lunes, 29 de junio de 2009

REAPARECE el GOLPISMO EN HONDURAS


ES EL GOLPISMO FASCISTA CON SU MISERIA
Y ROSTRO DE MUERTE



El pueblo hondureño en las calles Hemos de analizar seriamente qué es lo que movió a los militares golpistas hondureños cuando secuestran y expulsan del país al Presidente democrático Manuel Zelaya. Y, ante este golpe de Estado se debe escuchar a la ONU y la OEA para que el mandatario depuesto vuelva prontamente a Tegucigalpa.

Convocan a paro nacional por golpe de Estado en Honduras

El pueblo hondureño ha salido a las calles a defender la institucionalidad.


Cuando los militares hondureños irrumpieron en la residencia del presidente de la República de Honduras, Manuel Zelaya, se empezó a repetir una historia que bien conocemos en Chile. Los militares golpistas ponían en movimiento toda una estrategia y maquinaria descabellada para interrumpir el proceso democratizador a favor de los pobres y marginados de ese hermano país centroamericano.

Una vez en territorio de Costa Rica y en compañía del presidente local, Oscar Arias, el mandatario hondureño relató la crueldad y barbaridad de los militares que lo encañonaron y sacaron en pijamas hacia el aeropuerto para sacarlo del país. Es decir, la misma mentalidad fascista que operó en nuestro país en contra del presidente Allende, su familia y el pueblo chileno. Es el golpismo fascista con su miseria y rostro de muerte.

Ante este golpe de Estado que se acaba de producir en Honduras, felizmente todos los gobiernos de Latinoamérica han condenado enérgicamente esta asonada de los mandos militares, unida a la inconsecuencia de la Corte Suprema y el gran empresariado que se resiste a la voluntad popular y su derecho a realizar un referéndum para cambiar la Constitución política de esa nación. Se destacan las declaraciones de los gobiernos de Brasil, Venezuela, Cuba, Argentina, Bolivia, Ecuador, Paraguay y Chile.

Precisamente hoy, se debía llevar a efecto una Consulta popular, libre e informada, sobre cómo avanzar hacia una Asamblea Constituyente para iniciar los mecanismos que lleven a la sociedad hondureña hacia una Constitución nueva, libre de los amarres y exclusiones que por años ese pueblo ha tenido que soportar. Esa actitud pasiva y democrática ha sido acallada por los cobardes fusiles, como lo han dicho, tanto la esposa del primer mandatario de Honduras; Ximena Castro de Zelaya, como su Canciller; Patricia Rodas que todavía permanece en la capital.

A medida que pasan las horas y se trata de consolidar el golpe de Estado, tanto la Corte Suprema como el movimiento Paz y Democracia (financiado por poderes fácticos, ciertas jerarquías eclesiásticas de derecha y del alto empresariado hondureño) han defendido una absurda tesis de que el Presidente Zelaya no podía llamar a un referéndum con miras a la creación de una Asamblea Constituyente. Estos sectores tratan de legitimar el golpe y los retrata como golpistas y antidemocráticos.

Esa es la cuestión de fondo. Tanto la derecha, como el poder empresarial, unido a un sector conservador de la jerarquía de la Iglesia, simplemente no respetan ni la voluntad popular ni el orden democrático legalmente constituido. Estos sectores no toleran, bajo ninguna circunstancia, que el pueblo sea quién define los destinos de la Nación en materias sociales, económicas, constitucionales, etc. Esta derecha política e integrista opta por la violencia y la imposición usando el poder militar para sus intereses.

Con todo, América Latina y el mundo, como lo está pidiendo la ONU, la OEA, la Unión Europea y la Unasur, entre cientos de muestras de condena a este golpe de Estado, esperan que sea restituido el mando del presidente Manuel Zelaya y, que una vez de regreso a la sede de Gobierno en Tegucigalpa se inicié un ejemplar juicio en contra de todos los instigadores intelectuales y actores materiales de este atentado a la democracia y a la dignidad de las personas.

Sólo así podrá volver la cordura y la paz a Honduras. También, es de esperar que la Iglesia hondureña y en especial el Cardenal Oscar Rodríguez Maradiaga levante su voz para no aceptar este golpe de Estado y se ponga firmemente al lado de los pobres y los sufrientes como claramente lo indica el Evangelio. De lo contrario, la Iglesia -o parte de su jerarquía- se estaría ubicando del lado de los golpistas, de los poderosos y, a favor de una inaceptable cultura de la muerte.

Jaime Escobar M. es subdirector de Crónica Digital y Editor de la revista Reflexión y Liberación.