lunes, 16 de diciembre de 2013

El nuevo escenario sociopolítico para la causa mapuche


Diciembre 2013
por Héctor Llaitul Carrillanca





















Estamos frente a un  escenario sociopolítico en que una vez más la oligarquía empresarial lleva la iniciativa para mantener el sistema. Debido al ascenso que estaban experimentando las distintas manifestaciones que expresan el descontento de los grupos sociales y que cada vez más se orientan en contra del modelo neoliberal y la clase política que lo sustenta.

Así, el empresariado toma la decisión de buscar la mejor salida en el marco del recambio de gobierno y definiendo apoyar abiertamente la propuesta de “La Nueva Mayoría” encabezada por Michelle Bachelet, lo que ciertamente implicaría dar ciertas concesiones a reformas superficiales que se plantean desde esta coalición. Una situación que parece contrasentido, pero que si se observa con mayor detención veremos que al empresariado y muy en particular a los grupos económicos les conviene mucho más un gobierno concertacionista, como fórmula probada para hacer frente a las protestas sociales que ya se han generalizado. La definición es hacia una propuesta con políticas de “consenso”, una alternativa matizada por una serie de condiciones en donde funcionan mecanismos políticos que encausan las reclamaciones y demandas a vías legales e institucionales quedando en los hechos subordinados al sistema, sobre todo en un contexto en que aún existe una constitución de inspiración fascista antidemocrática que impone una serie de trampas, herencia de la dictadura. 

Ciertamente, que un gobierno de Bachelet concita el apoyo del empresariado, sobre todo del capital nacional y transnacional que ha operado sin límites para explotar las riquezas básicas. Situación que ha quedado ampliamente registrada durante todos los gobiernos de la Concertación. De hecho, un dato no menor que grafica esta opción, es el apoyo económico que han dado ciertos grupos a la campaña de la nueva mayoría. Por tanto, estamos en presencia de una estrategia aún mayor, que establece una contención de los movimientos sociales y políticos que se oponen al sistema capitalista, en donde, el modelo neoliberal permite la explotación y depredación indiscriminada de los recursos naturales y que para caso de nuestro pueblo Mapuche ha significado un estado total deDOMINACIÓN que restablece un tipo de genocidio que pone en riesgo a muchas comunidades. El actual sistema económico político e ideológico que impera en Chile, está provocando cambios e impactos que están afectando a las comunidades y al pueblo Mapuche en su conjunto; como a nuestras aguas, suelos, montañas, entre otros. Hacia un deterioro irreversible de nuestro kume mongen, rakizuam Mapuche y entorno territorial simbólico y natural.

Es en este marco, que el empresariado pareciera avenirse a ciertas reformas, eso sí, siempre y cuando se les garantice un clima social estable para que sigan las inversiones que a la fecha han reportado exorbitantes ganancias, como ha quedado registrado durante los periodos en que ha gobernado la Concertación, sobre todo cuando estuvo en la presidencia la Sra. Bachelet. Periodo en que los grupos económicos obtuvieron las mayores ganancias que se hayan conocido, así se grafica claramente los registros en las utilidades de la banca, las inversiones en la minería, las forestales, las pesqueras y últimamente en el rubro de la energía con las centrales hidroeléctricas, actividades que dan cuenta de un despojo del capital nacional y extranjero que operan a sus anchas en este país.

Ciertamente, que al empresariado le conviene mucho más un gobierno que se presenta como de los “consensos” que uno de derecha de corte fascista que rememore resabios del pinochetismo, porque un gobierno como el de Piñera prácticamente fue al choque con las demandas sociales y políticas de la ciudadanía, cuestión que no fue apropiada para mantener la estabilidad y la imagen democrática. Por tanto, un nuevo gobierno de la Concertación ofrece muchas más garantías al empresariado, en tanto cuanto se impone sin tantos problemas en toda su dimensión el sistema capitalista que sólo favorece a unos pocos en desmedro de las mayorías. Se impone un modelo en que una de sus características es ser de tipo inclusivo, es decir, un capitalismo inclusivo – al menos eso es lo que se pregona en el discurso – que ofrece todas las condiciones imaginables para nuevos emprendedores, cuestión que no ha sido menor, en el marco de la intervención al conflicto con los Mapuche, ya que es una fórmula para atraer a ciertos sectores que tienen como intención “cambiar tierra por plata”, queriendo desperfilar así nuestra causa. El Estado y sus instituciones, permanentemente han impulsado políticas para integrarnos a la economía de mercado, para lo cual se están utilizando estrategias económicas que llaman a la inversión y el emprendimiento, creando incluso pequeñas empresas e industrias que traen consigo graves consecuencias, sobre todo porque están orientadas a la producción capitalista, esto en el marco del capitalismo inclusivo que se pregona, cuestión que es contraria al pensamiento mapuche desde sus fundamentos de desarrollo e integralidad natural y humana. Contraviniendo nuestra espiritualidad y proyección político-económico-cultural tradicional.

La vía que se propone desde La Nueva Mayoría tuvo mucho eco en el empresariado, sobre todo en los grupos económicos que ven garantías para seguir invirtiendo, sabiendo que el Estado y el gobierno de turno aplicaran diversas formas y mecanismos “eficaces”, es decir, ya probados para hacer frente a las movilizaciones en que no escapan la represión más brutal y la persecución, el asesinato político, así como la aplicación de la Ley Antiterrorista y el encarcelamiento de los dirigentes, como ha sido el caso con el pueblo Mapuche. También resulta necesario silenciar las denuncias y reclamaciones, para lo cual opera una gran maquinaria de cooptación acercando las posiciones de cierta izquierda que termina subordinándose a la institucionalidad, un terreno en que los esfuerzos estarán más centrados en buscar reformas a través de mecanismos legislativos limitados como ocurre en el parlamento. Además, las demandas basadas en la recuperación de las tierras son criminalizadas con las leyes que contravienen a un sistema democrático, lo que da cuenta de un tipo de gobierno que opta por defender corporativamente las empresas nacionales y transnacionales que ostentan y devastan los espacios territoriales y significativos para las comunidades.

Al opinar sobre el periodo electoral propiamente tal, no está de más indicar que en estas últimas elecciones ningún candidato visitó las cárceles para saber de la situación de los Presos Políticos Mapuche. Esta observación la hacemos, no con el afán de situar la lucha Mapuche en el quehacer político imperante, sino como una forma de graficar una situación de invisibilidad de la causa Mapuche, en donde queda demostrada la fuerza que tiene el discurso oficial para desvirtuar y desperfilar nuestra lucha, a tal punto que en este país las demandas del pueblo Mapuche no son abordadas seriamente por ningún sector político. Este es un diagnostico que hacemos desde la prisión política los Mapuche autonomistas que hemos sido perseguidos y encarcelados durante la concertación, y hemos estado prisioneros durante todo el periodo en que estuvo la derecha en el poder.

En esta ocasión, no hubo un tratamiento serio respecto del conflicto de nuestro pueblo con el Estado chileno y que dice relación con las históricas demandas de territorio y autonomía. Ni siquiera respecto de si se abordaran los distintos procesos de recuperación de tierras que llevan adelante las comunidades. Esta situación pareciera una paradoja, pero es la realidad, es parte del escenario que se va configurando con unas elecciones en las que solo se mantienen los intereses de los grupos dominantes, en un marco en que no se tocan los temas de fondo y menos aquellos de orden estructural porque implicaría develar las legítimas demandas de los sectores más desposeídos y golpeados por el sistema. Tampoco observamos algo significativo de parte de las candidaturas que se presentaron detractoras y alternativas al modelo neoliberal, más allá de rescatar las denuncias sobre las violaciones a los derechos humanos que se cometen en contra de los Mapuche. Porque la defensa irrestricta que se hace de éste sistema de dominación por parte de la clase dirigente, imposibilita cualquier tipo de iniciativa para abordar los temas más importantes para los oprimidos. En este sentido, podemos afirmar que son los grupos económicos y la derecha económica y política en este país, quienes dominan prácticamente todas las esferas socio políticas del Estado. Así quedó demostrado en la dinámica y contenido que tuvo las últimas elecciones. Sin duda, es la oligarquía histórica la que mantiene el poder económico, la situación estructural e ideológica para seguir explotando y depredando las riquezas básicas. Entonces, con un nuevo gobierno de la Sra. Bachelet la situación no cambiará sustancialmente, manteniéndose el modelo neoliberal el cual, por cierto, ha sido muy bien administrado por los sucesivos gobiernos de la concertación. Gobiernos, que supuestamente representan a la “Mayoría” y una clase política a su favor, que hacen creer a la gente que tienen diferencias, pero que en la práctica representan más de lo mismo. Así se mantendrá un quehacer político desde el sistema, que a su vez cuenta con el apoyo mayoritario de los medios de comunicación de masas, que están a favor de los poderosos, sosteniéndose así un discurso que va en contra de las justas demandas de los oprimidos.

Los grupos económicos ya celebran por cómo terminará esta elección presidencial, porque las dos candidatas representan a la derecha económica de este país, son las caras de una misma moneda, defensoras de un modelo de desarrollo económico que afecta a los más desposeídos. Sin embargo, que esta forma de gobernar llamada “democrática” es una modalidad que está entrando en una deslegitimación evidente, en cuanto a la representación del país se refiere, así está quedando demostrado con la alta abstención de votantes por las opciones señaladas. Es una abstención que pasó a ser indiferencia, a una verdadera forma de protesta a las formas de hacer política desde la clase dirigente. Al respecto, podemos deducir que la gente se abstiene de votar porque está cansada de que les mientan una y otra vez con “ofertones electorales” y engaños, a su vez de que no quieren participar porque hay mayor conciencia de la serie de trampas que existen en cuanto a los mecanismos que definen la representación, partiendo por las trampas constitucionales. Por lo tanto, con ésta abstención el proceso de vuelve ilegítimo, de ahí la preocupación de ambas candidaturas, sobre todo de La Nueva Mayoría de que la gente vaya a votar, porque un gobierno con escasa votación pasaría a ser en los hechos ilegítimo en cuanto a representatividad y sostenimiento, cuestionándose así todo el andamiaje del poder. En este escenario, se puede afirmar que el nuevo gobierno de Bachelet será ilegítimo, porque no tiene el respaldo suficiente y más bien representará la decadencia de la clase política que siempre se pone al servicio del poder económico. Es por esta razón que el Movimiento Mapuche Autónomo da por superado el hecho de participar en las elecciones, porque por esta vía no se resuelven nuestras demandas.

En cuanto a la izquierda en Chile, ésta se encuentra muy debilitada, al menos la que participa del proceso eleccionario, que ha optado por participar en el esquema de hacer política dentro del sistema, una situación que posee límites y pone trabas a los cambios que se demandan desde los diversos sectores sociales golpeados por el sistema de dominación. Nos enfrentamos a un nuevo gobierno de la Sra. Bachelet, quién gobernará con los mismos personeros de la Concertación, más el Partido Comunista que irá en esta ocasión como vagón de cola. Sin duda, que para el Movimiento Mapuche Autónomo este será un nuevo gobierno que representa la continuidad, es decir, más de lo mismo, y como se trata de un tipo de administración que estará al servicio de los grupos económicos continuaran las políticas que pretenden desmovilizar a nuestro pueblo, como son las políticas sociales de corte asistencialistas y las medidas de represión que han violentado permanentemente a las comunidades en lucha. Tal vez, una característica nueva sea que se pondrá mayor énfasis en dotar de recursos económicos a planes y programas que fomenten diversos emprendimientos de tipo capitalistas que surjan desde la realidad Mapuche. Al respecto debemos indicar que ya se está promoviendo las condiciones para prácticamente “cambiar tierra por plata”, una idea que surge desde la derecha para fortalecer el modelo en la región. A su vez, también observaremos como se da luz verde a nuevas iniciativas de parte de las forestales para que las comunidades y/o ciertos sectores de éstas se involucren en la explotación de los bosques a cambio de escuálidos ofrecimientos económicos. Es en este cuadro que se seguirá desenvolviendo nuestra lucha, aquella que tiene como horizonte principal la recuperación del territorio y la autonomía, cuestiones que para nosotros son de suma importancia para defender la totalidad de nuestro mundo Mapuche, desde una perspectiva integral, es decir, económica, política, social y cultural.

Afirmamos que el futuro gobierno seguirá en la misma dirección que los gobiernos que le antecedieron, incluyendo el de derecha, así lo demuestra la conformación del equipo político y sobre todo el económico que respalda y conforma “La Nueva Mayoría”, el que está constituido mayoritariamente por especialistas en el modelo neoliberal, cuestión que sienta un grave precedente para que se continúe con los procesos de inversión de capitales nacionales y transnacionales en el territorio ancestral Mapuche, situación que pone en serio riesgo a las comunidades en cuanto a las reservas de agua y tierras, esto considerando las nuevas arremetidas de empresas en los rubros energéticos con las hidroeléctricas y la actividad minera.

Además, es necesario señalar que durante los cuatro periodos de gobiernos de la Concertación y uno de la Alianza, el balance en materia de política indígena es condenable. Sobre todo porque se ha impuesto un discurso durante todos los gobiernos para calificar y asumir al pueblo nación Mapuche como el enemigo interno del Estado, un discurso asumido por los gobiernos de turno y su clase política, así por como los grupos de poder económico y todo el entramado político, jurídico y policial, más un sector importante de la prensa. Lo cual ha favorecido para la aplicación de la Ley Antiterrorista y todo el trato vejatorio y humillante de tipo racista en contra de nuestra nación. Esto, en un marco en que la preocupación de los gobiernos ha sido resguardar y proteger los intereses de los grupos económicos, colonos y clase política, en contra de las comunidades Mapuche. Prácticas que se ven facilitadas porque aún el Estado chileno no ha reconocido constitucionalmente al pueblo Mapuche, ni tampoco se ha reconocido como un Estado plurinacional, lo cual ciertamente favorece la mantención de medidas represivas y opresión.

Por lo tanto, estaremos frente a un gobierno que nuevamente estará al servicio de las grandes corporaciones, los que confrontaran con los grupos y sectores más vulnerables del pueblo chileno en general, y con nuestro pueblo Mapuche en particular.

Un gobierno que administrará nuevamente con una constitución pinochetista, la que por su forma y fondo es ilegítima, injusta y antidemocrática y que sirve como marco jurídico y político para seguir sometiendo al pueblo chileno y a nuestra nación. Esto explica porque ni la derecha, ni los sectores más neoliberales de la concertación se resisten a modificar y sólo se abren a un cierto “debate” para que esta sea remozada, más bien, perfeccionada. Es por esta razón que no creemos que en el parlamento se obtengan resultados importantes para la causa Mapuche, ni siquiera respecto de acciones de mayor justicia en materia de reconocimiento y respeto a los derechos humanos. De hecho, no habrá legislación a favor de las comunidades sobre todo en un contexto en que seguirá un estado de confrontación impuesta por los procesos de inversión.

Es este contexto que se nos avizora con el nuevo gobierno en el poder, por lo cual no nos queda otro camino que mantener la resistencia al sistema capitalista y a toda su expresión política e ideológica que actúe en su defensa, situación que nos pone en abierta confrontación con un gobierno neoliberal y que esté al servicio del empresariado, como de seguro será la administración de Michelle Bachelet.

Sin duda, que para el Movimiento Mapuche Autónomo, este será un escenario socio político complejo y difícil, con un tipo de gobierno ya conocido, porque fresca está en nuestra memoria, no sólo la nula voluntad para afrontar nuestras legitimas e históricas demandas por el territorio y la autonomía, sino por la serie de hechos que grafican la fuerte represión y criminalización de parte del Estado chileno, lo que ha implicado persecución, cárcel y muerte por nuestras posiciones en favor de la causa Mapuche. Por lo mismo es que no podemos soslayar el hecho de que fue la Concertación y más específicamente el gobierno de Bachelet, el contexto en que se asesinó a nuestros Weichafe Matías Catrileo y Mendoza Collío, se aplicó la Ley Antiterrorista que permitió perseguir y condenar a los más destacados militantes y dirigentes de la causa Mapuche, los que hoy aún cumplen largas condenas en las cárceles del Estado chileno.

Con un gobierno de continuidad no nos queda otro camino que seguir luchando, porque seguiremos viviendo bajo una realidad llena de injusticias, lo que ha sido una constante por ya décadas y que con los gobiernos “democráticos” de la Concertación se ha agudizado producto de que se han mantenido políticas de Estado en favor de los poderosos que arremeten permanentemente en contra de nuestro pueblo. Porque la continuidad está expresada claramente en la mantención de un modelo de desarrollo económico que en nuestro territorio ancestral ahoga a las comunidades Mapuche, expresión de aquello son la invasión forestal y otros procesos de inversión que como las hidroeléctricas y las mineras continúan con el despojo por desposesión de nuestros espacios territoriales.

Está en nuestro horizonte un nuevo escenario de lucha para el conjunto de nuestro pueblo nación, es un proceso que está en marcha y que ya partió en base a la defensa y recuperación de nuestros derechos fundamentales y esto a pesar de que el estado trate de frenar el movimiento con más asistencialismo, cooptación de dirigentes, prácticas de clientelismo político y las medidas represivas que buscan desmovilizar a las organizaciones más consecuentes con la línea y los principios de la autonomía y la liberación.

En efecto, consideramos significativo que la derecha fascista sea derrotada en las elecciones, pero este ánimo rápidamente se diluye cuando observamos que una nueva derecha regirá el Estado chileno, en un contexto en que resulta más complejo y difícil mostrar las contradicciones fascistas cuando los “demócratas” levantan discursos llenos de promesas de cambio. Con la derecha empresarial en el gobierno el asunto era claro en relación a la definición de nuestro enemigo histórico. Ahora habrá que establecer nuevos diagnósticos y elaborar más ideológica y políticamente para esclarecer el nuevo contexto sociopolítico.

Por lo anterior, es que afirmamos categóricamente que la lucha Mapuche autonomista continuará, haciendo frente a la explotación y depredación del Wallmapu, a la represión constante (criminalización y persecución política), haciendo frente a la nula voluntad política de devolución de las tierras Mapuche reivindicadas, que favorecen así procesos de inversión capitalista en nuestro territorio ancestral, destruyendo de esta forma nuestra cultura y espiritualidad.

Es por lo anterior que, desde nuestras definiciones de Mapuche autonomistas anticapitalistas, seguiremos en la senda de la resistencia y la reconstrucción nacional haciendo frente con diversas formas de lucha al nuevo gobierno, mientras que se administre para los poderosos y en la medida en que se siga con la política de guerra contra nuestro pueblo.

Frente a los fuertes procesos de inversión capitalistas en el Wallmapu y a su defensa irrestricta por parte del gobierno de turno, antepondremos EL WEYCHAN, como la autoconvocatoria para la resistencia de todo nuestro pueblo, creando las condiciones políticas e ideológicas para la Liberación Nacional Mapuche.
Mientras sigamos viviendo en la opresión y la injusticia
nuestro pueblo tiene el derecho a la rebelión.
Porque “seguimos viviendo en el banquillo de los acusados
en el juzgado de indios de la modernidad”, expoliados territorialmente
y bajo un sistema de dominación.
LA RESISTENCIA MAPUCHE CONTINUARÁ
Nuestros antiguos dijeron que volverá la memoria y tronaran
de nuevo las fuerzas volcánicas de la revolución en el Wallmapu.
Por territorio y autonomía
Feyentun – Newuentuaiw
Weuwaiñ pu peñi pu lamgen
Hector LLaitul Carrillanca
Weichafe, PPM
Vocero Político CAM



miércoles, 11 de diciembre de 2013

La izquierda sin objeto


por Maximiliano Riesnik (Cátedra Che Guevara – Colectivo Amauta)

Dic.13 :: Grandes debates - La Rosa Blindada


¿Hemos perdido el rumbo? ¿Cuál es nuestro objetivo como izquierda? Reflexiones a partir de nuestra historia y nuestra historiografía.


La izquierda sin objeto (1)

Porque no son los calendarios los que
nos atan a rememorar a los nuestros,
a los Héroes de Trelew y M.R. Santucho,
que aspiramos no sean
“los últimos guevaristas” (2)
No estamos en retirada, no hicimos las maletas al grito del último que apague la luz. No nos fuimos de vacaciones sin goce de sueldo, ni el trabajar por la revolución nos da una paga. Nos es imposible desensillar hasta que aclare. Somos hijos de la Tempestad (3) y aprendimos a navegar en aguas turbulentas. Tal vez, por hacernos cargo de la derrota de nuestros hermanos mayores y sentirla como propia, ya no tenemos con que llorar y no nos queda otra que luchar (4).

Por qué, como, con quienes y para qué luchamos son preguntas-problemas, y debates indispensables. Ya se ha dicho que cuando una sociedad se plantea un problema, es, como en una ecuación matemática, porque la respuesta ya está latente de manera más o menos explícita. Y si existen problemas matemáticos que llevan décadas y décadas hasta que logran ser resueltos, como pretender resolver los sociales de un plumazo.

Deodoro Roca planteo alguna vez que hay dos clases de sujetos sobresalientes: los que hacen grandes preguntas y los que hacen grandes respuestas (5) . Si intentáramos hinchar nuestras espaldas para caber en algún sayo, cual deberíamos elegir.

Decíamos que no estamos en retirada, pero somos conscientes que la ofensiva todavía no podemos encabezarla. Nos proponemos entonces, contribuir a ese sujeto colectivo que se pregunta y repregunta. Dadas las condiciones objetivas en las que nos encontramos como corriente especifica de la gran familia de la Izquierda, la reflexión es el medio con el que contamos para reconstruirnos. Porque aceptar la derrota no es sentirse vencido.

Con un grupo de compañeros nos propusimos estudiar el surgimiento de la Teoría de la Dependencia y sus principales directrices. Partimos de la disputa que por los años 50´ y 60´ se entablo en torno a cual debía ser el camino para alcanzar la liberación nacional. Nuestra propuesta consistía - y consiste, seguimos desarrollando los encuentros- en distinguir los dos grandes cuerpos ideológicos que se enfrentaban en ese terreno para ver que herramientas podíamos aprovechar en el presente para comprender e intervenir en momentos históricos donde, vuelven a surgir de forma más o menos tímida, proyectos de liberación.

Por ponerle nombres a las cosas, pero reconociendo las trabas conceptuales que esto puede acarrear, identificamos un primer grupo que nombraremos progresistas-reformistas y otro grupo (donde caben los Teóricos de la Dependencia) que llamaremos radicales-revolucionarios. Ninguna de estas corrientes se desarrollan y confrontan para llenar páginas y libros en bibliotecas. Son el resultado y la alimentación de distintos proyectos sociales, económicos, culturales, es decir, políticos. Y si bien ambos son continuadores de aportes y proyectos que existían previamente a su intervención, vienen a cristalizar y condensar modelos de sociedades que estaban en disputa y a la orden del día. Por poner un ejemplo concreto, programas de industrialización por sustitución de importaciones para unos y programas como el que planteaba la Segunda Declaración de la Habana para otros, eran objetivos tan claros y diferenciables que permitían dividir aguas en el revuelto mar de no hace más de 50 años.


Ahora bien, seguir desarrollando argumentos y posiciones de uno u otro bando seria adelantarnos, como ya dijimos, a un estudio que todavía no concluimos. Lo que viene a continuación, es lo que queríamos acercar a propósito de una derivación con la que nos encontramos en el estudio de lo antes mencionado.
Al avanzar en la lectura de los teóricos de la dependencia, nos encontramos que otros intelectuales - otra vez, expresión teórica de fuerzas políticas- discutían con aquellos acerca del por qué y del como de la Revolución para alcanzar la Liberación Nacional.

André Gunder Frank

Los tres autores con los que nos enfrentamos a la discusión: Andre Gunder Frank (teórico de la dependencia) Rodolfo Puiggros (peronista revolucionario) y Milcíades Peña (trotskista) (6) .

Como todo aquello que es permeable comparar, es porque existe por lo menos un rasgo que es común a todos. En este caso, eso que los distingue pero a la vez los vincula es que plantean un problema del cual derivan sus conclusiones. la gran pregunta que les surge es: Cual es el carácter de la naturaleza de la conquista y colonización en América Latina, y de ahí, al responderse esa pregunta, sentencian cual es la tarea y acción a desarrollar. Dejamos para el final nuestra posición acerca de esta metodología de derivación.

Así, mientras Frank y Peña ven en la inserción de la Vieja Europa en la Vieja América como la incorporación de Nuestraamerica al capitalismo en escala mundial, 

Puiggros ve en la conquista colonizadora la rehabilitación del feudalismo decadente que tuvo su partida de defunción con el amanecer del capitalismo en España. Primer punto de divergencia. Conquista del desarrollo capitalista o conquista de la reacción feudal. Y hay también un subpunto de divergencia al interior de los que sostienen que la conquista y colonización fueron capitalistas. Mientras Peña sostiene “que no se puede ´condenar´ la colonización dado el hecho irrefutable de que resultaba económicamente necesaria…”, Frank no se esfuerza en justificar ningún aporte producido por la conquista. Esta oposición surge del hecho de que peso se le atribuye al desarrollo de las fuerzas productivas como premisa para lograr una transformación social.

Una vez que los autores definen su caracterización de la conquista, sus argumentos se vuelcan en sostener esa defensa.

Rodolfo Puiggrós

Puiggros se pregunta, como podríamos sostener que la conquista fue capitalista con los siguientes siglos de atraso y estancamientos que sufrieron los pueblos. Y podríamos poner en palabras de Frank como respuesta: producto de que entramos al capitalismo de manera dependiente, nuestro “desarrollo” capitalista es por su naturaleza nuestro subdesarrollo. El estancamiento y atraso no son incompatibles con un desarrollo capitalista dependiente y en escala imperialista. Solo falta explicitar la segunda divergencia. ¿Somos dependientes porque somos atrasados o somos atrasados porque somos dependientes?. Sostener una u otra posición determina un objetivo inmediato. Si es el atraso el que justifica la dependencia, luchar por la justa causa de la liberación nacional respecto de las potencias opresoras, es el camino para lograr un desarrollo interno y desde ahí, alcanzando ser una nación fuerte, cortar las amarras con el Imperialismo colonial. Ahora, si es la dependencia la condición suficiente del atraso, pensar en desarrollarse sufriendo una relación de dependencia respecto del Imperialismo, es pedirle peras al olmo. Y como existe un sujeto social (lumpenburguesia) que al interior de las naciones oprimidas cumple el rol de ejecutar políticas de desarrollo (lumpendesarrollo) impuestas por los países opresores, ya no es suficiente la liberación nacional para alcanzar la independencia. Si partimos de la diferencia de desarrollo económico entre naciones industrializadas y subdesarrolladas, encontramos nuevos términos de oposición histórica: nación explotadora y nación explotada. El antagonismo irreconciliable de estos términos, no elimina la lucha de clases en el seno de ninguna de ambas, pero determina una diferencia cualitativa. Los trabajadores de los países explotadores luchan contra los grupos dominantes internos. Por su parte, la tarea del campo popular en los países explotados tiene una doble misión: recuperar el fruto de su esfuerzo que es usurpado por las oligarquías nativas y, sin tregua, lucha también por rescatar de las manos del imperialismo, a la nación sometida al régimen de explotación internacional. Así, a la lucha por la liberación nacional es necesario incorporarle, a la par, la lucha por la emancipación social (7).

Milcíades Peña

Ahora bien, no podemos avanzar sin arrojar una crítica que pensamos, arrastran los autores en su análisis de las formaciones sociales producto de la conquista y colonización. Como militantes revolucionarios, son sus definiciones políticas las que se esfuerzan en sostener y argumentar con el estudio sistemático. Lejos de las becas y de la academia, reivindican la mejor tradición de la filosofía de la praxis. No es eso lo que nos incomoda sino que lo aplaudimos. De lo que no estamos tan seguros, y es una de las tantas preguntas pendientes con que nos fuimos encontrando, es cual debe ser el uso de la historia. Ni nos detenemos a discutir como es y ha sido utilizada por los sectores dominantes. Está claro que la construcción que se ha conformado desde lo que conocemos como la Historia Oficial forma parte de otra de las herramientas con las que han contado nuestras oligarquías y burguesías autóctonas para someternos. Entre otros males, la mentira es inherente a la reproducción capitalista. Por eso centramos la discusión al interior de los que aspiran a otro orden social. ¿Qué es apropiarnos de la historia?, ¿El análisis objetivo de la historia nos impone un quehacer determinado?, ¿Debemos utilizarla como herramienta de diagnostico o como justificación del tratamiento a aplicar?

Es que la lucha en que se batían los autores al descifrar los resultados de la conquista encerraba una premisa que es fácilmente hallable en sus cruces a partir del estudio de la historia. Unos y otros al fundamentar su posición sobre que pasó, definen cuales son las tareas por realizar. La historia deja de ser experiencias concretas de los pueblos en su desenvolvimiento, para convertirse en arsenal teórico que justifica la praxis presente. Al confinarla a eso, a la par de resaltar la acción militante de quien la utiliza, trastoca la verdad histórica de los propios pueblos. Para ser más claros, no es el juicio a cerca de que si fue conquista feudal o capitalista lo que ponemos en foco en este punto. Ese debate lo defendemos como necesario y vigente. Solo que no nos convencemos de que del resultado o posición que tomemos de ese estudio de la historia debamos desarrollar un cuerpo teórico que determine las acciones políticas a llevar a cabo. Vemos que por el contrario, los autores citados definen de su interpretación del carácter de la naturaleza de la conquista y colonización, su carácter de la naturaleza de la Revolución en Nuestraamerica. Sostenemos la posibilidad de que apartándonos de determinismos, etapismos y dogmatismos, los sucesos transcurridos en la Historia son herramientas de comprensión, pero que de ninguna manera pueden ni deben atarnos a acciones presentes. Como dijera Mariátegui “El pasado nos interesa en la medida en que puede servirnos para explicarnos el presente. Las generaciones constructivas sientes el pasado como una raíz, como una causa. Jamás lo sienten como un programa (8).

No queríamos cerrar estas reflexiones pasando por alto una referencia acerca del título que lo precede. Cuando León Rozitchner escribe “La izquierda sin sujeto” - texto contemporáneo a la discusión de los tres autores mencionados- la pregunta que merodeaba en el arco de la izquierda era como se alcanzaba el socialismo. Estaba claro el horizonte, lo que se debatía era el camino que se debía transitar. El objetivo de la izquierda era uno y bien definido, conquistar la Revolución Socialista. Se debatían los medios, los tiempos y los sujetos, pero no había dudas de la necesidad y posibilidad (más o menos mediata) de realizar la Revolución.

Los aportes de Puiggros, Frank y Peña, contribuyeron a clarificar el sujeto de la izquierda a la par de conformarlo. Pero en los procesos históricos, lo alcanzado en momentos de ofensiva revolucionario no se vuelven conquistas eternas. Porque la historia no es ni lineal ni progresiva. Se desenvuelve con avances y retrocesos. Los procesos revolucionarios no se perfeccionan, se refundan. Esto no quiere decir comenzar de cero una y otra vez. Pero exige partir del presente, absorber las experiencias, para proyectar y ejecutar las tareas a realizar.

La contraofensiva que ensayaron los Estados-Naciones al servicio de los sectores dominantes, son conocidas por todos. Las feroces dictaduras militares que regaron Nuestraamerica de sangre. Las transiciones democráticas que prosiguieron para terminar de derrotar en la moral, la Idea de la Revolución. En conjunto, no solo detuvieron la marcha de la Revolución. También consiguieron volver difusas las sendas. Y peor aún, intentaron que olvidáramos hacia donde íbamos.

A más de un cuarto de siglo de todo aquel proceso, y siendo concientes que nos llevaron a los mejores entre los buenos -nuestro recuerdo de los héroes de Trelew- debemos decidir qué camino retomamos, continuamos y/o construimos. Y es en esa encrucijada, en donde nos vuelve la duda de si no se debe comenzar por preguntarnos si tenemos, como izquierda, nuestro Objeto.

En nuestra memoria corta, al decir de Benjamin, proyectada en las luchas latinoamericanas, encontramos: México de Chiapas y aquel “Otro mundo es posible”. Venezuela bolivariana del “Socialismo del Siglo XXI”. Ecuador y Bolivia con el despertar del Mito, que demostraron que la conquista y colonización no han podido matar (9) . Se enmarca un ciclo de reaparición del campo popular como protagonista de la historia. Ahora bien, alcanza con este renacer de Nuestraamerica o es necesario avanzar antes que se apague la mecha… sin alcanzar la dinamita (10).

Es que cambio social o revolución socialista no es solo una transmutación semántica, es también delinear un sendero especifico del objetivo que se persigue en la transformación del orden social. Las términos encierran conceptos que modifican los contenidos, y sin ser la esencia, los conforman. No exigimos definiciones políticas revolucionarias, aprendimos que eso no se exige, se realiza. Solo nos preguntamos, y preguntamos, si como hace medio siglo atrás, tenemos claro nuestro objetivo como izquierda.

NOTAS

(1) En referencia a “La izquierda sin sujeto” de León Rozitchner.
(2) “Los últimos guevaristas”, texto de Julio Santucho.
(3) “La Tempestad” de Luis Valcárcel prologado por J. C. Mariátegui.
(4) En alusión a “Los que luchan y los que lloran” de Ricardo Masetti. Novela, documento periodístico y declaración política, síntesis que alcanza la literatura comprometida.
(5) El difícil tiempo nuevo” de Deodoro Roca.
(6) Los textos que enfrentamos son: “Lumpenburguesía y Lumpendesarrollo” de Andre Gunder Frank; Debate Rodolfo Puiggros- A.G. Frank; “Antes de Mayo” de Milciades Peña.
(7) Utilizamos un material de Marcelo Quiroga Santa Cruz, revolucionario boliviano, para desarrollar este análisis.
(8) En “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana”. En el mismo texto, encontramos también en palabras de Mariátegui esta sentencia “…los hombres y mujeres debemos ser lo más radicales que podamos, pues la historia se encarga de los reformismos”.
(9) La Idea del Mito, como herramienta revolucionaria, en “Siete ensayos de la realidad peruana” de J. C. Mariátegui.
(10) Sabemos que la historia no es lineal, que se puede escribir de a saltos, pero no es menos cierto que existen continuidades que actúan como hilos conductores, que permiten comprender los procesos. Entre la Revolución Cubana en 1959 y las experiencias que surgen sobre los albores del siglo XXI, ubicamos la Insurgencia colombiana como nexo que ha permitido mantener en vigencia las rebeldías en Nuestra Patria Grande. 

LAS RAÍCES DEL “PROGRESISMO”

 (Apuntes)

por Asdrúbal Pereira Cabrera... 
Rosa Luxemburgo en un mitín en Berlín



... "Los peores enemigos de nuestra América no son los que defienden, con sus intereses, el inmovilismo. Los peores son aquellos que se disfrazan de progresistas, ponen el acento en el desarrollo, hablan de reformas, ignoran a los pueblos y a pretexto de perseguir la común felicidad en la paz, están al servicio del imperio. Los que se llenan la boca con los males y ocultan las causas. Los que se quejan y a veces asumen actitudes de censores; pero se abrazan al victimario frente al cual, transidos de fino amor y respeto, ponen los ojos en blanco y extienden la mano..."

 Editorial de Carlos Quijano, semanario Marcha, 14 de abril de 1967.

Últimamente abundan los artículos que critican al gobierno progresista y/o analizan las consecuencias de su accionar.

Escasean en cambios los artículos que sondean en la raíz de sus orígenes.

Recordé la carta que el Che enviara a José Medero Mestre y cito “…Desgraciadamente, a los ojos de la mayoría de nuestro pueblo, y a los míos propios, llega más la apologética de un sistema que el análisis científico de él. Esto no nos ayuda en el trabajo de esclarecimiento y todo nuestro esfuerzo está destinado a invitar a pensar…

... Por ello, porque piensa le agradezco su carta; lo de menos es que no estemos de acuerdo.”

Caminando por la feria sabatina de La Teja encontré el pequeño opúsculo de Rosa Luxemburgo “Reforma o revolución”. Lo compré.

La tarde calurosa contribuyó a que comenzara a leerlo y no pude dejarlo. Su vigencia me atrapó.

Tenía frescas sus discusiones con Lenin sobre varios aspectos, en especial los organizativos, pero estaba lejos de su enfrentamiento a  Bernstein si bien hace años lo había leído.

Rosa Luxemburgo tenía razón. Sus análisis tienen 115 años de plena vigencia. Ponen al orden del día las preguntas que es imprescindible hacerse en la actual coyuntura. La discusión con Bernstein no era táctica como muchos socialdemócratas alemanes pretendieron. No hacerse las preguntas que plantea han regado las semillas de la confusión de la cual la derecha se benefició y sigue beneficiándose.

Rosa era una estratega, un águila - diría Lenin - porque "miraba desde lo alto y muy lejos" aunque discrepara con ella. Anticipó el camino que recorrería el sistema capitalista hacia “el caos y la barbarie” que como dice Fidel “ha llegado a poner en riesgo la sobrevivencia de la humanidad y del planeta” y argumentó la necesidad histórica del socialismo para impedirlo.

Bernstein dio al capitalismo una versión de "izquierda" con su "revisión del marxismo" argumentos para negar sus crisis. Lo hizo de modo oportunista luego de la muerte de Engels del cual era amigo. Aún después de la primera guerra mundial argumentó que de las cenizas y el dolor ya purificados por el fuego se pondría en práctica un avanzado programa social.

No fue el único ni el primero que buscó la cooptación política de la fraseología revolucionaria, fue sí el que más desarrollo dio a su teoría en su época y cuando murió, en 1932,  consecuente hasta el final, no reconoció las crisis capitalistas. Un año después, en su patria, triunfaría el nazismo.

Tuvo sí razón en que el capitalismo podía reformarse.

Los teóricos que lo continuaron no han podido, entre otras cosas, explicar para Europa por qué bajo el programa de reformas la propiedad del capital no se democratizó sino que se concentró, por qué regresó el desempleo y el deterioro de la clase media o por qué los socialistas a los que ellos contribuyeron ideológicamente han perdido más elecciones de las que lograron después de ser gobernantes.

Rosa tuvo razón en su debate con Bernstein. Sorprendentemente las argumentaciones de este último gozan de muy buena salud en nuestro país.

Ella inicia su obra diciendo que no contrapone la revolución social a las reformas, a la lucha diaria por las mejoras en la vida de los trabajadores y el fortalecimiento de las instituciones democráticas.

Dice: "Entre las reformas sociales y la revolución social existe para la socialdemocracia un lazo indisoluble: la lucha por reformas es el medio; la revolución social, su fin". Bernstein renuncia a la transformación social, y hace de las reformas sociales su fin. No era una discusión sobre medios sino sobre fines.

Decía Brenstein: "Reconozco abiertamente que para mí tiene muy poco sentido e interés lo que comunmente se entiende como "meta del socialismo". Sea lo que fuere, esta meta no significa nada para mi y en cambio el movimiento lo  es todo. Y por tal entiendo tanto el movimiento general de la sociedad, es decir, el progreso social, como la agitación política y económica y la organización que conduce a este progreso".

Gramsci se preguntaba (cito de memoria): si no hay un fin ¿hacia dónde se camina?

Se estaba preguntando si cualquier reforma conduce a transformar la realidad en beneficio de los trabajadores. Si el reformismo establece como único método de acción política aquel en el que el progreso resulta de la dialéctica de conservación-innovación, ¿qué se conserva y que se cambia si no hay un fin hacia donde se busca llegar?

Dónde se ubica quien gobierna: ¿en un cambio de forma que no altera los elementos constitutivos del sistema y sus relaciones, que fortalecen esa estructura o sistema o en la destrucción de esos elementos constitutivos y sus relaciones para dar paso a una nueva estructura o sistema?




Dice Rosa: ... "en cada período histórico la lucha por las reformas se lleva a cabo dentro del marco de la forma social existente. He aquí el meollo del problema".


Por ello las reformas llevadas a cabo por el progresismo operan para perpetuar el sistema, para sostenerlo, para darle aire. No intentan cambiarlo sino fortalecerlo.

Pero hay reformas que pueden causar inestabilidad y debilitamiento del sistema. Son aquellas que sin cambiar la estructura o sistema pueden tener una potencialidad revolucionaria. Me refiero a todas aquellas que acrecientan el poder social, económico, político y cultural de los dominados en tanto ese poder acrecentado se oriente a cambiar el orden dominante existente.

Sólo el análisis de la "situación histórica concreta" puede dar respuestas.

El fin de Bernstein no era el socialismo que para él "no significaba nada". El "movimiento lo es todo" implica un fin: conservar el capitalismo que admiraba como fuerza de "desarrollo".

Es decir el "desarrollo" del capitalismo con sus eventuales reformas. Cuando los capitalistas condicionan la redistribución de los excedentes a mantener inalteradas sus ganancias Bernstein planteaba que el eje del programa de la socialdemocracia debía ser el de actuar a favor del "crecimiento económico", del "crecimiento de la producción y la productividad". En ese objetivo los "progresistas" fundamentan la conciliación de clases.

El sindicato, dice, "es un necesario órgano intermedio de la democracia" y es "socialista" porque promueve el bienestar general y no solo el interés de sus miembros. Tiene que ser "responsable" por eso el progresismo (la socialdemocracia) no promueve una política que ahogue el sentimiento de responsabilidad para no convertir a toda la población en pordioseros.

El sindicato es útil porque disciplina las demandas obreras en beneficio del crecimiento económico: "los trabajadores saben muy bien hasta dónde pueden llevar sus reivindicaciones". Saben -continúa- que "Un aumento de los salarios que lleve a un aumento de los precios no significa una ventaja para la comunidad, sino que acarrea elementos más dañinos que beneficiosos. Les exige también renunciar al democratismo doctrinario para ganar eficacia".

La tarea del progresismo es mantener el orden y la estructura capitalista "mejorándola".

Bernstein formula una revisión de las teorías de Marx y Engels. Decía que había que hacer correcciones a la teoría para hacerla avanzar "desde el punto donde ellos la dejaron". Se presentaba como un renovador de las ideas de Marx. Jugando con su vieja amistad con Engels, comenzó a publicar sus críticas revisionistas en 1896 cuando ya Engels no podía responderle.

Rosa Luxemburgo asumió la tarea.

Desde su postulado de equilibrio de mercado, Bernstein negó la teoría del valor de Marx, y desde allí negó la explotación, negó la tendencia a la concentración del capital, negó la contradicción entre producción y realización del plusvalor y por tanto la tendencia a la crisis; los monopolios y los cárteles eran para él una superior organización "socializada" de la producción que garantizaría el desarrollo capitalista constante, y que junto a la expansión del sistema bancario darían al capitalismo una capacidad ilimitada de adaptación y corrección de desequilibrios; la ampliación de la propiedad capitalista mostraba la vocación distributiva del capitalismo, debido a que el progresismo (socialdemocracia) debía favorecer ese crecimiento y acelerar esas tendencias virtuosas presionando desde los sindicatos y el parlamento por reformas para impedir excesos de "industriales individualistas miopes". Asimismo, la socialdemocracia (progresismo) debía acompañar las acciones para expandir internacionalmente ese crecimiento (guerras e imperialismo). Eso era para él "socialismo".

Otros "teóricos" plantearon dar un paso adelante de Bernstein quien tanto había trabajado para "reformar" al marxismo en beneficio de la burguesía. Consideraron necesario, entre otros objetivos, liberar al "socialismo" de las "escorias del materialismo histórico".

martes, 10 de diciembre de 2013

Nelson Mandela, una herencia ambivalente



Por Pepe Gutiérrez-Álvarez
Kaos en la Red, 6 de diciembre, 2013

Acaba de fallecer Nelson Mandela, seguramente el negro africano más admirado y apreciado en la historia. Su biografía atraviesa la segunda mitad del siglo XX, y culmina con todos los honores posibles, es ya un icono.

Ahora, los representantes de la derecha neoliberal que, a la manera de Reagan y Thatcher, le trataron de "peligroso terroristas", se apremian por depositar el ramo de flores más grande sobre su tumba. Lo podemos ver en el "homenaje" que el thatcheriano Vargas Llosa, acaba de publicar en "El País", y cojan la lupa y miren: ni media palabra sobre los posicionamientos de Mandela por el socialismo, las luchas de liberación, su admiración por el Che y por la revolución cubana. De buen seguro, a su sepelio asistirán estadistas y coronas, mucha gente que en su día fueron buenos amigos del régimen racista, gente comos dignatarios del Pentágono que tuvieron a Mándela en sus listas como "terrorista" hasta después de ganar unas elecciones...

Mándela será en verdad llorado por millones de personas anónimas que a lo largo de varias décadas, se jugaron la vida y la libertad contra un régimen que el propio Mandela situó después del nazismo en perversión. En su inmensa mayoría serán personas que se sienten más libres que en los años de ignominia, cuando un "nativo" podía ser vejado, maltratado, torturado o asesinado por la policía. Las terribles fuerzas represivas de un sistema que era considerado como un ejemplo para África. Un sistema que no tuvo problemas diplomáticas hasta que su continuidad se adivinó imposible, y que gozó de apoyos incondicionales, por ejemplo de Israel. Por ejemplo, de la España de Felipe González que le siguió vendiendo armas cuando ya estaba siendo desahuciado, y muchos gobiernos habían dejado de hacerlo.

Dicen que la hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud, y Mandela no es culpable del festival de cinismo que ha rodeado sus últimos años, desde que garantizó que la revolución que predicaba se quedaría en las puertas de la propiedad, de esas riquezas sobre las que alguien dijo que el oro de los blancos era también la sangre de los negros.

Su historia es la de una larga resistencia a la opresión racista y social, que una cosa es indisociable de la otra, se desprecia al negro para robarle sus riquezas.

De haber muerto en los años cincuenta podrían haber sido comparado con cualquiera de los grandes jóvenes líderes negros que, como Antonio Lembele o Steve Biko (al que aquí conocemos sobre todo con el rostro de Denzel Washington en Cry Freedom), dos líderes radicales que marcaron con su potente personalidad el movimiento de resistencia.

De haberlo hecho después del proceso de Rivonia su figura habría podido resultar equiparable a la trágica y magnífica de Patricio Lumumba, un nombre que es en sí mismo una acusación contra la inane monarquía belga y el colonialismo.

Pero Nelson siguió siendo alguien de una talla excepcional en los años del ostracismo, era ya un anciano cuando le llegó la liberación, pero emergió como un líder imaginativo, alguien a la altura de unas circunstancias especialmente complicadas, y dejó el poder con el prestigio intacto, aunque hay luces y sombras en el balance objetivo de su actuación. Pero incluso en el caso de que se puedan juzgar severamente algunas de sus posiciones, no hay duda que fue el artífice de la reconciliación racial que sacó a Sudáfrica del "apartheid", impidiendo que el país cayera en una guerra civil. Pero esa fue una fase. Una etapa inicial en un continente en el que el dilema entre el socialismo o la barbarie (neoliberal), se está haciendo cada vez más evidente que en ningún otro.

Ahora todo aquello parece quedar lejos, una historia que se narra de una manera personalizada, con cuatro generalizaciones sobre el "apartheid", un régimen que sirvió, ante todo y sobre todo, para caber más ricos a los ricos y más pobre a los pobres

Mandela, el incorruptible, el que no se rendía, comenzó a ser mundialmente reconocido cuando en los años ochenta, la crisis abierta, con las movilizaciones masivas en las calles, las muertes y las torturas de los resistentes, convertía a Sudáfrica en uno de los centros de la atención pública de todo el mundo, y familiarizó a muchas personas con términos hasta entonces extraños como boers, bantú, bantunstanes.

Palabras que vinieron acompañada de nombres como los de Steve Biko, Desmond Tutu, Walter Sisulu, pero sobre todo con Nelson y Winnie Mandela, la olvidada pareja protagonista del gran drama histórico del apartheid en su última fase, después de la cual comenzaría una nueva etapa en la historia de Sudáfrica en la que el racismo era apartado de las leyes, y el CNA conseguía gobernar con una mayoría absoluta, dentro de la cual se podían contar los votos de muchísimos blancos que también creían que el apartheid merecía morir, y ser enterrado como una variante colonial del nazismo, como una muestra especialmente cruel de la "supremacía blanca".

En este tiempo, y en el que le sigue, el prestigio de Nelson y Winnie Mandela han superado al de todos los gobernantes de la época. Muy pocas veces en la historia una pareja ha conseguido, reunir tras de sí un apoyo nacional e internacional tan vasto, hacía mucho tiempo que líderes proscritos no daban un salto histórico -revolucionario- que les llevara desde la prisión y la humillación, a protagonizar un cambio histórico incompleto pero impresionante, y recibir los máximos honores. Incluido el Nobel de la Paz para Nelson compartido con De Klerk, lo cual no deja de ser una paradoja, aunque este del Nobel a veces parece tan disparatado como el Oscar, y aunque no se lo dieron a Hitler o Franco (aunque no faltaron propugnadores), se lo dieron a Kissinger, seguramente peor de todos.

Así es que, aunque situados después de la ruptura matrimonial en ángulos diferentes, Nelson y Winnie, cada uno a su manera, siguieron representando la historia viva de Sudáfrica, una historia en movimiento que sigue ocupando las portadas de los medias, y sobre la cual sigue valiendo la pena tratar de ofrecer un "mapa" que nos ayude a situarnos en uno de los grandes episodios de la historia del siglo XX, y cuya importancia para el devenir del continente africano resulta incuestionable. Sudáfrica es el país más desarrollado de un continente para el cual el siglo XXI solo presenta malos augurios.

Al liderar una revolución a medias, Mandela se convirtió en el "rostro" de la oposición y de la superación del apartheid en los periódicos, la radio, la televisión y el cine. En sus últimos años de cárcel, su nombre fue asociado a todo tipo de acontecimientos y manifestaciones multitudinarias que gritaban su nombre, y las embajadas y consulados sudafricanos de todo el mundo se veían asediados por gente que gritaba lo mismo. En estos años, resultó extraña la entidad, empezando por el Nobel de la Paz, que al repartir un premio de carácter solidario o humanístico no tuviera a Mandela entre sus galardonados en tanto que su efigie ocupaba en los murales y panfletos un lugar cercano al "Che" Guevara. Fue también entonces cuando se publicaron numerosos libros, más sobre Mandela y Winnie que sobre Sudáfrica, siguiendo el mismo hilo: servían para iluminar los acontecimientos que les había tocado vivir, porque representaban al pueblo, y porque su causa era la verdadera, o al menos la más representativa. En el 2002, Nelson fue aclamado por todos los representantes del continente reunidos en Durban para celebrar la creación de la Unión Africana.

El potencial de este carisma no podía pasar desapercibido para el cine y la TV, y de ahí que una de las principales cadenas de la TV pública norteamericana le dedicara una superproducción a su nombre (Mandela, con Danny Glover como protagonista) que tuvo la virtud de suscitar la indignación de la llamada "Mayoría Moral". Los "medias" republicanos lo tacharon de "comunista" y de "terrorista". Palabras que también estuvieron en la boca de la Margaret Thatcher o del demócrata-cristiano alemán Helmuth Kolh, el padrino de Merkel y cia.

Pero Mandela se convirtió en un hueso atravesado en la garganta de los conservadores británicos cuando, en julio de 1988, el estadio de Wembley de Londres se puso hasta la bandera para escuchar un concierto musical con la reunión del mayor plantel de grandes de la música popular de nuestro tiempo. Desde la cárcel, Mandela llegó a convertirse en un reclamo desafiante gritado por millares y millares de manifestantes y de huelguistas de su país.

Por entonces, aunque fuese modestamente, también se crearon colectivos antiapartheid en varias capitales españolas. Esta campaña se compuso de las actividades clásicas de denuncia del racismo, actividades callejeras con pancartas, recogidas de firmas, propuestas parlamentarias, charlas y mesas redondas, y naturalmente, la edición de libros y folletos. Inmerso en esta actividad. Fue esta conexión la que permitió más tarde que Mandela hiciera una escala en Barcelona, invitado por el Ayuntamiento de la ciudad. En aquella ocasión, Mandela pudo hablar a un extenso público congregado en la plaza de Sant Jaume...

Poco después, tal como había predicho el mismo ante una audiencia que lo consideró quimérico, fue elegido el primer presidente negro de Sudáfrica, y protagonizaba el acontecimiento liberador más importante finales del siglo XX, de una década de derrotas para todos los movimientos de liberación, incluyendo los que en la vecindad con Sudáfrica habían provocado la caída del odioso ultraimperialismo portugués, y habían contribuido al "regalo" de la revolución de los claveles en Portugal, que tanta ilusión causó en una generación que acabaría haciendo la vida imposible al franquismo y conquistaría las libertades democráticas en España.

En aquella coyuntura, Mandela creyó que lo primero era acabar con el apartheid, y abordar los grandes cambios que la mayoría social del país venía exigiendo mientras eran salvajemente reprimidos.

Desde entonces, muchas cosas han cambiado en Sudáfrica y en el mundo, pero lo más importantes es que, primero, que el apartheid ha quedado atrás sin que haya tenido lugar ninguna hecatombe humanitaria, y segundo, que Sudáfrica ha adquirido un sentido muy diferente para el continente africano. Dejó ser el centro contrarrevolucionario coligado con Washington para sostener y complementar los ejércitos "contras" que acabarían arruinando en no poca medida las perspectiva de mejoras democráticas y sociales en Angola, Costa Verde y Mozambique, sino que, por el contrario, emergía como la portavoz más fuerte y autorizada de un continente que parece condenado a ocupar permanentemente las páginas más calamitosas de los noticiarios.

Mandela marcó un etapa de la historia sudafricana, el país más rico del continente, donde la clase trabajadora es mayoritaria y sigue estando organizada aunque las burocracias sindicales han hecho estragos. Comenzó como un continuador de la tradición pacifista y gradualista puesta en la práctica por Mahatma cuando vivió allí, pero luego consideró que la luchar armada se había hecho ineludible. Fue uno de los portavoces de la Carta de la Libertad, un programa que no separa la libertad de la igualdad. Su actuación gubernamental fue, cuanto menos insuficiente. Sudáfrica ya no sufre el látigo del racismo, pero se ha hecho todavía más desigual que cuando gobernaban los racistas.

Si tuviera que escribir una escueta esquela a Mandela, lo haría citando un poema de Miquel Mati i Pol, que dice
Ara es demá. (Ahora es mañana.)

No escalfa el foc d´ahir (No calienta el fuego de ayer)
Ni el foc d´avui, (Ni el fuego de hoy,)

I haurem de fer u foc nou. (Y tendremos que hacer uno fuego nuevo.)