domingo, 14 de julio de 2013

ESPAÑA: A la izquierda de lo posible


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Visita la tiendaCuando Julio Anguita habla, una gran parte de la opinión pública española escucha. Sus opiniones impactan directamente en ese escondido rincón de la conciencia donde se aloja todo lo que se refiere a ciudadanía, a colectividad, a sentido común.

A la izquierda de lo posible (Icaria Editorial) es un libro que contiene un diálogo entre Julio Anguita, maestro, ex alcalde de Córdoba e histórico político comunista, y Juan Carlos Monedero, profesor de ciencias políticas de la Universidad Complutense de Madrid, ex asesor de Hugo Chávez y dialogador incansable.

Estamos ante una conversación de gran profundidad, donde ambos bucean en las raíces históricas de los problemas presentes y eternos de España. Parten primero de entender cómo el relato de la historia de España, y por tanto la construcción de su identidad actual, está escrito por los vencedores. Un relato, como indica Monedero, que va “de Don Pelayo a María Dolores de Cospedal”, que tiene sus antecedentes en la Contrareforma y que Anguita y Monedero interrelacionan críticamente hasta llegar a la Transición. En ese punto, el ex secretario del PCE valora, sin ataduras, el papel de su partido en este periodo. Una etapa esencial en la historia de España que califica de “engaño tremendo cuyas graves consecuencias llegan hasta la actualidad”. Monedero, por su lado, completa la crítica a la Transición desde una nueva generación de la izquierda, con nuevas perspectivas. Ambos remarcan la necesidad de reconstruir un relato crítico, “un hilo rojo”, de la historia de España.

También analizan sin ataduras episodios polémicos de la historia reciente de Izquierda Unida. Anguita reflexiona sobre su estrategia, sus diferentes identidades políticas y sobre la política de pactos de IU en Extremadura y Andalucía.

Situándose en la crisis actual, Juan Carlos Monedero plantea nuevas estrategias para la izquierda, aprendiendo de prácticas y saberes desarrollados en América Latina. Anguita, sin perder el ritmo, demuestra una ideología en constante evolución poniendo sobre la mesa propuestas concretas y planteando la necesidad de buscar nuevas formas de organización en los partidos de izquierdas. Hablan de frentes cívicos, de cómo articular puntos de encuentro con propuestas alternativas. Un discurso unitario para la izquierda de aquí y ahora que incluye a una ciudadanía organizada.

Un diálogo que explora la ilegitimidad del poder actual y que anima a la ciudadanía a situar a la clase dirigente en la ilegalidad. En esta conversación se entretejen propuestas posibles planteando el derecho a la rebeldía que, como recuerda Julio Anguita, tiene su base legal en la Declaración de Derechos Humanos de 1948.

“Este sistema social está anquilosado”

Extracto de la conversión entre Anguita y Monedero contenida en A la izquierda de lo posible

Juan Carlos Monedero

Creo que tenemos un gran problema en España y es que España falla como país. Es la frase con la que Ramón Carande cuando le piden: «resúmame España en dos palabras», contesta: «demasiados retrocesos». En nuestro país, siempre que ha existido un impulso, ha venido un contraimpulso.

Y esto es así cuando menos desde la guerra de las Comunidades de Castilla, de Carlos V contra los Comuneros, cuando la derrota acabó con la posibilidad de una red de ciudades libres y autónomas; luego, cuando en Europa se extiende la Reforma, en España nos convertimos en los paladines de la Contrarreforma; frente a la revolución liberal en Europa, y pese a que fuimos avanzados y hasta entregamos al mundo el nombre del liberalismo, aquí surge primero Fernando VII y luego el Carlismo. Cuando avanza la Revolución Francesa, nosotros velamos porque funcione el cordón sanitario. Si en los años treinta emerge la revolución democrática y tras la derrota del fascismo nace el Estado social, a nosotros nos toca la anomalía de 40 años de franquismo en pleno siglo XX.

Esa es la marca España, eso de lo que ahora habla tanto el Partido Popular. Pero la marca España tiene unos cuantos problemas como país no resueltos desde el siglo XIX: la cuestión social, la cuestión territorial y la cuestión internacional. Ese «no recordar» del que hablamos, nos impide enfrentar quiénes somos, nos lleva a no asumir nuestra propia historia. Se llama los Cien mil hijos de San Luis para que vengan a solventar los problemas de la monarquía, Franco llama después a Hitler y a Mussolini para que bombardeen a otros españoles, Felipe González llama a Willy Brandt y a Mitterrand para que saqueen la industria nacional. Y en ese sentido creo que la solución es que en algún momento el pueblo de España decida por sí mismo, que asuma realmente las riendas de su futuro y se reinvente.

Es necesario poner enfrente de un espejo la idea de las dos Españas, que ha sido el gran argumento para frenar la transformación, como si realmente hubiera dos Españas iguales, similares, pero confrontadas, que se argumentan en la historia con los versos de Machado «españolito que vienes al mundo te guarde Dios/ una de las dos Españas ha de helarte el corazón» o con el Duelo a garrotazos de Goya, esos tipos semi enterrados en la arena en una pelea a muerte, o en la frase famosa de Larra en el cementerio la noche de difuntos: «aquí yace media España, víctima de la otra media». Pero no es verdad. Ha habido una mayoría de españoles en la historia que han querido construir su bienestar y han encontrado enfrente a una minoría con mucha fuerza que ha sabido frenar cualquier desarrollo de esa mayoría.

Lo que tú planteas, Julio, es el corazón de lo que tenemos que hacer y también lo que explica por qué están floreciendo tantos grupos políticos que tienen una parte analítica. Porque sin explicar qué es lo que ocurre no podemos operar políticamente. Creo que una de las primeras razones que tenemos que enfrentar es mostrarle a esta ciudadanía dónde ha sido engañada. Por esto al principio señalaba que hemos sido: «engañados, traicionados y envilecidos», porque me parece muy relevante.

La gente tiene que dejar de aceptar ese juego de nuevos ricos que piensa que en algún momento España fue maravillosa. Si no se contrarresta ese discurso, van a ganar los que dicen: «Pronto van a pasar los males, ya tenemos localizados a los culpables —que van a ser inmigrantes o malos españoles— y vamos a regresar a ese pasado luminoso».

Aquí, en el Reino de España, nunca hemos tenido, en las casi cuatro décadas de posfranquismo, un referéndum real. Cuando murió Franco no nos preguntaron si queríamos democracia o república; aquí no hubo un debate real sobre la Constitución de 1978; aquí no hubo un debate real ni siquiera sobre el referéndum de la OTAN, porque fue un referéndum amañado por la manipulación de la única televisión que había; aquí no nos preguntaron qué tipo de relación queríamos con Europa… Es decir, el nuestro es un país en el que no se ha confiado nunca en la población para que realmente opine cómo quiere articularse, y por lo tanto siguen funcionando las mentiras de ese relato, como tú bien dices, del siglo XIX.

Julio Anguita

E incluso de antes. Yo me sitúo en la Contrarreforma. Además, la Contrarreforma significa que existe una verdad oficial y, ¡ay de quien no viva según esa verdad oficial! Pero claro, esa Contrarreforma también existe porque hay un estancamiento social, de la propiedad: de la propiedad inalterable, de la Iglesia, de la nobleza, la propiedad de los ayuntamientos, aunque esta propiedad estaba muy al servicio de la gente, de los bienes propios.

Este sistema social está anquilosado. Hoy en día los agricultores, en concreto en Andalucía, siguen igual que en el siglo XVII, agricultores-labradores que en muchos casos te llevan la finca desde el cortijo. No cambia. Es esa misma situación. No ha habido una revolución agraria.

En el siglo XIX, en 1836, cuando a un propietario agrario de Córdoba —Álvaro de Sotomayor— se le ocurrió traer la Sociedad Económica de Amigos del país, yo tuve la oportunidad de poder leer cómo en la prensa de entonces el choteo era generalizado; se le contestaba con el refrán, se le contestaba con la apostilla, con la vulgaridad de que la vida es así, que por qué te vas a meter en determinadas circunstancias, etcétera.

Pero hay un momento en que parece que algo cambia. Es en la llamada Guerra de la Independencia, donde aparece un ejército, diríamos, liberal, donde se multiplican los aspectos de mayor creatividad en lucha contra el francés; pero a pesar de esa gran lucha contra el invasor, los Cien mil hijos de San Luis entran en España sin disparar un tiro y se plantan en Andújar.

¿Cómo es posible que aquella gente que se levantó en armas sea capaz ahora de aguantar que entren 100.000 franceses? La explicación está en la Iglesia. La Iglesia le estaba diciendo al guerrillero: «lucha porque la virgen lo está diciendo, porque el Señor, por tu costumbre…» y como los que vienen, vienen a poner al rey absoluto, automáticamente la Iglesia se mantiene.

Pero el hecho se repite. Vamos a ver: ¿hoy en día, alguien ha oído a la Iglesia criticar la política económica? ¿Alguien ha oído al cardenal Rouco decir cómo están viviendo millones de españoles, que hay gente que no come? ¿Alguien ha escuchado cualquier decisión, cualquier comentario de la Conferencia Episcopal, sobre la situación económica? No.

Simplemente están luchando por la pervivencia de la Iglesia como institución, para que predomine su pensamiento por encima de los otros. No han aprendido nada.

Porque la Iglesia no es solamente la Iglesia, la Iglesia se monta sobre un conjunto de perezosos mentales que defienden su chiringuito económico a capa y espada, y es una especie de costra que tiene una influencia a través de los mecanismos, de los tópicos y folclores con la gente del común: la Virgen del Rocío es un ejemplo. Ahí se disipan todas las diferencias sociales. La María Santísima es la importante. Y así la sociedad no se mueve.

¿Cómo intentar combatir eso o por lo menos poner a la gente delante de un espejo? No somos nuevos, esto ya se intentó: se intentó en la República, se intento muy poco, dentro de lo que se podía, con la Ilustración, esa Ilustración a la española que era más aguada que la francesa, de una minoría, que en un momento determinado prende porque hay mensaje en la izquierda que habla de un mundo nuevo: estoy hablando de Fermín Salvochea, estoy hablando de las primeras organizaciones obreras, estoy hablando de la Guerra Civil donde se da ese enfrentamiento que ya viene de todo el siglo XIX y que pone a toda la gente a luchar por una esperanza nueva defendiendo la República…

Pero llega después el Franquismo y llega la Transición, que es una auténtica apisonadora de vulgaridad, de pobreza intelectual. Y ahí, hay que decirlo, tienen responsabilidad, tenemos responsabilidad los partidos políticos, y entre ellos el Partido Comunista de España. Y lo dice alguien que fue su Secretario General, pero que ya en una reunión del Secretariado hicimos la conveniente autocrítica porque fuimos responsables también de lo que estaba pasando.

Julio Anguita

Gracias a una charla sobre la legalización del PCE que tuve que dar en la universidad, conocí lo que el Comité Central pensaba sobre la bandera y la Monarquía, pues yo no formaba parte de la dirección. Entre el material que pude oír una frase me llamó la atención: «bueno, hemos luchado para esto».

Pues no, no hemos luchado para esto. Miren ustedes, los que nos metimos en el partido en los años setenta teníamos dos ideas claras: una, luchábamos contra la dictadura, pero queríamos otra España avanzada socialmente. No nos metimos solo para que muriese Franco y a ver qué nos daban.

Pero se presentó así y tragamos, con más o menos debate pero tragamos, y ahí está el origen de muchos problemas. ¿Por qué?, porque el PCE era el único que había luchado consecuentemente, y por tanto su ejemplo tenía que continuar después. El fallo lo hemos pagado caro, porque el PSOE era el PSOE, y ya sabíamos lo que iba a pasar.

Desde la izquierda hay que tener la valentía de explicar todo esto a nuestro pueblo, con mucha paciencia y dulzura. Incluso arrostrando el riesgo de que no le guste la explicación. Es decir, combatir al PP en estos momentos tiene que ir acompañado de un proyecto alternativo y de un relato histórico, si no, acudimos, simplemente, a la lucha inmediata, a la tensión del momento, a la algarada ante cualquier situación. Es necesario un proyecto cultural que se enfrente como contrapoder al proyecto cultural que tiene la derecha, que está más arraigado de lo que nosotros podemos pensar.

Juan Carlos Monedero

La mirada suspicaz con la Transición me vino cuando estudié en Alemania. Los contrastes entre ambos países eran muy grandes. Defender el nazismo en Alemania era un delito, y en España, un franquista como Fraga, que estaría preso de haber sido alemán, encima escribía la Constitución Española de 1978. España era un país extraño donde, a diferencia del resto de Europa, podías ser demócrata sin ser antifranquista. Además, si la democracia española me parecía tan débil, la Transición no podía ser tan maravillosa [...]

La Transición no se cuestionaba. Tan grande era el fraude, que incluso el 23F desaparecía del relato de la Transición porque no había cómo encajarlo. Al final, tuvo que ser un novelista, Javier Cercas, el que escribiera el relato del triunfante golpe del 23F (porque el golpe triunfó en todos sus objetivos, más allá de que Tejero arruinara el plan inicial del Rey), cubriendo el hueco que la academia, de manera vergonzante, renunció a cubrir.

Yo creo que si uno mira la historia de nuestro país (bueno digo siempre país aunque soy consciente de que somos una peculiar nación de naciones aún por entender), no tiene fácil encontrar los hechos que podrían anticipar nuestra rabia. Francia mira a la resistencia contra los nazis, a la toma de la Bastilla. Nosotros a mitos llenos de falsedades como el Cid Campeador o la Transición, incapaces siquiera de reclamar el liberalismo progresista del siglo XIX.

Julio Anguita

En España falta el movimiento intelectual, eso es clave, porque sin ese movimiento intelectual no hay movimiento obrero. Los obreros o los trabajadores, librados simplemente a nuestras fuerzas, no pasamos del reformismo.

Los sindicatos necesitan una referencia de sociedad alternativa, porque cuando la han perdido se han transformado en gestores de la sociedad que hay.

Esta situación se ve a lo largo de la historia. Cuando la UGT, la CNT o Comisiones Obreras empiezan a hablar de otra sociedad alternativa, más participativa, donde la riqueza se reparta entre todos, están planteando otro mundo. Pero, hoy esto ya no se plantea. Ha desaparecido esa meta. Se habla de los convenios, de lo mal que lo hace el gobierno y, ¿qué ocurre? Que los sindicatos terminarán por desaparecer, porque, entre otras razones, están defendiendo unas causas que a veces ya no tienen sentido.

A la clase o las clases hay que darles el sentido de su deber en estos momentos, porque no solo de pan vive el hombre; necesita un sentido, un porqué, para poder seguir luchando, que solo se lo puede dar un discurso comprometido. Esa alianza que se llamó la alianza de los trabajadores y los intelectuales es necesaria, pero eso sí, esto no es mezclarse todos en una manifestación y punto, no se trata de eso, esto es un combate intelectual, por la historia, y, o se hace así o no tendremos ninguna salida.

[...] me han preguntado si tengo una obsesión por la historia. Pues sí, porque quiero decirles a mis compatriotas cuando me lean que la Transición fue un engaño tremendo, que ya venía precedido por otros engaños en la historia. Es tremendo el desconocimiento de la historia de España.

Juan Carlos Monedero

Y sin embargo Felipe González metió a los intelectuales en la bodeguilla. Cien intelectuales firmaron un cheque en blanco al Partido Socialista en el 82, después se vieron prácticamente obligados a apoyar el sí a la OTAN, gracias a todo el entramado del grupo Prisa, que era el que decidía si eras intelectual o no lo eras [...]

Brasil entra en el ciclo de rebeliones populares que vienen sacudiendo el planeta desde 2011


La lucha de la juventud contra el aumento de pasajes fue el catalizador del descontento popular 

Incorporar a la lucha a la clase obrera y sus demandas




La lucha de la juventud contra el aumento de los pasajes se convirtió en el catalizador del descontento popular, que lleva multitudes a las calles y abre una nueva etapa de lucha en Brasil.

La gran movilización del 17 de junio contra el aumento de los pasajes reunió más de un millón de personas en doce capitales. Nadie en conciencia puede ya negar que la situación política nacional cambió categóricamente. La indignación ante la represión policial del 13 de junio en San Pablo, Río de Janeiro y otras capitales fue el detonante del mayor proceso de masas desde el “Fuera Collor” en 1992.[[1]] Y no sólo por sus dimensiones, sino también por su politización.

Incluso después de la victoria de lograr el reclamo inicial de la reducción de precios de los pasajes en 23 ciudades, un millón y medio de manifestantes volvieron a las calles, y no sólo en las capitales estaduales sino también en muchas ciudades medianas y pequeñas.

Las mayores manifestaciones tuvieron lugar en Río de Janeiro, con aproximadamente 300.000 personas, y en San Pablo, con más de 400 mil.

En Río, la policía militar reprimió la marcha que iba al estadio Maracaná, lo que causó más de 60 heridos. En San Pablo se produjo un enfrentamiento entre la izquierda y grupos fascitoides que quieren proscribir las banderas rojas de las manifestaciones y echar a los militantes y partidos de izquierda.

Entender los límites y los alcances de este complejo proceso de masas es esencial para organizar la acción de la izquierda revolucionaria y luchar para que este movimiento no se incline a posturas reaccionarias. Es que, con la masificación del movimiento, la derecha se organiza para que su programa no adquiera un carácter anticapitalista. Por eso embiste contra las banderas y los militantes de izquierda.

Vivimos un proceso cuyas características están aún formándose, que está siendo disputado políticamente y que exige la atención de todas las corrientes para que podamos construir herramientas de intervención, de modo que este proceso no sea capitaneado por la derecha. Por eso, es necesario que los sectores clasistas organicemos un frente único para defender salidas anticapitalistas contra las tentativas de la derecha de apropiarse del movimiento.

La lucha contra el aumento del pasaje lleva a una nueva situación política nacional

La lucha contra el aumento de pasajes detonó una gigantesca ola de indignación popular aunque con una agenda difusa y una orientación política amorfa, pero que sin embargo impacta la realidad nacional y deja atónitos al gobierno federal y los gobiernos estaduales.

La indignación por la situación del transporte público salió del ámbito privado y ocupó las calles en todo el país. Así, el día 20 de junio, las manifestaciones en todo el país, sobrepasaron el millón de personas.

Lo que hasta la semana pasada era un fenómeno de las grandes capitales como San Pablo o Río, ahora llega a muchas ciudades. Y después del retroceso de los gobiernos en cuanto a los aumentos de pasajes, las movilizaciones asumieron otras demandas, como el fin de la corrupción y contra los gastos de la Copa Mundial de Fútbol.

El transporte público en las principales capitales y grandes ciudades fue privatizado hace tiempo. Y es una fuente de extraordinarias ganancias para los empresarios y de creciente sufrimiento para los usuarios. En los últimos años, esta situación viene empeorando no sólo en San Pablo sino también en el resto del país. Esto explica la simultaneidad de las manifestaciones contra el aumento de pasajes y el gran apoyo popular que recibieron.

La lógica de los partidos que están en el poder, es garantizar cada vez más ganancias a las empresas privadas que operan el transporte. Esto lo hacen mediante ajustes en los precios de los pasajes, que en los últimos años han ido muy por encima de la inflación. Además dan total libertad a esas empresas para operar en pésimas condiciones, tanto para los usuarios como para los trabajadores del transporte.

Las necesidades de la clase trabajadora y de la juventud son totalmente opuestas a esa lógica capitalista de las ganancias. Consiste en abaratar los pasajes hasta llegar a la tarifa cero, y la estatización de los transportes. Una estatización que debe estar bajo el control de los trabajadores y no de las burocracias que en el pasado contribuyeron al desguace del transporte público para entregarlo al sector privado.

Como esta lógica se contrapone a los intereses de los capitalistas, para quebrarla tenemos que hacer frente a la maquinaria represiva que está bajo su comando.

Las manifestaciones desafían el pacto conservador entre el PT (Partido dos Trabalhadores) y el PSDB (Partido da Social Democracia Brasileira)

Las protestas iniciadas el 6 de junio tenían como demandas el rechazo al aumenta el pasaje y la lucha por la tarifa cero. Después de una dura represión, las manifestaciones ganaron la adhesión de las masas y el movimiento comienza a incorporar a amplios sectores sociales y diversas reivindicaciones.

El aumento del pasaje fue sólo la chispa que hizo detonar el descontento por una situación que afecta gravemente la vida de los trabajadores.

El problema objetivo es que los gastos de transporte en la población superan el 30% de los ingresos salariales. Esto implica que los trabajadores deben reducir su alimentación para asegurar su viaje al trabajo. Los trabajadores desempleados, como es el caso de la mayoría de los jóvenes, no pueden moverse para buscar trabajo, y mucho menos para tener acceso al sistema de salud, a la cultura y el tiempo libre.

Las posición del prefecto de San Pablo, Fernando Haddad del PT, del gobernador del Estado, Geraldo Alckmin del PSDB, y de los otros gobernantes que hicieron frente a las manifestaciones, fue claramente reaccionaria. Apostaron a brutal represión policial, la criminalización de la protesta y el desbande del movimiento.

Estos representantes políticos de los intereses de la burguesía no habían comprendido que ya había elementos de descontento en la realidad. Y bastaba sólo un detonador para hacer estallar la situación política anterior.

La combatividad sirvió de amplificador de descontentos y reclamos contenidos desde hace mucho

El cambio de la situación política fue el resultado de la disposición de los jóvenes –vanguardia indiscutida de este proceso– a enfrentarse políticamente en todo el país en la lucha contra el aumento de los pasajes. Su actitud acabó contagiando a sectores más amplios de la sociedad.

Durante años, la juventud y la clase trabajadora brasileña parecieron estar adormecidas frente a los sucesivos gobiernos y sus políticas neoliberales. Hubo luchas importantes, sobre todo en las universidades públicas –como la USP (Universidade de São Paulo) y las universidades federales–, en las grandes obras de infraestructura, y en las periferias de las grandes ciudades por vivienda y otras demandas. Pero, en la anterior situación política, la represión de esos procesos no fue desencadenante de una reacción masiva.

Uno de los más recientes episodios de represión sanguinaria de la que es responsable Dilma Rousseff, la presidente petista, fue la masacre de los indígenas Terena de Mato Grosso do Sul. Se hizo para “recuperar tierras” en beneficio de latifundistas. Y allí actuaron conjuntamente la policía militar del Estado do Mato Grosso do Sul y la policía federal que responde al gobierno nacional, presidido por el Dilma Rousseff y el PT.

Ya hace décadas que la burguesía –con el PSDB, primero, y el PT, después, al frente del gobierno federal– impuso una situación política reaccionaria, en la que las luchas han sido brutalmente reprimidas y criminalizados por el Estado, sin que hubiese reacciones políticas de las masas.

Pero ahora el escenario político ha cambiado radicalmente. Este cambio ha dejado “atónitos” a los gobernantes y también a los analistas de gabinete. Sin embargo, tiene motivaciones bien concretas, como el aumento del costo de vida provocado por la inflación, la caída de los ingresos de los trabajadores, la precarización laboral que empeora y la carestía de los servicios públicos.

Además de los aspectos económicos, el fastidio popular tiene motivaciones políticas. Estamos experimentando un descontento “difuso”, pero que se sintetiza en el malestar por los gastos públicos billonarios del Mundial de Fútbol (que superarían los 50 billones de dólares), por la corrupción sistémica del aparato del estado, por cambios en la legislación como la “PEC 37” (que dificulta la investigación de la corrupción de funcionarios y políticos), la legalización de prejuicios como la homofobia, la prioridad de los intereses de las grandes empresas sobre las demandas por salud, educación, vivienda y transporte, la negación de derechos democráticos como la legalización del aborto e incluso la libre expresión de la orientación sexual, etc.

Estos factores sirvieron de combustible para que la violencia brutal con que se respondió al movimiento por el precio del pasaje, detonase una nueva actitud de las masas. Están demostrando que ya no aceptan pasivamente la represión a los que luchan.

Unificar a la izquierda contra el antipartidismo

En Brasil, con todo el atraso político de la lucha de clases de los últimos años, no podía ser diferente. El proceso actual, a pesar de sus particularidades, tiene rasgos comunes con lo que sucede en todo el mundo. Por eso, será necesario un proceso de aprendizaje lento y contradictorio para que las masas de jóvenes y de trabajadores se equipen con un arsenal político capaz de representarlas en los hechos.

Igual que en otras partes del mundo, las rebeliones populares cargan inicialmente con profundas contradicciones en su interior. Generalmente, parten de situaciones de gran atraso político de las masas, que simplemente se ponen en contra de todo y de todos: “¡Que se vayan todos", como se decía en Argentina cuando se abrió el proceso de rebelión en el 2001.

Pero también hay fenómenos de polarización política y social, de surgimiento y/o fortalecimiento de movimientos nacionalistas/conservadores o incluso fascistas, que tratan de canalizar el profundo descontento hacia la derecha.

Este fenómeno ocurre por ejemplo en Grecia, con el fortalecimiento de la pandilla fascista Amanecer Dorado, a pesar de que al mismo tiempo Grecia es uno de los principales centros de radicalización política de las masas europeas contra los planes de ataques a los trabajadores.

Con la masificación del movimiento en los actos del 17 de junio, vivimos un proceso contradictorio. Por un lado, se amplió la participación de sectores motivados por una orientación “antipartidos”. Por otro lado, se manifestó la presencia de sectores que defienden las acciones aisladas, que sirven de justificativo a la represión policial contra la masa de manifestantes. Hay, además, una combinación con la espontaneidad de sectores que ven a los símbolos nacionales –la bandera y el himno nacional– como instrumentos de contestación o democratización política.

Si queremos comprender el proceso actual, no podemos olvidar el pasado reciente. Hemos vivido más de dos décadas de reacción política. Fue un proceso que se inició con la ofensiva neoliberal en la década del ‘90 que tuvo al frente al PSDB; simultáneamente se dio la política de adaptación del PT y de la CUT (Central Única dos Trabalhadores) que abandonaron por completo el proyecto socialista y la militancia en nombre de la “gobernabilidad” dentro de los moldes neoliberales y las prácticas de conciliación de clases.

La adaptación política del PT permitió la construcción de un bloque conservador que lo llevó a la presidencia. Se mantuvo allí por diez años, con un proyecto que combina las políticas asistencialistas para los más pobres, con las privatizaciones y los ataques a los derechos de los trabajadores y la juventud.

Lo importante a destacar es que, en ese marco, en los últimos años ha habido un tremendo reflujo en la conciencia política de las masas juveniles y de los trabajadores.

El PT, la CUT y la UNE (União Nacional dos Estudantes) fueron antes una expresión de la rebelión de masas que derribó a la dictadura y, en la década de 1980, de la combatividad de la clase obrera. Hoy, por el contrario, son símbolos del poder del dinero, de la burocratización, la corrupción y la apatía. Los sectores que mantuvieron las banderas de la independencia de clase y del socialismo, quedaron muy reducidos y sin mayor visibilidad.

Recientemente, las luchas de los trabajadores de las obras de infraestructura, de los sin tierra, de los estudiantes y funcionarios de las universidades y, ahora, de los movimientos contra los aumentos del pasaje, se enfrentaron directamente con el PT en todos los ámbitos del poder. En la primera represión en San Pablo que detonó las protestas a escala nacional, el prefecto Haddad del PT tuvo tanta responsabilidad como el gobernador Alckmin. El repudio a las banderas rojas se asocia con ese papel del PT y con todo lo que vino a representar en la última década. Esa puede ser una clave para entender la hostilidad sufrida por militantes de izquierda en las manifestaciones.

La contradicción es que el desconocimiento de esa nueva generación de la historia política reciente, está siendo utilizado por los partidos de derecha como el PSDB y por grupos aun más reaccionarios, para tratar de desmoralizar al conjunto de la izquierda, que nunca dejó de estar del lado de los trabajadores, de la juventud y de sus luchas.

La derecha, a través de los grandes medios y de los partidos patronales, quiere disputar ideológicamente el movimiento para llevarlo a salidas de derecha y, por añadidura, fortalecer las posiciones electorales de partidos “opositores” como el PSDB.

Frente a este peligro, es necesario unificar las fuerzas de la izquierda para que la combatividad, la democracia y las reivindicaciones anticapitalistas agendas estén garantizados dentro del movimiento.

Construir un marco político clasista común para la lucha de las masas

Debemos entender entonces que este ascenso de las masas en Brasil parte de un enorme atraso político, en relación al proceso de rebeliones populares que se fue dando en América Latina desde principios de la década pasada, y en el mundo desde la crisis capitalista mundial iniciada en el 2008 y los estallidos del 2011.

En Brasil, estamos ante una juventud indignada, una parte de la cual lleva la bandera de Brasil y canta el himno nacional, sin saber que son símbolos del mantenimiento del orden actual y de la represión a la clase trabajadora y los oprimidos.

Le cabe a la izquierda revolucionaria la tarea de politizar aun más los reclamos y las acciones, e intervenir en este proceso para que la juventud trabajadora levante banderas anticapitalistas. Es necesario comprender que sin levantar las demandas de la clase obrera, su situación no encontrará otra salida.

En esta explosión de rebeldía que vive hoy Brasil, hemos asistido diariamente a manifestaciones contra todos los gobernantes y contra los símbolos del poder establecido. Vivimos una convulsión político-social de magnitud aún difícil de prever, pero que sin duda establecerá un terreno completamente distinto para la acción política.

Diariamente, en todo el país, las calles son tomadas por una masa que se organiza espontáneamente llenando las plazas y grandes avenidas para protestar frente a las sedes de los gobiernos y legislaturas. Lo que no pueden ocultar los relatos y las imágenes de TV es que hay una acción de masas en todos los principales acontecimientos.

Para hacerse una idea: en Río hubo una marcha que se dirigió a la sede de la prefectura municipal y trató de ocuparla. A pesar de la represión, esa misma masa fue luego al estadio Maracaná para protestar contra la realización del Mundial de Fútbol. Fueron nuevamente reprimidos por la policía antidisturbios.

En Brasilia, más de 25.000 personas se reunieron en ante el Congreso Nacional y después frente a Itamaraty (Ministerio de Relaciones Exteriores). Allí hubo otra tentativa de ocupación que también fue reprimida.

La represión estatal de estas manifestaciones por medio de las tropas de choque no se producen contra los llamados “vándalos”, como quiere hacer creer la mayoría de los medios. Está dirigida directamente contra las masas que luchan por un programa amplio: contra las superganancias de la mafia de los transportes, contra el fin de los poderes de investigación del ministerio público, contra los gastos del Mundial de Fútbol, contra la precariedad en la salud y la educación, contra la homofobia y otros reclamos.

Estas demandas representan el mayor peligro para el pacto entre el PT y el PSDB. Por eso están siendo reprimidas.

Otro problema son las acciones ajenas a las masas –acciones que se pretenden “ejemplares”– y que la prensa patronal califica genéricamente como "vandalismo".

Esas acciones aisladas siempre facilitan la represión y no contribuyen a la victoria del movimiento. Pero también son expresiones del descontento de un sector de jóvenes que están haciendo sus primeras experiencias en la lucha de clases.

La defensa de un movimiento no burocrático no puede confundirse con la falta de centralización. La centralización es necesaria para alcanzar los objetivos de cualquier movimiento contra la clase dominante y su Estado.

El país está totalmente convulsionado, en todas las ciudades se dan las más variadas acciones de descontento: intentos de ocupaciones, apedreos a bancos y edificios públicos indican el grado de radicalización e indignación.
Sin embargo, estas acciones no se deben ser usadas ni dirigidas por sectores reaccionarios que actúan para descalificar a la explosión de indignación popular.

La acción de masas abrió una situación de no retorno

El MPL (Movimento Passe Livre), después de la marcha del 20 de junio en San Pablo que atrajo a más de cien mil manifestantes, decidió suspender la celebración de movilizaciones. La justificación fue que la lucha contra el aumento de los pasajes ya había logrado su reclamo.

Creemos que la nueva situación política estalló debido a la lucha contra el aumento de los pasajes, lo que abrió una nueva etapa. Pero tener una política para este proceso no es sólo responsabilidad del MPL. Debe ser asumida por todas las organizaciones (sindicales, políticas, movimientos sociales, etc.) que dicen estar al servicio de de los trabajadores y los oprimidos en general.

Sin duda el MPL tiene en ese momento la responsabilidad y el papel decisivo de llamar a todas las organizaciones populares para hacer un debate nacional con el objetivo de construir instrumentos organizativos y políticos para intervenir en este proceso histórico que estamos viviendo.

Vivimos una situación que tiene inmensas posibilidades revolucionarias pero también riesgos inmensos. Por lo tanto, es deber de todos los sectores de izquierda organizar el movimiento, para que las acciones masivas tengan centralización y construyan un programa anticapitalista.

Para que esta multitud de temas sea resuelta, será necesario que las masas luchen contra las políticas puestas en práctica por el gobierno de Dilma Rousseff y el PT, y contra de toda la orientación neoliberal implementada en todos los estados del país.

A pesar de las contradicciones del proceso, ahora la situación ha cambiado y está abierta la posibilidad de la construcción de movimientos capaces de cuestionar más profundamente las políticas neoliberales de privatización y otras formas de transferencia de los fondos públicos a los capitalistas.

La clase obrera debe ser la protagonista de esta nueva fase

Parte fundamental de la estrategia para que el movimiento se incline hacia la izquierda, es la de ir conquistando dentro de este proceso una participación creciente de la clase obrera, con sus reivindicaciones y sus métodos de lucha. De esa forma, la inmensa experiencia que está en marcha, podrá ir definiéndose política y socialmente rumbo a una perspectiva anti-capitalista.

Es que, a pesar de las contradicciones del proceso, la situación ahora ha cambiado. Está abierta una posibilidad histórica de construcción de movimientos capaces de cuestionar las políticas neoliberales de privatización y otras formas de transferencia de los fondos públicos a los bolsillos privados de los capitalistas. Asimismo, esto implicaría la entrada en la lucha de una nueva generación de trabajadores, lo que permitiría una transformación revolucionaria en sus organizaciones y un cambio cualitativo en la lucha política que apenas se está abriendo.

No hay salida favorable para las masas trabajadoras si no se toma medidas anticapitalistas: como dejar de pagar la deuda externa cuyo servicio consume casi el 50% del presupuesto federal, romper con la lógica capitalista que rige los servicios públicos por medio de la estatización bajo el control de los trabajadores, terminar con la devastación del medio ambiente, revertir la carestía de los alimentos mediante una reforma agraria que expropie los latifundios, lograr una transformación radical del modelo político que favorece sólo a las corporaciones. Sólo con un conjunto de medidas anticapitalistas será posible superar la actual crisis de una manera favorable a los trabajadores y la juventud.

Estamos frente a una nueva perspectiva e ingresando en una nueva situación política en que las cuestiones comienzan a ser resueltas a partir de la movilización en las calles. La acción represiva del Estado capitalista contra la vanguardia juvenil y trabajadora ya no se tolera como lago “normal” y empieza a ser contestada con el fortalecimiento de las manifestaciones.

No hay garantía de victoria antes de luchar. Pero el elemento de ruptura de las masas brasileñas con la inercia, ya es un punto trascendental. Esto da otra perspectiva del alcance de las luchas, que es un factor decisivo de la correlación de fuerzas en la lucha de clases.

Estamos en una situación más favorable para la lucha de los trabajadores. Los años de reacción pueden quedar atrás.

Praxis y la corriente internacional Socialismo o Barbarie apostamos a esa perspectiva de lucha y de avance de la actividad autónoma y anticapitalista, en este momento que viven los jóvenes y los trabajadores brasileños.


[1].- El “Fora Collor” fue un gran movimiento de masas principalmente juvenil que en 1992 logró la destitución del corrupto presidente Fernando Collor de Mello. La burguesía, con la colaboración decisiva de Lula y el PT, pudo encauzarlo por vía parlamentaria, limitándolo al retiro de Collor y la asunción del vicepresidente conservador Itamar Franco.

Movilizaciones en Chile por la renacionalización del cobre y reclamos laborales

Julio /2013



PIA.- Organizaciones sociales y políticas de Chile se movilizan el jueves en las calles del país en exigencia de la renacionalización del cobre y todos los bienes naturales que están en manos de privados, ya sean nacionales o extranjeros. En la jornada de lucha –que incluye paro nacional-  convergen diversas convocatorias que se enmarcan en el 42° aniversario de la nacionalización del metal como defensa de la soberanía. Como parte de la política de represiva de las protestas, diversas barricadas fueron embestidas por los Carabinero con gases lacrimógenos y hubo decenas de detenidos.

Bajo la consigna de “El cobre para el pueblo”, en la convocatoria de la Unión Clasista de Trabajadores (UCT) se destacó que “Gracias al modelo capitalista impuesto a sangre y fuego por la dictadura militar y administrado por los gobiernos de la Concertación y Alianza de por Chile hoy se explotan los recursos naturales indiscriminadamente por las empresas transnacionales imperialistas dueñas de este recurso que perteneció a todos los chilenos”.

Las organizaciones convocantes incluyeron entre las consignas el reclamo por una educación libre, gratuita y de calidad y por los derechos a la vivienda, el trabajo y la salud.  “Actualmente sufrimos los efectos de una economía y Estado al servicio de los empresarios, que no respeta la seguridad laboral, ni los derechos de los trabajadores, nos obliga a endeudarnos para adquirir los bienes básicos y nos somete a las leyes del mercado para sobrevivir”, denunciaron.

Durante el mediodía se llevó a cabo una “Marcha por la Dignidad y la Soberanía Popular plenas” desde la Plaza de Santiago y se desarrollaron asambleas populares, barricadas y cacerolazos en diversas ciudades del país. Participan espacios sociales, políticos, estudiantiles y de trabajadores entre las que se encuentran los Cordones Secundarios, la Unión Clasista de Trabajadores (UCT), el Movimiento Patriótico Manuel Rodríguez (MPMR) y la Asamblea Popular por la Unidad Social (APUS).

En paralelo, la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) convocó a movilizaciones y a un paro nacional, al cual se plegó la Confederación de Estudiantes de Chile, organización que congrega a estudiantes de unas cuarenta universidades públicas y privadas, y sus reclamos estuvieron vinculados a reivindicaciones laborales, salariales y estudiantiles.

Ramón López, dirigente de la UCT enfatizó la necesidad de llevar las protestas hacia las puertas de la Corporación Nacional del Cobre (Codelco), la cual “debería estar bregando para que el cobre que está en manos privadas vuelva al Estado. Sin embargo hace todo lo contrario, cada vez externaliza más trabajos relacionados con la explotación de los yacimientos”, sostuvo en diálogo con PIA-Chile.

En ese marco, el miércoles ocuparon la sede central de Codelco en Santiago, mientras personal de la estatal realizaban una actividad y desplegaron una bandera con la consigna “El Cobre para Chile, Protesta Popular”. López también destacó la lucha contra las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) y explicó que las demandas de la protesta integran “La renacionalización de recursos naturales; educación gratuita, pública y de calidad; reformas laborales y una nueva Constitución”.

Contra la privatización de los bienes comunes

“Exactamente, 42 años atrás un 11 de julio de 1971, el conjunto del Pueblo chileno definió hacer uso de su real de su soberanía y decidió nacionalizar el cobre, nuestro principal recurso natural, viga maestra de nuestro desarrollo”, sostuvieron en la convocatoria a la jornada de lucha.

Durante la gestión del presidente Salvador Allende,  el Estado chileno nacionalizó las riquezas del subsuelo, las que pasaron a propiedad “intransferible e inalienable” del Estado, como establece aún hoy la Constitución. También se  nacionalizaron las empresas de la Gran Minería, las cuales eran estadounidenses.

La Gran Minería del Cobre chilena se compone de Codelco –mayor productora de cobre a nivel mundial- y la Gran Minería Privada. En el año 1981 se promulgó la llamada “Ley Orgánica Constitucional sobre Concesiones Mineras” que promovió la privatización de la explotación del cobre al instaurar la categoría de “concesión plena”. A partir de ella el Estado concesiona los yacimientos a empresas multinacionales a precios usureros para su explotación y usufructo. Se estima que las empresas privadas poseen  explotación sobre más de 28 millones de hectáreas, equivalentes a un 40 por ciento el territorio nacional, mientras que CODELCO posee pertenencias sobre poco más de dos millones de hectáreas.

En cuanto a argumentos que aporten al debate por la renacionalización efectiva, en un análisis comparativo del desempeño productivo y tributario de Codelco y de la Gran Minería Privada, se deduce que el organismo estatal el 2002 y el 2011 produjo un 35 por ciento del total del cobre y aportó al Fisco el 63,4 por ciento de los ingresos derivados de la gran minería.  Desde el otro lado, la Gran Minería Privada produjo el 65 por ciento  del cobre total, y aportó al Estado un 36,6 por ciento de los ingresos derivados de la gran minería chilena.

“En palabras simples, Codelco produciendo aproximadamente un tercio del total de la producción aporta al Estado casi dos tercios de los ingresos totales que recibe el Fisco derivados de la gran minería”, explica el investigador Sebastián Vera, del Centro de Investigación político Social del Trabajo (CIPSTRA).  Según los cálculos del CIPSTRA, si el cobre hubiera estado nacionalizado, el estado chileno habría recaudado de la Gran Minería del Cobre más de 62 mil millones de dólares entre el 2002 y el 2011.

Agilizar la captura de manifestantes

La jornada de lucha coincidió con el debut de un nuevo grupo táctico de Fuerzas Especiales, denominado Fénix. El nuevo equipo es parte de los Carabineros y responde a la intención del Poder Ejecutivo de Sebastián Piñera de mejorar y agilizar la detención de los manifestantes. En el marco de la criminalización de las protestas, actuarán de modo conjunto de los “Cazadores” y estarán bajo las órdenes del Ministerio del Interior.

“Detectar a encapuchados y vándalos radicalizados, detenerlos y retirarse. Todo, en cosa de segundos.Esa misión deberá cumplir el recientemente creado grupo “Fénix” de Carabineros, que efectuará operaciones relámpago junto a los equipos de Fuerzas Especiales en puntos críticos de desórdenes durante marchas o manifestaciones”, explicó el diario chileno El Mercurio.