lunes, 25 de agosto de 2008

SIEMPRE LE TOCA AL PUEBLO


FRENAR LA INFLACION A COSTA DE LOS ASALARIADOS
Enviado el Lunes, 25 agosto a las 06:53:50

Por José Cademartori

La inflación está afectando simultáneamente a todos los países del mundo. Del mismo modo la desaceleración del crecimiento va contagiando a una economía tras otra.

Tendencias inflacionistas y decaimiento productivo, dos fenómenos aparentemente incompatibles entre sí, la denominada estangflación ha reaparecido, sembrando el desconcierto entre los bancos centrales, sin saber qué hacer: si subir la tasa de interés para atacar la inflación a riesgo de agravar la desaceleración, o bajar la tasa, a riesgo de fomentar la inflación. Mientras la Reserva Federal de EE.UU. baja la tasa de interés al 2%, el Banco Central Europeo la sube a más del doble.

Según los pronósticos más confiables, recesión e inflación continuarán causando estragos hasta dos años más, pero la recuperación demorará aun más.

La dimensión planetaria que están asumiendo los desequilibrios económicos reclama a gritos un enfoque coordinado por parte de los gobiernos del mundo y de nuevas instancias internacionales que representen a todos las naciones, ricas y pobres. Pero, esta exigencia de la razón parece un imposible, mientras la globalización transcurra bajo el imperio del “libre juego” de los mercados, exigidos por los grandes grupos económicos y sus portavoces neoliberales.

Lo más grave es hoy la desregulación del sector financiero, de los movimientos de capital-dinero que han adquirido descomunal envergadura.

Los gobiernos renuncian a regular la economía, dejando en libertad a poderosos capitalistas transnacionales que se mueven sólo por la ley del más fuerte y de la ganancia, rápida y máxima.

Los especuladores financieros, con sus gigantescos fondos crearon una demanda artificial, una “burbuja”, primero en los precios de los inmuebles, luego se trasladaron al petróleo, las materias primas y los alimentos.

Esa es la causa que disparó las alzas del último año, con escasa relación con las demandas y ofertas reales. (En Agosto empezaron a jugar a la baja) En su momento ya la crisis asiática se inició como una crisis financiera.

También lo fue la debacle de las empresas “punto.com”. Y hoy soportamos la consecuencia del derrumbe del mercado de las hipotecas. Es decir, la globalización neoliberal se está realizando bajo una anarquía, una ingobernabilidad generalizada, que, si es peligrosa en el ámbito económico puede transformarse en una grave crisis política.

Cuando el Ministro de Hacienda dice que las alzas tienen un origen externo, parece decir que no hay nada que hacer. “Dejar hacer, dejar pasar”, la máxima del liberalismo. Que los mercados decidan. (esto es, las grandes potencias y poderes económicos)

Pero la reciente cumbre del G-8 celebrada en Japón terminó en un completo fracaso, sin soluciones de ninguna especie, ni siquiera para abordar el grave problema del hambre que está afectando a millones en todo el mundo.

Otro tanto sucedió en Ginebra, con la llamada Ronda de Doha, estancada desde hace años porque EE.UU y Europa no quieren abrir sus mercados a los productos del mundo en desarrollo, mientras exigen la apertura total de los mercados internos de los países pobres.

También aquí nuestros neoliberales criollos, Foxley y Velasco incluidos, están del lado equivocado, alineados con las potencias occidentales, en vez de estar con el mundo en desarrollo. La razón: la dictadura abrió las puertas y la Concertación las amplió aún más, sin recibir más que unas pocas migajas de nuestros socios.

Tres son las medidas que la cúpula empresarial y sus voceros propagan para frenar la inflación. Una, subir las tasas de interés. Dos, reducir el gasto público. Y tres, asegurar que los trabajadores absorban las alzas.

Respecto del alza de la tasa de interés, los deudores hipotecarios, los usuarios de tarjetas y los pequeños empresarios sufrirán las consecuencias. No así los grandes que pueden acudir a fuentes externas y reciben trato privilegiado de los bancos.

Además los deudores modestos son golpeados doblemente porque en muchos casos las deudas están fijadas en UF y, por tanto, aumentan automáticamente mes a mes.

En cuanto a la reducción de los gastos presupuestarios, los neoliberales declaran que han aumentado mucho y que no debieran sobrepasar la cifra estimada para el crecimiento del Producto.

Desde la dictadura Chile es uno de los países del mundo con más baja participación estatal en el PIB, lo que explica porqué la mayor riqueza acumulada en 20 años no beneficia a la mayoría sino a un puñado de nuevos super millonarios.

Se le pone límite a los recursos para las necesidades masivas, pero no se le pone tope a las ganancias extraordinarias del capital o al consumo suntuario que exceden escandalosamente ese límite. Basta mirar los balances de las sociedades anónimas para comprobar cómo crecen desmesuradamente.

Habiendo recursos humanos ociosos como lo demuestran las cifras del desempleo, las capacidades productivas no utilizadas y el bajo ritmo de crecimiento, un mayor presupuesto público no es inflacionario, sino al contrario. Aumenta la oferta de servicios deficitarios, crea nuevos puestos de trabajo, mejora la calidad de vida y eleva el crecimiento. Tanto más que el presupuesto lleva años con superávits históricos que permiten al gobierno amplio margen para invertir más, sin necesidad de endeudarse ni expandir el circulante.

El hecho que la mayor parte del gasto fiscal está dedicado a los servicios sociales, sugiere que éstos se verán afectados si prospera la exigencia derechista. Esto significaría paralizar obras urgentes que se requieren para superar las carencias sociales.

Pero también hay ítems no sociales sino económicos sobre los cuales Velasco ordena aplicar la tijera. ¿A quiénes favorece el Ministro al suspender la modernización de Impuestos Internos, indispensable para reducir la evasión tributaria de los millonarios?

Ninguna ciencia económica, aunque provenga de Harvard, podría sostener que favorecer la evasión tributaria es una forma de combatir la inflación

La tercera medida antiinflacionista que la derecha (la empresarial y la política, la de dentro y fuera del gobierno) espera del gobierno, es dejar que los asalariados, jubilados y otros grupos de rentas fijas absorban las alzas sin obtener compensaciones o reajustes adecuados.

Es decir que la inflación reduzca el consumo básico de los más pobres. Algunos insisten en la “flexibilidad laboral”, es decir mayores horas extra de trabajo a menor salario, facilidades para despedir, etc. Que los trabajadores paguen las alzas es la receta que aplicaron los Chicago Boys de Pinochet varias veces. Represión brutal mediante, lograron imponerla.

La inflación bajó, pero el costo social fue insoportable. Desde hace un año, al desatarse las alzas, los salarios y jubilaciones reales están deprimiéndose. Velasco y los nuevos Chicago esperan bajar la inflación también con el sacrificio de los trabajadores, aunque los métodos para conseguirlo sean diferentes.

Pero, hoy el estado de ánimo de los trabajadores, sindicalizados o no, no está para aceptar más abusos e injusticias. No están dispuestos a permanecer pasivos, mientras las alzas y también los despidos y el desempleo están creciendo.

¿Es que no hay una política antiinflacionista alternativa a la neoliberal? Si la hay. No pocos gobiernos están aplicando diversos otros métodos. Algunos ejemplos.
Reajuste general de sueldos y pensiones para los bajos ingresos, de forma escalonada cuando el IPC a doce meses sobrepase un nivel meta.

Hay que reducir la demanda y el gasto de los sectores más acomodados que realizan más del 40% del gasto total, siendo apenas el 10% de la población.

Gravar con impuestos los ingresos altos y a las ganancias extraordinarias aunque sean transitorias. Reducir el IVA a los consumos básicos. Detener el aumento del dólar y estabilizarlo. Vigilar a los monopolios, controlar la formación de las cadenas de precios y negociar o prohibir todo reajuste de precios, igual o mayor que el ritmo decreciente de alzas deseable.

Revisar y rebajar los aumentos de las tarifas de servicios públicos que tienen reajustes automáticos o en UF, como electricidad, agua, gas, autopistas, etc.

Controlar que no haya escasez de productos básicos en el mercado interno, para lo cual importar lo que escasea, reducir exportaciones donde haya faltante.

Estimular ahorros monetarios, reducir créditos para negocios especulativos o financieros privados que no aumentan producción ni empleo. Reducir la inversión de capitales en el exterior.

Como se puede ver, e arsenal de herramientas es grande y variado. Lo esencial es con qué criterio político social se aborda el tema. Es posible repartir las cargas de manera equitativa, aunque la derecha patalee.

José Cademartori I., Ministro de Economía del Presidente Salvador Allende.