miércoles, 28 de enero de 2009

Chile: El fascismo nuestro de cada día


Se nos tiene convencidos de que el fascismo es exclusivo de la derecha, no obstante el fascismo eterno está todos los días junto a nosotros.



Se nos tiene convencidos de que el fascismo es exclusivo de la derecha, no obstante el fascismo eterno está todos los días junto a nosotros, desde un pasado pensado para construir futuro en afán de trascendencia y por lo tanto de conservación de un orden jerárquico y dogmático.
El reduccionismo binarista de la falsa dialéctica existente entre derecha e izquierda intenta hacer el bloqueo de asociaciones completamente atingentes, como que en Chile durante estos 20 años de "democracia" se ha perfeccionado el estado políciaco-empresarial heredado por Pinochet. El poder que ha detentado la Concertación, o los partidos dominantes de una supuesta centro izquierda, ha tenido una fuerte influencia del más clásico autoritarismo.

Las fuerzas armadas han estado ligadas también a la centro izquierda. Ya lo vemos con González Videla, el "Gabrielito" de Neruda, que consiguió seducir al bate inspirándolo al vuelo poético, para luego traicionarlo a él y a la "Alianza democrática" que le diera la primera magistratura. El "paco" Ibañez, luego de su reaccionario primer mandato y su posterior exilio, volvió con "legitimas aspiraciones" apoyadas por el movimiento nazi criollo, pero le ganó Alessandri. Mientras fue senador se preparó para competir nuevamente en 1952, año en que el "General de la Esperanza" fue respaldado por el Partido de Mujeres y el Partido Agrario Laborista, que le dieron el segundo gobierno, donde abolió la "Ley Maldita" que proscribía a los comunistas. Algo es algo.

Variopinta, camaleónica, gatoparda es nuestra clase política, en donde el discurso es tan amplio, que hace goles a diestra y siniestra a un incauto arquero que no tiene equipo y que apabullado por los embates decide mirar desde el travesaño.

Tenemos señores y señoras que creen en la disciplina de la RDA, en la dominación del Estado moderno por medio de la soberanía, teniendo potestad incluso de los crímenes cometidos en contra de la escuadra civil chilena, sustentando el rescate de Pinochet, efectuado por el Ministro del Interior de ese entonces, José Miguel Insulza.
La llegada de Pinochet al Parlamento, el poder que democratiza el Estado, y el afectuoso recibimiento de Andrés Zaldívar, que ese mismo día fue elegido presidente del Senado, los conceptos de honor y gloria para José Bernales y el decreto presidencial de Verónica Michelle de dos días de duelo nacional, sin dejar de mencionar la medular intervención "democrática" de la constitución gremialista realizada por Ricardo Lagos, que por medio de su firma avaló leyes como la antisindical, seguridad interior del Estado, antiterrorista, entre otras aberraciones en un Estado de derecho, hacen pensar que los tótem patriarcales de discursos donde se declaran principios que nunca son finales, el marketing político, el lenguaje técnico que coloca a los adminis-traidores del poder, en posición de "autoridades", el lenguaje "cientifico" de gerontócratas de cuello y corbata que recurren a hipócritas giros de palabras extraídas de algún almanaque leguleyo con el afán de intimidar y confundir con su lenguaje de castas, son los que mantienen limitados los sueños jóvenes de todos.

Los zares republicanos que defienden a toda costa su pasado heroico y que hace 20 años tiraron la toalla y colgaron los guantes, se alejan de las experiencias vitales de los seres humanos, marcando a la nación con una identidad mercantil, derrotista y acomodaticia. A causa de esto, atomizada, dispersa, aún miedosa, o simplemente apabullada por el poder.

Lo más triste es que el señorito Harboe, un joven de la patria por así decirlo, de carrera política ascendente, haya sido trincado por los tentáculos más viscosos del fascismo eterno, convirtiéndolo en un gringoprusianonazifascistaconcertacionista (lo más granado de las corrientes que nos dominan) El delfín retrata de la mejor forma el oscuro mapa del miliquismo chileno y su consiguiente progreso, que con máscaras civiles de talante soberbio y democrático, sostenida por los gruesos elásticos del Estado de Derecho, solapa ignominiosas perversiones, sin ser estas de izquierdas ni derechas, sino nada más fascistas, pues provienen de un poder totalizante encarnado por el Estado.

Karen Hermosilla

Chile: Hacia la unidad anticapitalista



La dictadura militar ya habían cumplido su labor y paulatinamente comportaba un riesgo para la estabilidad del modelo.


1. Desde el término de la dictadura a fines de los 80, en Chile durante los gobiernos civiles la lucha de clases se ha ofrecido en términos encubiertos, puntuales, casi siempre economicistas.

2. En la década de los 90 se vivieron los ecos de la lucha antidictatorial en un marco de reflujo sustantivo de la organización y combate de los trabajadores y el pueblo. Por arriba, la Concertación logró desarticular el movimiento de masas que ya iba a la baja vertical inmediatamente después de que ganará el NO en el plebiscito de 1988. La paz social necesaria para garantizar la gobernabilidad burguesa sobre el formato de una democracia amañada por las decisiones de un puñado de direcciones partidistas autorizadas por el imperialismo norteamericano y la socialdemocracia europea, se apoyó sobre el continuismo neoliberal, el espejismo de la libertad de opción y participación, y la alienación del consenso, la unidad nacional, la democracia electoral y clientelista y el consumo. Esta nueva estrategia imperialista se impuso, prácticamente, en todo el Continente.

Las dictaduras militares ya habían cumplido su labor y paulatinamente comportaban un riesgo para la estabilidad del modelo. Producto del avance exponencial de la organización resuelta de amplios sectores de trabajadores y pueblo latinoamericano durante los 60 y 70, como efecto ejemplar del triunfo de la Revolución Cubana, la guerra de Vietnam, la existencia de los llamados socialismos reales en un tercio del planeta, los movimientos antisistémicos en el corazón del principal Estado imperialista, y la relativa compensación de relaciones de fuerza entre capital y trabajo, se abrió un nuevo escenario global que en Chile cristalizó con la llegada al Ejecutivo de la Unidad Popular. Sin embargo, el imperialismo, desde sus costados fascistas, logró reestablecer el orden de sus intereses a través de dictaduras militares, patrón político demandado por el nuevo ciclo histórico fundado por la contrarrevolución capitalista.

De este modo, fueron diezmadas materialmente las expresiones más decididas y anticapitalistas del Continente, descabezando los liderazgos construidos a lo largo de décadas por la clase trabajadora. Tras la estrategia política imperialista para la Región estaba la ofensiva del capital ante la baja tendencial de la ganancia y la crisis de sobreproducción de fines de los 60 y comienzos de los 70 que la burguesía mundial resolvió liberando el dólar de su convertibilidad en oro y expandiendo, sin regulación alguna, la internacionalización del capital financiero y especulativo. Las dictaduras militares y los gobiernos “democráticos” del capital en América Latina fueron los facilitadotes inmejorables para la recomposición de los intereses de las clases dominantes mundiales y, por extensión y subordinación, de las nativas. La división mundial del trabajo en los tiempos de los regímenes militares profundizó la dependencia de los países latinoamericanos, condenándolos, una vez más, a meros territorios exportadores de recursos naturales finitos, aniquilando rápidamente los incipientes procesos de industrialización pre-dictatoriales.

El llamado neoliberalismo, que hizo sus primeras armas continentales –y acaso planetarias- en Chile por medio del imperio del capital sin báscula y la violencia de clase mandatada por los gobiernos de Reagan y Thatcher, impuso la privatización de los recursos económicos nacionalizados y los derechos sociales parcialmente estatizados en el período anterior; las relaciones comerciales asimétricas; la financiarización de la economía tutelada por las corporaciones bursátiles imperialistas y la represión política. La contrarrevolución se erige y erigió sobre un paradigma de acumulación capitalista más radical que el existente durante los inicios de la guerra fría. Primero a punta de metralla, y luego en los 90, con la anuencia de los gobiernos democrático burgueses, se destruyó todo vestigio de protección del trabajo, toda armadura jurídica acaudalada por las clases populares en años y años de lucha.

3. En los 90 y hacia la primera década del siglo XXI, en Chile campea la superexplotación del trabajo –de donde siempre deviene la valorización y la ganancia- mediante la flexibilidad laboral, la polifuncionalidad, la precarización del empleo, y la feminización y rostro juvenil de la pobreza. Tanto la seguridad social, como la movilidad social a través de la capacitación educacional formal son historias antiguas y puro relato de la propaganda de la clase en el poder. Sin embargo, como contraparte proveniente del desarrollo de las fuerzas productivas en el mundo y en Chile, y de la calificación superior demandada a la actual fuerza de trabajo, jamás los patrones resultaron más prescindibles para la conducción económica y política de la sociedad.

Hoy, más que ayer, amplias fracciones de los trabajadores y el pueblo chileno cuentan con las facultades científico-técnicas para conducir la sociedad bajo un orden socialista capaz de combinar la igualdad con la libertad de ella parida. Naturalmente, ante estas evidencias históricas y estratégicamente peligrosas para la minoría en el poder, desde arriba se emplean diversas políticas de dominación y hegemonía que se expresan violentamente en los centros de trabajo; ideológica, cultural y propagandísticamente en los hogares mediante los dispositivos de alienación basados en los medios de comunicación de masas (si un buen día la gente dejara de comprar televisores, el poder los regalaría); y mediante el temor, el consumismo y el endeudamiento.

4. A diferencia de experiencias de impronta pro-popular en curso, como la venezolana y, más de cerca, la boliviana, en Chile la reorganización de la clase trabajadora y el pueblo ha tomado mucho más tiempo. La brutalidad con la que operó nativamente la contrarrevolución capitalista –a la cual es preciso agregar la cooptación política para el proyecto neoliberal de muchos cuadros dirigentes otrora anti-dictatoriales, resultó de una eficacia apabullante. Otro sector importante de militancia popular envejece en sus “cuarteles de invierno”, mientras lentamente se reconstruyen los nuevos relevos históricos para la conducción política desde los intereses profundos y luchas genuinas de las clases subordinadas..

5. Durante la primera década del siglo XXI, por abajo, se han ofrecido interesantes luchas como la de los estudiantes secundarios el 2006; la de los trabajadores subcontratistas del cobre y las forestales el 2007; combates originados por la demanda habitacional y luchas asociadas a polos sindicales acotados. El conjunto de las luchas parciales del siglo XXI en Chile ponen en vitrina de manera incipiente los límites de la democracia burguesa, hoy en un contexto de crisis económica y crisis de representatividad formal ante su descrédito creciente (sólo vota la mitad de los facultados para hacerlo). Cada uno de los episodios que descubren la lucha de clases en Chile, por sí solos e incluso todos juntos, todavía están lejos del “caracazo”, el “argentinazo” o la “guerra del agua” en Bolivia. Es decir, las luchas y organizaciones más estructuradas y estables de lucha aún resultan insuficientes como para hablar de un “movimiento social y popular en auge”.

Lo realmente existente son las partículas dispersas y todavía embrionarias de un futuro movimiento político social capaz de probarse en batallas poderosas y con el tonelaje necesario para obtener victorias parciales significativas. Lo que realmente existe es la posibilidad –alentada objetivamente por la crisis económica mundial y su aterrizaje en Chile- de construir procesos de unidad política mínima para enfrentar el período. Aquí se habla de empeños anticapitalistas con independencia política de clase (de la patronal, del Estado y sus expresiones orgánicas), y convicción de poder y mayorías que, no obstante, recién están deshaciéndose de la desconfianzas mutuas, el encapsulamiento, el aparatismo, la ausencia del debate fecundo que requiere una política justa desde y para el conjunto de los trabajadores y el pueblo. Asimismo, apenas comienzan a desprenderse de atavismos y traumas político-ideológicos heredados de la Unidad Popular y la lucha antidictatorial. Aquí se habla de que existen las condiciones para establecer las matrices de la unidad de los empeños anticapitalistas en un continente político y social amplio, vasto, de masas, abierto y público, que no ponga en riesgo la subsistencia de cada empeño independiente como condición para ser parte del movimiento político común.

6. En términos de las condiciones para arribar a la unidad posible en clave de masas y como punto de arranque para constituirse en alternativa plausible mañana, ¿Cómo se puede empezar? Con el fin de salvar discusiones estrategistas, sobreideologizadamente estériles, o simplemente mezquinas y reñidas con la construcción colectiva radicalmente democrática que precisa la composición ancha de los intereses de los trabajadores y el pueblo, resultaría más eficaz, a través de una convocatoria amplia, convenir un programa mínimo o plataforma de lucha inclusiva y ordenadora de las batallas contra el capital y sus manifestaciones. Una llegada así resultaría transitoria y prometedoramente efectiva como prólogo de un derrotero cuyo horizonte sea la unidad política superior y a largo plazo. Y para ello se requieren luchas comunes, orgánica mínima, comunicaciones y recursos humanos y materiales básicos, y sobre todo, victorias parciales significativas que funcionen para visibilizar y prestigiar una alternativa político social eficiente y tangible para las grandes mayorías.

7. ¿La lucha electoral? Efectivamente es una lucha táctica determinada, en la medida que colabore con la construcción de la fuerza social transformadora, independiente y anticapitalista capaz de cambiar la vida de Chile en el futuro. Sin embargo, más allá de los devaneos teoricistas, las actuales condiciones de fuerza y experiencias cercanas pre-existentes, hoy, en enero de 2009, las elecciones sólo podrían ilustrar la debilidad de la semilla política unitaria popular. Si no se ha constituido el movimiento ancho, sus luchas mancomunadas y direccionadas, sus victorias parciales y la ocurrencia de hechos político-sociales que lo conviertan en actor visible e influyente en el escenario explícito de la lucha de clases y las demandas profundas de los trabajadores y el pueblo, ¿Qué sentido tiene en términos inmediatos, la participación electoral aquí y ahora, si aún no se genera siquiera la unidad mínima de las fuerzas realmente existentes del campo popular?

Hasta la lucha electoral exige condiciones mínimas de fuerza para resultar efectiva política y propagandísticamente. Y en este artículo no se quiere abundar sobre el descrédito creciente respecto de la democracia formal; los magros resultados obtenidos por candidaturas populares incluso distintas a las de la izquierda tradicional; y en resumen, detallar las relaciones de fuerza concretas que aún predominan en Chile y que permanecen distantes todavía de su reversión (incluso bajo las concepciones más “revolucionaristas” de la historia y menos “etapistas” que se esgriman). Lo principal es convenir voluntades y partir por el principio. Como existe el aventurerismo y voluntarismo militarista, existe el aventurerismo y voluntarismo electoralista. Ambas son ilusiones infecundas para los intereses de los trabajadores y el pueblo.


A.FIGUEROA C. KAOS-CHILE

MENTIRAS Y MEDIOS: ética periodistica


La prensa española contra Bolivia y contra la democracia



Imaginemos que el referéndum es en España, que más de un 60% de la población la aprueba, pero que en el País Vasco y Cataluña la mayoría es contraria. ¿Diríamos que “España se aleja de la democracia”, que el resultado “divide al país”, que representa “un paso atrás para España”? ¿Aceptaríamos que País Vasco y Cataluña se sintieran “autorizados para continuar su inagotable tarea de socavar el poder central”? Pues tales son los juicios que aparecen en nuestra prensa reaccionaria cuando el caso es Bolivia y la constitución aprobada amenaza los privilegios de la oligarquía empresarial.

Dos temas dominan los editoriales. El primero es la absurda pretensión de que este referéndum divide al país:

“consagra la división entre indígenas y no indígenas” (El Periódico)

“ha dejado un país dividido” (La Vanguardia)

“Morales debe abandonar su política de confrontación” (El País)

El fundamento de esta idea queda claro en el editorial del ABC:

“ es más probable que las divisiones que han quebrado la cohesión de la sociedad boliviana se vean agravadas cuando Evo Morales intente aplicar un marco legal que rechaza una parte importante de la sociedad, mayoritariamente en las ciudades y en las regiones más industriales.”

Es decir, la división no la causa la Constitución sino el rechazo a la misma por parte de esa “parte importante”, aunque minoritaria, de la sociedad. Pero esa actitud, de no aceptar lo que la mayoría de la población elige, es una actitud antidemocrática, así como la de los medios que apoyan ese rechazo.

El segundo tema es el de presentar la Constitución como una amenaza “indigenista”:

“el movimiento indígena avanza” (La Vanguardia)

“La Bolivia indígena” (El País, título del editorial)

“el caudillo indigenista boliviano Evo Morales ha logrado imponer una Constitución” (ABC)

“régimen político basado en criterios socialistas, en lo económico, y racistas, en lo social.” (ABC)

“el programa indigenista de Morales” (El Periódico)

“otorga privilegios a grupos étnicos en detrimento de otros” (La Razón)

Quien intente encontrar una mínima argumentación para esta tesis racista, la de una supuesta discriminación a favor de los indígenas, buscará en vano. Valga como ejemplo un “reportaje” de la periodista de El País Soledad Gallego-Díaz (24/1/09). En dicho reportaje, titulado “Poder indígena en la Bolivia de Evo”, la única referencia al tema es el siguiente párrafo:

“Nadie discute que la nueva Constitución, o la acción del Gobierno, esté inspirada en un vehemente deseo de integrar a los indígenas en la vida política y económica del país, de la que fueron excluidos brutalmente durante toda la historia boliviana, pese a constituir el 80% de la población, ni su deseo de mejorar el nivel de vida de esos pueblos, siempre desposeídos.”

Entonces, ¿cuál es el problema? ¿superar la “exclusión brutal” de los indígenas es el problema? ¿mejorar su nivel de vida? ¡Ética periodística!

Javier Adler
Kaosenlared