos interés por la política. Sólo el 17% de los ciudadanos manifiesta algún interés. En cambio, Venezuela encabeza el listado con 49%.Esto a pesar de la intensa campaña internacional de calumnias contra el proceso político-social en ese país. Venezuela, asimismo, figura en primer lugar en el apoyo ciudadano a la democracia, con 87%. En ese ranking,Chile se ubica en cuarto lugar, con 63%. Para nuestro país parece calzar perfectamente la caracterización que hace el informe: “Una parte sustantiva de la región sigue pensando que es posible tener democracia sin Congreso y sin partidos”.
Este desinterés extremo por la política se manifiesta en Chile desde hace tiempo, sin que la clase política se dé por aludida. El año pasado otro informe, la Auditoría a la Democracia, estudio nacional de opinión pública en que participaron diversas instituciones como Cieplan, CEP, PNUD, Chile 21, etc., apuntaba en la misma dirección. Señaló que sólo el 31% de los chilenos está “algo interesado” en la política y que el 50% es categórico al manifestar que no tiene ningún interés. Sin embargo, nadie en el mundillo político se inquietó. Al parecer ningún sector quiere asumir que está en presencia de los heraldos de la muerte de la institucionalidad. Lo cual será muy saludable para la democracia, porque esta institucionalidad fue generada por una tiranía y ha sido conservada por la promiscuidad binominal.
Este fenómeno quedó aún más explícito en las elecciones municipales del 28 de octubre del año pasado. La abstención alcanzó al 60%: más de ocho millones de ciudadanos. El 22% dijo que en esa forma quería manifestar su rechazo a la política y al sistema político(3). Más adelante, la abstención alcanzó a diez millones en las primarias de julio de este año. Todos los partidos celebraron alborozados la “alta” participación en las primarias y el 53% de Michelle Bachelet. Pero omitieron reconocer que habían votado dos millones menos que en la elección presidencial de 2009, que ganó Piñera, cuando el padrón electoral aún no crecía con los cinco millones de la inscripción automática.
Aunque la convocatoria a una Asamblea Constituyente, elegida por el pueblo, es la única forma de superar esta crisis, la clase política sigue mordiéndose la cola y se niega con subterfugios -en el caso de la Nueva Mayoría- o con abiertas negativas -la derecha-, a abrir las puertas a una solución democrática. La más democrática a que puede recurrirse: una Asamblea Constituyente que elabore y proponga al pueblo la nueva Constitución que ponga fin al periodo de dominación oligárquica que abrió el golpe de Estado.
Las elecciones del domingo 17 de noviembre dirán su palabra. Preparémonos a escuchar la voz del pueblo.
PF
Notas
(1) La Corporación Latinobarómetro es una ONG cuya directora ejecutiva es Marta Lagos. Sus informes anuales se efectúan mediante encuestas en 18 países de América Latina que suman 400 millones de habitantes.
(2) Centro de Microdatos de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile. Ver PF 791.
(3) Estudio del Instituto de Sociología de la Universidad Católica a petición de la Cámara de Diputados. El Mercurio, 18/11/2012.
Editorial de “Punto Final”, edición Nº 793, 8 de noviembre, 2013