Contrainjerencia
Henry Kissinger bien podría ser llamado el quinto hombre de la junta militar chilena. El inicio del juicio por la llamada Operación Cóndor, que desnuda la coordinación de las dictaduras y sus servicios de seguridad, constituye una reafirmación de la verdad y la justicia. Con seguridad quedará en evidencia -una vez más- el rol exacto de los Estados Unidos, su gobierno y el Secretario de Estado, Kissinger.
El 5 de marzo de 2013 comenzó en Argentina el histórico juicio contra la Operación Cóndor. El juicio no solo es una reafirmación de la verdad y la justicia sino un ejemplo para otras naciones con traumas similares. Sin embargo hay grandes ausentes. El rol exacto de los Estados Unidos – en la muerte o desaparición de más de 80 mil personas – será difícil de medir por su continua negación a cooperar con la justicia internacional para comenzar un proceso de verdad y la reconciliación como muchos países civilizados lo han hecho.
Mientras que Kissinger estaba en Santiago “conversando” con Pinochet, decenas de miles de personas estaban siendo secuestradas, torturadas y asesinadas por las dictaduras militares del continente americano. Uno de los íntimos participantes, todavía con vida, es el funesto Secretario de Estado de Richard Nixon, Henry Kissinger, quien sabía sobre el plan y no hizo nada para detenerlo. En este gran y necesario saldo de cuentas con la historia y los familiares de la víctimas, Henry Kissinger será el gran ausente en el banquillo de los acusados.
Según documentos desclasificados en el 2010, el Secretario de Estado Henry Kissinger anuló una directiva (aprobada por el mismo) con la cual pudo haber detenido la oprobiosa Operación Cóndor.
En un cable, fechado el 16 de septiembre de 1976, Kissinger anulaba una orden previa a los embajadores a ponerse en contacto con las más altas autoridades militares para advertirles en contra de la campaña de asesinatos internacionales planeada en conjunto por las dictaduras militares de la región. Descubierto entre miles de documentos desclasificados, el cable fue dado a conocer el 10 de abril por la organización Archivos de la Seguridad Nacional, Nacional Security Archive, NSA.
Esta orden no solo terminó con la presión política de Washington, por lo menos en contra de los descarados planes de eliminación física a la oposición política a las dictaduras, sino que reveló la profunda intromisión y el apoyo específico de Kissinger a las dictaduras militares. Además desenmascaró la mentira del asistente de Kissinger, William Rogers (QEPND), quien dijo en el 2004 que su jefe “no tiene nada que ver” con el cable hecho público.
El 21 de septiembre de 1976, 120 horas después que Kissinger envió el cable cancelando la presión política en contra de asesinatos políticos, agentes chilenos, cubanos y estadounidenses asesinaron con una poderosa bomba al canciller del gobierno de Salvador Allende, Orlando Letelier y a su ayudante Ronnii Moffitt en plena capital de Washington. Un acto terrorista en suelo estadounidense catalogado como el más grande después del ataque a las Torres Gemelas del 11 de septiembre del 2001.
“Es la pieza final del histórico puzzle del rol de Henry Kissinger y el gobierno de los Estados Unidos en la acción e inacción después de haberse enterado de los planes asesinos de la Operación Cóndor … Ahora sabemos lo que pasó: El Departamento de Estado inició a tiempo un esfuerzo para coartar una fabrica de asesinatos en el Cono Sur y Kissinger, sin explicación alguna la abortó … Con la cancelación la alerta a las naciones Cóndor, kissinger previno la entrega de una protesta diplomática que pudo concebiblemente haber detenido un acto terrorista en Washington DC,” dijo Peter Kornbluh, analista del NSA.
Kissinger fue Secretario de Estado desde 1973 hasta 1977. Han sido tan numerosos sus fiascos y crímenes internacionales que en el libro El Juicio a Henry Kissinger (2002), el autor Christopher Hitchens traza el camino legal para que cualquier humano fiscal en cualquier parte del mundo lo enjuicie por crímenes de guerra en Indochina, Bengala, Chile, Chipre y Timor del Este.
Kissinger, criminal de los Derechos Humanos
DN entrevistó a John Dinges, autor del libro Los Años del Cóndor: Cómo Pinochet y sus aliados propagaron terrorismo a tres continentes. “Los Estados Unidos tenían conocimiento de estos asesinatos en masa … Se enteraron de Cóndor poco después de su creación … La evidencia más temprana viene un par de meses después de que comenzaron las operaciones. Sin duda sabían que estas cosas estaban sucediendo. Si nos fijamos en las reuniones, las transcripciones de las reuniones entre Henry Kissinger (y los militares) en Argentina y en Chile, donde tenemos los registros. Qué es lo que dicen en privado: ‘Apoyamos lo que están haciendo. Entendemos que usted tiene que hacer valer su autoridad. Haga su mejor esfuerzo para liberar a algunos presos, porque estoy bajo mucha presión en el Congreso, ya que los demócratas están tratando de, usted sabe, defender los derechos humanos. Haz lo mejor que puedas, entiendo lo que estás haciendo’”, dijo Dinges.
Profesor de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, Dinges dijo que dos semanas después de que Kissinger visitó Santiago, hubo una segunda reunión de todos los países involucrados con la Operación Cóndor. “En esa reunión, en junio de 1976, se aprobaron operaciones de asesinato fuera de América Latina. El primer asesinato que ocurrió fue en Washington, DC, Orlando Letelier, el ex canciller de Allende, fue asesinado en las calles de Washington”.
“Nunca ha habido juicio alguno (por parte de La Corte Internacional) en contra de algún estadounidenses. Hubo un intento en Italia. Los Estados Unidos, por un motivo u otro, los demócratas y los republicanos, protegen a nuestros propios criminales”. Cuando se le preguntó si describiría a Kissinger como un criminal de los Derechos Humanos, Dinger respondió: “Sí, totalmente”.
Chile, una peligrosa daga
En Chile, desde antes que Allende fuera ratificado por la legislatura como legítimo presidente, el “Premio Nobel de La Paz” Kissinger – más conocido como el quinto hombre de la junta militar chilena – ya estaba planificando su derrocamiento y asesinato.
Alguna vez Kissinger dijo que Chile era una peligrosa “daga apuntando al corazón de la antártica”. Una daga que había que remover a cualquier costo. Allende tenía que ser detenido sin importar que en el proceso se destruyera la democracia misma. Así ideó la política de los “dos caminos”: por un lado aislar a Allende en el plano internacional y por otro, mucho más sucio, provocar a los militares chilenos a través de asesinatos, subversión política y sabotaje económico, para que se decidieran por el golpe de estado.