viernes, 20 de mayo de 2011

Puerta del Sol, de lo visible y lo invisible


Una crónica de la escritora Sara Rosenberg para inSurGente



Mientras un gran grupo debate reunido bajo los toldos cómo hacer para funcionar mejor y hacia dónde dirigir las energías y la organización de la acampada, la gente circula entre las mesas donde se escriben las propuestas que serán leídas en la asamblea de la tarde.

Cada persona expresa lo que desea, cada persona se acerca y escribe sus propuestas que son expuestas y leídas por la gente que circula y llena la plaza. Encontré muchas propuestas que comparto. Escribí la mía. Y espero poder hacer el listado de todas, después de la asamblea de hoy, cuando se ordenen y sinteticen.

Hay una diferencia cualitativa enorme entre una manifestación y esta acampada. Como hay una diferencia enorme entre una consigna y una propuesta. Es como si de pronto nos hubiéramos despertado del sueño –o pesadilla- de los gobernados para pasar a la acción de los que piensan cómo gobernarse a si mismos. Es un paso enorme.

Y es un paso enorme en varios sentidos, porque esta permanencia en la plaza nos devuelve un poco del tiempo que nos roban. Quiero decir que el sistema siempre nos roba nuestro tiempo, no sólo durante las ocho o más horas de trabajo sino con un modo de usar el tiempo libre que ellos han bautizado y comercializado como el tiempo de “ocio”. Han pautado cómo debemos dejarnos robar el tiempo y cómo debemos perder el tiempo que nos resta en actividades que sean lo más lejanas posible a la comunicación humana, al pensamiento y la solidaridad. Han pautado cómo debe ser el espacio público hasta hacerlo desaparecer (las plazas reformadas de Madrid son un ejemplo claro de la privatización, cedido a las empresas, a los aparcamientos y a los graníticos emblemas del poder). El “tiempo es oro” es la consigna del poder, pero en las plazas recuperadas “el tiempo es nuestro” ha comenzado a funcionar.

El tiempo quizás haya virado de dirección para avanzar en otro sentido. Es como si de pronto se hubiera producido una recuperación del derecho básico de tener tiempo para escuchar, decir, pensar y compartir. La multitud permanece y habla. Deja de ser multitud para ser voz y voces. Algo que el sistema capitalista trata de impedir por todos los medios. Se repite la consigna “Aquí y ahora”, se repite la palabra “ya”. Es como si se hubiera descubierto que el ejercicio de la participación es posible y está sucediendo.

Por la mañana las asambleas son ordenadas, hay un enorme consenso. Se trata de permanecer en la plaza para continuar expresando y diciendo en voz alta que se ha llegado al límite. Los temas van mucho más allá de las elecciones y de la crítica a los partidos del poder, porque el tema central es la visibilización de la voluntad de cambiar y se reflexiona sobre cómo es posible cambiar. En ese sentido el objetivo se ha cumplido: los nadies somos visibles y la dignidad indignada clama justicia.

Durante toda la mañana las mesas, el suelo y las columnas se llenan de papeles escritos con propuestas que deberán leerse a la tarde, durante la asamblea. Sin embargo, cuando llega la tarde, la junta electoral prohíbe la asamblea y si bien la plaza sigue llenándose de gente, la asamblea se suspende. Insisto: permanecer y evitar todos los conflictos que sin duda el poder tratará de generar es lo consensuado. La gente cuenta que en los trenes de cercanías los altavoces advierten que es mejor no acercarse a Sol, y según el relato de los acaban de llegar, la advertencia provoca la risa de los pasajeros. Llueve pero la gente sigue llegando, hasta que por la noche y a pesar del inmenso dispositivo policial, la plaza está llena otra vez. La visibilidad de los nadies amanece en Sol, y es un gran paso adelante. Y como dice la canción “No estamos solos, sabemos lo que queremos”, palabras que también están pegadas sobre la cúpula de cristal del metro, anunciando la actualidad de un gran movimiento cívico que por fin se ha echado a andar. La visibilidad es su primer gran paso después de tantos años de recorridos solitarios cuando no manipulados por el poder para mantenernos atomizados, criminalizados y demonizados cuando siempre se ha tratado de lo mismo: este sistema es un atraco, nuestras manos son nuestras armas y no es una crisis es una estafa, que fueron las consignas que se repitieron sin cesar en la plaza.