lunes, 9 de marzo de 2009

Reseña “Mercenarios: guerreros del imperio. Los ejércitos privados y el negocio de la guerra” de Daniel Pereyra

Las conexiones entre las corporaciones militares y la industria armamentística

Carlos Sevilla Alonso
para SURCOAUSTRAL

“El Estado es una comunidad humana que reivindica con éxito el monopolio del uso legítimo de la violencia física en un territorio determinado” Max Weber

“¿Necesita un Ejército? Sólo levante el teléfono y llame” Barry Yanman

En la clásica y muy discutible definición weberiana del Estado - la cual sigue marcando el estándar de la “estatalidad”- esa ficticia comunidad humana de cuya anatomía surgen los conflictos, ha centralizado en un territorio dado y en ciertos aparatos –judicial, ejército, policía- la violencia física, en forma discutiblemente legítima – ficción del consentimiento o a través de la menos ficticia función hegemónica- con “éxito”. Este “éxito” está, hoy en día, muy poco asegurado.

Para tener un Ejército basta con descolgar el teléfono.

La administración Bush a partir del 11-S ha realizado con su “capitalismo del desastre” una aportación fundamental a su etapa neoliberal, esto es, la privatización de las consideradas funciones esenciales del Estado, adjudicando al sector privado el “núcleo” de funciones de seguridad, defensa e infraestructura. Como señala Naomi Klein en su reciente libro, La doctrina del shock, “A través de la "Guerra contra el Terror", la administración Bush ha provocado: la creación del complejo del capitalismo del desastre –una nueva economía con todas las de la ley en materia de seguridad nacional, guerra privatizada y reconstrucción de zonas de desastre, ocupada en nada menos que en la construcción y la gestión de un estado con su seguridad privatizada, tanto en casa como en el extranjero. El estímulo económico de esta iniciativa radical se probó con creces a la hora de recoger el testigo allí donde la globalización y el boom de las empresas puntocom lo habían dejado. Así como Internet emprendió la burbuja de las puntocom, el 11-S emprendió la del capitalismo del desastre... Fue el pico más alto de la contrarrevolución lanzada por Friedman. Durante décadas, el mercado se había estado alimentando de los apéndices del estado; ahora devoraría su núcleo”. La privatización acelerada de los activos públicos o estatales en la era neoliberal, incluyendo el “núcleo” de las funciones estatales, forma parte del dispositivo más general de “acumulación por desposesión” del nuevo imperialismo, señalado por David Harvey. En la invasión y posterior ocupación de Irak, no ha habido ni una sola función gubernamental considerada del “núcleo” que no haya sido entregada a un contratista. La privatización generalizada del planeta tiene, por tanto, como resultado, una globalización de la violencia social y militar y la privatización de su uso por mafias, milicias y otras tropas mercenarias.

En su nuevo libro, “Mercenarios: guerreros del Imperio. Los ejércitos privados y el negocio de la guerra”, Daniel Pereyra presta especial atención al fenómeno relativamente reciente de la privatización y mercenarización de la guerra, especialmente durante la ocupación de Irak. Este libro está dividido en cuatro capítulos que hacen referencia respectivamente a los cambios en las formas de la guerra en el siglo XX, al papel de los mercenarios en las guerras del Imperio, a la guerra global permanente inaugurada por la administración Bush y a las Corporaciones Militares Privadas (CMP) que han ido surgiendo en las dos últimas décadas como consecuencia de la subcontratación de funciones esenciales policiales y militares a empresas privadas.

En la primera parte, que versa sobre los cambios en las formas de la guerra durante el siglo XX, el autor señala el aumento de la barbarie producido por el fenómeno de la “guerra total”, en la cual, la definición de “enemigo” como negación óntica de lo propio (Carl Schmitt), borra las fronteras entre combatientes y civiles, deshumanizando la guerra con los campos de concentración o los bombardeos nucleares hasta la utilización de armas químicas contra la población civil. Esta barbarie tiene su origen en la creciente industrialización de la guerra y el avance tecnológico producido por las necesidades bélicas. La industria bélica, muy concentrada y ligada a los Estados que garantizan la compra de su producción, se convirtió a partir de la segunda guerra mundial, en una rama central en las economías del centro, creando en los EEUU un “complejo militar-industrial” ya denunciado en su día por el presidente Eisenhower que orienta y condiciona la política exterior norteamericana. La provisión de seguridad en la actualidad se ha convertido en una nueva industria creciente yendo más lejos aún del viejo complejo militar-industrial. Los grandes beneficios derivados del negocio de la guerra para diversos sectores económicos (industria siderúrgica, naval, aeronáutica, espacial, informática y electrónica) han desatado desde finales de los años 90, una nueva carrera armamentística a nivel mundial tratando de buscar “mercados sustitutivos”, neokeynesianismo militar mediante, ante la crisis estructural de sobreproducción y sobrecapacidad que se ha instalado en la economía mundial, especialmente en su “centro”.

El papel de los mercenarios en las guerras del Imperio durante el siglo XX es abordado en el segundo capítulo. Esta profesión, siendo tan antigua como el arte de la guerra, está rodeada en la actualidad, bajo la forma del moderno mercenario, de un halo fascinante, típica del aventurero intrépido gracias al trabajo ideológico de la industria cinematográfica y del entretenimiento –videojuegos- como señala Roberto Montoya en el prólogo del libro. Sin embargo, adquieren especial relevancia tras la segunda guerra mundial cuando se desmovilizaron los ejércitos de masas constituidos por millones de soldados que buscaron empleo en la vida civil. En esta segunda parte, el autor se detiene en las intervenciones imperialistas y el empleo de mercenarios en América Latina al calor de la guerra antisubversiva o anticomunista desplegada por los EEUU en su “patio trasero”, desde los años cincuenta hasta el tiempo presente, con los escuadrones de la muerte en Guatemala y El Salvador, el empleo de mercenarios en el desembarco de Bahía de Cochinos contra la victoriosa revolución cubana, la operación Cóndor en el Cono Sur, la Contra nicaragüense, el paramilitarismo de Estado en Colombia, etc.

También se aborda el papel de los mercenarios en las intervenciones militares en África durante el período de la descolonización política como integrantes de milicias locales al servicio de las potencias imperialistas y como ejércitos privados al servicio de particulares, mafias o empresas privadas, para la custodia de las instalaciones petrolíferas o de las minas de diamantes en Sierra Leona y del coltán en la República Democrática del Congo. Más generalmente, el uso actual de mercenarios está provocado por una serie de factores que señala el autor, “la necesidad de los Estados de ejecutar tareas militares “sucias” sin implicarse de forma directa; la ventaja política de que las bajas no se contabilizan como propias; la posibilidad de contar con un combatiente que no es preciso entrenar y del que se puede prescindir cuando no es necesario; la dificultad para completar las plantillas de personal necesarias en la medida que crecen los frentes bélicos; y porque constituyen un sector económico muy apetecible por su rentabilidad, que atrae constantemente a nuevas empresas que se unen a los tradicionales y poderosos fabricantes de armamento en los lobbies que presionan y condicionan a los gobiernos y los parlamentos, bregando en pro de guerras y conflictos que den salida a sus servicios y productos” (p. 60-61)

La tercera parte del libro está dedicada a la preparación de la guerra global permanente desatada por la administración neoconservadora norteamericana tras los ataques del 11-S. En este capítulo, el autor se detiene en la lógica del fenómeno de privatización y mercenarización de la guerra, señalando que “era lógico desde el punto de vista del capital, que también se privatizara la gestión de las guerras, desde la fabricación de material hasta el reclutamiento de personal, siendo además un mercado cautivo para un número limitado de grandes empresas, con una tasa de beneficios muy alta y con la posibilidad de continuar creciendo” (p.166) Esta privatización de la gestión de las guerras y su “subcontratación” a las corporaciones militares privadas, ha supuesto una evolución del empleo de mercenarios en la guerra global permanente, pasando del desempeño de tareas logísticas de apoyo a los ejércitos (transporte, sanidad, abastecimiento, alimentación, intendencia y correo) a las áreas de combate que requieren una fuerza de trabajo cualificada constituida por exmilitares y policías de procedencias diversas y amplia experiencia profesional en el empleo de armas y en el ejercicio de la violencia. La motivación del mercenario es como señala el autor “la retribución económica”, sirviendo al mejor postor y cuyos empleadores suelen ser corporaciones militares privadas que obtienen contratos de los ministerios de defensa, mafias, bandas de narcotraficantes o señores de la guerra, obedeciendo a distintas facciones sean éstas militares, políticas o empresariales.

El último capítulo está dedicado al análisis de la política imperial norteamericana actual y al papel de las corporaciones militares en las “privatizadas” guerras de Irak y de Afganistán. Como señala el autor, “la declaración de la guerra global permanente significó un impulso definitivo a la carrera armamentística […] y el aumento imparable del gasto militar mundial de 765.000 millones de dólares en 1998 a 1.160.000 millones de dólares en el 2006, el 46 % del gasto a cuenta de los EEUU” (p.197). El neokeynesianismo militar puesto en marcha por la administración Bush, para tratar de superar las crisis bursátiles y financieras de las empresas puntocom y de las hipotecas subprime, es un caso claro de búsqueda de mercados sustitutivos ante la latente crisis estructural de la economía norteamericana que da francos signos de recesión, sobreproducción y sobrecapacidad. La mayor parte del aumento del gasto militar ha ido a parar a relativamente pocos contratistas bien conocidos (Lockheed Martin, Boeing, Raytheon, British Aerospace, Grumman, General Dynamics, Thales, EADS, Finmecanica, Honeywell) un total de 10 empresas de armamento de las cuales 6 son americanas. Estas empresas son las principales contratistas de los ministerios de defensa y de los programas de I+D+i militar que absorben aproximadamente el 30% de la I+D mundial, de los cuales, dos tercios de los gastos mundiales en investigación militar son aprobados por los EEUU. Estos ejemplos ilustran la vitalidad del complejo militar-industrial y la relación íntima existente entre la industria militar y la actual administración norteamericana.

El fenómeno reciente en el que se detiene Daniel Pereyra, lo constituye, sin embargo, la proliferación de las Corporaciones Militares Privadas a partir de los años 90 del pasado siglo. Siendo Dick Cheney, actual vicepresidente de los EEUU y secretario de Defensa en 1992, se aprobó un plan para la privatización de servicios militares, encargándolo a su propia ex-empresa, una filial de Halliburton, que es la mayor contratista del Pentágono en Irak. Este plan creó las condiciones para la subcontratación de servicios y personal de las unidades militares para operaciones en el exterior. El increíble volumen de negocio derivado de tal externalización de funciones esenciales, se ha concentrado en diez contratistas del gobierno americano muchos de los cuales obtienen grandes beneficios pues son empresas armamentísticas. (Lockheed, Boeing, Raytheon, General Dynamics). Como en todo sector en expansión se han acelerado los procesos de absorción y fusión, y de intercambio de directivos entre estas empresas.

Irak constituye el ejemplo del despliegue de la guerra privatizada y del empleo masivo de mercenarios en tareas logísticas y de combate. La destrucción de buena parte de las infraestructuras iraquíes y el intento de sustitución del aparato de Estado Ba’athista por un nuevo ejército y una nueva policía abrieron una oportunidad de negocio para los contratistas parcialmente frustrada por el incremento de la resistencia armada. Funciones consideradas esenciales del “núcleo” del Estado han sido entregadas a contratistas. Por ejemplo, el grupo Betchel, uno de cuyos principales dirigentes es George Schultz –exsecretario de Estado de Ronald Reagan- ha sido uno de los mayores beneficiarios de la llamada reconstrucción de Irak, recibiendo contratos por valor 2.800 millones de dólares para infraestructura no petrolera. Otra de las empresas más conocidas es Blackwater, cuyos mercenarios saltaron opinión pública internacional cuando fueron ajusticiados por la resistencia iraquí en Faluya, empresa fundada por exmilitares de las fuerzas especiales americanas, se dedica a la formación y entrenamiento militar, está implicada en tareas de combate en Irak y a cargo de la seguridad de Zalmay Khalizad, embajador americano en Bagdad. La empresa Dyn corp, perteneciente al grupo americano CSC, se encarga del entrenamiento de la policía en Irak y Afganistán, de la provisión de interrogadores para el ejército y de la seguridad del presidente afgano, Hamid Karzai. El autor recopila un interesante listado de las principales Corporaciones Militares Privadas (pp. 209-228) mostrando las conexiones íntimas entre éstas y la industria armamentística así como el sistema de “puertas rotatorias”, por el cual, antiguos altos mandos de los ejércitos, policiales y de los servicios de inteligencia se pasan al suculento negocio de las Corporaciones Militares Privadas.

Se calcula que aproximadamente 100.000 mercenarios están presentes en Irak, por 172.000 soldados regulares. La diferencia entre Irak e Afganistán reside en la magnitud muy superior del despliegue militar y mercenario en Irak y en las funciones que éstos asumen en Irak, desde el combate a aspectos logísticos o técnicos. “Las razones de esta revolución en la organización militar son básicamente dos: la escasez de personal para la política imperial y la decisión neoliberal de privatizar la gestión de la acción militar, dejando en manos del estado las funciones de combate que no se pueden transferir y la dirección estratégica de la guerra” (p.277) como señala el autor.

Sólo las utopías más reaccionarias hubieran soñado con un escenario como el que delinea Daniel Pereyra en lo referido a la privatización del núcleo del Estado en los experimentos neocoloniales de nation building. La concepción mínima del Estado como “agencia de protección”, lleva a la idea delirante, expresada entre otros por el intelectual “anarcocapitalista” Robert Nozick, de privatización de las fuerzas policiales y el ejército. El neoliberalismo de la globalización feliz devoraba los apéndices del Estado; la fase de globalización armada inaugurada por el 11-S, amenaza con devorar el propio núcleo del Estado. En definitiva, nos encontramos ante un libro fundamental y de referencia para comprender esta “gran transformación”.

“Mercenarios: guerreros del imperio. Los ejércitos privados y el negocio de la guerra” de Daniel Pereyra, El Viejo Topo: Barcelona, 2007, 294 págs.

CONVOCATORIA PARA LA ASAMBLEA ANTICAPITALISTA


Chile: Convocatoria para ampliado del 4 de abril de 2009
por Andrés Figueroa Cornejo (Chile)

La unidad de las múltiples iniciativas anticapitalistas es un compromiso, una exigencia histórica. Está en el aire como una urgencia antigua. De ella se habla en medio de las marchas, de la huelga, de las tomas, en los muros de las poblaciones, en las fábricas, se rumorea en las oficinas, en las plazas populares, en las reuniones de distinto signo, se fundamenta en los liceos y universidades. Lo dicen los trabajadores, la militancia popular, los pueblos en lucha. La unidad de las múltiples iniciativas anticapitalistas es un compromiso, una exigencia histórica y una necesidad a gritos cuando la crisis mundial gatillada en el corazón del imperialismo castiga violentamente a los trabajadores y los pueblos en el mundo, Latinoamérica. y en Chile.
El 31 de enero de 2009, respondiendo a este clamor, un conjunto de organizaciones decidimos convocarnos con visión unitaria y una larga práctica de lucha político social contra el capital y sus expresiones. La voluntad y el convencimiento honesto de la unidad necesaria motivaron a todos y cada uno de los concurrentes de esta primera convención.
Desde el origen se planteó la construcción de un nuevo proyecto político que permita coordinar las luchas por las demandas inmediatas en perspectivas de disputarle el poder a la minoría oligárquica; y arrancando de la memoria de las tantas luchas que abundan en la historia chilena, como materia profunda para encarar los desafíos del siglo XXI. Aspiramos a constituir la fuerza destinada a suprimir toda forma de dominación capitalista.
Rechazamos cualquier acuerdo político con la derecha o la Concertación, desde la independencia política de la clase trabajadora, porque ambas componendas son expresiones de los intereses de la minoría que administra el poder a favor de un puñado de privilegiados que dominan a las grandes mayorías a costa de la explotación y mala vida de los trabajadores y los pueblos.
Esta nueva formación unitaria tendrá un carácter federativo y será una alianza política para las transformaciones sociales. El objetivo es la conquista política de los pueblos para instaurar una sociedad sin clases, solidaria, igualitaria, libertaria y liberadora. El poder popular será nuestro eje de construcción, entendido en su sentido amplio de bregar porque los pueblos recuperen el protagonismo de los procesos políticos. Descartamos el apoyo electoral a las fuerzas que son el sostén político del sistema de dominación, así como a los partidos que tengan acuerdos electorales o tácticos con la Concertación.
En el proceso de acumulación de fuerza una multiplicidad de formas de lucha serán impulsadas, siendo lo electoral un elemento que debe discutirse ampliamente y de acuerdo a los contextos pertinentes, y que puede manifestarse de variadas formas; ya sea a través de un instrumento legalizado o con candidaturas autónomas o candidaturas levantadas por organizaciones sociales, y de ser necesario, con campañas de abstención y/o voto nulo.
Nos comprometemos a poner nuestros empeños en este proceso para la creación de un instrumento político federativo, amplio, con voluntad de mayorías y ética revolucionaria.
La nueva fuerza será anticapitalista, antiimperialista, internacionalista y latinoamericanista. Cobrará identidad y radicalidad, y perseguirá la agrupación de los pueblos indígenas en lucha, el ambientalismo anticapitalista, el feminismo de clase y el conjunto organizaciones reales cuyas demandas sustantivas sean antagónicas al modelo de dominación.
En el marco contextual de la crisis económica planetaria en curso del capitalismo, la convergencia es una necesidad y una oportunidad para los intereses emancipatorios de los trabajadores y los pueblos, para los de abajo. Resulta perentorio construir un pliego de los pueblos, programa o plataforma de lucha y mediante los medios más democráticos, incluso a través de una consulta. Y urge un plan de acción para enfrentar la crisis.
Empezaremos desde ya a solidarizarnos mancomunadamente con las distintas luchas agrupadas, y procurar la reunión de las distintas iniciativas por la base. Iniciaremos una activa participación en todo proceso electoral de carácter social, ya sea poblacional, sindical, estudiantil, que nos permita entregar nuestros planteamientos e impulsar la práctica revolucionaria.
Convinimos en que la reunión efectuada fue un primer paso y que es preciso que una nueva convocatoria amplíe la fuerza hacia empeños hermanos que no participaron en el primer encuentro. Por tanto, convocamos a una nuevo Ampliado para el 4 de abril de 2009 donde se elaborará colectivamente el programa, pliego del pueblo o plataforma de lucha, y se redactará entre todos un manifiesto fundacional. Esperamos que las propuestas sobre los contenidos del manifiesto y los elementos programáticos que cada cual aporte puedan socializarse lo antes posible para preparar los debates.
Convocamos a todos los que estén de acuerdo con lo expuesto a sumarse, y a organizar instancias comunales y regionales, para darle fuerza desde abajo, y poder crear una instancia federativa de carácter nacional. Todos convinimos en cuidar con generosidad y estatura política el continente unitario recién amanecido.
Hasta ahora las organizaciones convocantes son las siguientes:
Andha Chile a Luchar,Cabildo de organizaciones de Maipú,Casa de la Identidad de Cerro Navia,Comité de Solidaridad Latinoamericana (Rancagua),Comprando Juntos de Maipú,Consejo Nacional de Comités Comunistas,Colectivo Andamios,Coordinadora de Colectivos MAPU RM,Frente Amplio de Trabajadores,Fuerza Revolucionaria-Izquierda Comunista,Movimiento de los Pueblos,Movimiento Patriótico Manuel Rodríguez (MPMR),Movimiento Pobladores en Lucha (MPL),Movimiento por la Asamblea del Pueblo (MAP),Los Hijos de Mafalda,Parque Cultural Valparaíso,Partido de los Trabajadores (PT),Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT),Polo Izquierdo de la Memoria ,Revista Punto Suspensivo,Revolución Proletaria,Socialistas como Allende,SOL-PP.
Febrero de 2009
Enviado por Andrés Figueroa Cornejo, bajo responsabilidad colectiva.

ANTICAPITALISTAS SE ORGANIZAN EN CHILE


Avanza con celeridad organización de asamblea de agrupaciones anticapitalistas en Chile
por Asamblea Unitaria (Chile)
domingo, 08 de marzo de 2009

Mientras avanza marzo y la recesión en Chile es un hecho ilustrado tanto por todos los indicadores económicos del bloque en el poder, como por la cesantía creciente que golpea con dureza a amplios sectores de la mayoría asalariada, también galopa con tranco seguro la organización de la Asamblea Unitaria de las agrupaciones político-sociales anticapitalistas y anti imperialistas realmente existentes en Chile..

El encuentro que se realizará el 4 y 5 de abril, y que ya cuenta en su convocatoria con casi 30 organizaciones de todo el país, resume en su llamado original los principios del futuro instrumento político federativo de los trabajadores y los pueblos.

De este modo, y de cara a las grandes mayorías, el empeño en ciernes se propone sin ambigüedades que el objetivo es “la conquista política de los pueblos para instaurar una sociedad sin clases, solidaria, igualitaria, libertaria y liberadora. El poder popular será nuestro eje de construcción, entendido en su sentido amplio de bregar porque los pueblos recuperen el protagonismo de los procesos políticos. Descartamos el apoyo electoral a las fuerzas que son el sostén político del sistema de dominación, así como a los partidos que tengan acuerdos electorales o tácticos con la Concertación”. Asimismo, la convocatoria resuelta democráticamente luego de dos ampliados, señala con claridad que la nueva herramienta política “En el proceso de acumulación de fuerzas una multiplicidad de formas de lucha serán impulsadas, siendo lo electoral un elemento que debe discutirse ampliamente y de acuerdo a los contextos pertinentes, y que puede manifestarse de variadas formas…” y que perseguirá “la agrupación de los pueblos indígenas en lucha, el ambientalismo anticapitalista, el feminismo de clase y el conjunto de organizaciones reales cuyas demandas sustantivas sean antagónicas al modelo de dominación.”

La Mesa Coordinadora de la iniciativa cuyo objetivo es la materialización del evento, la confección de la metodología más adecuada para dinamizar y facilitar el debate amplio, y la sistematización de los contenidos y propuestas centrales aportados por los propios convocantes, ya ha sostenido varias reuniones ejecutivas. En este sentido, los criterios para participar en la Asamblea, sean organizaciones o personas, son estar de acuerdo con la convocatoria (texto completo en piensaChile), tomar contacto con alguna de las organizaciones que están realizando el llamado o enviar un correo para convenir una reunión sencilla al correo electrónico mesa.coordinadora.chile@gmail.comEsta dirección de correo electrónico está protegida contra los robots de spam, necesitas tener Javascript activado para poder verla

Los documentos enviados a la Mesa Coordinadora no pueden exceder las cuatro carillas y, enmarcados firmementes en las potencias y fronteras de la propia Convocatoria, deben referirse a aspectos de Principios, Programa Mínimo, Orgánica Mínima y propuesta de nombre del instrumento federativo.

Equipo de Comunicaciones
Mesa Coordinadora Asamblea 4 y 5 de abril.

- Enviado por Andrés Figueroa Cornejo, bajo responsabilidad colectiva.