miércoles, 21 de enero de 2009

Los diez mandamientos y el siglo XXI

Carlos Fernández Liria , en El Viejo Topo

En tanto que se cree en Dios, es plausible hacer el Bien PARA ser moral. La moralidad se convierte en un cierto modo de ser ontológico e incluso metafísico que nos es posible alcanzar. Y como se trata de ser moral a los ojos de Dios, para alabarle, para ayudarle en su creación, la subordinación del hacer al ser es legítima. Pues, practicando la caridad no servimos más que a los hombres, pero, siendo caritativo, servimos a Dios. (...) Es legítimo ser el más bello, el mejor posible. El egoísmo del Santo está justificado. Pero que muera Dios, y el Santo no será más que un egoísta: ¿a qué sirve que tenga el alma bella, que sea bello, sino a sí mismo? A partir de este momento, la máxima "actúa moralmente para ser moral" está envenenada. Lo mismo que "actúa moralmente por actuar moralmente". Es preciso que la moralidad se supere hacia un objetivo que no sea ella misma. Dar de beber al sediento no por dar de beber, ni para ser bueno, sino para suprimir la sed. (...)

[La moralidad] debe ser elección del mundo, no de sí. JEAN PAUL SARTRE

Nota aclaratoria:
Este artículo es la transcripción de una ponencia que pronuncié el 25 de julio de 2006 en uno de los Cursos de Verano de El Escorial (“Occidente: Razón y Mal”) organizado por la Universidad Complutense de Madrid y patrocinado por la Fundación del BBVA. Estaba previsto publicar las ponencias del curso en un libro financiado por esta Fundación. Durante ya casi dos años mostraron todo tipo de reticencias para la publicación de mi artículo, alegando que no se trataba de censura ideológica, pues mi intervención había carecido de “rigor académico y de seriedad científica”. Para no perjudicar a los otros autores que participaban en el libro, accedí varias veces a practicar la autocensura, limando expresiones coloquiales y suavizando el tono en la versión escrita de mi ponencia. Pero finalmente, han dejado claro que el libro no saldría si yo no retiraba mi contribución. Hacía año y medio que estaba deseando quedar liberado de mi compromiso, de modo que me alegro de poder publicar por fin este texto por otras vías. Lo grave no es el tiempo que se me ha hecho perder (desdichadamente el tema está lejos de quedarse anticuado). Lo grave es que esta anécdota es un síntoma fatal que anuncia un futuro muy nefasto para el mundo académico y la Universidad pública. El proceso de Convergencia Europea en Educación Superior, lo que se llama el “proceso de Bolonia”, se articula sobre la subordinación de toda financiación pública a la previa obtención de una financiación privada. Así, en lugar de financiar el mundo académico con criterios científicos, independientemente de la autoridad del mercado, se financia con dinero público tan sólo aquellos proyectos que interesan al mundo empresarial. Somos muchos los que llevamos advirtiendo que esta mercantilización de la Academia supone el colapso de la Universidad pública a medio plazo. Mi “competencia científica” y mi “rigor académico”, por ejemplo, tendrían que haber sido juzgados exclusivamente por los organizadores académicos del Curso (o por los miembros del tribunal de oposiciones con el que gané en su día la libertad de cátedra en tanto que profesor Titular de la UCM). Repugna a la idea misma de Academia que una institución privada, un Banco, tenga algo que opinar al respecto. Sin embargo, esta es la situación que se está generalizando con el proceso de Bolonia: la financiación privada tendrá en adelante la última palabra en el mundo académico, condicionará los planes de estudios, los proyectos de investigación, la distribución de departamentos, facultades y escuelas. La Convergencia Europea es el equivalente de una reconversión industrial en la Universidad. Es difícil entender cómo puede haber quien no lo vea claro 2.

Para ilustrar la anécdota con la Fundación del BBVA, he preferido dejar el texto lo más parecido posible a la versión original del evento, respetando el estilo oral de la intervención. Esta anécdota es un síntoma fatal que anuncia un futuro muy nefasto para el mundo académico y la Universidad pública.

Nuestro tema es “Occidente: Razón y Mal. El mal en la política”. Hay que comenzar constatando una desorientación moral muy profunda. Esto es algo que podemos apreciar fácilmente con tan solo que pensemos en lo que a mí me parece un misterio insondable. Diez millones de votantes del PP apoyaron la invasión de Iraq argumentando que Sadam Hussein disponía de armas de destrucción masiva. El misterio, lo que a mí me parece el enigma moral más profundo de lo que llevamos de siglo, es que ahora que se sabe que jamás hubo en Iraq armas de destrucción masiva, y ahora que, además, se sabe que siempre se supo que no las había (ahora que se sabe que Bush, Blair y Aznar mintieron) de todos modos, esos diez millones de votantes van a seguir votando al PP (y muchos más millones a Blair y Bush). Se trata, como digo, de un misterio insondable que, por cierto, nosotros tenemos la obligación de abordar, pues para eso nos pagan a los profesores, investigadores, becarios y catedráticos de ética. Nuestra obligación, si es que queremos cumplir con nuestra profesión, es abordar la cuestión de qué ha ocurrido con la consistencia moral contemporánea para que ocurran esas cosas tan extrañas. Yo diría que todos deberíamos estar escribiendo un libro que, por cierto, ya ha escrito Fernando Savater: Los diez mandamientos en el siglo XXI. Lo que pasa es que ese libro es malo, pero malo con ganas. Pero su título es de lo más oportuno: tiene que haber algo muy mal planteado en la manera en que entendemos los mandamientos para que nuestra conciencia moral haya enfermado hasta los límites nihilistas que traspasan todos los días nuestros medios de comunicación. El delirio moral en el que estamos sumidos es sólo comparable al descalabro que causó la Iglesia católica durante el franquismo en la conciencia de los españoles.

Cuando yo era pequeño, era pecado ver Lo que el viento se llevó, y los adolescentes, según los padres de la iglesia, iban al infierno por masturbarse. Sólo una secta de psicópatas puede perder hasta ese punto el sentido de las proporciones, pues en esa misma época se consideraba cosa discutible si también deberían ir al infierno los policías de la dictadura argentina que (en el cumplimiento de su deber) violaban, torturaban y desaparecían a no pocos de esos adolescentes abocados a las llamas del infierno. Para ser realistas, hay que decir que la Iglesia no ha recuperado demasiado el sentido de las proporciones. Aplicando sus peculiares parámetros, el papa Woytila, al que ahora quieren canonizar, le daba la comunión a Pinochet y medio excomulgaba a los teólogos de la liberación, dejándoles con el culo al aire en una situación en la que muchos de ellos no tardarían en ser asesinados. Tan sabia decisión se tomó por consejo del cardenal Ratzinger, nuestro papa actual 3. Ahora bien, no cabe duda de que el papel de los medios de comunicación respecto del nihilismo contemporáneo es mucho más importante que el de la Iglesia. Los periodistas y los intelectuales mediáticos son los nuevos sacerdotes y obispos de este mundo secularizado en el que se ha vuelto imposible distinguir el bien del mal. Y algo de responsabilidad tendremos también en el mundo académico. Probablemente, como consecuencia del bloqueo a Iraq a partir de la primera guerra del golfo, murieron un millón y medio de personas inocentes. Cerca de un millón más han muerto a causa de la guerra y de la destrucción de infraestructuras. El país está sumido en una guerra civil y sembrado de uranio empobrecido. En Iraq las embarazadas ya no preguntan al médico si es niño o niña, sino si viene o no con malformaciones.

La gravedad de todo esto sólo es equiparable a la gravedad de que todo esto esté ocurriendo mientras conservamos nuestra tranquilidad de conciencia. Probablemente el nihilismo nunca había llegado tan lejos entre nosotros ni había gozado de tanta impunidad. Ni siquiera en esa situación tan vehementemente denunciada por Hannah Arendt, lo que ella llamó “el colapso moral de la población alemana”, una población que más o menos sabía y no quería saber que sabía de la existencia de Auschwitz y que con su indiferencia y su banalidad se hizo cómplice del holocausto. Los campos de concentración sobre los que se levanta nuestra tranquilidad de conciencia europea son demasiado grandes para rodearlos con alambradas. Nos sale mucho más rentable rodearnos nosotros mismos de alambradas: encerrarnos en una fortaleza inexpugnable, materializar con púas y cuchillas la “solución final” de nuestras leyes de extranjería, y dejar que la economía internacional se encargue por sí sola de perpetrar el exterminio. No es sólo que esto salga mucho más barato. Es que sale muy rentable, tan rentable que sus efectos superan con mucho la audacia de los surrealistas. La realidad se ha convertido en un chiste, en una broma de mal gusto. Según el último informe de Naciones Unidas, por ejemplo, resulta que el 1 % de la población adulta del planeta acapara el 40 % de la riqueza mundial, mientras que en el otro extremo el 50 % de la población apenas cuenta con el 1 % de la riqueza. Cuando lees estos datos piensas que están equivocados. Claro que, según un cálculo elemental, para que una de las 2.500 millones de personas que subsisten al día con 2 dólares diarios, llegara a amasar, con el sudor de su frente, una fortuna como la de Bill Gates, tendría que estar trabajando (ahorrando todo lo que ganara) 68 millones de años. Otro chiste: por un anuncio de zapatillas deportivas Nike, Michael Jordan cobró más dinero del que se había empleado en todo el complejo industrial del sureste asiático que las fabricaba. Por supuesto que para que un absurdo tan abyecto se encarne en la cruda realidad de cada día hace falta administrar mucha violencia, cortar el planeta con muchas alambradas, deslocalizar poblaciones, descoyuntar, en definitiva, el cuerpo entero de la humanidad.

Es muy sintomático que Hannah Arendt esté hoy día tan de moda. Los estantes de las librerías están repletos de libros de Arendt, se cita a Arendt en el Parlamento, tenemos a Arendt hasta en la sopa. A todo el mundo le resulta interesantísimo que un pueblo entero, el pueblo alemán, colapsara moralmente en los años treinta del pasado siglo XX. En cambio, se lee muy poco (de hecho, ni siquiera se le traduce demasiado) a Günther Anders, quien fuera, por cierto, su marido. Anders se ocupó más bien de denunciar la continuidad de ese colapso moral entre nosotros, en la conciencia occidental en general. Lo que le preocupaba era que nos habíamos vuelto analfabetos emocionales y que eso nos abocaba a un abismo moral en el que todos nos hacíamos cómplices de un holocausto cotidiano e ininterrumpido. A mediados de los ochenta, Anders renegó del pacifismo en el que había militado toda su vida de forma tan activa y argumentó que la única solución era la violencia. “Hemos hecho todo lo posible por convencer al mundo y está claro que no vale de nada”. “El mundo no está amenazado por seres que quieren matar sino por aquellos que a pesar de conocer los riesgos sólo piensan técnica, económica y comercialmente”. La economía capitalista ha llevado el planeta a un callejón sin salida 4. La situación es tan grave que, hoy día –plantea Anders– el recurso a la violencia por parte de los movimientos antisistema debe considerarse, sin más, legítima defensa. Estamos amenazados, la población mundial está amenazada de muerte, por vulgares hombres de negocios con aspecto inofensivo. “Considero ineludible que nosotros, a todos aquellos que tienen el poder y nos amenazan, los asustemos. No hay que vacilar en eliminar a aquellos seres que por escasa imaginación o por estupidez emocional no se detienen ante la mutilación de la vida y la muerte de la humanidad”.

Estas citas están sacadas de un libro titulado Llámese cobardía a esta esperanza, que publicó una editorial marginal 5 que, por supuesto, no ha gozado de la fortuna comercial de los editores de Hannah Arendt. Günther Anders explica el insólito fenómeno de la tranquilidad de conciencia contemporánea aludiendo a lo que el llama “el desnivel prometeico”. Es la idea de que, actualmente, somos capaces técnicamente de producir efectos desmesurados con acciones insignificantes. Aprietas un botón y una bomba cae sobre Hiroshima y mata a 200.000 personas. La desproporción entre la acción y sus efectos es tan grande que la imaginación se desorienta. Es imposible, por otra parte, vivir emocionalmente la muerte de 200.000 personas. Los seres humanos estamos hechos para sentir la muerte de un ser querido, incluso de bastantes seres queridos y no queridos. Pero el número 200.000 no nos dice nada emocionalmente. Hannah Arendt contaba que, durante su juicio en Jerusalén, el genocida Eichmann explicaba con naturalidad que su trabajo consistía en aligerar el ritmo de la cadena de exterminio de judíos. Así pues, desde su punto de vista, era un éxito laboral el que, gracias a ciertas mejoras técnicas en la rutina del exterminio, se lograra eliminar 25.000 personas al mes, en lugar de 20.000. Ahora bien, en una ocasión en que unos testigos le acusaron de haber estrangulado a un muchacho judío con sus propias manos, Eichmann perdió los estribos y se puso a gritar desesperado que eso era mentira, “que él nunca había matado a nadie”. Estrangular a una persona es insoportable para una conciencia moral normal, administrar la muerte de un millón de personas es pura rutina. Pero el problema es que siempre estamos ya, lo queramos o no, apretando esos botones que producen efectos demasiado grandes para nuestra capacidad de imaginar y de sentir.

Susan George comparaba a los ejecutivos que teclean pacíficamente en su ordenador del Fondo Monetario Internacional con los pilotos de un B-52 que aprietan los botones de un tablero de mandos para dejar caer toneladas de bombas sobre una población civil. Probablemente los pilotos no pueden representarse fácilmente el desajuste que hay entre la insignificancia de su gesto sobre el tablero y la desmesura de sus efectos, ahí abajo, sobre la ciudad bombardeada. Con mucha menos razón, el ejército de ejecutivos que deciden sobre las medidas económicas que se aplican a lo largo y ancho del planeta (y el ejército de periodistas e intelectuales que les hacen el juego), no están en condiciones de hacerse cargo moralmente de este “desnivel prometeico” entre “su trabajo”, rutinario y pacífico, y el océano de miseria y de dolor sobre el que están produciendo sus efectos. Anders responsabiliza a la complejidad de la técnica y la industria de este “desnivel prometeico”. Yo diría que no se trata tanto de una cuestión de complejidad técnica como de una cuestión de complejidad estructural. Sea como sea, su intuición es acertada. Cuando la voluntad está separada de sus efectos por una complejidad muy grande, la voz de la moral se desconcierta por entero. En general vivimos en un mundo tan complejo desde un punto de vista técnico y estructural que todas nuestras acciones, incluso las más aparentemente insignificantes, tienen unos efectos colaterales imprevisibles. Dicho brevemente: estamos sumidos en una situación en la que no hay manera de saber lo que estás haciendo cuando haces lo que haces. Por supuesto, en estas condiciones, la voz de la moral no sabe a qué atenerse. Es demasiado complejo distinguir entre el bien y el mal.

Voy a poner un ejemplo. Tengo aquí unas páginas de "El País" 7. Son del 2 de septiembre de 2001, publicadas a todo color en la sección de los domingos. La gente debió de leerlas mientras lavaba su coche o desayunaba con su familia, a la salida de misa o durante una comida campestre. Quizás sintieron que su conciencia caía en un abismo ético... o quizás no sintieron nada. No se trataba de un panfleto de extrema izquierda, de esos que se leen con escepticismo. Era "El País", un reportaje sobre la guerra del Congo, por cierto que muy bueno, de esos que se cuelan de vez en cuando en los medios. El titular de la noticia decía: “Según Naciones Unidas, el tráfico ilegal de coltan es una de las razones de una guerra que, desde 1997, ha matado a un millón de personas”. En las minas de coltan en la República Democrática del Congo, se nos decía, trabajan niños esclavos. Los ejércitos de Ruanda y Uganda se disputan el tráfico de este mineral sumiendo el país en una guerra civil en la que nadie quiere pensar. El caso es que este mineral es vital para el desarrollo de la telefonía móvil y de las nuevas tecnologías. Por ejemplo, la escasez de este mineral había provocado otro efecto dramático: la videoconsola Play Station 2 tuvo que posponer su lanzamiento al mercado, provocando grandes pérdidas de beneficios a la casa Sony. Mirado fríamente, es insólito que eso salga un día en "El País" y al día siguiente todo siga igual. Es incluso enigmático. El otro día decían (también en "El País") que los muertos de la guerra del Congo se calculan ya en cuatro millones. Mientras tanto, la videoconsola Play Station 2 ya se quedó anticuada y los móviles siguieron desarrollándose vertiginosamente desde ese domingo en que salió la noticia.

No es fácil saber hasta qué punto tenemos las manos manchadas de sangre cada vez que llamamos por el móvil o que nuestro hijo juega a la videoconsola. Sin duda que estamos metidos hasta las cejas en el entramado estructural que genera esas guerras. Sin embargo, llamar por el móvil es llamar por el móvil, no matar a nadie. Y por supuesto, dejar de llamar por el móvil tampoco va a salvar la vida a nadie. El móvil, bien mirado, es un invento magnífico ¿quién puede negarlo? Si cuando llamo por el móvil estoy teniendo una oscura e imprevisible relación intangible con no sé qué conflicto sangriento de África, la culpa, desde luego, no la tiene el móvil, ni yo por utilizarlo. No podemos evitar ser piezas de un engranaje muy complejo, en el que todo está ligado entre sí por caminos imprevisibles que nadie ha decidido. Esta complejidad, es cierto, hace que, como decía Günther Anders, nunca podamos estar seguros de lo que estamos haciendo cuando hacemos lo que hacemos. Nunca podemos estar seguros de los efectos indirectos de nuestra acción directa, como dice Franz J. Hinkelammert 8. El problema es que cuando el mundo alcanza un determinado nivel de complejidad, la máxima de no violar los mandamientos se convierte en una receta envenenada. La propia moralidad se transforma en la gran coartada de un mundo criminal. Todo el mundo llama por el móvil y todo el mundo revienta en el Congo sin que nadie viole los mandamientos. Nadie tiene la culpa de que el mundo se haya convertido en algo tan complejo. En esta complejidad insondable, por ejemplo, se amparan los votantes del PP para considerar que algo bueno tendrá incluso algo evidentemente malo, como la invasión de Iraq. Al final, todo será para bien. Hay cosas que parecen muy dañinas para los seres humanos, pero que son muy buenas para que vaya bien la economía. Y no hay que olvidar que los seres humanos dependen a vida o muerte de su economía.

Conviene, por lo tanto, hacer las cosas que convienen a los que tienen la sartén por el mango de la economía internacional. Conviene, pues, apoyar la política de los Estados Unidos, y vuelta a empezar, así con cualquier tema imaginable. Mientras tanto, todo el mundo puede vivir con la conciencia tranquila: hasta donde nos llegan las narices, no se ve que nadie haya violado ningún mandamiento. Y sin embargo, por muy complejo que se haya vuelto en este mundo distinguir el bien del mal, hay una cosa que seguro que es mala, y esta cosa es, nada más ni nada menos, el hecho mismo de que exista un mundo así. Si vivimos en un mundo en el que “es imposible saber qué es lo que realmente estás haciendo cuando haces lo que haces”, entonces es que vivimos en un mundo muy malo. El lema de los movimientos antiglobalización –“otro mundo es posible”, “otro mundo tiene que ser posible”– se convierte en un imperativo ético insoslayable. Es insoportable vivir en un mundo en el que basta meter los ahorros en una cuenta corriente de Caja Madrid para tener que preguntarte con cuántas ignominias y matanzas estás colaborando sin saberlo. Es intolerable un mundo en el que te tienes que alegrar de que en España se fabriquen bombas de racimo, pues al menos en eso parece que sí que somos competitivos a nivel internacional9. Sin duda alguna, el concepto más interesante que se forjó en la reflexión ética y moral del siglo XX fue el concepto de “pecado estructural”. Este concepto era la columna vertebral de la llamada Teología de la Liberación y los que se ocuparon de pensarlo eran fundamentalmente curas, obispos, cristianos de base que estaban directamente comprometidos en cambiar un mundo injusto y criminal. Mientras ellos se jugaban la vida y daban de lleno en la diana del problema ético de nuestro tiempo, la filosofía académica de izquierdas y de derechas estaba completamente en la Luna, haciendo tonterías con los textos de Deleuze y de Foucault, ideando genialidades para poner a discutir a Rawls con Habermas, a ver si así descubrían la pólvora, y, también, cómo no, leyendo a Rorty y cositas de parecido calado.

En este mundo las estructuras matan con mucha más eficacia y de forma mucho más masiva que las personas. La capacidad de ser inmoral que tienen las personas es casi patética comparada con la inmoralidad de las estructuras. En estas condiciones, la cuestión moral pertinente es qué responsabilidad tenemos respecto a las estructuras. La pregunta ya no puede ser ¿qué puedo hacer yo para no violar los mandamientos en ese mundo que no llega más allá de mis narices? En un mundo en el que las estructuras violan los mandamientos con una eficacia colosal e ininterrumpida, es inmoral limitarse a respetar los mandamientos… y las estructuras. El primer mandamiento, por el contrario, atañe a nuestra actitud respecto de las estructuras. Y para responder a esta cuestión, en primer lugar, hay que responder a esta otra ¿en qué consisten esas estructuras? ¿De qué son estructuras esas estructuran? Así pues, en primer lugar, deberíamos estar todos estudiando economía. El primer mandato moral debería ser: ponte a estudiar economía y no pares hasta que no averigües en qué consiste este mundo. Y mucho cuidado con dejarte engañar por la Escuela de Chicago, que de eso también eres responsable. Si, por ejemplo, acabáramos por concluir que la economía mundial puede ser llamada con rigor y sentido la economía capitalista, lo que no cabe duda es que nuestra máxima responsabilidad moral, inmediatamente después, sería volvernos comunistas (al menos si llegamos a la conclusión de que ser comunista es la manera adecuada de combatir el capitalismo).

Por supuesto que ese fue el camino que, muy a menudo, siguió la Teología de la Liberación en Latinoamérica 10, el camino que tanto escandalizó al cardenal Ratzinger. Una serie de obispos latinoamericanos, de pronto, pusieron toda su red de catequistas a estudiar economía, especialmente, crítica de la economía política. Pusieron a todos sus feligreses a leer El capital y a estudiar marxismo. Lo demás se dejaba ya a la conciencia de cada uno. Aunque no por casualidad la conciencia de cada uno aconsejaba montar una guerrilla para combatir el sistema capitalista. El ejercito zapatista del subcomandante Marcos, por ejemplo, no cabe duda de que se montó desde la red de catequistas de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas. En un mundo en el que las estructuras son mucho más inmorales de lo que jamás pueden llegar a serlo las personas, la cuestión crucial no es saber en qué medida somos piezas de ese engranaje estructural o en qué medida podemos dejar de participar en él. Esto es lo que a veces sugería Günther Anders, pero no es ni mucho menos suficiente. Dejar de llamar por el móvil no vale absolutamente de nada y dejar de consumir coca-cola, de casi nada. Puede que negarse a trabajar en la industria del armamento valga para algo si se consigue que ese gesto sirva de propaganda a los programas políticos pacifistas. De lo contrario, ese gesto no sirve más que para que corra un puesto la lista de parados que esperan a trabajar en cualquier cosa y a cualquier precio. Retirar el dinero de una cuenta de Caja Madrid si sospechas que esa entidad invierte dinero en la producción de armamento no sirve de nada si luego es para meterlo en el Banco de Santander, es decir, para confiar en el humanitarismo de un sujeto como Emilio Botín. Y tampoco es buena idea esconder tu birria de sueldo debajo de una baldosa.

La verdadera cuestión moral es qué responsabilidad tenemos en que determinadas estructuras perduren y qué estaría en nuestra mano hacer para sustituirlas por otras. Es obvio que eso pasa por la acción política organizada y no por el voluntarismo moral que intenta inútilmente apartarse de la maquinaria del sistema. No es a fuerza de no mover las fichas o de moverlas lo menos posible como se consigue dejar de jugar al ajedrez, si eso es lo que se pretende. Para dejar de jugar al ajedrez y comenzar a jugar al parchís hay que cambiar de tablero. Si no, lo único que se logra es perder el juego, y el juego del ajedrez, no del parchís. No sé si se capta el mensaje: vivimos en un mundo tan inmoral que no tiene soluciones morales, aquí no valen más que soluciones políticas y económicas muy radicales. Y la única cuestión moral relevante que todavía tenemos sobre la mesa es la de qué tendríamos la obligación de estar haciendo políticamente para que el mundo dejara de jugar en este tablero económico genocida. La cuestión no es la de si puedo beber menos coca cola o llamar menos por el móvil para participar lo menos posible en esta matanza. La cuestión es cómo y de qué manera atacar los centros de poder que la generan. Mi responsabilidad en la matanza no es la de llamar por el móvil. Mi responsabilidad es la de aceptar vivir en un mundo en el que llamar por el móvil tiene algo que ver no sé con qué guerras en el continente africano. Es el mundo lo que es intolerable, no nosotros. Pero sí es intolerable que aceptemos de brazos cruzados un mundo intolerable. Es grotesca la indiferencia que ha habido en la
reflexión ética de los medios académicos europeos y estadounidenses hacia el concepto de “pecado estructural” y, en general, respecto a toda la filosofía de la Teología de la Liberación. Se trataba de lo único interesante que parió el siglo XX en el campo de la ética, pero la Academia estaba demasiado ocupada en intentar comprender a Derrida y en hacer el payaso con el dilema del prisionero.

Para ser justos, hay que recordar que mucho antes de que la Teología de la liberación planteara el problema, lo teníamos ya abordado con mucha contundencia en la historia de la filosofía por filósofos como Jean Paul Sartre o Bertolt Brecht. Claro que Sartre no está tan de moda como Hannah Arendt, porque Sartre era comunista, así es que se le lee bastante poco actualmente. Sartre había explicado muy bien por qué la elección moral no tenía que ver con elegirnos buenos a nosotros mismos, sino con elegir un mundo bueno. Elegir ser bueno en un mundo en el que no se necesita pecar para vivir de la injusticia que se comete sobre los demás, es, sencillamente hacerte cómplice, no de un crimen, sino, como decía Andres, de “todo un sistema de crímenes” 11. !

Notas
1. Cahiers pour une morale, Editions Gallimard, Paris, 1983, pág. 11.
2. Cfr. Fernández Liria, Carlos / Alegre Zahonero, Luis: “La revolución educativa. El reto de la Universidad ante la sociedad del conocimiento “, Revista Logos, nº 37, Madrid, 2004. Cfr. también la siguiente página web: http://fs-morente.filos.ucm.es/convergencia/debate/inicio.htm
3. Ratzinger, J. Libertatis nuntius Instrucción sobre algunos aspectos de la "teologia de la liberación" (Congregación para la Doctrina de la Fe, 6 Agosto 1984)/ “Presupuestos, problemas y desafíos de la Teología de la Liberación.” Paramillo 5 (1986): 574-580. También en La Segunda, Santiago de Chile, jueves 5 de enero de 1984, pp. 15-16; Tierra Nueva 49/50 (abril-julio 1984): 93-96 / 95-96. Edición digital preparada por Holly Ann Hughes. Marzo de 2004.
4. El desánimo de Günther Anders respecto al pacifismo recuerda al de Dennis Meadows en el campo del ecologismo. Meadows, como se sabe, fue el coordinador del informe del Club de Roma sobre los Límites del crecimiento, el estudio que en 1972 daría el pistoletazo de salida al movimiento del ecologismo político. Mucho tiempo después, en una entrevista de 1989, al ser preguntado si aceptaría realizar hoy un estudio semejante, respondía: “Durante bastante tiempo he tratado ya de ser un evangelista global, y he tenido que aprender que no puedo cambiar el mundo. Además, la humanidad se comporta como un suicida, y ya no tiene sentido argumentar con un suicida una vez que ha saltado por la ventana” (Der Spiegel, nº 29, 1989, pág. 118).
5. Günther Anders, "Llámese cobardía a esa esperanza", Besatari, Bilbao, 1995.
6. Cfr., en castellano, Nosotros, los hijos de Eichmann y Más allá de los límites de la conciencia, Paidós. La obra más importante de Günther Anders es Die Antiquierheit des Menschen.
7. La fiebre del coltan (Ramón Lobo, Diario El País, domingo, 02/09/2001).
8. Franz J. Hinkelammert (Berlín, 1931), economista y teólogo de la liberación, ganador del Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2005 del Ministerio de Cultura de la República Bolivariana de Venezuela, con su libro "El sujeto y la ley". El retorno del sujeto reprimido, Euna, Costa Rica, 2005.
9. Algunas referencias para el seguimiento del tema: http://www. rebelion.org/noticia.php?id=43604 , http://www. rebelion.org/noticia.php?id=43581 , http://www.rebelion.org/noticia.php?id=44188
10. Quizá resulte interesante la siguiente entrevista con un comandante colombiano del ELN, guerrilla que se reclama heredera del pensamiento del sacerdote pionero de la teología de la liberación, Camilo Torres: Cuatro intelectuales españoles se reúnen con el Ejército de Liberación Nacional de Colombia (Santiago Alba, Carlos Fernández Liria, Belén Gopegui y Pascual Serrano entrevistan a Milton Hernández, comandante del ELN) Cfr.: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=9100
11. Anders, G.: "Nosotros, los hijos de Eichmann", Paidós, Barcelona, 2001, pág. 92. El concepto más interesante que se forjó en la reflexión ética y moral del siglo XX fue el concepto de “pecado estructural”.

Imagenes del GENOCIDIO PALESTINO


Tu silencio me duele.. Tanto como la vida. Tanto como el tiempo

Mahmoud Darwish- poeta de la Resistencia palestina.


Imagenes de la masacre israeli en Gaza

James Petras: “La asunción de Obama es como el pan y circo de los romanos

Se corona el emperador y los medios de desinformación masiva le rinden, como no podía ser de otro modo, pleitesía. Los periodistas estrellas presentan la asunción del redentor y nadie menciona que el capitalismo, en plena catástrofe, presenta a su nuevo regidor. Lo importante es que sonría y ponga cara de buena persona. James Petras explica con claridad que Obama es el presidente perfecto para los ricos.




Efraín Chury Iribarne: Bueno, se viene Obama y en torno a ese hecho hay muchos anuncios desde EEUU, ¿que nos puedes decir?

- Petras: Bueno, en primera instancia me recuerda mucho los circos y panes del Imperio Romano porque frente a la quiebra económica, cuando están subiendo diariamente las miles de pérdidas de empleo y la desocupación de casas porque no se puede cumplir con las hipotecas, están gastando cientos de millones de dólares en esa asunción con muchas estrellas de Hollywood, de deportes, etc., y no tienen ninguna vergüenza frente a la quiebra. Es algo indicador de lo que está pasando en este país, que en vez de actuar en forma más austera, más sobria sobre lo que estamos viviendo, hay un derroche de dinero. Mucho dinero viene de contribuciones de Bancos, de empresas, del gran capital que obviamente piensan que una diversión de este estilo va a ocultar lo que está pasando con la economía y las medidas prometidas por Obama que no tienen nada que ver con una salida progresista de la quiebra. Como hemos dicho en otros programas, la táctica y la estrategia de Obama es canalizar más dinero a los grandes capitales a partir de exoneración de impuestos pensando que cuanto más riqueza acumula el capital hay más posibilidades de inversión y más posibilidades de empleo. Esta estrategia ha fracasado, simplemente concentra más riqueza en el capital sin ninguna consecuencia positiva para el pueblo y no tiene ningún impacto sobre el empleo. Hemos visto 8 años de Bush deduciendo los impuestos con los resultados tristes que tenemos enfrente.

- Respecto a Medio Oriente ¿se puede aguardar alguna posición al menos mínimamente diferente o más o menos todo habrá de seguir igual?

- Bueno, la primera cosa que tenemos que decir es lo que los medios en Europa por lo menos están mostrando ahora que con este cese del fuego: la devastación, la destrucción... Abajo de los edificios tumbados se están encontrando cientos de cadáveres de palestinos que trataron de esconderse en los sótanos de escuelas y de otros lugares. Hay 67 escuelas palestinas destruidas por los judíos israelitas. Hay una devastación tremenda y eso se ve sólo en las fotos. Por ejemplo en el BBC hoy a la mañana, es muy similar a la destrucción de una bomba nuclear, edificios de todo tipo, de toda utilidad y los cadáveres que están encontrando y obviamente la mayoría del 90 % de esos cadáveres son civiles. Eso primero y segundo, hablar de cese del fuego mientras Israel siga con la bota sobre el cuello es una cosa espantosa. No hay ningún cese del fuego mientras haya un soldado israelí en Gaza y tercero, no hay ningún acuerdo todavía para que Israel deje el bloqueo económico del pueblo de Gaza. Yo por lo menos creo que es necesario difundir en todo el mundo un libro sobre este capítulo criminal del Estado de Israel respaldado por los Estados Unidos para que tengamos siempre en la cabeza de lo que son capaces los sionistas.
Y más allá de eso creo que con el triunfalismo que tienen los israelitas, principalmente los judíos obviamente, no los árabes, son capaces de lanzar otras guerras ahora, contra El Líbano y principalmente dirigida contra Irán. Nosotros hemos recibido mucha información de Washington que las principales organizaciones sionistas y sus afiliados en el gobierno, están a tiempo completo empujando por una confrontación militar con Irán entonces esta invasión a Gaza es simplemente una preliminar para otras guerras. Creo que los efectos negativos de todo eso es que Israel se siente súper poderoso y puede lanzarse a otra aventura ahora dirigida a Irán que siempre era su principal adversario.

- Ha habido rompimientos de relaciones con Israel; Bolivia, Venezuela, Mauritania, Qatar, y se habla de una tibia reacción de Lula el presidente del país más extenso de América Latina, donde Lula evita una declaración de condena firme a Israel. ¿Esto es esperable?

- Sí es esperable, porque Lula tiene pretensiones de ser un gobierno entre los más grandes poderes en el mundo y está siempre cultivando los Estados Unidos y a partir de EE.UU. no quiere provocar a los sionistas en EE.UU. que son poderosos en el gobierno entonces las críticas que hace a Israel las hace con un ojo dirigido hacia la Casa Blanca y el Congreso norteamericano. Yo creo que Lula no debe verse como un progresista. Algunas medidas en la política exterior con Cuba son algo mejor que las de Cardoso pero en líneas generales es un continuismo con los gobiernos oligarcas en el pasado, ahora un poco más ambicioso por su deseo de ser reconocido como un súper poder, como los europeos, como los norteamericanos y los chinos. Pero falta mucho, la crisis económica está golpeando fuertemente a Brasil, creo que la industria del automóvil, principalmente los precios de las exportaciones han caído mucho; la Bolsa Bovespa está en una caída vertical y yo creo que las ambiciones lulistas son muy prematuras frente a la recesión que se
está profundizando en Brasil.

- En EEUU ¿se notan ya los síntomas de la recesión, eso está instalado y asoman planes?

- Hay una evidencia profunda. Voy a dar dos ejemplos que recibo de amigos en la comunidad de aquí que son ilustraciones de lo que está pasando en el país. Tengo unos amigos religiosos, un cura y un pastor protestante, que me contaron que de mil a tres mil familias ahora dependen de la caridad. Cestas de comidas, donaciones de los supermercados. En un año han aumentó el triple el número de personas, familias, que tratan de conseguir comida en ese pueblo. Segundo, hablando con médicos, algunos progresistas -los pocos que tenemos-, que organizan una clínica para los que no tienen cobertura de medicina, dicen que el número de participantes se ha triplicado. Es decir que de 30 personas que debían atender en 2 horas por semana, ahora tienen más de 110 personas. Forman cola en el frío para tener algún tratamiento. Y lo peor es cuando los médicos, que trabajan voluntariamente sin ningún salario ni remuneración, piden que los hospitales les regalen algunas medicinas y los hospitales no los apoyan porque creen que son competencia para ellos, a pesar de que las personas que van a las clínicas ya si no van a las clínicas de caridad no van al hospital porque no se pueden pagar por el tratamiento de emergencia.
Y es una situación que se da en este pueblo pero uno puede multiplicar por cien mil que existen en otras partes del país y podríamos tener una idea de lo que está ocurriendo. Y ninguno de los grandes medios está presentando la cara humana de esta crisis. De vez en cuando algún reportaje menciona las estadísticas o algún discurso en el Congreso de Obama sobre la seriedad del problema, pero si uno analiza las medidas hasta ahora, incluso los planes, no hay ninguna forma de que el gobierno intervenga directamente para dar empleo en obras públicas por ejemplo o en empresas públicas, que digan vamos a organizar los sectores afectados por el desempleo a partir de inversiones en alguna actividad productiva.
Todo es indirecto, los planes de Obama son indirectos. «Vamos a exonerar los impuestos a los ricos para activarlos, vamos a regalar miles de millones a los Bancos para que ellos presten el dinero para activar el crédito ». Siempre es indirecto y se pierde todo porque los que reciben no van a invertir mientras la crisis se esté profundizando. Esa es la lección uno. Si el gobierno, directamente no empieza a invertir y generar la demanda y el empleo, el sector privado no va a responder ni siquiera cuando les regalan dinero entonces hay una estrategia equivocada aquí que no hay ningún liderazgo político que ofrezca intervención directa del Estado en la actividad productiva.

- En cuanto a la posibilidad de que se re-actualice el riesgo de un ataque de Israel o una guerra con Irán pasando por El Líbano primero. ¿Estados Unidos estaría atrás de todo esto?

- No atrás, está adelante. Es decir, Israel a partir de sus quintas columnas que son todas las organizaciones judías poderosas, ya pidió -y quiero enfatizar- ya tenía un plan muy avanzado para bombardear Irán. Y sólo el hecho de que los comandantes militares norteamericanos le insistieron a Bush que rechace esta exigencia de Israel de utilizar el espacio aéreo de Irak porque tiene que pasar por Irak para llegar a Irán, sólo por el rechazo de Estados Unidos a esta exigencia es que ya no tenemos una guerra, un ataque de Israel. Yo analizo diariamente las publicaciones de las principales organizaciones judías sionistas. Cada día reviso sus documentos porque tienen prensa, tienen lobbys y publican sus actividades. Y no pasa un día que los sionistas en EE.UU. no tengan medidas planteadas para preparar a los EE.UU. a colaborar con Israel en un ataque sobre Irán.
Por ejemplo, ahora mismo, hoy día recibimos noticias de que van a lanzar una enorme campaña en el gobierno de Obama para apretar las sanciones contra Irán, que proponen incluso un asalto de 3 fases: primero, proponer negociaciones destinadas a fracasar y utilizar el fracaso de las negociaciones para pedir más sanciones y sanciones que se van a profundizar hasta un bloqueo de Irán. Y tercera fase, a partir del bloqueo organizar un ataque militar cuando Irán reaccione contra el bloqueo.
Eso está escrito. El señor Netanyahu, el próximo primer ministro de Israel, ha dicho que él mismo va a dirigir un asalto a Irán y las elecciones en Israel son creo que el 11 ó 12 de febrero. A partir de la elección de Netanyahu, que las encuestas indican que el público israelita está dispuesto a apoyar a Netanyahu, un nazi sionista, y él mismo ha dicho públicamente que la primer prioridad es destruir las instalaciones nucleares de Irán y se puede garantizar que todo el ejército sionista se va a lanzar a apoyar las medidas bélicas de Netanyahu pero nadie quiere hablar del poder del sionismo y su influencia en Estados Unidos. Ni uno ni otro de los judíos críticos a Israel que los conozco por nombre y apellido, por correspondencia, ninguno se atreve a decir públicamente que esta quinta columna judía en EE.UU. es responsable de la política norteamericana. Pueden criticar a Israel, pueden condenar las masacres en Gaza, pero nombrar con nombre y apellido a las organizaciones judías en EE.UU. que están impulsando la política de colaboración en EE.UU., no se atreven a hacerlo a pesar de que hemos visto muchas brechas en la comunidad judía aquí frente al genocidio en Gaza. Hemos visto bastante disidencia entre judíos intelectuales, actores y algunos personajes importantes pero todavía no han conquistado ese fetichismo de noponerse en contra de sus correligionarios en EE.UU.