La Revolución Chilena, 1970-73
"...LA VIA PACÍFICA AL SOCIALISMO..."
La “Batalla de Chile”, como la llamó el cineasta Patricio Guzmán, fue parte de la oleada revolucionaria que se extendió a nivel mundial entre 1968 y fines de la década del ’70, y fue quizás el proceso revolucionario más agudo de Latinoamérica.
El 4 de septiembre de 1970, la Unidad Popular gana las elecciones. La UP estaba conformada esencialmente por los Partidos Socialista y Comunista, junto a otros socios menores. Podríamos definir al gobierno de Allende como un Frente Popular, de conciliación de clases entre el proletariado y la burguesía. Pero, parafraseando a Trotsky, esta era una alianza “con la sombra de la burguesía”1. Esto fue así, porque, a pesar de que el programa de la UP planteaba una alianza con una inexistente “burguesía progresista” para “sacar a Chile del atraso”, lo cierto es que la burguesía en su conjunto estuvo desde el primer día del gobierno de Allende en la oposición, junto a la derecha; y les tocaba a los dos grandes partidos obreros reformistas de Chile la tarea de ser “abogados de la burguesía”, defendiendo las relaciones de propiedad de una clase que les era totalmente hostil.
Desde el vamos, la derecha empieza a apelar a la salida golpista con el apoyo del imperialismo norteamericano.
"VÍA PACÍFICA AL SOCIALISMO”
Entre las primeras medidas que toma el gobierno de Allende están la nacionalización de las minas, de sectores estratégicos de la industria y la expropiación de los principales latifundios. Estas medidas apuntaban a revertir en parte la vulnerabilidad de Chile frente al mercado mundial, ya que hasta ese entonces la principal fuente de la riqueza y al mismo tiempo del atraso país, las exportaciones primarias, estaban en manos de una burguesía decadente y antinacional. Era una política desarrollista, en parte continuadora de la del gobierno democristiano precedente, aunque un tanto más radicalizada debido a la fuerte presión de las masas. La imagen que la UP difundía de la “transición pacífica al socialismo” se basaba en estas medidas progresivas. Pero la UP las enmarcaba dentro de una etapa de revolución “democrática” en un régimen político democrático-burgués. Para esto, necesitaba frenar la movilización que estas medidas habían generado entre la clase obrera, para no ahuyentar al sector de la burguesía supuestamente “aliada” de la revolución.
ALLENDE Y LA CLASE OBRERA
A más de 30 años del golpe de Pinochet, el PC y el PS sacan las conclusiones de que lo que falló en la UP es que fueron demasiado “izquierdistas”, que no le cedieron lo suficiente a la derecha, que deberían haber introducido en el gobierno más militares y que deberían haberlo hecho antes, y que no se ganaron a los “sectores medios”2. Pero lo cierto es que la UP socavó a su propia base social, los trabajadores y los pobres de la ciudad y el campo. O. Millas, Ministro de Economía y dirigente del PC, encabezará el desguace de la mayor parte del “área social”, enfrentándose a los trabajadores para devolver las empresas estatizadas a sus antiguos dueños (el “Plan Millas”). Cuando los obreros se movilizaban contra los patrones, se organizaban y buscaban el apoyo del que consideraban “su” gobierno, se encontraban con que éste los ilegalizaba y los tachaba de “ultras” que espantaban a los burgueses medios y pequeños, “aliados de los trabajadores” (según la UP), que en realidad eran francos golpistas.
EL PARO PATRONAL DE 1972
Para acelerar los tiempos de la contrarrevolución, en octubre de 1972, las corporaciones patronales, solventados por la CIA y la ITT, con el falso pretexto de que el gobierno quería nacionalizar el transporte lanzan una huelga empresaria de esa rama, a la que se pliegan pequeños y medianos comerciantes, los colegios profesionales, estudiantes y sectores medios enardecidos con el gobierno. Para enfrentar a la derecha y defender a “su” gobierno, los trabajadores empiezan a organizarse en los “cordones industriales”, órganos de democracia obrera desde la base que coordinaban territorialmente a varias empresas de una misma zona, junto con pobladores, desocupados, trabajadores agrícolas. Por medio de los cordones, los obreros logran quebrar el paro patronal, organizando por su propia cuenta el transporte para que se pudiera concurrir a trabajar. También organizaron juntas de aprovisionamiento (las JAP), por medio de las cuales combatían el desabastecimiento que provocaban los comerciantes “huelguistas” y requisaban la mercadería para el pueblo. La clase obrera vive el fracaso del paro patronal como un enorme triunfo y esto la alienta a seguir extendiendo los cordones industriales. Pero frente a este resultado, la clase obrera y el gobierno van en dos dinámicas opuestas. Los trabajadores, aún confiando en el gobierno, quieren avanzar. Por el contrario, Allende y la UP empiezan un camino de retroceso y concesiones a la derecha.
Para garantizar la transición hacia las elecciones parlamentarias de marzo de 1973, Allende convoca a los militares a integrar su gobierno, en un gesto destinado a dar una imagen de una especie de “cogobierno” con uno de los pilares del poder de la derecha. Aprovechando estas concesiones, el diputado Carmona, de la DC, logra que se apruebe una ley de “control de armas”, por medio de la cual se autoriza a los militares a realizar detenciones y allanamientos a sindicatos, organizaciones populares y hasta locales de la UP para despojarlos de armas, todo esto avalado por la propia UP. Los obreros, oponiéndose a esta medida, llegaron a enfrentarse al ejército, incluso haciéndolo retroceder. Mientras tanto, el grupo fascista Patria y Libertad hacía manifestaciones callejeras, con notoria ostentación militar, sin que el gobierno actuara.
EL SURGIMIENTO DEL "PODER POPULAR”: LOS CORDONES INDUSTRIALES
Tras las elecciones de marzo de 1973, la UP obtiene un alto apoyo, ganando las elecciones con un 44%. Cumplida la “transición”, los militares se retiran del gobierno. El punto de inflexión en la relación entre el gobierno y la clase obrera ocurre en julio de ese año. El 24 de julio se realizó la reunión constitutiva de la Coordinadora de Cordones Industriales de la provincia de Santiago. Los cordones fueron duramente atacados desde el gobierno de la UP y el PC (que se negó a integrarlos y procuró sabotearlos de diversas maneras). La reunión, donde predominaba el ala izquierda del PS, al tiempo que procuraba no romper con el Gobierno de Allende ni con la burocratizada central sindical CUT, se esforzaba por compatibilizar la defensa que hacían Allende, el PC y la CUT de la legalidad democrática con la dinámica de doble poder que de hecho representaban los Cordones.
Los cordones tendieron a centralizarse nacionalmente, en un proceso que superaba a la CUT y esbozaba una alternativa al gobierno de la UP. Sin embargo, y a pesar de la hostilidad de la UP hacia los cordones, los trabajadores no tenían en mente a estos como una organización antagónica con el gobierno. Los cordones en principio se organizan para combatir a la derecha y como un órgano de “presión” y “colaboración” con el gobierno. Pero la burocracia reformista de la UP le temía a los cordones como a la peste, porque, de desarrollarse, podrían haber superado su confianza en Allende, y ellos mismos podrían haberse constituido como un gobierno de trabajadores del tipo de los soviets rusos de Octubre de 1917. Será la propia experiencia de los trabajadores con sus direcciones, lo que irá llevando cada vez más a los cordones a conformarse como órganos de poder obrero desde la base, generando choques y cada vez más hostilidades con el gobierno. Sin embargo, entre los cordones no existía ningún partido revolucionario que se propusiera dirigirlos a establecer su propio gobierno, enfrentando abiertamente a la UP. Cuando se produce el primer intento de golpe, el 29 de junio de 1973 (el “Tancazo”), los cordones responden a esa asonada organizando brigadas de defensa. Los obreros de varios cordones ocupan todas las fábricas de sus zonas, los centros de abastecimiento estaban bajo control obrero directo. Los trabajadores estaban preparados para la última fase de la lucha... sus dirigentes no. En esos momentos, podríamos definir al gobierno de la UP como “kerenskista”: esto es, un gobierno que tendía cada vez más a mantenerse como “suspendido en el aire”, situado entre el fuego cruzado de la contrarrevolución burguesa y el poder obrero y popular organizado en los cordones, y que sólo podía sobrevivir temporariamente hasta que se rompiera el equilibrio entre revolución y contrarrevolución en favor de una u otra.
En esos meses era cuando estaba planteado parar el golpe militar que se avecinaba, dirigiendo a los cordones a la toma del poder, desplazando al gobierno de Allende por la vía revolucionaria. Sin embargo, en todo el período previo no surgió una dirección alternativa a la UP que se propusiera esto, y era muy difícil improvisarla en esos momentos (incluso el MIR, que no formaba parte de la UP, le daba apoyo desde afuera y por su estrategia guerrillerista tampoco alentó el desarrollo, extensión y coordinación de los Cordones Industriales). Por si fuera poco, el gobierno de Fidel Castro (que había visitado Chile el año anterior) cubrirá de “prestigio” la línea suicida de la UP, relegitimando a Allende frente a las críticas de la base de los Cordones.
LOS MESES DECISIVOS
A comienzos de agosto, Allende vuelve a llamar a los militares a integrar su gabinete. Mientras tanto, sectores del ejército empezaban a ocupar fábricas y luego ciudades del interior, persiguiendo y torturando activistas. Las FF.AA. muestran signos de división: los marinos de Valparaíso y Talcahuano son masacrados por los altos mandos por oponerse al golpe3. Por consejo del PC, Allende nombra como Ministro de Defensa a un “general democrático”, un cuasi desconocido llamado Augusto Pinochet...
La consigna del PC y de Allende es “evitar la guerra civil”, lo que los lleva a suplicarles sin éxito a los militares y la derecha a que obedezcan al gobierno y a los trabajadores a que “mantengan la calma” y no hagan nada. El oscuro ministro Pinochet muestra sus verdaderos colores y encabeza el golpe del 11 de septiembre.
La lección de Chile es que la “vía pacífica al socialismo” no hizo más que mojar la pólvora de la revolución, y que los trabajadores chilenos podrían haber conquistado su propio gobierno, un “gobierno de los cordones” que se mostraba en potencia en el Chile obrero y popular. Es una tarea pendiente, pero para eso hará falta superar políticamente a los herederos de Allende y la UP.