martes, 7 de octubre de 2014

Septiembre para Salvador Allende y octubre para Miguel Enríquez

El 5 de octubre se cumplieron 40 años de la muerte en combate de Miguel Enríquez , secretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile

Su lección está viva: Miguel Enríquez enfrentado a la muerte

05 Octubre 2014 Escrito por Carmen Castillo Echeverría 
 Punto Final / El Clarín de Chile
Ese sábado 5 de octubre de 1974 en la casa N° 725 de calle Santa Fe, permanece. A pesar de la nieve que cubre la memoria, ese recuerdo inamovible me obliga a dar testimonio. Ni “declaración verbal” ante la justicia, ni relato literario como en Un día de octubre en Santiago, que refleja con exactitud lo que a fines de los 70 sentía y conocía. ¿Testigo falible? Asumo el riesgo.

Durante el gobierno de Salvador Allende para el pueblo se abría un horizonte de sentido, es decir una promesa de vida aún no alcanzada, pero imaginada, deseada. Una sociedad entera en estado de enamoramiento. Los obstáculos eran duros, pero nos fortalecían.

Frente al golpe de Estado, el MIR toma la decisión de permanecer en Chile. No éramos héroes, solo militantes movidos por la convicción de que valía la pena luchar para hacer la revolución. Frente al golpe de Estado, nuestra decisión de organizar la resistencia a la dictadura implicaba la defensa de los derechos conquistados, la educación y la salud pública, los derechos sindicales, el derecho a la vivienda, la dignidad, la democracia participativa. Era nuestra responsabilidad librar la batalla; resistir siempre ha sido resistir a lo irresistible. El precio a pagar fue alto, pero aun en ese contexto de represión, lo que vivimos era la vida simplemente.

La dictadura y su aparato represivo, la Dina, operativa desde noviembre del 73, definen su prioridad: aniquilar al MIR. No éramos un aparato militar compartimentado sino una organización política. Los miristas vivían en su gran mayoría al ritmo de las tareas políticas del movimiento social. “Crear, crear poder popular” en todos los frentes. La cacería tuvo objetivos visibles.

La máquina de matar funciona a full. El 21 de septiembre de 1974 se focaliza en una de las redes clandestinas directamente vinculada a Miguel.

Lumi Videla, asesinada; Sergio Pérez, María Cristina Pacheco, desaparecidos; Rosalía Martínez, Julio Laks, sobrevivientes. La máquina enloquecida, tortura sin descanso. Los prisioneros torturados en la casa de José Domingo Cañas, cárcel clandestina de la Dina, sueltan detalles en apariencia poco decisivos, insignificantes. La Agrupación Caupolicán, dirigida por el capitán Miguel Krassnoff, bajo la autoridad del coronel Pedro Espinoza y de Manuel Contreras, realiza un trabajo de inteligencia y define un perímetro geográfico donde podía estar nuestro refugio. Se inicia una labor de rastreo: “peinar” la zona. Los agentes de la Dina siguen la pista de un auto, una Renoleta roja, de una mujer embarazada y de dos niñas gemelas.

La amenaza se acerca. Lo sabíamos.

Miguel se encuentra al frente de las tareas de organización que la resistencia requiere. En primera línea. Indispensable en un comienzo, arriesgado pero sin alternativa, acorde con su deseo de proteger la vida de los otros compañeros en las dos últimas semanas de su vida.

En diciembre de 1973, luego de la caída de Bautista van Schouwen, nos instalamos en esa casa de fachada azul cielo de la comuna de San Miguel. Una amiga que partía exiliada a Inglaterra la compró con dinero del MIR. Se estableció un contrato de arriendo. La “leyenda” que montamos para la propietaria y los vecinos era simple. Obligado a instalarse en Santiago por un tiempo para seguir un tratamiento médico -una enfermedad a los riñones- junto a su esposa y sus hijas, compartiríamos la casa con una pareja de familiares que nos apoyarían. Gente de clase media, en labores comerciales pero sin trabajo estable dadas las circunstancias. Pero con recursos, puesto que disponíamos de dos autos. Una Renoleta roja que yo manejaba, un Fiat 125 que Humberto Sotomayor utilizaba. Ambos, en las raras ocasiones en que Miguel debía salir por “razones médicas”, lo conducíamos. Miguel tenía el cabello levemente ondulado, su frente despejada, la piel afeitada y anteojos. Usaba camisas bien planchadas, corbata y pantalones oscuros.

El muro frontal de la casa tenía tres entradas. La puerta, una reja lateral de un garaje que cubrimos con una lámina de metal, y una reja estrecha colindante con la casa de nuestra vecina, Anita Mirlo. En su primera visita de cortesía, Anita me cuenta que es actriz, que vive sola con su hijo pues su marido, el periodista Rolando Carrasco, comunista, se encuentra preso en Chacabuco. Cesante ella, cesante nuestro vecino del otro lado, nos ingeniamos para darles pequeños trabajos: para Anita, buena costurera, diseñar vestidos para las niñas de 5 años, Camila y Javiera.

Para los vecinos, la vida de esta familia es normal. Cierto, dos parejas, dos niñas y desde marzo de 1974 un perro, no es habitual. Pero el traslado urgente a Santiago y la enfermedad del caballero, hacen coherentes las particularidades. Las niñas son alegres, el perro crece, el enfermo reposa y trabaja en casa. Los familiares lo apoyan. Entran y salen, se abastecen en el almacén de la esquina, la señora Ximena, mi nombre clandestino, visita a la vecina del frente, Gladys; conversa con unos y otros en la vereda, siempre impecable. Las ventanas tienen cortinas de lona blanca, los pocos muebles son coloridos, un estante de libros y un gran escritorio. Desde la puerta puede también percibirse los tres cuartos alineados y al fondo un patio de baldosas negras y un parrón incipiente.

Al interior de la casa, vibra el trabajo político. Es una colmena. Miguel escribe, estudia y devora todo lo que se encuentra a su alcance. Trotsky, Rosa Luxemburgo, Lenin camuflados bajo tapas anodinas, Víctor Serge, Víctor Hugo, García Márquez, Cortázar, William Reich y los estudios de neurología, la Enciclopedia Británica y etc… Nutre su pensamiento político con la historia, la ciencia y la poesía, como es su costumbre. Yo transcribo a maquina sus textos. Marilú García los fotografía en el taller instalado al fondo del patio. Humberto Sotomayor, su esposo, asume la mayoría de las tareas. Miguel cocina, le cuenta cuentos a las niñas y los domingos ven algunas series de televisión infantil. Risas y juegos. Una vida cotidiana normal. En nuestro dormitorio dos bolsos rojos, de ski, con unos fusiles AK esperando ser distribuidos. Miguel tiene el suyo, con un cargador especial de 40 tiros. Ningún fetichismo por las armas. Yo salía desarmada, pero con una cápsula de cianuro en el bolsillo. Luego supimos que esas cápsulas no estaban activas. Miguel y Humberto andaban armados. Más allá de todas las tensiones, durante meses, vivimos días y noches tranquilos. La clandestinidad fue para mí vigor y color.

Las medidas de seguridad se respetaron en las pocas salidas de Miguel. Y en las dos visitas de compañeros de la dirección que se realizaron cuando ya estábamos preparando el repliegue.

En el repliegue estratégico, la dirección había tomado la decisión de “congelar” a Miguel. Sacarlo de la primera línea, construir un lugar inaccesible, montar una leyenda que le permitiera salir y entrar clandestino del país.

Luego de visitar varias propiedades, me decidí por una parcela. Estaba en los límites de La Florida, eran dos pequeñas casitas y un vasto jardín protegido por un muro de adobe. Miguel la visitó, fue nuestra única salida juntos. Encontramos el “palo blanco” para comprarla y Rosa, mi compañera fiel desde el nacimiento de Camila, estuvo de acuerdo en vivir con nosotros. El contacto directo con el partido sería muy espaciado y sometido a rigurosos chequeos y contrachequeos. “La Parcela” era el lugar para comenzar otra vida.

Debíamos separarnos de las niñas. Con precaución se montó el operativo para asilarlas en la embajada de Italia. A mediados de septiembre, las niñas, Marilú y Humberto se trasladaron a otra casa de seguridad.

Nuestra partida se aproxima. La casa se hunde en el silencio, la tensión aumenta con la caída de Lumi Videla el 21 de septiembre y de Sergio Pérez, su compañero, el 22; la cadena continúa. Abandonamos la Renoleta roja. Continúo mi trabajo de enlace a pie. En las cárceles secretas la tortura hace su trabajo. Los compañeros resisten como pueden. Nos toca a nosotros asumir la tarea de no caer, de imaginar lo inimaginable y acelerar el cambio de casa. Es nuestra responsabilidad alejarnos del peligro, vivir.

El dinero de la solidaridad internacional llega a tiempo, podemos concretar la compra de La Parcela.
El 4 de octubre confirmamos la caída de nuestro enlace directo, Cecilia Jarpa.
Movidos tal vez por la loca esperanza de que no hubiese caído, decidimos ir al punto de rescate del día 4 de octubre, en avenida Grecia. Al salir, Miguel me detiene. El y Humberto Sotomayor, en auto, pasarán una primera vez frente al lugar. Cecilia, el cuerpo dislocado pero la mente íntegra, los alerta del peligro. Los torturadores la golpean y disparan. Miguel responde, Humberto acelera.
Cecilia no entregó los dos puntos de contacto del 3 de octubre. Si ella hubiese sucumbido a las aplicaciones de electricidad, si hubiese cedido ante el dolor y el miedo, yo hubiese sido detenida y torturada. Nunca sabré cómo habría reaccionado. Nunca lo sabré pues Cecilia no habló.

Movidos tal vez por la loca esperanza de que no hubiese caído, decidimos ir al punto de rescate del día 4 de octubre, en avenida Grecia. Al salir, Miguel me detiene. El y Humberto Sotomayor, en auto, pasarán una primera vez frente al lugar. Cecilia, el cuerpo dislocado pero la mente íntegra, los alerta del peligro. Los torturadores la golpean y disparan. Miguel responde, Humberto acelera. Logran romper el cerco. Logran escapar de la emboscada. Inmediatamente abandonan el auto y se sumergen, gracias al gesto de Cecilia.

A las 16 horas de ese día 4 de octubre constatamos que la compañera que debía comprar la parcela contestaba el teléfono en forma extraña. Cada llamada telefónica significaba un desplazamiento engorroso y largo. Ese atardecer Miguel deduce, cuando le cuento el intercambio de palabras, que la Dina está esperando mi llegada con el dinero para la compra.

Miguel se desplaza por las calles de Santiago, da la orden de vaciar la casa de seguridad donde se encontraban mi hermano Cristián, Margarita Marchi y José Bordaz. Se ocupa personalmente de rescatar a Mary Ann Beaussire de un punto de contacto peligroso. ¿Cuántos otros movimientos ejecutó en esos días? Aún no lo sé.
El 4 de octubre regresa a la casa con José Bordaz. Habían decidido pasar la noche ahí. ¿Existían otras posibilidades? Sí, pero nos parecieron más arriesgadas.

El sábado 5 de octubre la urgencia es extrema, hay que dejar la casa antes de la noche. Necesitamos un refugio, aunque sea precario. Nos distribuimos las tareas. Me toca buscar un lugar. Ellos, entre otras cosas, tienen puntos de contacto para difundir la alerta a los ayudistas y al conjunto de las redes clandestinas, para salvar el material del aparato de documentación. Nos damos cita en la casa a las 17 horas.

Subo por la calle Santa Fe hasta Santa Rosa, consciente del peligro, atenta al más mínimo movimiento extraño en el barrio. En Santa Rosa, un bus, luego un taxi. Pude instalarme en la casa de una señora, amiga de mi madre, para estudiar los arriendos disponibles de inmediato. No lo dudo, lo conseguiré. Dispongo de dinero y papeles falsos. A las doce tenía las llaves de una casa. Misión cumplida, ligero alivio. No detecto nada anormal en el camino de regreso. Solo una onda eléctrica -¿que emana de mí?- en la atmósfera. Morder el miedo, seguir con la esperanza entre los dientes.

Miro la hora antes de abrir la reja continua a la vecina Anita. Eran las 13 horas. Dejo el paquete de provisiones en la cocina y empujo la puerta que comunica el patio con el pasillo interior. Sorpresa: Miguel me acoge. Está armado. Nos vamos, dice. Le informo la dirección del lugar entrando en nuestro dormitorio, el tercero en la línea de las habitaciones, el que da al jardín. Desde ahí percibo a Sotomayor y Bordaz que vigilan la calle desde las ventanas que dan a la vereda. Un instante de conversación. Hay movimientos extraños, tenemos que irnos, ahora, dice Miguel. La voz de uno de los compañeros nos interrumpe: “¡Aquí están!”

Cecilia Jarpa, esposada, se encuentra en uno de los autos que se detienen. Ninguna lógica en esa presencia. Solo que ese mismo día 5 de octubre, acosada y siempre bajo tortura, les “suelta” un falso punto de contacto: “Mediodía, en Departamental con Gran Avenida”. Dos autos, cuatro agentes de la Dina por vehículo. Vienen a detener a su presa, un enlace, un militante, yo o cualquier otro. Después de lo sucedido el día anterior desconfían y van bien armados.

Cecilia, sin venda, de pie, en ese punto. Por supuesto nadie se presenta, ese contacto no existe. La golpean, la empujan dentro del auto. No le vuelven a colocar la venda. Se dirigen de regreso al cuartel. Ella escucha, ve. Junto a ella van Miguel Krassnoff, Osvaldo Romo, agente civil reclutado en el lumpen y Teresa, una de las feroces mujeres de la Dina. Todavía tienen tiempo, antes de almorzar, para rastrear una vez más el perímetro sospechoso que por casualidad no se encuentra lejos. Recorren Gran Avenida y luego circulan por las calles interiores, del lado este. Los dos autos se siguen, los agentes se comunican por radio. Cecilia los escucha, cree haber reconocido la voz de Marcelo Moren Brito, pero no sabe con certeza.

Cazadores olfateando a su presa, al acecho ante cualquier mínimo indicio. Se detienen frente a una lavandería, un almacén… Se topan con la calle Santa Fe, continúan interrogando a jóvenes que juegan a la pelota, luego Romo le habla a una mujer, ella señala, desde lejos, la casa. Por radio se comunican con el cuartel de José Domingo Cañas. “Es lo último que alcancé a escuchar: la instrucción de pedir refuerzos. Eso, antes de que me sacaran y me llevaran a una casa muy pobre, como yo la recuerdo, donde me dejaron amarrada mientras se efectuaba el allanamiento y el tiroteo”, dice Cecilia.

“En una operación conjunta de los servicios de inteligencia de las fuerzas armadas fue allanada en el día de hoy a las 13:30 horas, una edificación ubicada en (…) La operación registró una fuerte resistencia desde el interior de la casa con armas automáticas. A las 15:30 horas las fuerzas pudieron ingresar al lugar encontrando el cuerpo sin vida del dirigente mirista Miguel Enríquez y con heridas de gravedad a Carmen Castillo Echeverría”. (Declaración oficial de la Dirección Nacional de Comunicación Social del gobierno. Otras informaciones de prensa señalan las 13:15 horas como inicio del operativo).

Esa es para mí la hora en que Humberto Sotomayor y José Bordaz nos avisan “¡Allí están!”. Miguel y yo estamos en el dormitorio. Sale con el AK en la mano, ya engatillado, pues escuchamos el primer intercambio de ráfagas de metralletas. Tomo la Scorpio y apunto desde la ventana, al frente solo hay un muro colindante con la vecina Anita, no puedo ver la calle. Miguel me había dicho: “No te muevas de aquí”. Obedezco, carente de emociones.
Esquirlas de acero puntiagudas me seccionan la arteria y los nervios del brazo derecho a la altura del músculo superior, algunos se incrustan en la parte alta del pecho; y también, lo sabré mucho tiempo después, dos llegan hasta la pared del pulmón. Pero todavía estoy parada cuando José Bordaz se cruza conmigo. Después me desplomo lentamente.
Comienza el enfrentamiento. Para nosotros se trataba de alcanzarlos, de obligarlos a retroceder, de forzarnos un paso para escapar del cerco, ejecutar el plan de escape mil veces estudiado.

Y lo conseguimos. Después de un corto intercambio de tiros, se alejan. Ese primer tiempo del enfrentamiento no duró más de quince minutos. Son entonces entre las 13:30 y las 13:45.

Cuando ya ninguna bala impacta en la casa, Miguel da la orden de salir. Entra en la habitación, toma uno de los dos bolsos con dinero, yo el otro, caminamos rápido, él delante, yo detrás a un metro. Nos dirigimos al auto, por esa salida lateral de la gran pieza donde hay una puerta ventanal ubicada frente al Fiat.

Justo en ese momento, una granada explota. ¿Quién la tiró? ¿Adónde cayó? Aún no lo sé. No cayó demasiado cerca de nosotros, nos hubiera matado. Pero tampoco demasiado lejos, quedamos heridos.

Esquirlas de acero puntiagudas me seccionan la arteria y los nervios del brazo derecho a la altura del músculo superior, algunos se incrustan en la parte alta del pecho; y también, lo sabré mucho tiempo después, dos llegan hasta la pared del pulmón. Pero todavía estoy parada cuando José Bordaz se cruza conmigo. Después me desplomo lentamente.

Miguel también fue alcanzado por la granada, está en el suelo.

Sotomayor pasa junto a él, cree que Miguel está muerto. Una herida en la cabeza, dice. En ese instante, entonces, Humberto está convencido de que Miguel yace herido de muerte. Bordaz contará esa noche que al escucharlo él también lo cree. Continúan para a abrirse camino, romper el cerco y escapar. Saltan los muros hacia la calle Varas Mena… Lo logran.

Nunca he emitido un juicio sobre aquel u otros hechos. He gritado contra el destino pero no me he detenido en los “si… tal cosa…”. La tragedia se asume entera o nada puede desprendernos de ella. Exigir un balance político y sacar lecciones es indispensable. Lamentar no.

Ese 5 de octubre aprendí, y para siempre, que “aquel que no ha sufrido el miedo, que no ha convivido con él ni negociado con él condiciones de su sobrevida, no puede, no debe, ni comprender ni juzgar. Solo respetar lo que se le escapa”. Privilegiada, la historia me adjudica el buen papel, pero solo la entereza de los otros evitó mi posible derrumbe. Lo sé.

Mientras Humberto y José se alejan, unos segundos después de desplomarme veo a Miguel, del otro lado de la puerta ventanal, a menos de un metro de distancia. Su cuerpo extendido en el suelo, su rostro mirando hacia el cielo, su torso fuerte agitado al ritmo acelerado de su respiración. Un hilo fino de sangre corre de su mejilla izquierda. Vive.

Unos minutos después abro nuevamente los ojos y allí está Miguel, de pie, en posición de tiro, el ojo en el visor de su AK. Dispara, protegido de los proyectiles que impactan el muro saliente, al costado del auto.
Comienza entonces el segundo tiempo del enfrentamiento.

La Dina reforzada lanza una nueva embestida. Aullidos que son órdenes, ráfagas de metralletas, lanzacohetes, granadas… Violencia desatada. Los vecinos lo relatarán luego, los prisioneros de José Domingo Cañas vivirán la histeria y los chirridos de las camionetas desde la oscura pieza donde se encuentran amontonados. Cuando Cecilia es extraída al fin de su prisión provisoria escuchará todavía el ruido de helicópteros sobrevolando el lugar.
Como lo revelan los medios de prensa, la dictadura estaba convencida que en ese combate participaban varios militantes el MIR. Los jefes militares y sus comanditarios civiles no pueden concebir que quien se enfrentó a su poder fue un solo hombre, Miguel Enríquez.

Tiene 30 años, dos hijos, es médico, militante e intelectual revolucionario. Va a morir, pero todo recomenzará. La revolución nunca se acaba.

Ese lapso de tiempo: dos horas. Intentemos imaginar sus desplazamientos al interior de la casa de calle Santa Fe, sus gestos precisos, la extrema concentración de su mente para ejecutarlos. Maestría en el combate. El enemigo aumenta el número de hombres y armamento. Segundo tras segundo, Miguel actúa. Su vida entera, su razón, todos sus deseos y sueños, todo su pensar y su amor por los otros se concentran en ese instante. Es el acto libre de un hombre libre.

El coraje político nada tiene que ver con el sacrificio. Sí con el querer y la fuerza. El valor muestra su existencia en el momento del hecho, nunca antes.

Ese 5 de octubre, una última ráfaga lo silencia. Miguel se ha replegado al patio de la casa, se encarama al muro divisorio con la vivienda de San Francisco 5959. La vecina Isabel protege a sus hijas bajo un catre, asoma la cabeza y lo ve, de pie sobre la pandereta: “Estaba herido y empuñaba un arma. Lanzó un grito: ¡hay una mujer embarazada herida, paren el fuego! Los tiros continuaron. Su cuerpo cayó junto a esa artesa, en el suelo que era de tierra”.

La autopsia indica las 15:30 como la hora de su muerte.

Edgardo Enríquez, su padre, escribirá: “Tenía diez heridas a bala. Una de ellas, la última, le entró por el ojo izquierdo y le destruyó el cráneo. Al verlo, con el resto de su cara serena, sonriente casi, y con un dejo burlesco en la expresión, dije a mi mujer, su madre: Quienes le dispararon sabían que aunque desfiguraran su hermoso rostro y destruyeran su cerebro privilegiado, no lograrían jamás borrar la imagen de él que se ha formado el pueblo, ni sepultar sus generosos y sabios pensamientos inspirados por sus elevados y dignificadores ideales”.
Queda aprehender la vida de Miguel, el revolucionario, el equipaje de sus sueños, su pensamiento, sus penas, su sentido del humor. Recordar su fuerza, la realidad de sus esperanzas y continuar llevándola, con él.

CARMEN CASTILLO ECHEVERRÍA
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 814, 3 de octubre, 2014





Héroes y mártires de la Resistencia

Publicado el 02 Octubre 2014 Escrito por Manuel Cabieses Donoso 
Punto Final / El Clarín de Chile
La revista Punto Final ha tomado la iniciativa de convocar a un acto de homenaje a Miguel Enríquez -en el 40º aniversario de su caída en combate-, y a todos los héroes y mártires de la Resistencia. Ellos escribieron una página gloriosa de nuestra historia y su memoria debe ser reivindicada sin vacilaciones para impedir que el oportunismo político silencie el reconocimiento que se merecen los que lucharon y murieron por la libertad de Chile.

Este homenaje quiere honrar el ejemplo de los hombres y mujeres que impulsaron todas las formas de lucha para poner fin a la más odiosa tiranía que ha conocido nuestra patria. Entre 1973 y comienzos de 1990, las FF.AA. y Carabineros, y el gran empresariado nacional y extranjero, aplicaron las formas más crueles y perversas del terrorismo de Estado. Los testimonios de sobrevivientes de la tortura y testigos de crímenes cometidos por los agentes de la Dina y la CNI -en su mayoría miembros de las FF.AA. y Carabineros-, todavía causan horror y amedrentan a muchos que evitan participar en la lucha social y política. Ellos se preguntan -con razón- si las instituciones armadas no serían capaces de volver a cometer los atropellos y aberraciones con que martirizaron al pueblo durante esos 17 años de espanto. Las FF.AA. no han sido democratizadas y permanecen leales a los intereses golpistas del 73. Tampoco han ayudado a esclarecer la suerte que corrieron los detenidos desaparecidos.

La respuesta al terrorismo de Estado fue la Resistencia que impulsaron los sectores más avanzados del pueblo. Partidos ilegalizados como el MIR, el PC, PS, la Izquierda Cristiana y el Mapu aprendieron a sobrevivir en rigurosas condiciones de clandestinidad. Chile no sufría una dictadura militar desde hacía cuarenta años y los métodos de trabajo clandestino eran desconocidos para una Izquierda que no fue preparada para afrontar el golpe de Estado. Eso significó elevados costos en vidas y la prisión y exilio para miles de cuadros. Su readecuación a las nuevas condiciones, permitió a la Izquierda evitar la liquidación física que pretendía el terrorismo de Estado.

Sin embargo, las bajas que sufrió la Resistencia fueron grandes. Cayeron jóvenes dirigentes revolucionarios de la talla de Miguel Enríquez en el MIR o de Raúl Pellegrin en el FPMR. No obstante, la Resistencia logró propinar golpes importantes que mostraron la vulnerabilidad de la dictadura y contribuyeron a su debilitamiento. El MIR dio inicio a una laboriosa estrategia de guerra popular que debía culminar con la insurrección del pueblo en armas. Centenares de cuadros que se encontraban en el exilio regresaron clandestinamente. Surgieron así las primeras milicias de la Resistencia Popular. A su vez, el Partido Comunista puso en marcha su estrategia de rebelión popular de masas y creó el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que llevó a cabo audaces acciones armadas.

Penosa y esforzadamente, pagando un costo que puso a prueba el valor y voluntad de lucha de la Resistencia, se crearon las condiciones que en 1990 obligaron a las FF.AA. a retirarse a sus cuarteles. El triunfo del No en elplebiscito de 1988 pavimentó el camino a la “transición pactada”, que impusieron el Departamento de Estado, el Vaticano y gobiernos europeos. En ese desenlace tuvieron mucho que ver -aunque la historia oficial lo oculte- lasacciones armadas y de masas de la Resistencia. Un pueblo que ignoraba las formas más elevadas de lucha, las había puesto en práctica con singular valor. Complejos requerimientos se habían resuelto con audacia y creatividad. Las formas clandestinas de vida se generalizaron. El armamento, los impecables documentos de identidad falsos, el trasiego de personas y recursos a través de las fronteras se multiplicaron, se construyeron escondites y depósitos, se fabricaron ingeniosos barretines para el transporte de armas, mensajes cifrados y prensa clandestina, se multiplicaron las interferencias de las señales deradios y televisión con proclamas de la Resistencia, se escucharon los mensajes cargados de muerte que intercambiaban las patrullas de la CNI, se exploraron selvas y montañas para instalar guerrillas, etc.

Alentado por la Resistencia clandestina, se intensificó el heroico trabajo de los familiares de presos políticos y víctimas de la represión, nacieron las organizaciones defensoras de los derechos humanos, las bolsas de cesantes y los “comprando juntos”, que conformaron un arco impresionante de Resistencia Popular. Es una historia todavía desconocida que tuvo miles de protagonistas anónimos. El pueblo chileno se engrandeció en esa hora de prueba.

La extensión y radicalización de la Resistencia introdujo un factor determinante en las negociaciones de la “transición pactada”. Existía la posibilidad de que ese proceso madurara hasta alcanzar la fuerza necesaria para derrocar a la dictadura. Esto habría significado lo contrario a la “transición pactada”: un gobierno de democracia avanzada en lo social y político. Frente a ese peligro, el imperio impuso el traspaso del gobierno a las manos confiables de la Socialdemocracia y la Democracia Cristiana, que ejercen tales funciones desde hace un cuarto de siglo. Sin embargo, la historia no ha terminado, recién comienza. La experiencia de la Resistencia -que se inicia con el ejemplo combatiente de Salvador Allende en La Moneda-, es un legado que debemos cuidar. A esto obedece nuestro llamado a rendir homenaje a Miguel Enríquez y a todos los héroes y mártires de la Resistencia. Son nuestros héroes y mártires.

MANUEL CABIESES DONOSO
Editorial de “Punto Final”, edición Nº 814, 3 de octubre, 2014

  



40 años de la muerte en combate de Miguel Enríquez

Publicado el 28 Julio 2014
Punto Final / El Clarín de Chile


El próximo 5 de octubre se cumplirán 40 años de la muerte en combate de Miguel Enríquez Espinosa, secretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Con ese motivo, la revista Punto Final, que estuvo tan cercana a ese dirigente y que compartió sus principios revolucionarios, prepara un acto de homenaje que se efectuará el viernes 3 de octubre a las 18.30 horas en un lugar que se avisará oportunamente. Este acto-homenaje se hará extensivo a todos los compañeros y compañeras, militantes o no de los partidos de la Izquierda chilena, de las milicias de la Resistencia Popular, del Frente Patriótico Manuel Rodríguez y del Mapu-Lautaro que, al igual que Miguel Enríquez, dieron la vida para derrocar a la tiranía y conquistar la libertad, la democracia y la igualdad en Chile.

El acto que estamos organizando estará todavía muy lejos de la magnitud del homenaje que merecen los héroes y mártires de la resistencia que se libró en Chile contra la dictadura de los generales traidores y empresarios insaciables. Pero ya es tiempo de empezar a honrar la memoria de quienes, como Miguel Enríquez, no se amilanaron ante el desafío de enfrentar con las armas a un ejército y a fuerzas policiales feroces que aterrorizaban a nuestro pueblo.
Llegará un día -no tan lejano- en que los nombres de nuestros caídos en combate, como Miguel Enríquez, o de los hombres y mujeres asesinados a mansalva o que murieron triturados por los verdugos del terrorismo de Estado, serán los nombres ejemplares de calles, avenidas, plazas, estadios, escuelas, hospitales y universidades de Chile. Pero hasta entonces, hasta el día de la justicia definitiva, serán miles de actos como los que ahora se preparan en Chile y el exterior con motivo del 40º aniversario de la caída de Miguel Enríquez, los que irán iluminando el camino de la alternativa revolucionaria que nacerá de la lucha unitaria de nuestro pueblo.

Punto Final también quiere aportar lo suyo: un acto-homenaje digno, sobrio y combativo, de cara al futuro. Para ello invitamos a los dirigentes sociales, en especial a los jóvenes, a acompañarnos en este llamado a reunirnos en la tarde del próximo 3 de octubre. Rendiremos homenaje respetuoso pero cálido y esperanzador a todos los caídos en la lucha, representados por ese joven médico de 30 años, secretario general del MIR, a quien el Partido Comunista de Cuba calificó como un líder en el cual “despuntaba un Jefe de Revolución”.
PF
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 809, 25 de julio, 2014





1968: ​
La primera entrevista de Miguel Enríquez
 ​ ​

Publicado el 24 Agosto 2014  Escrito por Manuel Cabieses Donoso - Punto Final

La primera entrevista de Miguel Enríquez como secretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria - MIR - se publicó en Punto Final Nº 53, del 23 de abril de 1968. Es un documento histórico sobre una línea de pensamiento revolucionario, coherente y audaz, que el joven dirigente cumpliría hasta las últimas consecuencias.

Cuando se aproxima el 40º aniversario de su caída en combate, Punto Final considera de gran interés reproducir esa entrevista. Se publicó bajo el título “Jefe del MIR saca la cara” con una foto en portada del hasta entonces desconocido dirigente. Cabe agregar que en esa época el gobierno democratacristiano del presidente Eduardo Frei Montalva impulsaba una política represiva que apuntaba al MIR, con el pretexto de combatir “actos terroristas”.

La entrevista permitió a Miguel Enríquez trazar una clara frontera entre “terrorismo” y revolución. Sus conceptos permanecen vigentes y enriquecen el pensamiento revolucionario.

La represión policial de los presuntos actos de “terrorismo” apunta en especial contra el MIR. Esta organización, relativamente nueva, ha cobrado importancia a través de focos de rebeldía juvenil, y pasó a un primer lugar en la Universidad de Concepción, donde junto al Partido Socialista logró desalojar a la Democracia Cristiana de la Federación de Estudiantes. A partir de ese instante, el MIR ha estado en forma permanente bajo el fuego propagandístico de la reacción y ahora sus militantes son acosados por la policía. Se ha intentado pintarla como una organización “terrorista” y aparece evidente el propósito gubernamental de aplastar lo que estima un movimiento revolucionario en ciernes.

PF buscó al máximo dirigente del MIR, a su secretario general, a fin de presentar el pensamiento auténtico de esta organización que figura a diario, deformada, en las columnas de la prensa derechista. Hasta ahora, Miguel Enríquez Espinosa, secretario general del MIR, 24 años, recién casado, próximo a recibirse de médico, había eludido toda publicidad personal. Fue elegido en un congreso celebrado en Santiago a fines del año pasado. Era el jefe de la corriente joven de esa organización, que logró apreciable representación en el nuevo comité central del MIR. Estudió medicina en la Universidad de Concepción y pertenece a una familia en la que figuran varios políticos, como Humberto e Inés Enríquez, tíos suyos, senador y diputada del Partido Radical, respectivamente. Su padre es médico y profesor universitario. Ha hecho algunos viajes, por ejemplo a China Popular, Perú, Cuba y Argentina. Fue dirigente de la Juventud Socialista en Concepción y se marginó en 1963: planteaba la radicalización de la campaña electoral del FRAP.

El siguiente es el diálogo de PF con el secretario general del MIR, Miguel Enríquez:

¿Qué participación tiene el MIR en los “atentados terroristas”?

“Ninguna. Sin embargo, nos gustaría dar nuestra opinión. Se ha pretendido descalificar sin más trámite al terrorismo. Nosotros sostenemos que es un arma susceptible de usarse en el combate social, pero subordinada a dos factores: a) ceñida a una política revolucionaria, o sea, el terrorismo es repudiable según sea la política que sirva. Nadie puede sino rechazar -por ejemplo- el asesinato de más de dos mil personas, familiares o amigos de guerrilleros, por la organización terrorista de derecha MANO en Guatemala; y b) la etapa de la lucha en que se emplea el terrorismo: nadie se escandaliza, y por el contrario todo el mundo aplaude, las acciones ‘terroristas’ del FLN sudvietnamés contra la embajada de Estados Unidos en Saigón o los casinos y hoteles de soldados yanquis. A ese nivel el ‘terrorismo’ se presenta como un arma legítima de un pueblo que lucha por su liberación desde hace ocho años.

Considerando estos aspectos, puedo afirmar categóricamente que el MIR no ha participado en los hechos que hoy sirven al gobierno para atacar a la Izquierda revolucionaria. Aunque algunos de esos actos tienen una orientación política correcta, el método no corresponde a la etapa que vive el movimiento revolucionario en Chile. Aunque está absolutamente clara nuestra línea política y nuestra actitud frente a esta clase de ‘terrorismo’, el gobierno pretende complicarnos en forma mañosa”.

¿Por qué cree Ud. que se pretende implicar al MIR, siendo como es una organización política joven, sin prensa, parlamentarios, etc.?

“Nos parece que el motivo es claro. El MIR ha sido elegido como ‘cabeza de turco’ para llevar adelante una campaña de terrorismo ideológico. Esa campaña se viene expresando a través de la prisión de Carlos Altamirano, la sistemática intimidación del movimiento obrero, etc. Tiene como propósito golpear a los sectores más avanzados de la Izquierda y encerrar a los trabajadores en los marcos del corral eleccionario de 1969-70. En una declaración pública que el MIR entregó el 8 de abril, dijimos que se intenta confundir a la opinión pública al presentar como una misma cosa repudiable los conceptos de terrorismo, lucha armada e ideas revolucionarias. Se quiere legitimar únicamente todo lo que afirma al régimen y la institucionalidad, esto es, dar patente exclusiva de validez al gastado juego político tradicional, obstaculizando el impetuoso desarrollo de la Izquierda revolucionaria. El MIR sostiene que la única respuesta a esta maniobra político-policial es no retroceder ni andar dando todo tipo de explicaciones, sino, al contrario, proclamar el derecho a la existencia y desarrollo de las ideas revolucionarias y de sus organizaciones. A los pueblos les asiste el derecho legítimo de levantar la lucha armada como vía para la conquista del poder”.

¿Cuál es el origen del MIR? ¿Cuáles son las características de su militancia?

“El MIR surgió en 1965 de la fusión de varias pequeñas organizaciones de ex militantes socialistas, comunistas, trotskistas y pekinistas. En la actualidad, el MIR capta su militancia fundamentalmente en sectores sin pasado político. En 1965, era un reducido grupo intelectual-estudiantil cuyo trabajo esencial era la propaganda. Al año siguiente ya se convirtió en un vasto, aunque todavía difuso, movimiento en escala nacional. Sin embargo, en 1967-68 ha llegado a ser una organización político-revolucionaria bien estructurada, sólida, coherente y orgánica. Ha experimentado un vertiginoso desarrollo entre los estudiantes y pobladores. Su penetración es creciente en el sector obrero y empieza a brotar con fuerza entre los campesinos. En algún sentido ha sido una verdadera sorpresa comprobar cómo son bien acogidos nuestros planteamientos entre los trabajadores del campo y la ciudad”.

¿Cómo se justifica la presencia del MIR en un país donde existen dos fuertes partidos de Izquierda, como el PC y el PS?

“Yo diría que corresponde a una necesidad política de esta época en toda América Latina. La agudización de las relaciones agresivas del imperialismo yanqui con nuestro continente, y la impotencia de la Izquierda tradicional para responder a ese desafío, han hecho surgir toda una nueva Izquierda revolucionaria. Algunos ejemplos: el MIR, ELN y VR en Perú; el MIR y las FAR en Venezuela; Acción Popular y Política Operaria en Brasil, etc. En Chile la Izquierda tradicional tampoco ha sido capaz de dar una salida revolucionaria a las aspiraciones de las masas. Prueba de ello es que después de treinta años y en oportunidades con cerca de la mitad del electorado de su parte, los obreros y campesinos chilenos siguen más pobres y explotados que antes. Es indudable que no se perfila a partir de esos partidos políticos una salida categórica a esta situación”.

¿Hasta qué punto es cierta la crítica que se hace al MIR en el sentido que se trata de una organización de jóvenes estudiantes y pequeño-burgueses?

“La pregunta es adecuada, pero permítame contestarla en un plano teórico si se quiere, luego histórico, y enseguida concreto. Estamos claros que la lucha revolucionaria se libra, por una parte, entre obreros y campesinos que enfrentan a la burguesía y el imperialismo. Pero no aceptamos que sólo la clase obrera tenga un lugar en el combate social. En caso alguno. En un plano teórico, por así decir, muy pocos ‘marxistas’ deterministas siguen definiendo la clase social a partir del lugar que el individuo ocupa en la producción. Ello, es sabido, sólo define un conglomerado humano, no una clase. Más bien hoy se sostiene, como lo dijo Marx, que el lugar que ocupa el individuo en la producción es fundamental, pero lo que a partir de ella lo hace miembro de una clase social es su práctica política, o sea, el papel que juega el individuo en la lucha social. De allí que en la revolución tengan cabida por igual obreros, campesinos, estudiantes, intelectuales. Esto sobre la base que ni el estudiante ni el intelectual constituyen clase social, y que sólo tendrán un papel en el proceso revolucionario en la medida que se integren al combate que libran las clases motrices de la revolución, obreros y campesinos, y tras los intereses de esas clases.

En un plano histórico: muchos revolucionarios de origen pequeño-burgués, o al menos no obrero ni campesino, han tenido destacada actuación en las revoluciones socialistas: Lenin, Trotsky y casi toda la dirección bolchevique eran intelectuales y pequeño-burgueses. En la dirección de la revolución china: Mao Tse-Tung provenía de la pequeña burguesía agraria y muchos de sus compañeros eran estudiantes, ex militares del ejército reaccionario, o aún hijos de mandarines. En la revolución cubana: Fidel Castro era hijo de un terrateniente, y casi toda la dirección era también de origen pequeño-burgués. Y por último, el más destacado y heroico de los líderes revolucionarios latinoamericanos, Ernesto Che Guevara, era médico. El papel combatiente de los estudiantes en América Latina, incluyendo Chile, nadie puede desconocerlo. La Izquierda tradicional sólo puede echar en cara al MIR la juventud de sus dirigentes. Porque la mayoría de la dirección de esos partidos es también pequeño-burguesa, aunque más vieja que la nuestra. Contestando, ahora, la pregunta en lo concreto: de que somos jóvenes, es un hecho, y corresponde a una realidad general en la Izquierda revolucionaria latinoamericana. En cuanto a nuestra extracción social, también hay algo de cierto. El MIR nació hace tres años, fundamentalmente en las universidades y parte de su actual dirección está integrada por dirigentes estudiantiles o que hasta hace poco lo fueron. Sin embargo, de hecho, desde 1966, viene cambiando progresivamente la composición de clases en nuestra organización y hoy el panorama es distinto. Surgen cuadros obreros y de pobladores, como asimismo estamos actuando con relativa eficacia en el frente campesino”.

Muchos hablan en Chile de hacer la “revolución”, ¿qué es lo que el MIR plantea? ¿En qué se diferencia del FRAP?

“Quisiera aprovechar de aclarar que nuestras diferencias con la Izquierda tradicional no estriban únicamente en la cuestión de los métodos, o de las ‘vías para la conquista del poder’. Discrepamos también en los objetivos. La pregunta, entiendo, se orienta al carácter que el MIR cree que tomará la revolución en Chile. Esto podría definirse por la realidad económico-social del país y por la conciencia política de las masas. Para nosotros, Chile es un país semicolonial, atrasado y de desarrollo capitalista desigual que combina rasgos del sistema. Por ejemplo, hay un capitalismo urbano muy desarrollado -industrial y minero fundamentalmente-, y bastante atraso en el campo. Sostenemos que el poder en Chile lo detenta una alianza del imperialismo con la burguesía nativa. Ambos constituyen un complejo social y político indisoluble. De allí que planteemos el carácter socialista de la revolución chilena, esto es, antimperialista y anticapitalista a la vez. Creemos -y conviene recordar lo que al respecto ha dicho Fidel Castro-, que no hay cabida en una estrategia revolucionaria para alianzas con una presunta burguesía ‘nacional’ y ‘antimperialista’, que por lo demás no existe en Chile. El Partido Comunista, en cambio, sostiene que existe en el país un feudalismo agrario y una burguesía nacional y antimperialista susceptible de aliarse a obreros y campesinos. Pretende por ello imprimir a la revolución un carácter ‘nacional-antimperialista-antifeudal y popular’. Bajo una supuesta dirección de la clase obrera se desarrollaría el capitalismo nacional, es decir, habría que perfeccionar el régimen para engendrar las fuerzas que lo abatirán. El MIR sostiene, en cambio, la necesidad de hacer añicos el régimen y sentar de inmediato las bases para la construcción del socialismo. Para ellos, entonces, no debe lucharse directamente contra el capitalismo. Para nosotros, lo fundamental es empujar a la clase obrera de la ciudad y el campo. Los comunistas luchan por un gobierno popular y democrático. Nosotros por un gobierno revolucionario de obreros y campesinos. Ellos por una reforma agraria, nosotros -como fue en Cuba- por una revolución agraria anticapitalista. Ellos por una reforma universitaria, nosotros por una revolución universitaria. De las concepciones que el PC tiene sobre el carácter de la revolución en Chile, surgen las posibles alianzas con un Partido Radical o una Democracia Cristiana que podrían traducirse en el plano electoral en la postulación de un Baltra o un Tomic, y es aquí donde se comprende porqué el PC desarrolla toda su vida política sumido en la institucionalidad”.

Sin embargo, es consenso político generalizado que en Chile existe un orden institucional democrático. ¿Cree Ud. posible el desarrollo de una revolución armada en el país?

“En primer lugar, quienes sostienen esto -los partidos políticos ‘conocidos’- son justamente quienes usufructúan y dependen de esta institucionalidad. Es más, si entendemos que fueron las propias clases dominantes las que configuraron este régimen institucional a su imagen y semejanza, justamente para mantenerse como tales, es evidente que ellas lo difundirán y sostendrán con todas sus fuerzas. Por décadas la base social que sustenta a todos los partidos políticos, incluso los de Izquierda tradicional, está constituida por clases medias urbanas. La vida ‘institucional y democrática’ en este país se desarrolla bajo la anuencia y presión política casi exclusiva de ellas, y ese sector social es justamente el que más usufructúa de esta muy relativa institucionalidad.

Es también difícil hablar de institucionalidad en América Latina, continente en el que el imperialismo se muestra cada vez más agresivo y dispuesto a romper las normas del juego cuando se le ocurra. Estados Unidos se arroga el derecho de invadir el país que desee, cuando quiera. Por otra parte, la lucha armada es un sustrato permanente en la vida política continental, ya sea en la forma de golpes militares o de guerrillas revolucionarias. Hay quienes sostienen que Chile es una excepción. Se equivocan. Por encima de la esencia del régimen chileno, que es la utilización constante de la violencia reaccionaria, en este momento la institucionalidad está siendo cuestionada a cada instante, tanto por las clases dominantes como por los obreros y campesinos. El gobierno democratacristiano desarrolla una política cada vez más represiva, cede cada vez más al imperialismo en lo económico, político y militar, cada vez muestra con mayor desenfado amenazante el poder castrense que lo respalda, cada vez se desarrollan más los grupos ultraderechistas. Eso está señalando que la burguesía se aproxima al límite de sus posibilidades de juego ‘institucional’ y que está dispuesta a echar mano a toda clase de recursos para la defensa de sus intereses.

Desde otro ángulo: las masas comprenden que las vías legales les son cada vez más estrechas. Las huelgas se alargan más o se hacen más difíciles, se gana menos y es mayor la represión. Ha llegado a mirarse como rutina que un paro nacional tenga no menos de cinco o seis víctimas. Los obreros y campesinos están siendo impelidos a romper el orden establecido. Aumentan las huelgas ilegales, las ocupaciones de tierras, fábricas y locales escolares, etc. Así, pues, también las masas se encuentran sin salida, cada vez más pobres, más explotadas y reprimidas. Por eso ellas ven también limitadas sus posibilidades dentro del juego político tradicional. No otra explicación tiene el crecimiento de la Izquierda revolucionaria en este país. Sostenemos, y lo estamos palpando a cada instante, que al margen del inútil y ya fracasado juego político tradicional, se desarrolla una corriente subterránea entre obreros, campesinos e intelectuales, cuya esencia es la búsqueda de nuevos caminos que, rompiendo la institucionalidad, forjen modelos orgánicos y políticos necesarios para el inicio y desarrollo de una auténtica revolución en Chile. Sólo a partir de ese punto podrá plantearse una estrategia y táctica de lucha armada en nuestro país”.

Si es así, ¿qué plantea el MIR frente al proceso electoral que se avecina?

“Asistimos a un periodo de ajuste y reagrupación de fuerzas, previo al proceso electoral 1969-70. Gran parte de los hechos políticos diarios encuentran allí su explicación. Primero que nada, en general, el MIR no cree en el camino electoral. Dar en ese plano las batallas políticas es darlas en territorio enemigo, es consumirse orgánica y políticamente en un camino infructuoso y ya fracasado, es afirmar la institucionalidad y es, por último, domesticar a las masas, creándoles falsas ilusiones y enseñándoles a esperar todo de una ley y un orden que, en realidad, aseguran su explotación. Más aún, por encima de los principios, creemos que a raíz de la crisis económica del país, expresada también en una inflación galopante que para obreros y campesinos no constituye simple argumento político-técnico, sino que se traduce en cuestiones de realidad vital como hambre, enfermedad, cesantía, frío, etc., sumado todo esto a las frustraciones electorales recientes y al fracaso de algunas fútiles luchas reivindicativas que se desarrollaron siempre en el terreno legal, se está operando un cuadro nuevo en la conciencia política. Se trata de un proceso de radicalización que cuestiona los métodos y los objetivos de lucha tradicionales y que se traduce en escepticismo y desesperanza en el camino electoral. Los partidos políticos viven en otro mundo, influidos por el cabildeo del Congreso Nacional y por grupos profesionalizados en politiquería y parlamentarismo. Por eso, ahora están embarcados en preparar una estrategia electoral para 1969-70. Necesariamente, para ingresar a la rueda del circo electoral, los partidos de Izquierda retroceden desde posiciones más radicales que levantan en periodos alejados de las elecciones. Así vemos la aprobación que dio el PC al proyecto de reajustes del gobierno, la discusión que se abre acerca de una futura colaboración de clases que lleve a la Presidencia a un Baltra o a un Tomic a la cabeza de un paquete pluripartidista heterogéneo. Todos los partidos, incluyendo al Demócrata Cristiano, ajustan sus monturas para el galope electoral, y se cargan a la derecha. Ese proceso de derechización de los partidos está en contradicción con el inadvertido proceso en sentido contrario que desarrollan las masas. Los partidos políticos tradicionales, especialmente los de Izquierda, quieren resolver esta contradicción canalizando la izquierdización masiva de los trabajadores por el atajo electoral.

Creemos que lo conseguirán, pero sólo parcialmente; las masas evidentemente votarán pero ya no con la fe y el sentido que le dieron a la elección de 1964, donde sumidas en una vorágine electoral creyeron estar transformando el régimen. Ahora votarán por un gobierno que lo haga menos mal que el actual. Sólo esperan algunas reformas, algunas leves mejoras que siquiera alivien la caótica situación nacional.

Estas características, más el fracaso del FRAP para constituirse en alternativa del derrumbe democratacristiano, han dejado un enorme vacío en el plano político. Esto posibilita aún más el desarrollo de una Izquierda revolucionaria y abre una perspectiva cierta de configurar una nueva alternativa político-revolucionaria a fin de sentar las bases y emprender definitivamente una vía revolucionaria para la conquista del poder”.

La muerte del comandante Che Guevara y el fracaso inicial de las guerrillas bolivianas ha sellado, según muchos, la suerte del camino guerrillero en América Latina. ¿Qué opina Ud. de ese planteamiento?

“Por razones obvias, sólo podré contestar limitadamente. La guerra de guerrillas como método de lucha sólo podrá ser dejada de lado si se cuestionan válidamente algunas de sus premisas fundamentales: 1º) la necesidad política de la lucha por el poder; 2º) la lucha armada como vía para la conquista del poder; y 3º) la correlación de fuerzas entre el movimiento revolucionario y el imperialismo y la burguesía que, en definitiva, imponen la forma de la guerra revolucionaria. Como nada de esto está cuestionado, creemos que la lucha guerrillera muy por el contrario de haber fracasado, permanece vigente para todo el continente latinoamericano. Naturalmente no soy yo el indicado para formular una crítica idónea a las estrategias y tácticas de los distintos movimientos revolucionarios de América Latina. Pero sí puedo decir, en general, que la guerra de guerrillas de por sí no es una fórmula mágica que opere al margen de las condiciones históricas y sociales. Ella debe adecuarse a condiciones que son muy peculiares en cada país.

Hablando de Chile, todo el que se plantee una forma de lucha armada guerrillera como estrategia fundamental, debería considerar, según creo: a) la necesidad de una organización política previa que permita realizar un trabajo ideológico que homogenice un pensamiento coherente, y logre la adecuada colaboración y coordinación entre revolucionarios; b) para bien o para mal, Chile no es Bolivia ni Ecuador. Cuenta con 30 años de vida política muy desarrollada, una Izquierda tradicional poderosa, un elevado nivel de organización y conciencia de las masas, de lo cual se desprende la importancia que tomarán en Chile, antes y durante el proceso revolucionario, las ideas políticas claramente expresadas, la propaganda y la agitación; c) es necesario también considerar como fundamental la creación de cordones umbilicales orgánicos con obreros y campesinos, que permitan desarrollar una mediana influencia en las masas. No se trata, desde luego, de diluirse en los ocho millones de habitantes, sino de penetrar planificadamente en determinados frentes de masas, en las zonas rurales, en las organizaciones de pobladores y estudiantes, y en ciertas áreas industriales y mineras; d) el inicio de una tal lucha armada debería corresponder a la situación política dada del país en el momento adecuado, desarrollándose paralela y vibrando con ella; e) en el plano guerrillero propiamente tal, deberá ser probablemente rural pero desde el punto de vista táctico con gran desarrollo de la lucha en las ciudades; f) tendrá que actuar en correspondencia con todo el proceso revolucionario latinoamericano, o sea, como postulaba el Che, será continental.

A pesar de esta formulación general, tenemos muy claro el drama que hoy vive la Izquierda revolucionaria en general, el drama de la formulación de líneas programáticas y estratégicas adecuadas, que en algunas ocasiones han estado desprovistas de una traducción concreta y táctica en lo inmediato. Eso es lo que a sectores desorientados los arroja al terrorismo, al sectarismo y a la atomización. Creemos que el MIR está haciendo una experiencia valiosa. En medida importante ha roto ese círculo vicioso y vive al margen del conventilleo político que en el pasado hizo inocuos los intentos de agrupar a los sectores revolucionarios. El MIR se perfila como un polo sano de reagrupación de fuerzas y ya ha dado los primeros pasos, que posibilitarán una revolución en la que todos los verdaderos revolucionarios tendrán cabida”.


Re-Publicada en “Punto Final”, edición Nº 811, 22 de agosto, 2014 


Miguel Enríquez: vivir la vida intensamente

Publicado el 19 Junio 2014 Escrito por Rafael Luis Gumucio Rivas - El Clarín de Chile



A pocas personas les cabe mejor la sentencia de Ortega y Gasset, “el hombre y sus circunstancias”, que a Miguel Enríquez Espinoza: de no haber mediado los cambios profundos de la década de los 60, Miguel Enríquez hubiera sido un médico brillante, perteneciente a una familia aristocrática, de profunda raigambre intelectual y profesional de Concepción, pero desde joven trocó su profesión para convertirse en una especie del Che Guevara del sur.

Su hijo, Marco Enríquez-Ominami, rastreó el destino de muchos de sus amigos de generación, condensados en un documental Los héroes están fatigados, donde marcaba el contraste entre un hombre consecuente, luchando, las armas a la mano, contra una brutal dictadura, y de unos sobrevivientes, convertidos en gerentes y gestores del nuevo neoliberalismo y el pragmatismo reinante – hoy, personajes protagónicos de la “fronda tecnocrática” concertacionista.

La consecuencia de todos los actos de la vida de Miguel, que murió sin claudicar, como los grandes luchadores, a los treinta años, es muy difícil que sea entendida por la miseria moral de los personajes, que aún siguen repartiéndose el poder en este Chile, dominado por una oligarquía que, con razón desde su punto de vista, tienen pánico al cambio – perderían sus prebendas -.

El Legado de Miguel Enríquez y del MIR sólo puede proyectarse en la juventud que se expresa en las calles y, sobre todo, en los Progresistas: se trata de ir ampliando continuamente los límites para ver mejor el horizonte en búsqueda de una sociedad más justa e igualitaria.

Desde que era estudiante universitario, en Concepción, el liderazgo de Miguel Enríquez estuvo marcado por la ruptura con el orden establecido: en primer lugar, quebró con la juventud socialista, después de la derrota de la izquierda, en 1964, para dedicarse a la fundación y desarrollo de un partido político que superara las miserias y vicios de la izquierda tradicional, en ese tiempo, anclada en el obrerismo y, sobre todo, en el electoralismo, ignorando a los pobres del campo y la ciudad.

El MIR comenzó como un movimiento pequeño – casi un grupúsculo – pero, rápidamente, fue ganando en primer lugar, a los jóvenes y posteriormente, a campesinos y trabajadores urbanos para alejarse de un foquismo aislacionista y, así, convertirse en un amplio e importante partido de masas.

La tesis del frente de trabajadores, que iba más allá de los partidos tradicionales de izquierda, en el sentido de que Chile estaba, en esa época, ya maduro para emprender una revolución social que permitiera a obreros y gente del campo conquistar la hegemonía política. Esta idea fue capaz de atraer a otros sectores políticos que interpretaban, de forma parecida, la necesidad de ruptura con el capitalismo – es el caso de un sector del Partido Socialista, dirigida por Carlos Altamirano, parte del Mapu y, posteriormente, de la Izquierda Cristiana -.

En el período de la Unidad Popular el MIR, que era partidario de la vía armada, para tomar el poder, entendió que el gobierno del Presidente Salvador Allende representaba las fuerzas de avanzada y debía apoyar, sin embargo, advirtiendo siempre el riesgo de una regresión autoritario y fascista – mejor que otros partidos del conglomerado – y deberían estar alertas ante un eventual golpe de Estado y, así, preparar la defensa del gobierno popular. Antes de morir Salvador Allende dijo que “había llegado la hora de Miguel Enríquez”.

Rafael Luis Gumucio Rivas
19/06/2014      

           

Septiembre para Salvador Allende y octubre para Miguel Enríquez

Publicado el 05 Octubre 2014 Escrito por Rafael Luís Gumucio Rivas - El Clarín de Chile
Cada año que transcurre los recuerdos de Salvador Allende y de Miguel Enríquez crecen en el cariño respeto y valoración de los chilenos - podría decirse de ambos que son como el Mío Cid, que ganó batallas después de muerto -. Si bien es cierto que no pocas veces discreparon respecto a la forma de defender el gobierno de la Unidad Popular, sobre todo, en el tratamiento de las Fuerzas Armadas, sin embargo, Miguel Enríquez, en las últimas frases de Salvador Allende designó a Enríquez como quien debiera continuar la lucha contra el fascismo, que había traído la muerte y desolación a este país.

La época de la Unidad Popular, yo formé parte de dos partidos: el Mapu – irónicamente se le llamaba “casi Mir”, pues la juventud, seguidora de Rodrigo Ambrosio, critica duramente a los partidos tradicionales de la izquierda – y, posteriormente, a la Izquierda Cristina, que siguió la misma línea – cercana también al Mir -; a estos dos nuevos partidos les ocurrió un fenómeno muy explicable, por cierto, que consistía en pasar del reformismo de la Democracia Cristiana a la izquierda más radical. Actualmente, el camino que ha seguido la mayoría de ex militantes del Mapu es el inverso: desde la izquierda hacia el neoliberalismo lobista. En ambos partidos, debido al giro que tomaban – me identificaba más con la línea ideológica de Salvador Allende, así como las tesis de Joan Garcés y de algunas posiciones del Partido Comunista – me sentía incómodo y, los que son las cosas de la vida, ahora, mis posiciones se ubican en sentido inverso a los libistas del Mapu, con una crítica- algunos podrán decir despiadada – a la traición neoliberal de la Concertación.

El pensamiento político de Miguel Enríquez es cada día más valorado, no sólo por su inspiración en la revolución cubana, o por ser una especie de Che Guevara del sur, sino también por la coherencia y consecuencia del compromiso de la juventud de los años sesenta, con “los pobres del campo y la ciudad”. El MIR estuvo muy lejano del vanguardismo que caracteriza a los movimientos de ultraizquierda, por el contrario, supo insertarse en las organizaciones campesinas y de estudiantes, donde jugaron un papel muy importante en la época de la Unidad Popular, respecto a la crítica al burocratismo que, no pocas veces, dominaba el quehacer de los partidos políticos de la izquierda tradicional.

En el lanzamiento del libro de Mario Amorós, Miguel Enríquez, un hombre de las estrellas, se recordaba la juventud de Enríquez y su entorno familiar de grandes líderes del Partido radical, entre ellos, Humberto Enríquez, senador, quien junto su hermana Inés Enríquez - una de las primeras diputadas chilenas - que defendieron el proyecto de divorcio, en una Cámara donde la orden de la iglesia católica era decisiva en el voto de los votos de diputados de partidos católicos; el padre de Miguel, don Edgardo Enríquez, gran profesor en la Escuela de Medicina y, además, rector de la Universidad de Concepción, terminó como ministro de Salvador Allende y, a raíz de la dictadura fue prisionera en la Isla Dawson y, luego, desterrado.

El hecho de que Miguel Enríquez haya surgido de la aristocracia de Concepción –y como se decía en el lanzamiento de su libro- había tenido una infancia feliz - convirtiéndose en un líder universitario dotado de carisma y lucidez, siendo capaz de enfrentar al senador Robert Kennedy, en su visita a Concepción, y a su vez, visualizar con nitidez la crítica al socialismo real – sobre todo la brutal invasión a Checoslovaquia y aún no podemos evaluar el mal que hizo al ideario socialista el estalinismo -. Es muy común entre los líderes revolucionarios su origen en las clases altas de la sociedad Trotsky, Che Guevara, los hermanos Castro, entre otros.

Cuenta el historiador Luis Vitale que los hermanos Enríquez eran grandes admiradores de José Miguel Carrera – al parecer, el nombre de la hija de Miguel es Javiera, en reconocimiento al primer gran caudillo que visualizó la independencia de Chile - fusilado por orden del tirano Bernardo O´Higgins y la logia lautarina.

Marco Enríquez-Ominami, su hijo, está siguiendo la senda de su padre. A mi modo de ver, posee la misma lucidez, inteligencia y sensibilidad social, y ambos se da la consecuencia en la lucha contra un Chile racista, clasista y discriminador, y la búsqueda de la vieja utopía de la igualdad entre los hombres. Hay un aspecto en la personalidad de Marco que, para mí, lo hace singularmente atractivo: por una parte, siempre me ha impresionado, desde que era muy joven, casi niño, de traza de la lucha de su padre en la reivindicación ante la Comisión Rettig; por otra parte, la enorme calidad humana que continuamente demuestra, que la puedo resaltar con ejemplos, como cuando acompañó al padre Esteban Gumucio y a otros tantos, que prueban su verdadero compromiso con los demás.

Estoy seguro de que Marco Enríquez-Ominami será, más temprano que tarde, el Presidente de Chile y que, a diferencia de muchos, tendrá una gran calidad humana y no olvidará nunca el compromiso central por el cual asumió la tarea política, que es el de poner fin al Chile clasista y convertirse en abogado de los pobres.
Rafael Luis Gumucio Rivas

05/10/2014              




DISCURSO DE MIGUEL ENRÍQUEZ EN EL TEATRO CAUPOLICÁN

Miguel Enríquez YT

Publicado en El Rebelde, Nº 91. Julio de 1973 

Compañeros trabajadores, 
compañeros dirigentes de las organizaciones de masas, 
compañeros dirigentes de otras organizaciones políticas, 
compañeros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, 
Trabajadores de todo Chile: 

En las últimas semanas el país ha sido sacudido por graves y agudos conflictos. La lucha de clases se ha agudizado mostrando al desnudo las contradicciones de la sociedad. En una rápida sucesión de hechos y choques, los trabajadores han ocupado finalmente el lugar protagónico en el escenario de la lucha política. La clase obrera y el pueblo atrincherados en los fundos y fábricas, enfrentan a sus enemigos de clase que les acechan y amenazan. 

Nos reunimos nuevamente en este Caupolicán para recoger la experiencia de estos días, analizar los acontecimientos y fijar los próximos objetivos. 

Pero éste no es sólo un acto de análisis éste es un acto de preparación para los próximos enfrentamientos, éste es un acto de combate, éste es un llamado a la clase obrera y al pueblo a reafirmar su posición combativa y a reemprender con más fuerza que nunca la lucha sin cuartel contra las clases patronales, contra Frei, contra Jarpa, contra los enemigos de nuestro pueblo. 

Aquí señalaremos nuestra política y nuestra táctica para esta coyuntura y los próximos combates. Las clases patronales pondrán el grito en el cielo: que chillen, hay intereses de clase, poder y riqueza que ellos quieren conservar y que nosotros empujamos a los trabajadores a arrebatárselos. 

Pero hay también otros, en la izquierda, que han pretendido cuestionar el derecho del MIR a proponer una táctica a las masas. 

Lo que señalaremos es la táctica que el MIR propone a la clase obrera y al pueblo, y al conjunto de la izquierda. Esta es la táctica que un extenso sector de los trabajadores ha venido impulsando y es la que el MIR impulsará, les guste o no les guste a las clases patronales y a los vacilantes. 

Del fracaso del Feismo surgió el golpismo de hace días, casi una decena de tanques, con algunos oficiales reaccionarios a la cabeza, detrás de las banderas del Partido Nacional y de la ultrareaccion democratacristiana, asesinaron cobardemente a civiles el viernes 29. Por eso, basta ya de hablar del Comandante Souper, de tribunales de honor, cuando de lo que se trata es de criminales y delincuentes que en vez de cortaplumas contaron con tanques. 

De lo que se trata es del grupo armado del Partido Nacional que asaltó La Moneda utilizando tanques que fueron comprados con el trabajo de obreros y campesinos. Lo que aqui fue mancillado no fue la Institucionalidad ni el honor de algunos oficiales, sino el honor del pueblo y la vida de más de dos decenas de soldados y trabajadores. Todo el que dispara contra el pueblo será marcado históricamente como asesino del pueblo, tenga o no tenga uniforme. 

Aplastado el intento golpista por las Fuerzas Armadas, algunos oficiales honestos, suboficiales y carabineros, y por el inmediato cerco que los trabajadores tendieron alrededor de Santiago. La clase obrera, consciente que el problema no estaba resuelto, continuó y profundizó su contraofensiva. Se ocuparon centenares de fábricas y fundos, se controlaron las poblaciones, se incorporaron los estudiantes y se multiplicaron y fortalecieron los Comandos Comunales, tomó impulso la organización de defensa de los trabajadores y se desarrolló y fortaleció el Poder Popular. La clase obrera y el pueblo comprendieron que este era un momento de aumentar rapidamente su fuerza, tomar más posiciones, de estructurar su fuerza en el poder popular, única institución capaz de multiplicar sus energías y de fortalecer la alianza revolucionaria de clases. 

Por eso, por encima de la presión reaccionaria, no es éste el momento de cuestionar o limitar el desarrollo del Poder Popular, como hacen algunos vacilantes de la izquierda. Dejemos que griten los politicastros reaccionarios, aterrados con el desarrollo del poder popular. 

Pese a todo, a lo largo y ancho del país se oye un solo grito que resuena en las fábricas, fundos, poblaciones y liceos, en los cuarteles del pueblo: el llamado a crear, fortalecer y multiplicar el Poder Popular; el poder de los comandos comunales, el poder de los obreros y los campesinos, el poder de la revolución. 

Las clases patronales, los Frei, los Aylwin, después de abortado el intento golpista salieron de sus escondrijos, rompieron su silencio cómplice sólo para combatir las organizaciones de fuerza, de poder y combate de los trabajadores, que habian sido las que habían organizado la lucha contra el golpismo y la defensa de sus libertades. 

El cinismo y el descaro reaccionario no tienen límites. Después que un grupo armado del Partido Nacional desde los tanques bombardeó La Moneda y asesinó a trabajadores, la Democracia Cristiana y el Partido Nacional se permiten acusar a los trabajadores de organizar grupos armados y exigen su disolución, represión y aplastamiento, amenazando con declarar inconstitucional al gobierno y derrocarlo si éste no cumple con la "honrosa" tarea de reprimir las organizaciones populares. 

Que no se equivoquen los reaccionarios: la clase obrera y el pueblo no aceptarán estos chantajes, no darán un paso atrás y seguirán multiplicando y fortaleciendo sus organizaciones de poder, sus órganos de combate, grite lo que grite, reclame lo que reclame Frei y sus secuaces. 

Así llegamos a la situación actual. 

Vivimos un momento en que el enfrentamiento social y político se ha agudizado en grado extremo. Dos enormes bloques sociales se han constituido. 

Por un lado, la clase obrera y el pueblo extensamente activados y movilizados, que dió un salto enorme en organización y conciencia, que desarrolló importantemente su capacidad de defensa, que tomó la iniciativa y tomó nuevas posiciones en fábricas y fundos, levantando un poderoso dique al golpismo y al chantaje, junto a los suboficiales, soldados y carabineros y junto a los oficiales antigolpistas. 

Por otro lado, las clases patronales al quedar al descubierto, sin banderas, desarmadas políticamente, sin base popular, se atrincheraron en la institucionalidad y desde allí comenzaron a presionar y a mover sus influencias en la alta oficialidad reaccionaria para que las Fuerzas Armadas actuaran abiertamente a la defensa de sus intereses. 

Los reaccionarios abrieron un proceso de deliberación en los cuarteles, incitando al golpismo, cuyas manifestaciones más inmediatistas fueron abortadas por la suboficialidad y por la oficialidad antigolpista. 

Era el momento de dar un salto adelante en la contraofensiva, de extender la toma de posiciones y de golpear a las clases dominantes. La clase obrera y el pueblo así lo entendieron y lo pusieron en práctica. Vacilaciones en el gobierno no acompañaron esta disposición ofensiva de los trabajadores en lo inmediato. Ello permitió a las clases patronales readecuar su táctica:emplazamientos y exigencias al gobierno para llevarlo, con la ilusión de una posible negociación, tomar medidas o tolerarlas, que permitieran a las clases patronales fortalecerse y desarticular a los trabajadores. 

Combinaron una estrategia golpista con una táctica de emplazamientos y chantajes. Atrincherados en la institucionalidad burguesa, desde sus posiciones en la justicia y en la Contraloría, desde el Parlamento amenazan con acusar constitucionalmente al gobierno y así sembrar la anarquía en la Fuerzas Armadas, si el gobierno no se somete a sus exigencias, empujan a la alta oficialidad reaccionaria a realizar emplazamientos al gobierno. Frei, el que ayer no más, pontificaba acerca del carácter profesional y apolítico que debían mantener las Fuerzas Armadas, personalmente pasó la semana pasada incitando a la deliberación, a emplazar al gobierno y al golpismo a altos oficiales reaccionarios. 

Frei aspira a recuperar concretamente el control del gobierno, para ello necesita previamente desarticular y dividir toda posible resistencia a sus chantajes o a sus golpismos.Intenta con sus chantajes obligar a que este gobierno se haga parte del trabajo sucio de reprimir a sectores del pueblo. 

Trabajan sobre los sectores vacilantes de la izquierda, sembrando en ellos ilusiones en acuerdos posibles. Quieren tentar a éstos a seguir su juego, a llegar a entendimientos que paralicen y desarticulen la lucha del pueblo y de la izquierda, para después de ello dejarle caer la mano de hierro del golpismo reaccionario. 

Que entienda el señor Frei y todos los reaccionarios, que podrán engañar a los vacilantes y a los reformistas más recalcitrantes. Pero la clase obrera que los conoció en El Salvador y Pampa Irigoyen: el pueblo que los vio dar luz verde al asesinato del General Schneider y a los tanques del viernes 29; el pueblo y los revolucionarios: Frei y sus secuaces no los lograrán engañar jamás. 

Hacen todo esto levantando la defensa de la democracia y la legalidad, la misma que bombardearon los tanques del Partido Nacional. 

Defienden no la libertad de los trabajadores, sino la democracia y el orden burgués. Defienden esa democracia en cuyo nombre se ha masacrado asesinado y, torturado a trabajadores. 

Defienden esa democracia que mata por hambre y miseria a millones en el mundo entero. Defienden esa democracia que no es democracia, sino dictadura burguesa y patronal. 

Esa no es la democracia de los trabajadores. La democracia proletaria la democracia directa que no necesita Parlamento, Justicia o Contraloría como las actuales quie se arrogan la representación del pueblo. 

Los trabajadores están construyendo en las comunas sus propias instituciones de clase; los Comandos Comunales, órganos del Poder Popular que se fortalece día a día, y lo seguirán haciendo lo acepten o no lo acepten los vacilantes y reclamen lo que reclamen los reaccionarios. 

Las clases patronales y sus sirvientes politicos exigen la represión a los trabajadores y a los revolucionarios por medio de la Ley de Control de Grupos Armados. Esta ley fue propuesta y aprobada por la mayoría reaccionaria del Congreso. Entonces, nosotros la calificamos de la nueva ley maldita, y la combatimos públicamente, El gobierno pudo haberla vetado pero no lo hizo; suya es la responsabilidad por la negligencia y las consecuencias de esta ley represiva. 

Fueron grupos armados del Partido Nacional con la venia del freísmo, los que no hace quince días bombardeaban La Moneda, asesinaron a Moisés Huentelaf en Cautín, al obrero Ahumada en Santiago desde el local del Partido Democratacristiano, son los que han puesto centenares de bombas en los últimos dos años, los que asesinaron a un general en 1970, los que ametrallaron a nuestro compañero Nilton Da Silva en Santiago. 

Qué hipocresía y qué cinismo la de estos politicastros que denuncian y exigen la represión al pueblo para ocultar sus propios crímenes. 

Qué inconcebible lo que ocurre en este país y en esta democracia. Mientras el propio Pablo Rodríguez, el cobarde, reconoce públicamente que otras unidades militares estaban comprometidas en el intento golpista, y el mismo Ejército afirma hoy dia, que la derecha se robó seis ametralladoras pesadas con seis mil tiros del Regimiento Maturana, hay sinvergüenzas que exigen que las Fuerzas Armadas repriman a supuestos grupos amados entre los trabajadores y la izquierda. 

Antes de exigir nada, el señor Frei debe explicar al país qué sabía del intento golpista del viernes 29. Antes de chantajear a nadie, el señor Frei debe informar a todo el país a qué ha incitado a algunos altos oficiales con los que han contactado en los últimos días. 

Los reaccionarios exigen la promulgación de la Reforma Constitucional Hamilton Fuentealba, es decir la devolución de empresas. La clase obrera y el pueblo han promulgado en los hechos ya su propia ley. Los trabajadores ya decidieron de quién son las atribuciones, que son suyas, para incorporar empresas al área Social. 

La clase obrera y el pueblo ya decidieron cuáles son las empresas que quedarán en el área Social y cuáles quedarán sujetas al control obrero. 

La clase obrera en su lucha ocupó las fábricas y no serán politicastros golpistas forrados en las banderas de la democracia y en dólares extranjeros, los que vengan a imponer sus condiciones a los trabajadores. 

Dirán los reaccionarios que esto es transgredir las leyes, la Constitución y el Derecho. Sí que lo es. Las constituciones expresan intereses de clase y correlaciones de fuerza. Aquí en Chile, la clase obrera está levantando en la práctica sus propias leyes y la constitución tendrá que cambiar en favor del pueblo. 

Los pueblos tienen el derecho a hacer sus propias leyes. La clase obrera y el pueblo en Chile están construyendo aceledaramente sus propias leyes y echando las bases de una nueva Constitución, de una nueva legalidad, de una legalidad revolucionaria, de esa legalidad que se construye en el combate y en la lucha. 

Los reaccionarios exigen la devolución de las fábricas ocupadas. Con eso quieren desarticular a la clase obrera, dividir al pueblo. La clase obrera en las fábricas, en los Comandos y Cordones, exige y se hará respetar el paso de todas las grandes empresas al área Social, el Control Obrero en la pequeña y mediana y la Dirección Obrera en las empresas del área Social. 

La clase obrera ha notificado a la Democracia Cristiana y al Partido Nacional, a los Jarpa y a los Bulnes, a los Frei y a los Aylwin, que no acepta la promulgación de la Reforma Hamilton Fuentealba; que es ella, la clase obrera, la que decidirá qué empresa pasa al área Social y qué empresa no pasa. 

Algunos vacilan frente al emplazamiento reaccionario, sostienen que es necesario llegar a acuerdos con sectores del campo contrario y ganar tiempo, y que de otra manera el enfrentamiento estallará de inmediato. Esto que no era cierto hace unas semanas tampoco lo es hoy día. 

La correlación de fuerzas para un levantamiento golpista no favorece a la clase patronal. Parte importante de los mandos son antigolpistas, y la oficialidad antigolpista y la suboficialidad ya se han demostrado capaces de sofocar intentos sediciosos. 

La clase obrera y el pueblo están hoy, como nunca antes habían estado de fuertes, en organización y disposición de combate tras la defensa de sus intereses y sus conquistas. Las otras capas del pueblo día a día se incorporan con más fuerza y decisión, imponiéndole a la izquierda en su conjunto la reagrupación y la acción común en la base. 

Ahora, si la ofensiva de masas en curso lograra también imponerle una acción al gobierno, esta fuerza puede multiplicarse, y ganarse el tiempo que se busca de la única forma posible:arrinconando al enemigo, paralizándolo. 

Quienes frente al emplazamiento reaccionario busquen dar una salida intermedia de conciliación o consenso, fracasarán en su objetivo y desarticularán y dividirán a los trabajadores y a la izquierda. 

Por eso, es inútil el diálogo con el Partido Democratacristiano, Este es un partido burgués en el que predomina la táctica reaccionaria del freísmo. Si en él hay corrientes antigolpistas no serán ganadas por los trabajadores por medio de concesiones, estas concesiones terminarán fortaleciendo al freísmo. 

Los revolucionarios deben tratar de ganarse a los trabajadores democratacristianos, pero a través de la denuncia del carácter reaccionario de su partido, impulsando el programa revolucionario del pueblo y a través de la acción de masas. 

No es posible dialogar con quien chantajea y amenaza con reprimir a los trabajadores. La tarea no es ganar tiempo a costa de concesiones que nos debiliten. La tarea es llamar a la clase obrera a estrechar sus propias filas, desde allí resistir los emplazamientos, conquistar nuevas posiciones y los trabajadores, así, luego podrán emplazar a los patrones. 

Por eso, la clase obrera no quiere un gobierno ni un Gabinete de diálogo, sino que exige que el Gabinete y el gobierno sean instrumentos de lucha y combate. 

No es éste el momento de cuestionar las tomas o de limitar el desarrollo del poder popular. Este es un momento histórico fundamental en el que las grandes tareas son atajar al golpismo, enfrentar el emplazamiento, neutralizar a los vacilantes, empujar y profundizar una vigorosa y resuelta contraofensiva revolucionaria y popular. 

No hay otra alternativa para los revolucionarios. Puede haberla para los reformistas más recalcitrantes, pero a éstos la historia sabrá marcarlos de acuerdo a su conducta. 

La situación sólo ofrece dos caminos: la capitulación reformista o la contraofensiva revolucionaria y, si esta última desencadenara un intento golpista habrá fuerzas de sobra para aplastarlo. 

Toda forma de capitulación, en fin de cuentas, conducirá, más temprano que tarde. al aplastamiento de los trabajadores, a través de una dictadura reaccionaria y represiva. 

Dos tácticas se ofrecen a la clase obrera y al pueblo. 

Una, que establece que no es posible profundizar la ofensiva popular, pues encendería de inmediato el enfrentamiento, que es necesario ganar tiempo; se mantiene al interior de la institucionalidad burguesa, a la que no deja de criticar, pero al no dar una salida alternativa a ésta, se abren al diálogo con sectores del campo contrario, el que sólo pueden construir devolviendo empresas y haciendo concesiones. 

Esta táctica está irremediablemente condenada al fracaso, pues buscando aliados en el campo contrario los pierde en el propio. 

La otra táctica es la táctica revolucionaria. 

Es la táctica que ha puesto en práctica la clase obrera y el pueblo en las semanas recientes. 

La táctica revolucionaria consiste en reforzar y ampliar la toma de posiciones en las fábricas, fundos y distribuidoras. 

No devolver las grandes empresas tomadas, incorporarlas al área social bajo Dirección Obrera, imponiendo en la pequeña y mediana industria el Control Obrero. 

Desarrollando la fuerza de los trabajadores fuera de la institucionalidad burguesa, estableciendo el Poder Popular en los Comandos Comunales, los Comités de Defensa, multiplicando y extendiendo la ofensiva popular, incorporando a ella a los pobladores, campesinos y estudiantes, extendiendo la movilización a todo el país. 

Desarrollando la alianza de los trabajadores con los soldados, suboficiales y oficiales honestos. 

Rescatando la base obrera y popular de la Democracia Cristiana. Fortaleciendo la alianza revolucionaria de la clase obrera y el pueblo. Impulsando la reagrupación de los revolucionarios y la acción común de la izquierda por la base. 

La tarea inmediata de esta táctica revolucionaria es profundizar y ampliar la contraofensiva popular y revolucionaria en curso y, para ello, proponemos la realización de un paro nacional por 24 horas. 

Proponemos la realización de este paro a todas las organizaciones populares de este país: a la CUT a los Comandos Comunales, a los Consejos Campesinos, a las Federaciones Campesinas y Estudiantiles y a todos los trabajadores. 

Proponemos que este paro notifique a los golpistas que la clase obrera y el pueblo aplastarán todo intento golpista. 

Proponernos este paro para notificar a los reaccionarios que la clase obrera y el pueblo resistirán y enfrentarán toda forma de emplazamiento y chantaje. Un paro que notifique a los politicastros y reaccionarios que la clase obrera no acepta la promulgación de la Reforma Constitucional de Hamilton y Fuentealba, pues la clase obrera ya promulgó su ley y está decidida a no devolver ninguna gran empresa. 

Un paro nacional que rechace las triquiñuelas legalistas de los Frei, Pareto, Aylwin, Jarpa y Bulnes, que pretenden colocar al pueblo y al gobierno en la ilegalidad. 

Un paro nacional de carácter distinto, un paro que organice, fortalezca y multiplique los Comandos Comunales en todo el país, incorporando a todas las capas del pueblo. 

Un paro nacional que exija medidas inmediatas contra todos los oficiales golpistas y la remoción de los mandos comprobadamente comprometidos en la sedición y, el chantaje. 

Un paro nacional que levante como derecho legítimo de la clase obrera y el pueblo la organización de sus propios órganos de vigilancia, de protección, de defensa y de lucha. 

Un paro nacional que exija la solución de los problemas de ingreso de los trabajadores y de las Fuerzas Armadas, a costa de la ganancia capitalista. 

El MIR no pretende atribuirse la paternidad de esta proposición, no hemos hecho otra cosa que recoger la proposición que hicieron los Comandos Comunales, sectores de vanguardia de la clase obrera y el pueblo. Llamamos al resto de la izquierda y al conjunto de las organizaciones populares a impulsar un paro nacional, como la mejor forma táctica de profundizar la contraofensiva en curso. 

Fortalecer y desarrollar el Poder Popular y luchar por la democratización de las FFAA. La clase obrera y el pueblo deben luchar por resolver los problemas de ingreso y abastecimiento de los miembros de las FFAA por terminar las restricciones a éstos en sus derechos ciudadanos y porque tengan la posibilidad de incorporarse a las organizaciones populares. 

Los trabajadores hoy enfrentan un programa reaccionario, el programa de la explotación y la miseria. Un programa general de hace dos años no es suficiente. El único programa que se ha demostrado eficaz es el que hoy levantan extensos sectores de los trabajadores, es el Programa Revolucionario del Pueblo: programa que multiplica la fuerza y el poder de los trabajadores. 

No será sólo con un Programa económico de emergencia o con la batalla de la producción con lo que se resolverá la actual crisis. El país vive una crisis política y sin resolver ésta no será posible resolver los problemas económicos. Sólo enfrentando las posiciones de poder político que hoy controlan las clases patronales desde el Parlamento, la Contraloría y la Justicia. 

Por eso, hoy es más necesario que nunca impulsar la lucha contra el orden burgués y luchar por generar los Tribunales del Pueblo, la Asamblea del Pueblo y el Poder Popular. 

Los reaccionarios y en especial el freísmo, están exigiendo desde hace algunos días la represión de nuestra organización: el MIR. No nos atemoriza ni nos sorprende. No es la primera vez que el freísmo se juega por la represión, la tortura y la cárcel en contra nuestra. Les advertimos que no nos encontrarán como a sus ahijados políticos de Patria y Libertad pidiendo asilo en las embajadas y que hoy, reprimir al MIR es reprimir a un contingente importante de la clase obrera y el pueblo. Que entonces, nos asistirá el derecho a levantar las formas de lucha que se correspondan a la nueva situación. 

Si la contrarevolución tomara la forma de un golpismo desatado, del emplazamiento militar violento, los revolucionarios y los trabajadores deben de inmediato extender las tomas de fábricas y fundos, multiplicar las tareas de defensa e impulsar el Poder Popular como Gobierno Local autónomo de los poderes del Estado. 

Los suboficiales, soldados y carabineros deben desobedecer las órdenes de los oficiales golpistas y, en ese caso, todas las formas de lucha se harán legítimas. 

Entonces, sí que será cierto que los trabajadores con los soldados, marineros, aviadores y carabineros, los suboficiales y oficiales antigolpistas, tendrán el legítimo derecho a construir su propio ejército, el Ejército del Pueblo. 

Compañeros trabajadores: vivimos momentos definitorios, las conquistas y el futuro de los trabajadores están amenazados. 

La lucha de clases es siempre una guerra, encubierta. La contrarrevolución burguesa se propone, hoy en Chile, hacerla estallar. 

El pueblo no se dejará amarrar las manos. La clase obrera y el pueblo están en disposición de combate, están decididos a defender sus conquistas y están más decididos hoy que nunca a conquistar su futuro. 

Por eso, los trabajadores han puesto en marcha una gran contraofensiva revolucionaria y popular: por eso, la clase obrera y el pueblo han organizado la defensa de sus conquistas y se preparan a conquistar nuevas posiciones. 

El pueblo emplaza su fuerza, desarrolla el poder popular, multiplica los Comandos Comunales, y levanta la organización de su defensa. 

Compañeros: 
el pueblo debe prepararse para resistir, 
debe prepararse para luchar, 
debe prepararse para vencer. 

Trabajadores de Chile:
¡ADELANTE CON TODAS LAS FUERZAS!
¡ADELANTE CON TODAS LAS FUERZAS DE LA HISTORIA! 
____________________________________________________________________________________________________

Publicado en El Rebelde, Nº 91. Julio de 1973 




Chile: El MIR, Concepción y el poder popular

http://www.kaosenlared.net/media/k2/items/cache/b75b0076865f6159eb2520e6081a5d05_XL.jpg 

Escrito por  Robinson Silva Hidalgo / Resumen.cl/ Kaos en la Red

Durante el gobierno Demócrata cristiano (1964-1969) se despertaron las esperanzas del pueblo, en un contexto de bonanza económica por el precio de las exportaciones, especialmente el cobre, se produjo una fuerte inversión norteamericana y el horizonte parecía auspicioso para Chile.

Durante el gobierno Demócrata cristiano (1964-1969) se despertaron las esperanzas del pueblo, en un contexto de bonanza económica por el precio de las exportaciones, especialmente el cobre, se produjo una fuerte inversión norteamericana y el horizonte parecía auspicioso para Chile. 

En este período la izquierda tuvo fuertes contradicciones en sus organizaciones partidarias, mientras el Partido Comunista (PC) ratificaba la movilización de masas populares y de trabajadores en función de objetivos fundamentalmente electorales (XII congreso de 1965),El Partido Socialista (PS) por su parte, advirtió en su congreso de 1965 lo limitado que eran las formas pacíficas y legales de lucha, llamando a la unidad de la clase trabajadora para llevar adelante una revolución, cuestión que, eso sí, no tuvo un correlato en la práctica. 

Puestos en esa situación, sectores de trabajadores y grupos de jóvenes descontentos con las posiciones de la izquierda tradicional decidieron romper con ese estancamiento y resolvieron las contradicciones mediante la fundación, el 15 de agosto de 1965, en Santiago, del Movimiento Revolucionario de Izquierda (MIR). 

Hay dos grupos importantes que hacen comprender mejor este origen, la Vanguardia Revolucionaria Marxista (VRM) y el Partido Socialista Popular (PSP), estas organizaciones se habían constituido a través de diversas divergencias y escisiones de los partidos tradicionales, influidos por el trotskismo, el maoísmo y sobre todo, por la revolución cubana. También, y desde el mundo social, se sumaron militantes del sindicalismo radical y de cristianos revolucionarios. 

Con estos datos, podemos decir que hacia 1965 surge con el MIR la referencia visible de un nuevo país, un Chile que estando harto de las formas políticas tradicionales de la izquierda comienza a mirarse en sus diversidades, descubre que el pueblo, la masa, es una masa viva y dinámica, construida por sujetos con acentos distintos y todos movidos por la necesidad de acabar con la injusticia, con la discriminación y con la soberbia de la clase dominante. 

Desde ese descubrimiento es que el MIR se define y expresa que el pueblo puede ser chileno o mapuche, puede ser hombre o mujer, puede ser cristiano o ateo, puede ser miles de cosas y por eso es pueblo. Ese pueblo reunido y definido como clases populares es el llamado a construir otro país, el MIR nace para “ordenar el naipe”, como dice en su declaración de principios de 1965:

“El MIR reconoce al proletariado como la clase de vanguardia revolucionaria que deberá ganar para su causa a los campesinos, intelectuales, técnicos y clase media empobrecida. El Mir combate intransigentemente a los explotadores, orientado en los principios de la lucha de clase contra clase y rechaza categóricamente toda estrategia tendiente a amortiguar esta lucha”. 

En su ADN el MIR desahució el posibilismo, mostró que su carta era el compromiso político por la liberación del pueblo, porque reconocía una lucha de clases inevitable, apostó con un cierto dejo maximilista, a la revolución, a la construcción de una realidad distinta y en ese camino fue constituyendo prácticas y saberes que nacieron de esos campesinos, técnicos y trabajadores que menciona en su declaración, también con esos cristianos, mujeres y pobladores que le cambiaron definitivamente el rostro a las clases populares y a la política chilena. 

Para ser más específico, ese cambio de rostro vino a concretarse en 1967, pero en el período que va entre la fundación y 1967 el MIR se conformó en un núcleo que atrajo a los sectores radicalizados de izquierda, dispersos y descontentos con las políticas del PC y el PS; por su política radical, el MIR significó un golpe en la mesa de una izquierda confundida y errática, que hacia fines de la década encontró un proyecto y una estrategia que le dio identidad, surgida del trabajo de los militantes y de los sectores populares que dialogaron con ellos. 

En 1967, en el III congreso del MIR un joven Miguel Enríquez y el grupo de los jóvenes de Concepción asumen la dirección de la organización, rápidamente la ordena y estructura, como quien dice, “profesionaliza” el trabajo de los revolucionarios miristas. Además de lo anterior y tal vez más importante, Miguel y los compañeros logran otorgarle un proyecto ideológico claramente al movimiento: el poder popular. 

La etapa más rica del mirismo, esa que va desde 1967 hasta 1973, son los años de la construcción de la idea del poder popular, es una idea que marca los años de la Unidad Popular, es un ejercicio político que remece la cultura política chilena, la cuestiona y logra identificar al MIR con la mayor potencia democrática que el pueblo chileno ha logrado producir: miles de tomas de terrenos, de tomas de fundo, de cordones industriales acompañan esa idea y la refrendan, como lo dijo el mismo Miguel en el sindicato minero de Schwager en abril de 1972:
“Las ideas y banderas revolucionarias son enarboladas por los obreros textiles en Tomé y Chiguayante, por los obreros de las fábricas de Talcahuano, San Vicente, Penco y Concepción, los campesinos de Yumbel, Cabrero y Hualqui, por los pobladores de toda la provincia, por los estudiantes y, especialmente, por los mineros del carbón y los trabajadores del campo y la ciudad a lo largo del país. // Las fuerzas del pueblo, la energía y decisión de sus luchas, su voluntad implacable a golpear a sus enemigos y a defender sus intereses y terminar con el yugo de la explotación, es lo que hace crecer la fuerza de la Revolución. Nuevas capas del pueblo se incorporan a la lucha, haciendo temblar el viejo juego politiquero tradicional”. 

La idea del Poder Popular nace de la práctica política y social del MIR, nace del enraizamiento en los territorios, de los espacios donde el pueblo construyó su saber, la idea del Poder Popular, el centro del proyecto del MIR, nació no de un grupo de intelectuales, nació de la necesidad de visibilizar a los hombres y mujeres negados por la historia. No es extraño entonces que la dictadura fuera especialmente cruenta en esos mismos lugares y sectores sociales que Miguel nombra y convoca, la dictadura destruyó la industria textil de Tomé y Chiguayante, cuyo golpe de gracia dio la Concertación, por cierto. Los campesinos fueron masacrados en Yumbel, en San Rosendo, en Laja y desaparecidos como sujeto social a manos de la industria forestal y agroindustrial, ni hablar de la industria del carbón, masacrados física y socialmente también. 

Pero como dice Miguel las fuerzas del pueblo hacen crecer la fuerza de la Revolución, y las nuevas capas del pueblo que hoy se incorporan a la lucha también buscan derrotar el viejo juego de la política tradicional, hoy disfrazado de diálogo ciudadano y comisiones evaluadoras. Es importante hacer notar que esas nuevas capas incluyeron a los nadie por primera vez, a las mujeres, a los mapuches, a los marginados en la periferia de las ciudades, ellos no existían ni siquiera para los partidos tradicionales de izquierda, por lo menos no como sujetos, tan solo como bolsones de votos en campaña. 

El Poder Popular logró expresarse de manera radical y unitaria, en Concepción, es necesario recordarlo. El MIR que recordamos es en lo grueso es ese MIR, el que impulsó la Asamblea del Pueblo de Julio de 1972, destaco lo significativo de ese momento, pues cabe recordar que esa instancia popular agrupó a 59 sindicatos, a 6 federaciones campesinas, a 31 campamentos y comités sin casa, a 17 agrupaciones estudiantiles, a 27 centros de madres y a 5 organizaciones políticas, además de los diversos frentes intermedios del MIR. 

En poco tiempo y solo mirando a nuestra provincia, vemos que el MIR y su proyecto logró convocar a diversidad de sujetos y organizaciones, traspasando sus fronteras y unificando al pueblo, respondiendo al poder desde su propia identidad política, esa asamblea partió de la siguiente manera, según lo indica el diario El Sur del 28-07-1972: “denunciar al parlamento burgués y contrarrevolucionario y rendir un homenaje a la Revolución Cubana”. 

Este Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el del proyecto popular y revolucionario es el que vivió y conoció Chile, este mismo MIR tuvo que resistir y en ese esfuerzo, que le costó la vida a miles de mujeres y hombres comprometidos con el pueblo es el que celebramos hoy. Es por eso que más allá de la historia, más allá de las memorias, siempre subjetivas, lo que rescatamos es que ese mismo pueblo y su proyecto se encuentra vivo y presente, golpeado, sin duda pero vivo, y eso gracias a Miguel, a Luciano a Bauchi; pero también a Ana Luisa Peñailillo, a Iris Vega, a María Galindo, a Jane Vanini; también a los 19 campesinos y trabajadores de Laja y San Rosendo, a los compañeros asesinados en la operación Alfa-carbón en Concepción, Los Ángeles y Valdivia, a los combatientes de Neltume, de la Fuerza Central y de las Milicias de Resistencia Popular, a los hermanos Vergara Toledo, y así a todos y todas quienes han construido y conservado la historia y la memoria del MIR, la historia de una organización política que buscó hacer política desde y con el pueblo, con las y los populares.
Ese fue el inicio, ese es el camino.


Notas sobre la historia del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile, 1973-1975
Archivo:MIR Chile.png
Centro Documental Blest   10/8/2014  La Haine

 
¿Qué es el MIR? 

Notas sobre la historia del MIR




Discurso pronunciado por Armando Hart en homenaje a Miguel Enríquez

"Nacimos en 1965, existimos realmente desde 1967, actuamos desde 1969, y entre 1970 y 1973 logramos construir una vigorosa, sólida y joven organización, arraigada ya en casi todas las capas del pueblo, con una estructura político-militar relativamente sólida, constituida ya una estrecha coordinación y solidaridad revolucionaria en el Cono Sur de América Latina, entre el ERP, los Tupamaros y el ELN, que hoy rinde ya sus frutos, habiendo atravesado ya difíciles experiencias: inexperiencia, clandestinidad en 1969, ensanchamiento político y de masas entre 1970 y 1973, los combates de Septiembre y, hoy, la represión. La ilusión reformista de la U.P. no nos involucra, la deserción provocada por su fracaso sólo nos rasguña, hemos constituido orgánica, política e ideológicamente una generación de revolucionarios profesionales, que hoy son una posibilidad revolucionaria abierta en Chile y en el Cono Sur. La situación chilena nos ofrece un desafío que somos y debemos ser capaces de vencer. Con una táctica adecuada, con serenidad, valor y audacia lo lograremos".

Comisión Política del MIR

Noviembre de 1973.

Enviado por Víctor Toro
¿QUÉ ES EL MIR?

"Nacimos en 1965, existimos realmente desde 1967, actuamos desde 1969, y entre 1970 y 1973 logramos construir una vigorosa, sólida y joven organización, arraigada ya en casi todas las capas del pueblo, con una estructura político-militar relativamente sólida, constituida ya una estrecha coordinación y solidaridad revolucionaria en el Cono Sur de América Latina, entre el ERP, los Tupamaros y el ELN, que hoy rinde ya sus frutos, habiendo atravesado ya difíciles experiencias: inexperiencia, clandestinidad en 1969, ensanchamiento político y de masas entre 1970 y 1973, los combates de Septiembre y, hoy, la represión. La ilusión reformista de la U.P. no nos involucra, la deserción provocada por su fracaso sólo nos rasguña, hemos constituido orgánica, política e ideológicamente una generación de revolucionarios profesionales, que hoy son una posibilidad revolucionaria abierta en Chile y en el Cono Sur. La situación chilena nos ofrece un desafío que somos y debemos ser capaces de vencer. Con una táctica adecuada, con serenidad, valor y audacia lo lograremos".

Comisión Política del MIR 
Noviembre de 1973.

¿QUÉ ES EL MIR?
Documento preparado por el Comité Central del MIR en la clandestinidad. Diciembre de 1974.
El MIR, DESTACAMENTO DE VANGUARDIA EN LA LUCHA CONTRA LA DICTADURA GORILA

La dictadura lleva ya más de quince meses oprimiendo al pueblo trabajador chileno. Día a día suma nuevos crímenes en contra del pueblo, aumenta sin pausa las ganancias de los dueños del poder y la riqueza, hunde en la miseria a cientos y cientos de miles de chilenos, llena los bolsillos de los altos oficiales y de todos los lacayos de la burguesía que participan del gobierno, miente y calumnia, explota y oprime, tortura y asesina.

Frente a ella el pueblo trabajador chileno, con la clase obrera a la cabeza, ha comenzado a desarrollar una dura y prolongada lucha que sólo puede terminar con el derrocamiento de la dictadura, el restablecimiento de los derechos humanos, la recuperación de las conquistas de los trabajadores, el castigo de los criminales, y el establecimiento de un nuevo gobierno que represente los intereses de todos los sectores sociales y que luchen decididamente por derribar a esta dictadura criminal y opresora.

Y esa lucha del pueblo trabajador, de los explotadores y oprimidos, ha tenido en la primera linea de fuego a un puñado de hombres y mujeres surgidos del seno mismo de las clases trabajadoras chilenas, fogueados en el combate cotidiano de las clases y capas explotadas, a los miembros del MOVIMIENTO DE IZQUIERDA REVOLUCIONARIA, el MIR.

Día a día la dictadura anuncia haber destruido al MIR, día a día miente y trata de engañar. Día a día expresa que el MIR ya no tiene dirigentes, que todos han sido muertos o apresados, que el resto huye dejando a las masas trabajadoras abandonadas a su suerte.

Los gorilas confunden sus deseos con la realidad y tratan de ocultar la realidad con palabras. Es verdad que muchos y valiosos miembros del MIR han sido asesinados por la dictadura; es verdad también que muchos otros han sido apresados y son cruelmente torturados; también es verdad que unos pocos de nuestros miembros han sido incapaces de soportar los riesgos y los rigores de la lucha clandestina y se han convertido en desertores, se han asilado traicionando la causa de la clase obrera y explotados chilenos. Pero a pesar de eso el MIR sigue existiendo e incluso sigue creciendo; cientos y miles de trabajadores de vanguardia se han incorporado a nuestro partido después del golpe gorila;.día a día la clase obrera entrega al Partido sus mejores cuadros.

Así es la historia de los partidos revolucionarios y de las luchas revolucionarias del proletariado. Llegan momentos en que caen muchos de los valiosos cuadros del Partido; pero si su labor ha sido efectiva, si su vida ha sido consagrada a crear una organización verdaderamente revolucionaria, entonces, su muerte en vez de producir el retroceso y el desánimo sirve de acicate a cientos y cientos de trabajadores de vanguardia que toman la bandera del camarada caído levantándola más en alto en un reto decidido a la burguesía y sus perros de presa.

Mártires y héroes de la clase obrera y del pueblo trabajador chileno, ejemplo glorioso para los pueblos de América y del mundo; la sangre de los miembros del MIR riega, junto a la sangre de miles de obreros, campesinos, empleados, mujeres, jóvenes y niños, las calles y campos de Chile.

Cientos de miles de hombres, mujeres y jóvenes de nuestro pueblo ven hoy con claridad en el MIR el camino más certero en la lucha por derribar el gorilaje y desean saber cómo pueden ellos también incorporarse a la lucha y ocupar el lugar dejado por los camaradas caídos en las filas de los revolucionarios.
Para ellos hemos escrito este pequeño folleto. Para explicarles resumidamente cuál es la política del MIR y cómo pueden los obreros y todos los trabajadores conscientes incorporarse a nuestras filas.

Diez años en las luchas del pueblo

El MIR es una organización joven. Fue formada en agosto de 1965 como resumen de una lucha iniciada desde 1962 por un grupo de camaradas jóvenes que buscaban dar vida a una organización revolucionaria.

Encabezados por el camarada Miguel Enríquez, un grupo de jóvenes en su mayoría estudiantes, junto con una también pequeña organización formada por cuadros que habían sostenido durante toda su vida posiciones revolucionarias en el seno de los partidos de izquierda tradicional, dieron nacimiento al MIR el 15 de agosto de 1965.

La nueva organización dio un programa de revolución proletaria y una estrategia político militar para la conquista del poder; ambos (programa y estrategia), tenían muchos defectos, pero en su época constituyeron un salto adelante de gran magnitud en nuestro país donde la influencia del reformismo y el centrismo en la clase obrera habían ocultado y deformado la teoría revolucionaria marxista leninista.

Pero lo fundamental que aportó la nueva organización fue el hecho de que se concebía como el núcleo revolucionario a partir del cual se podría desarrollar el Partido revolucionario del proletariado chileno, herramienta indispensable para lograr el éxito de la lucha de las masas trabajadoras.

Hasta entonces todos los sectores que planteaban posiciones revolucionarias en la izquierda chilena atribuían la política del PC y del PS a una supuesta mala intención o incapacidad de los dirigentes de esos partidos; se negaban a comprender que la política del reformismo y el centrismo y su incapacidad para ponerse al frente de las luchas más decididas de las masas no obedecían a defectos personales de sus militantes sino a una historia de casi cincuenta años de lucha legal e institucional de la clase obrera y del pueblo de Chile, de subordinación del partido obrero a la política internacional de la Unión Soviética.

El MIR (y el mérito fundamental de esto corresponde al camarada Miguel Enríquez) supo comprender que en esas condiciones la lucha en el interior de los partidos tradicionales terminaba reduciéndose a estériles luchas personales y al surgimiento de caudillismo que en nada ayudaban a la causa de la clase obrera. En Chile, como en la mayoría de los lugares en que se ha conquistado el poder por el proletariado, era preciso separar tajantemente las aguas entre los revolucionarios y los no revolucionarios; constituir una organización revolucionaria de vanguardia ligada a las masas, disciplinada, combativa, formada por cuadros escogidos y de carácter internacional; y sólo a partir de allí buscar la unidad de acción con los sectores no revolucionarios.

Comenzaba así el largo camino de la construcción del Partido revolucionario del proletariado chileno.

Al principio la nueva organización sólo pudo desarrollar trabajo político de masas en escasos sectores sociales, fundamentalmente estudiantes, algunos sectores obreros, algunos sectores de pobladores. Pero en todos los lugares en que pudo desarrollar ese trabajo se puso rápidamente a la cabeza de las movilizaciones de las masas.

Se chocaba por doquier con el sectarismo y el dogmatismo de los partidos de izquierda tradicional que agredían físicamente a nuestros miembros, aún pequeños en número, tratando de obstaculizar nuestra presencia en las movilizaciones de las masas, y utilizaban todos sus medios de propaganda para presentar a la nueva organización como "agente de la burguesía y de la CIA", "provocadores al servicio del enemigo", etc.

Y se chocaba también con el centrismo en el interior mismo de la nueva organización. Muchos cuadros formados en la lucha interna dentro de los partidos tradicionales que no habían aprendido a unir sus posiciones verbalmente revolucionarias con una práctica revolucionaria concreta, querían seguir desarrollando una política "de escritorio", se consideraban "consejeros" de la izquierda tradicional y malgastaban el tiempo del Partido en discusiones estériles que no guardaban ninguna relación con las tareas concretas que teníamos por delante.

Mientras tanto, el MIR seguía desarrollándose en el seno de las masas, abriéndose nuevos frentes de trabajo, formando sus cuadros y miembros en la unión fructífera de la teoría y la práctica revolucionarias. En 1967 el camarada Miguel Enríquez asumió el cargo de Secretario General del MIR, y el partido se dio a la tarea inmediata de desarrollar una política que incorporara a vastos sectores del pueblo a formas de luchas más radicales y directas por sus reivindicaciones económicas y políticas.

Así se dio impulso a las acciones directas de los Sin-Casa organizando y movilizando la mayoría de los pobladores de las grandes ciudades, se comenzó el trabajo político en las zonas rurales, se intensificó el trabajo de masas en la clase obrera, se extendió a todo el país el trabajo en el frente estudiantil, se desarrollaron acciones directas del Partido vinculadas a las luchas inmediatas de sectores de la clase obrera y el pueblo y se realizaron operaciones de aprovisionamiento que fueron las más publicitadas por la reacción.

El Gobierno burgués desató una feroz represión en contra del MIR, pero de escasos resultados ya que nuestra política comenzaba a encontrar el apoyo de amplios sectores del pueblo que nos brindaban ayuda y protección. Al mismo tiempo que la mayor actividad de la clase obrera y el pueblo impedía a la represión concentrar sus esfuerzos en forma exclusiva sobre nosotros.

Los elementos centristas existentes en el Partido se marginaron por su propia voluntad, y en su gran mayoría volvieron a asumir su rol de "consejeros" en revolución al interior de los partidos de la izquierda tradicional, algunos inmediatamente, otros después de guardar las apariencias durante un tiempo.

Depurado y fortalecido, el MIR desempeñó un importante papel en las luchas del pueblo que desembocaron en el triunfo electoral de 1970.

Durante los tres años de gobierno de izquierda el MIR creció y se fortaleció en el seno de las masas; prendió en la clase obrera, estuvo a la cabeza de las movilizaciones campesinas, se constituyó en una organización revolucionaria presente en todo el país a la cabeza de las movilizaciones más radicales de la clase obrera y el pueblo; combatió sin vacilaciones las actividades de la reacción; discutió y denunció todos los errores del Gobierno de la misma forma como aplaudió y apoyó todas las medidas que beneficiaron a los trabajadores; se preocupó preferentemente por mejorar la organización y combatividad del proletariado y las masas trabajadoras no proletarias; levantó una Plataforma de Lucha ("El programa del pueblo") que representaba fielmente las aspiraciones y reivindicaciones inmediatas de la clase obrera y de todo el pueblo y que fue un instrumento poderoso para guiar la lucha y organización cada vez más adecuadas; en fin, hizo todo lo que le fue posible por aumentar la fuerza del pueblo, mejorar su organización, desarrollar su conciencia de clase, multiplicar su capacidad combativa.

Pero la influencia del reformismo obrero (PC fundamentalmente) y del centrismo de izquierda (especialmente el PS) en el seno de las masas populares chilenas era aún demasiado grande, y a pesar de los esfuerzos del MIR y de los sectores de vanguardia del proletariado y el pueblo, el gobierno del compañero Allende tuvo un sello marcadamente reformista.

Así, el gobierno de izquierda en lugar de impulsar en forma decidida la movilización independiente de la clase obrera y el pueblo, hizo concesiones al enemigo, frenó la actividad de las masas, buscó una alianza con un sector de la burguesía (el PDC), incorporó a las Fuerzas Armadas al Gobierno, e incluso reprimió en ocasiones las movilizaciones populares.

La política reformista del gobierno del compañero Allende no pudo, de este modo, lograr la unidad del conjunto del pueblo. Primero, porque en la medida en que buscaba la alianza con sectores burgueses y frenaba la movilización independiente del pueblo, estaba legitimando ante los sectores más atrasados de las masas a esas fracciones burguesas que continuaron teniendo influencia en los medios populares más atrasados (sectores campesinos, sectores de capas medias, sectores poblacionales, mujeres, incluso algunos sectores obreros, que continuaron apoyando al PDC). Segundo, porque en la misma medida en que se resistía a impulsar una ofensiva decidida contra el conjunto de la reacción, la burguesía tuvo las manos libres para el más descarado sabotaje económico, propiciar el mercado negro, etc. todo lo cual impedía ganar para la causa del pueblo a extensos sectores de las capas medias que se vieron afectados por esa situación económica.

De ese modo, el pueblo no pudo encontrar por completo su unidad en los tres años de gobierno de izquierda y se encontraba en situación de debilidad frente a la reacción burguesa que actuaba cada día más unida.

A esto hay que sumar el hecho de que en el transcurso de esos años las masas populares hicieron la triste experiencia de que sus direcciones tradicionales (los partidos de gobierno) eran incapaces de ponerse a la cabeza de las movilizaciones más radicales de la clase obrera y el pueblo; situación que quedó demostrada con creces entre junio y agosto de 1973 cuando mientras en todo Chile el pueblo desarrollaba una decidida movilización en contra de la ofensiva burguesa, generaba los gérmenes de un poder alternativo y buscaba por todos los medios posibles pasar a la contraofensiva, sus direcciones nacionales buscaban la conciliación y el compromiso, ofrecían garantía a la burguesía, incorporaban al Gobierno a las FF.AA. que ya estaban de lleno en los preparativos golpistas e incluso estaban dispuestos a ofrecer la renuncia del compañero Presidente.

Estas contradicciones entre el Gobierno y los partidos de Gobierno, por una parte, y el proletariado y las masas populares por otra, debilitaron la fuerza del pueblo y de la izquierda e impidieron resistir de mejor manera la ofensiva reaccionaria y el golpe militar gorila. Y aunque el MIR desarrollaba una política correcta que permitía entregar mayor fuerza a las masas para resistir la ofensiva reaccionaria, era un partido pequeño e incapaz de asumir en todos los frentes, en todas las fábricas, fundos, poblaciones, escuelas, oficinas, empresas y regimientos de Chile, la tarea de reemplazar a las viejas conducciones políticas que se habían demostrado incapaces de ponerse al frente de las masas en sus batallas decisivas.

Triunfantes las fuerzas reaccionarias y golpistas, el MIR demostró que había logrado convertirse en una organización revolucionaria madura, con un buen grado de desarrollo en el seno de las masas, con una política correcta, con una experiencia de combate amplia y con miembros decididos a entregar cada minuto de su vida, e incluso morir, por la causa de la clase obrera.

En campos y ciudades, en poblaciones y fábricas, en todo Chile, los miembros del MIR estuvieron días, semanas, e incluso meses a la cabeza de la resistencia armada contra el establecimiento de la dictadura; fue la única organización de la izquierda que siguió funcionando desde los primeros días del golpe y dirigiendo la retirada de las fuerzas obreras y populares. Fue la única organización de izquierda que tomó la decisión de quedarse en Chile para correr la suerte de las masas, ponerse al frente de su proceso de reorganización y reanimación, encabezar la lucha contra la dictadura.

En más de quince meses de dictadura el MIR ha recibido muchos y muy dolorosos golpes. Nuestro fundador, forjador y Secretario general, camarada Miguel Enríquez, cayó en combate contra las fuerzas represivas, varios miembros de la Comisión Política de nuestro partido han sido apresados e incluso asesinados durante la tortura; decenas de cuadros y militantes han sido muertos o apresados.

Y también hay que contar otras bajas; las ,de los desertores del partido y traidores a la causa de la clase obrera; los que incapaces de soportar los riesgos y los sacrificios de la lucha revolucionaria clandestina han huido o se han aislado; son pocos en número y reciben el repudio unánime del partido y de la clase obrera chilena.

Pero a pesar de los golpes y las deserciones, el MIR ha sido la organización de izquierda que ha desarrollado bajo la dictadura el más amplio y efectivo trabajo de masas, se ha fortalecido internamente, ha ganado para sus filas a los mejores cuadros de la clase obrera y de la izquierda tradicional, ha encabezado y orientado el proceso de reanimación y reorganización de la clase obrera y el pueblo, ha levantado una Plataforma de Lucha para el período que es reconocida como propia por todo el pueblo chileno, se ha convertido en la más sólida esperanza del proletariado y las masas trabajadoras no proletarias, y en el enemigo implacable de la dictadura y la reacción.

La dictadura, como es lógico, oculta nuestros éxitos y nuestros avances, y da publicidad a cada uno de los golpes que logra asestamos e incluso se inventa éxitos en su lucha contra el MIR. Pero los trabajadores saben por su propia experiencia que el MIR sigue presente en los más diversos frentes y puede crecer y desarrollarse a pesar de los golpes recibidos precisamente porque cada camarada caído es reemplazado por decenas y cientos de los mejores hijos de la clase obrera y el pueblo que se incorporan a nuestras filas y emprenden la tarea gloriosa de convertir al MIR en el Partido revolucionario del proletariado chileno que podrá llevar hasta el final la lucha por el derrocamiento de la dictadura, primero y de toda forma de dominación burguesa, después.

Las concepciones fundamentales del MIR

A lo largo de sus casi diez años de experiencia de lucha el MIR ha logrado desarrollar sus concepciones políticas con mucha rigurosidad, superando el esquematismo y el abandono de la teoría revolucionaria que habían provocado el predominio del reformismo y el centrismo en la clase obrera. Nos interesa señalar especialmente aquí las ideas fundamentales de tres aspectos de nuestra concepción de la construcción del Partido revolucionario del proletariado chileno.

1.- El programa del MIR:

Para el MIR la pobreza y la miseria de la gran mayoría de los chilenos, la inhumana explotación y opresión a que es sometido nuestro pueblo, no es provocada como dicen los representantes de la burguesía, porque los chilenos seamos flojos, borrachos o no tengamos iniciativa, sino que se debe a que Chile es desde hace más de un siglo (más o menos desde 1830) un país capitalista en el cual unos pocos señores (los capitalistas o burgueses) son propietarios de los medios de producción (la tierra, las minas, las fábricas, las empresas) mientras que la gran mayoría del pueblo chileno nada posee y se ve en la obligación de vender su fuerza de trabajo a los capitalistas.

Pero no en todos los paises capitalistas los obreros y el pueblo son tan explotados como en Chile. En los países capitalistas desarrollados (Europa, Norteamérica, Japón) aunque haya mucha miseria, los trabajadores viven mucho mejor que los chilenos.

Lo que sucede en Chile es que, además de ser un país capitalista, es atrasado y dependiente. Chile no es sólo explotado por los capitalistas nacionales, sino también por los capitalistas extranjeros (los imperialistas). Así, el trabajador chileno es super explotado, sus remuneraciones y su nivel de vida son disminuidos para que con su trabajo engorden los bolsillos de los explotadores nacionales y extranjeros.

Como consecuencia de esa dependencia Chile se ha desarrollado como un país atrasado.

Primero los imperialistas establecieron una división productiva entre sus países y los países dependientes, de tal nudo que los países dependientes sólo producían materias primas y alimentos y la producción industrial estaba reservada a los países imperialistas; por más de un siglo Chile produjo y exportó trigo y minerales sin desarrollar la industria y comprando casi todos los productos industriales en el extranjero.

Como resultados del propio desarrollo del capitalismo mundial, los países dependientes comenzaron a desarrollar la industria, pero esa industria se encuentra controlada por los imperialistas y sólo utiliza maquinaria y produce artículos que en los países imperialistas están ya atrasados. En Chile la industria se desarrolló con fuerza después de 1930 con capitales nacionales y el apoyo del estado, pero desde fines de 1950 ha pasado a ser controlada en gran parte por intereses extranjeros.

Algunos piensan que en los países capitalistas dependientes y atrasados es posible promover el desarrollo del capitalismo; pero toda la experiencia mundial demuestra claramente que eso es imposible, que cada día es mayor la diferencia entre los países capitalistas atrasados y los desarrollados, que mientras se mantenga la dependencia cuando nuestros países dan un paso los imperialistas dan cinco.

El único camino para salir del atraso es romper con la situación de dependencia. Los reformistas creen que la clase obrera en alianza con algunos sectores burgueses pueden romper la situación de dependencia y desarrollar el país; pero se equivocan porque olvidan que la burguesía chilena se ha desarrollado desde el siglo pasado en estrecha alianza y convivencia con el imperialismo y que aunque algunas veces tenga roces y choques con el capital extranjero en definitiva los intereses de los burgueses nacionales y extranjeros son los mismos.

El ejemplo más claro lo dio el Gobierno de Frei, que a pesar de representar a lo que se supone es la fracción mas progresista de la burguesía, desarrolló una política antipopular y abrió las puertas de par en par para que llegaran capitales extranjeros, a apoderarse de la industria chilena.

La situación de dependencia no puede romperse mientras no se rompa al mismo tiempo la dominación de la burguesía, mientras no se termine con el poder burgués.

El único camino para terminar con el atraso y la dependencia es el establecimiento de un nuevo poder, la dictadura del proletariado, el estado proletario, el poder de la clase obrera y todo el pueblo de Chile, y el proletariado.

Con el poder en sus manos el pueblo pueden realizar una política económica independiente, desarrollar el país y comenzar el camino de la construcción del socialismo.

Cualquier intento de desarrollar el país manteniendo el Estado burgués y el poder de la burguesía está condenado al fracaso. No se pueden herir los intereses de un sector de los capitalistas sin despertar la resistencia implacable de toda la clase capitalista. No se puede desarrollar una política antiimperialista sin desatar la furia contrarevolucionaria de sus socios, los capitalistas nacionales.

Sólo la revolución proletaria, es decir, la conquista del poder por la clase obrera a la cabeza de todo el pueblo, la destrucción del aparato de poder estatal de la burguesía y su sustitución por un nuevo aparato de Estado que base su fuerza en la organización de los obreros y campesinos armados, puede llevar adelante la tarea de sacar del atraso y la dependencia a nuestro país, terminar con la explotación, la opresión, el hambre y la miseria de los chilenos.

El programa del MIR dice que lo que corresponde realizar en Chile es una revolución proletaria para poner precisamente el énfasis en el hecho de que lo que caracteriza a la revolución chilena es la conquista del poder político por el proletariado a la vanguardia de las masas trabajadoras no proletarias. El que sea una revolución proletaria no quiere decir que su contenido económico vaya a ser únicamente el carácter de clase del nuevo poder.

En efecto, dado el atraso y la dependencia del capitalismo chileno sería imposible realizar con rapidez la socialización del conjunto de los medios de producción y por lo tanto bajo el poder del proletariado, será preciso mantener por largo tiempo la propiedad privada de medios de producción en manos de la pequeña burguesía propietaria, la mediana burguesía y tal vez los sectores minoritarios de la propia burguesía.

Más aún. por ser nuestros pauses latinoamericanos no sólo atrasados y dependientes sino también pequeños, la construcción de la economía socialista, el paso de todos los medios de producción a la propiedad social del conjunto del pueblo, sólo será posible cuando el poder proletario se haya establecido en varios países vecinos de modo de poder desarrollar la gran industria moderna de bienes de capital (fabricación de maquinarias) que el desarrollo económico sostenido requiere. La construcción del socialismo en América Latina no es un proceso que pueda ser abordado por un país aislado sino que debe ser llevado a cabo de conjunto por un grupo de países; las dificultades por que ha atravesado la gloriosa revolución cubana nacen precisamente de esa situación.

Es por eso que el Programa del MIR caracteriza la revolución chilena como una revolución proletaria, en la que el proletariado a la cabeza del pueblo derribará el poder burgués y establecerá por la violencia su propio poder.

Señala que esto sólo podrá lograrse a través de una lucha revolucionaria prolongada en que junto a la actividad política de las masas desarrollará una actividad militar de masas tanto en el campo como en la ciudad.

Plantea que el nuevo poder se ejercerá desde la base del pueblo y estará resguardado por la organización de los obreros y los campesinos armados. El órgano de base del poder proletario será el Consejo Comunal de Trabajadores, que funcionará en forma ejecutiva con representantes directos de los frentes de trabajo y en forma amplia con Asambleas Comunales de todo el pueblo, organismo máximo de la vida política del país.

Todos los elegidos a estos consejos durarán en sus funciones el tiempo que gocen de la confianza de sus representados, no perderán su condición de trabajadores y su salario será el de trabajadores.

Señala que tanto por el atraso y dependencia del país como por el carácter continental de la construcción del socialismo, se establecerá una economía socialista hegemónica, pero subsistirán sectores en la pequeña y mediana producción por algún tiempo. En el sector socializado de la economía la dirección y administración de las empresas se ejecutará bajo la forma de dirección obrera, y en los sectores de economía capitalista se impondrá el control obrero.

Explica el carácter de las transformaciones a realizar por el poder proletario en el terreno de la salud pública, la educación, los medios de comunicación de masas, la seguridad social, etc.

Insiste en el carácter continental que tendrá en América Latina no sólo la construcción del socialismo sino también la lucha por el poder y plantea la necesidad de la unión y acción común de los revolucionarios latinoamericanos.

Establece una política internacional independiente, centrada en la cooperación a la lucha revolucionaria en todo el mundo y especialmente en el continente americano.

Finalmente, el Programa del MIR señala que el triunfo de la revolución proletaria sólo podrá lograrse en la medida en que la mayoría del proletariado de vanguardia se agrupe en el Partido Revolucionario del proletariado chileno; que en el curso de ese proceso será preciso impulsar la más amplia unidad de acción con los partidos obreros no revolucionarios y con los partidos pequeño burgueses, pero que en ningún caso dicha unidad pueda ser realizada a costa del sometimiento de la política revolucionaria a la política de los partidos no revolucionarios. Respecto al futuro de los partidos populares en el nuevo poder, señala que existirá la más amplia libertad de asociación y actividad para todos los partidos políticos que representen realmente a sectores del pueblo.

Por supuesto que este Programa de revolución proletaria no trata los objetivos de lucha inmediatos de la clase obrera y el pueblo ya que ese papel lo cumplen las Plataformas de Lucha. Sin embargo, la propaganda y explicación constante del Programa de la revolución proletaria chilena, su conocimiento por las más amplias masas, educa de modo revolucionario a la clase obrera y las masas populares, eleva sus niveles de conciencia política y es un poderoso auxiliar en su lucha cotidiana.

2.- La estrategia del MIR

Las clases dominantes no disponen sólo de los medios de producción. Desde el día en que la 'sociedad' se dividió entre poseedores y desposeídos, las clases dominantes desarrollaron un instrumento especial de represión, el Aparato del Estado.

Este Aparato de Estado tiene dos aspectos fundamentales: un cuerpo de funcionarios cuya tarea principal consistiría originalmente en cobrar y administrar los impuestos, y un cuerpo armado destinado a aplastar cualquier intento de rebelión de los explotados y usado también para conquistar territorios y riquezas. Con el correr de los siglos estos aspectos del aparato de estado fueron haciéndose cada vez más completos. En la actualidad el aparato represivo cuenta con fuerzas armadas, policía, y aparato judicial; en la (Presidencia, Parlamento), los servicios de impuestos, etc.

La sociedad capitalista moderna ha perfeccionado al máximo la maquinaria del Estado, incorporando a él nuevas funciones y aparatos: la educación, la religión, los medios de comunicación de masas, forman parte del aparato de poder de la burguesía junto a las organizaciones gremiales y sindicales y a los partidos políticos que defienden o no atacan consecuentemente la dominación burguesa.

Los objetivos de esta enorme maquinaria son: convencer a los explotados que acepten su situación y reprimirlos cuando intenten rebelarse. De este modo el control absoluto que ejerce la burguesía sobre el aparato económico y estatal, le permite establecer formas aparentemente democráticas de dominación, reservando las formas abiertamente dictatoriales para los momentos en que su poder se encuentre en peligro.

Pero esa democracia burguesa es un engaño; es la democracia para la burguesía y la dictadura para la clase obrera y el pueblo. La democracia sirve para dar estabilidad al régimen de dominación burguesa en un clima de aparente acuerdo general. Las elecciones, por ejemplo, dan sólo al pueblo la posibilidad de elegir a los representantes de la burguesía que ejercerán el Gobierno. Y si el pueblo logra alguna vez elegir a un representante que realice una política en su beneficio, las clases dominantes no dudan un instante en utilizar su brazo armado para desalojarlo del cargo, al mismo tiempo que cierran por un período más o menos largo el circo de la democracia representativa y establecen en forma abierta su dictadura (como ha ocurrido en Chile, por ejemplo).

La destrucción violenta del aparato estatal burgués y su sustitución por un instrumento especial de represión de la mayoría sobre la minoría, constituye para el proletariado el único camino que lo conducirá al establecimiento de una democracia real y directa. Este Estado proletario es la dictadura del proletariado, una dictadura sobre la minoría capitalista que opondrá resistencia a la construcción del socialismo, pero una democracia real para la mayoría, para el proletariado y el pueblo.

La burguesía se opone con todo su poder económico, político y armado no sólo a la dictadura del proletariado, sino también a toda reforma que amenace sus intereses. Mientras ella conserve el poder económico y estatal toda reforma, por beneficiosa que sea para el pueblo, puede ser destruida. Así ha ocurrido en nuestra patria con las reformas realizadas bajo el Gobierno del compañero Allende.

Por eso, no basta sólo con hacer reformas; es necesario también asegurarse de que los explotadores no pueden aplastarlas. La única forma concreta de hacer las reformas es teniendo como objetivo la revolución, la conquista del poder por la clase obrera y todos los explotados: realizando la lucha por reformas de un modo revolucionario a través de la fuerza y la movilización de masas para conseguir no sólo la reforma, sino también aumentar la fuerza, organización y conciencia del pueblo, su capacidad de lucha para proteger esas reformas de los golpes reaccionarios, y por lo tanto, abrir camino hacia la conquista del poder.

La experiencia de los países en que el proletariado ha conquistado el poder muestra claramente que la destrucción del aparato estatal burgués y su sustitución por el poder proletario sólo es posible a través de una revolución violenta, y que, por tanto, el proletariado revolucionario y el pueblo deben prepararse a través de sus luchas cotidianas para el empleo de las más diversas formas de lucha.

La estrategia del Partido revolucionario, es decir, la ciencia de combinar los resultados de los enfrentamientos parciales entre el proletariado y la burguesía para alcanzar el objetivo de conquistar el poder, es una estrategia político militar que considera el elemento militar de la lucha de clases como una continuación y complemento de la actividad política.

Los partidos reformistas ocultan este carácter político militar de la estructura proletaria dando mayor importancia a los medios no armados de lucha y despreciando la acción armada mientras que sectores pequeños burgueses incurren en el error contrario dando mayor importancia a la acción armada y descuidando el uso de las formas no armadas de lucha. Frente a ambos errores de graves consecuencias para la causa de la clase obrera, la estrategia político militar del proletariado considera a los enfrentamientos armados y los no armados como partes inseparables de un mismo proceso de lucha, combina los diversos enfrentamientos de clase y utiliza sus resultados para alcanzar su objetivo estratégico de conquista del poder.
El problema central de la estrategia político militar proletaria es el problema de superar la fragmentación y división de las diversas capas del pueblo, elevar sus niveles de conciencia política, mejorar su organización y su capacidad de combate, para convertir a las masas explotadas en una fuerza social efectiva con objetivos revoluciónanos.

En el terreno de la constitución de esta fuerza social revolucionaria, el Partido revolucionario del proletariado debe evitar cuidadosamente caer en los errores del economicismo y del izquierdismo. El economicismo centra sus esfuerzos» en la obtención de conquistas parciales sin preocuparse de educar políticamente a las masas, subordinando así la conciencia de las masas a la ideología de la clase dominante; el izquierdismo pone sus ojos sólo en el objetivo final dejando de lado la lucha por las reivindicaciones inmediatas y recurriendo preferentemente a las acciones sensacionalistas separadas de las masas.

En Chile el MIR ha liberado desde el nacimiento una lucha tenaz por restablecer los principios fundamentales de la estrategia político militar proletaria, abandonados y tergiversados por el reformismo, el centrismo y el revolucionarismo pequeño burgués.

Este proceso de la constitución de la fuerza social revolucionaria no es un proceso lineal de avance constante de las fuerzas revolucionarias y del desgaste permanente del enemigo. Por el contrario, en el curso de ese proceso podemos distinguir diversos períodos de la lucha de clase, períodos de ascenso de las fuerzas revolucionarias en que aumenta el grado de actividad de la clase obrera y el pueblo y período de reflujo en que disminuye el grado de actividad abierta de la clase obrera y las masas. Así por ejemplo, entre 1970 y 1973, la lucha de clases en Chile atravesó un período prerevolucionario en que aumentaron extraordinariamente su actividad política los más diversos sectores del pueblo; en la actualidad atravesamos por un período de derrota en el que la acción de la dictadura impide toda acción abierta de las masas populares.

Cada período de la lucha de clases tiene características particulares diferentes a las de otros períodos y exige por tanto que el Partido revolucionario del proletariado levante plataformas de lucha y utilice formas de lucha y organización diferente. Sin embargo, cualquiera sea el período de la lucha de clases, la vanguardia revolucionaria busca robustecer la fuerza social revolucionaria y conseguir no sólo los objetivos específicos para el período, sino también busca asegurar el camino futuro de la lucha revolucionaria.

Así como el Programa del Partido es el objetivo que guía la elaboración de las Plataformas de Lucha adecuadas a las condiciones particulares de cada período de la lucha de clases; la Estrategia del Partido es el hilo conductor que señala los criterios para establecer las formas de lucha y organización de un Partido y de las masas adecuadas a cada período.

La estrategia del MIR se señala un doble propósito: desarmar al enemigo (la burguesía nacional y extranjera y su aparato estatal), es decir ponerlo en condiciones tales que no pueda seguir combatiendo, y fortalecer las propias fuerzas (el proletariado y sus afiliados: campesinado, pequeña burguesía, subproletariado, personal de tropa de las FF.AA.). En función de este doble propósito busca también neutralizar a ciertos sectores (capas superiores de la pequeña burguesía, mediana burguesía).

Explica que la constitución de la fuerza social revolucionaria sólo es posible a través de un largo proceso de lucha de las propias masas; lucha pacífica y violenta, legal e ilegal, armada y no armada, según las características de cada período de la lucha de clases y de las fuerzas de ambos bandos contendientes.

Señala también que en ese proceso de constitución de la fuerza social revolucionaria las formas armadas de lucha no sólo constituyen una necesidad en el momento del Asalto al poder, sino que es preciso introducirlas gradualmente tanto para ir educando al proletariado y las masas en el uso de la violencia revolucionaria como para desgastar y desmoralizar a las fuerzas enemigas y ganar a los elementos de tropa de sus fuerzas armadas.

Plantea que la lucha armada en Chile tendrá un carácter de guerra prolongada, tanto en el campo como en la ciudad, aunque las características particulares del país otorgan gran importancia a la lucha armada urbana.

En lo que se refiere a las formas no armadas de lucha, señala que por la larga tradición de lucha institucional en nuestro país deben ser cuidadosamente consideradas por la vanguardia revolucionaria ya que desempeñan un papel de gran importancia.

Plantea que el esfuerzo central de la vanguardia revolucionaria en este proceso será el de ganar al proletariado de vanguardia y vincularse orgánicamente con éste, sin descuidar el trabajo político en el conjunto de sectores del pueblo.

Explica que en las etapas anales de ese largo proceso de acumulación de fuerza social revolucionaria se irán gestando múltiples formas de un poder popular alternativo, de gérmenes del nuevo estado proletario sustentadas en la fuerza armada del proletariado y el pueblo.

Explica que ese proceso de acumulación de fuerzas revolucionarias sólo podrá culminar con el éxito en la medida en que se constituya el Partido Revolucionario del proletariado chileno y se libre una dura pero fraternal lucha en el seno del pueblo para sustraer a la clase obrera y las masas de la conducción del reformismo y el centrismo.

Por último, señala que la lucha política y militar del proletariado y el pueblo de Chile debe ser integrada a la lucha de las masas trabajadoras de los otros países del continente, dando un carácter continental a la lucha por el poder. Y que del mismo modo se debe intensificar la solidaridad y acción común con los movimientos revolucionarios y populares de todo el mundo, así como con los partidos y gobiernos que construyen el socialismo.

La construcción del partido revolucionario del proletariado chileno

La clase obrera constituye el sector más importante de los trabajadores chilenos. Por la forma en que es explotada (producción de plusvalía), es el más implacable adversario del régimen capitalista. Por su concentración en fábricas, minas y fundos, y por hacer funcionar los centros vitales de la economía, tiene un peso comparativamente mayor que el resto de los explotados.

Por sus hábitos de trabajo colectivo en el seno de la fábrica tiene mayores actitudes para la acción organizada. Por su situación y nivel de vida. no tiene nada que perder sino un mundo que ganar. Por todas estas características la clase obrera es la vanguardia del pueblo, su sector más decidido y consciente, la clase revolucionaria por excelencia.

Los otros sectores que constituyen el pueblo están también interesados en la revolución proletaria, pero por sus condiciones de vida no poseen la capacidad de sacrificio, constancia y organización del proletariado, y son más fáciles de engañar por los políticos burgueses.

Pero el proletariado no constituye una masa homogénea, aunque en su conjunto se caracterice por producir plusvalía; existen en su seno diferencias debido a su ubicación en las diferentes ramas de la producción, por el tamaño de las empresas en que trabaja, etc.

¿Cómo puede el proletariado conseguir su unidad de clase en la lucha contra los explotadores?

La sola lucha por sus propios intereses no es suficiente; al contrario, es fuente de divisiones que la burguesía explota hábilmente. Además, la educación, las creencias religiosas, etc. están destinadas a mantener esa división de acción y de pensamiento. Sin embargo, la unidad de acción del proletariado es indispensable para que pueda desempeñar su papel de vanguardia del pueblo en la lucha contra la burguesía. Y esta unidad sólo se consigue mediante la experiencia de la lucha política revolucionaria.

Pero ¿cómo puede saber el obrero que poco ha podido estudiar y que tiene que trabajar duramente, por qué objetivos luchar? . La lucha por reivindicaciones inmediatas no lo lleva directamente a la lucha por la revolución y el socialismo. Por el contrario, los fracasos, los progresos lentos, etc. pueden llevar a pensar a un trabajador equivocado de que no hay manera de terminar con su miseria y que es en vano luchar. Estas ideas, ampliamente difundidas por la burguesía, se resumen en la frase fatalista: "siempre ha habido ricos y pobres" al mismo tiempo que la religión ofrece un cielo en el que todos serán iguales.

La pura experiencia no basta, pues, para sacar las conclusiones correctas de la lucha de clases. Necesitamos el conocimiento, la ciencia, necesitamos el marxismo-leninismo, el socialismo científico.

El socialismo científico es la ciencia desarrollada por MARX, ENGELS, LENIN y muchos otros grandes revolucionarios y dirigentes del proletariado mundial a partir de la experiencia práctica del proletariado y de sus luchas, estudiándolas a la luz de lo más avanzado que la humanidad había producido en el conocimiento económico, histórico, político y filosófico. Esta ciencia es un instrumento imprescindible en la lucha proletaria y exige que todo obrero consciente la estudie con dedicación y esfuerzo.

El Partido Revolucionario del proletariado es una necesidad imprescindible para la lucha revolucionaria, ya que constituye la organización que agrupa a los elementos de vanguardia del proletariado que unen a su experiencia práctica de la lucha de clases, su conocimiento acabado del socialismo científico. El Partido Revolucionario del proletariado es la unión de la teoría y la acción revolucionaria; significa la acción coordinada y consciente de los mejores representantes de la clase obrera y el pueblo que, a la cabeza de las más diversas luchas de las masas, conducen los enfrentamientos parciales de la clase hacia la consecución del objetivo estratégico del proletariado y los explotados, la conquista del poder.

El Partido Revolucionario del proletariado es una organización proletaria de vanguardia, ligada a las masas, combativa y experimentada, con una férrea disciplina, formada por cuadros escogidos, y de carácter internacional.

Es una organización proletaria de vanguardia, es decir, posee un Programa, una Estrategia, una concepción organizativa, una línea política y una táctica de avanzada que interpretan correctamente las condiciones objetivas de la lucha de clases y entregan a la clase obrera y a las masas populares objetivos de lucha correctos. Esta línea de vanguardia sólo puede construirse a través de duras luchas contra las desviaciones reformistas y centristas que se presentan en el seno del movimiento obrero y de masas.

Es una organización proletaria de vanguardia libada a las masas. Esto significa que ha logrado vincularse orgánicamente a la mayoría de la clase obrera y el pueblo; y que esta vinculación se ha establecido a través de un largo proceso en el curso del cual las masas obreras y populares han ido aprendiendo a través de su propia experiencia la justeza de la política revolucionaria.

Es una organización proletaria de vanguardia, ligada a las masas, combativa y experimentada, capaz de recurrir a cualquier forma de lucha armada o no armada en las más diversas actuaciones. Sus militantes deben ser, por tanto, cuadros revolucionarios integrales que desarrollen al máximo su formación teórica, ideológica, política, organizativa, militar, técnica y moral, capaces de asumir en cualquier momento y en cualquier sector del movimiento de masas su papel de conductores, organizadores y educadores de las masas. Para lograr esto, es obvio que el Partido Revolucionario debe ser una organización político militar.

Es una organización proletaria de vanguardia, ligada a las masas, combativa y experimentada, con una férrea disciplina. Esta férrea disciplina hace confluir todos los esfuerzos de los miembros del Partido hacia un objetivo común, y es una disciplina consciente que nace de la convicción de la justeza de la línea política del Partido y de la comprobación práctica en la lucha cotidiana de lo acertado de la estrategia y la táctica. Esta disciplina se expresa en el funcionamiento del Partido de acuerdo a las normas del centralismo democrático que funde la disciplina más férrea con la más amplia democracia interna, la más estrecha unidad de acción con la más amplia libertad de crítica y discusión a través de los mecanismos adecuados.

Es una organización proletaria de vanguardia, ligada a las masas, combativa y experimentada, disciplinada, formada por cuadros escogidos, los mejores de entre los mejores. Esto permite al Partido planificar sus tareas sobre bases seguras, al mismo tiempo que le garantiza la supervivencia y el crecimiento aun en las más difíciles situaciones. Para garantizar esto el Partido se organiza en bases o células por frente (fábrica, fundo, escuela, etc.) formadas por un pequeño número de integrantes que hacen la política del Partido en el frente.
Es, finalmente, una organización proletaria de vanguardia ligada a las masas, combativa y experimentada, disciplinada, formada de cuadros escogidos, y de carácter internacional ya que sólo la conquista del poder por el proletariado a escala latinoamericana podrá asegurar el éxito de la revolución proletaria en nuestros países y sólo la conquista del poder por el proletariado en todo el mundo podrá asegurar la construcción del socialismo y el comunismo.

Sin Partido Revolucionario del proletariado no hay revolución proletaria posible. El MIR chileno emprendió hace ya casi diez años el largo camino de lucha por convertirse en el Partido revolucionario que el proletariado de Chile necesita.

El MIR y la resistencia popular contra la dictadura

El 11 de Septiembre de 1973 la burguesía nacional y extranjera a través de sus perros de presa, la oficialidad de las Fuerzas Armadas, derribó violenta y sangrientamente al gobierno del compañero Allende, estableciendo una dictadura militar que ha desarrollado una política antipopular, cruel y asesina.

Carácter de la dictadura militar

La dictadura militar chilena surgió como única salida burguesa ante el avance del movimiento obrero y popular en las condiciones de crisis económica y de lucha entre los diversos sectores burgueses que vivía el país a partir de 1967.

Las luchas y contradicciones entre los diversos sectores burgueses tienen su causa en la crisis del modelo económico de desarrollo que se había establecido desde los anos cuarenta. Esas luchas y contradicciones tienen por objeto precisamente definir e imponer un nuevo modelo de desarrollo económico tal que favorezca ciertas fracciones, burguesas (el gran capital nacional y extranjero) aún a costa de herir los intereses de otros sectores burgueses (la burguesía agraria y la burguesía industrial vinculada a la fabricación de bienes de consumo).

El Gobierno de la democracia cristiana intentó comenzar ese proceso de establecer la hegemonía del gran capital nacional y extranjero. Su imposibilidad de hacerlo trajo como consecuencia el aumento de los choques entre las diversas fracciones burguesas al mismo tiempo que la intensificación de la actividad de las masas obreras y populares.

El ascenso del compañero Allende al Gobierno, aumentó el grado de actividad de las masas, multiplicó los choques y contradicciones entre los diversos sectores de la clase dominante, y significó la institucionalización de la crisis de la clase dominante al hacer entrar en crisis el propio aparato de poder estatal burgués.

Dada la profundidad de sus contradicciones y el ascenso del movimiento de masas, la burguesía no tenía otra salida que el establecimiento de un régimen dictatorial a través del cual se pudiera aplastar al movimiento de masas y encauzar de un modo diferente al tradicional (partidos políticos, parlamento, etc) la lucha entre las diversas fracciones de la gran burguesía.

A partir del 11 de septiembre de 1973 los Altos Mandos de las Fuerzas Armadas se establecieron no ya sólo como baluartes de la burguesía, sino también como sus representantes políticos. Habían entrado en crisis los mecanismos tradicionales de representación política de la gran burguesía, y ésta entregó su representación política al cuerpo de oficiales de las Fuerzas Armadas como representantes del interés general de las diversas fracciones de la gran burguesía.

Este carácter de representantes políticos del interés general de la gran burguesía es uno de los factores que permite diferenciar la dictadura militar chilena de los fascismos; se asiste a una subordinación de la institución militar al poder establecido y hegemónico de una fracción de la gran burguesía que tiene su propio medio de representación política: el partido fascista.

En el caso chileno, la agudización de la crisis de las clases dominantes en el marco de una agudización de la crisis económica nacional y mundial, así como la fortaleza que conserva el movimiento obrero y popular, no permite a una fracción de la gran burguesía, .el gran capital nacional vinculado al capital extranjero, establecer su dominio pleno aplastando y lesionando los intereses de los otros sectores de la gran burguesía. De ahí que la dictadura militar sea la única solución que les permita establecer un frente común contra la clase obrera y el pueblo, y de que una salida "democrática" que hubiera mantenido la vieja institucionalidad en crisis habría tenido como consecuencia solo la exacerbación de la crisis interburguesa.

Dos son los objetivos fundamentales de la dictadura militar. En primer término, la búsqueda de una salida a la crisis económica por el camino de la reorientación de la economía nacional hacia la producción para el mercado externo. En segundo término, crear las condiciones para solucionar las crisis interburguesas por medio del establecimiento de la hegemonía del gran capital nacional vinculado al capital extranjero.

Sin embargo, la crisis mundial capitalista que se ha agudizado en el último año, la profundidad de la crisis del capitalismo chileno, la fortaleza que conserva, a pesar de la represión, el movimiento obrero y popular chileno, así como el hecho de que en la conducción de la dictadura tengan participación las diversas fracciones de la gran burguesía, siembran de dificultades el camino de la dictadura y generan su inestabilidad.
El proletariado y las masas populares deben aprovechar las contradicciones que existan en el seno de la burguesía, no para buscar alianzas con sectores supuestamente progresistas que el día de mañana lo traicionarán, sino para acrecentar su propia fuerza y hacer más inestable la dictadura.

La lucha de las masas bajo la dictadura

El golpe militar del 11 de septiembre de 1973 y la feroz represión desatada desde entonces por la dictadura, han significado una importante derrota para la clase obrera y el pueblo, pero no han conseguido aniquilar la fuerza del pueblo y del proletariado. No fueron destruidas las organizaciones políticas de la izquierda ni fue asesinado o apresado el conjunto del proletariado de vanguardia. Esta correcta valoración de la magnitud de la derrota sufrida y de las perspectivas de lucha decidieron la permanencia del MIR en el país, en la perspectiva de dirigir el repliegue de las masas obreras y populares y comenzar la reorganización de las fuerzas obreras y populares para los combates futuros.

Sectores importantes de la clase obrera y las masas populares lucharon decididamente contra el golpe gorila del 11 de septiembre, sosteniendo un combate abierto durante varios días y semanas, a pesar de la aplastante superioridad de las fuerzas enemigas y el desbande de las conducciones políticas de la izquierda tradicional.

Consumada la derrota general e iniciado el repliegue masivo del movimiento de masas, la propia experiencia mostró al proletariado de vanguardia que toda lucha abierta era reprimida, por lo que era necesario buscar nuevos caminos para llevar adelante la lucha contra la dictadura.

El proletariado de vanguardia, primero, y el conjunto de las masas, después, comprendieron la posibilidad de utilizar el estrecho marco legal aún subsistente para llevar adelante su lucha. Al mismo tiempo, tomaron conciencia de la necesidad de construir una organización clandestina de las masas que fuera la columna vertebral de la lucha contra la dictadura y que permitiera articular y dirigir todas las otras formas de lucha y organización.

Así se comenzó a activar los sindicatos, organismos gremiales y comunitarios, ejerciendo diversas formas de presión sobre los dirigentes amarillos o designados por la dictadura; se multiplicaron las organizaciones semilegales, vinculadas a la defensa de los presos políticos, la ayuda a los cesantes, a las viudas y huérfanos, etc. nacieron los Comités de Resistencia CLANDESTINOS formados por 3, 5 ó 7 miembros en las fábricas, fundos, escuelas, poblaciones, etc. Todas estas formas de organización constituyen el Movimiento de Resistencia Popular contra la dictadura, siendo los Comités de Resistencia su núcleo fundamental.

Estas nuevas formas de organización y las formas de lucha por ellas desarrolladas (presión en el caso de las organizaciones legales; propaganda, ayuda solidaria con las organizaciones semilegales; agitación, organización, boicot, sabotaje menor, etc. en el caso de los Comités de Resistencia) comenzaron a cobrar masividad a partir de mayo 74, cuando el naciente Movimiento de Resistencia «Popular y el MIR desarrollaron una vasta ofensiva de propaganda y agitación.

A partir de ese momento, se ha multiplicado la actividad y masividad de las diversas formas de resistencia, especialmente de los Comités de Resistencia, creando así las bases para pasar de la fase de reorganización y reanimación del movimiento de masas a la fase de la resistencia masiva, en que se multiplica y masifica el boicot, el sabotaje menor, se desarrolla la propaganda armada y se prepara el conjunto del proletariado y las masas trabajadoras no proletarias para formas superiores de lucha.

La plataforma de lucha en el actual periodo

Uno de los elementos fundamentales de la táctica del MIR en la lucha contra la dictadura es la Plataforma de Lucha para el período. que resume los objetivos políticos y organizativos del proletariado revolucionario en este momento. Esa Plataforma, que el Movimiento de Resistencia Popular y todo el pueblo ha hecho suya, contiene cuatro objetivos fundamentales:

a) Restablecimiento de las libertades democráticas y respeto a los derechos humanos. Es decir, el cese de las persecuciones, detenciones , torturas, y asesinatos; el castigo de torturadores y asesinos; el término del estado de sitio y de las medidas de "seguridad interior", la más amplia y estricta libertad de pensamiento, opinión, expresión, reunión, petición, organización y prensa,; el libre funcionamiento de las organizaciones sindicales, gremiales, comunitarias, etc. la libertad inmediata para los presos políticos.

b) Defensa del nivel de vida de las masas. Es decir, el término de la política económica antipopular de la dictadura; devolución al área social de fundos y empresas hoy en poder de los patronos; el término de la libertad de precios y del alza periódica del dolar; el establecimiento de un salario mínimo y de bonificaciones y asignaciones que restituya a los trabajadores el poder adquisitivo que tenían en el Gobierno de Allende. El término de los despidos y de la cesantía. El establecimiento de reajustes mensuales iguales al alza del costo de la vida y bonificaciones que compensen el poder adquisitivo perdido en el mes. El libre funcionamiento de las organizaciones sindicales, gremiales y comunitarias; la libertad para los dirigentes sindicales y gremiales; el derecho a elegir libremente las directivas, a declararse en huelga, etc.

c) Derrocamiento de la dictadura y establecimiento de un nuevo Gobierno. Este objetivo fundamental sólo se podrá conseguir por medio de la violencia organizada de la clase obrera y el pueblo a través de una guerra prolongada; del derrocamiento de la dictadura surgirá un gobierno provisional formado por todos los sectores sociales y políticos que participen activamente en la lucha, gobierno provisional que tendrá por misión dar fiel cumplimiento a los dos puntos anteriores de esta Plataforma de Lucha, y convocar a una Asamblea Constituyente de todo el pueblo, garantizando la más amplia libertad de agitación, organización y lucha de las masas. El carácter del nuevo Gobierno e Institucionalidad que surjan de esa Asamblea Constituyente estará determinado por la correlación de fuerzas en el seno del bloque que derribe la dictadura.

d) Organización y desarrollo del Movimiento de Resistencia Popular. El derrocamiento de la dictadura sólo será posible si la clase obrera y el pueblo forman un amplio movimiento de carácter masivo que, superando las deficiencias que en la actual situación tienen las organizaciones gremiales y políticas tradicionales, pueda llevar adelante la lucha política y militar de las masas contra la dictadura. El núcleo fundamental del Movimiento de Resistencia Popular lo constituyen los Comités de Resistencia, pequeños grupos clandestinos integrados por miembros de los diversos partidos de izquierda y trabajadores sin partido, quienes deciden en forma democrática sobre las tareas a realizar.

El camino hacia el triunfo

No cabe duda alguna que la dictadura será derrotada y de que el conjunto del pueblo, con el proletariado a la vanguardia, logrará conseguir los objetivos de la Plataforma de Lucha para el actual período. Pero esa derrota no se logrará en poco tiempo sino será el resultado de un largo proceso de lucha armada y no armada, abierta y clandestina, legal e ilegal, del proletariado y las masas.

En la medida en que a través de ese proceso de lucha se vayan fortaleciendo gradualmente la clase obrera y el pueblo, será posible que las formas armadas de lucha vayan tomando un peso cada vez mayor, que sean cada vez más amplios los sectores del movimiento de masas que participen directamente de la lucha armada, y que, aprovechando esa situación de fortalecimiento del pueblo y de desgaste de la dictadura, se multipliquen las formas no armadas de lucha abierta de las masas (huelgas, paros, incluso manifestaciones).

Esa será posiblemente sólo la primera etapa de la guerra prolongada contra la dictadura y después de ello, el proletariado y el pueblo deberán darse a la tarea de convertir la fuerza armada que han desarrollado a través de la lucha (guerrillas urbanas y rurales, destacamentos, etc.) en un ejército regular capaz de derrotar a las fuerzas armadas de la dictadura.

Algunos piensan que este largo camino no es necesario y que basta con que en un momento que no definen se lleve a cabo una insurrección de todo el pueblo, con una huelga general y combate de calles, para derribar a la dictadura. Quienes así piensan, en los hechos están ocultando su negativa a preparar las condiciones para que esa insurrección de todo el pueblo pueda realizarse y triunfar. Nosotros creemos que casi con toda seguridad la batalla decisiva de la guerra prolongada contra la dictadura será una insurrección de todo el pueblo; pero sabemos que para que esa insurrección tenga éxito debe ser preparada por un largo período de guerra de las propias masas en el curso del cual se desgaste y divida a las fuerzas armadas enemigas y las propias masas vayan elevando sus niveles de organización y de capacidad de combate y formando sus propias fuerzas armadas revolucionarias capaces de oponerse a las fuerzas armadas de la dictadura.

Para librar esta guerra prolongada del pueblo contra la dictadura, los revolucionarios señalamos que es preciso poner los máximos esfuerzos en el desarrollo de la actividad política independiente de la clase obrera y el pueblo contra la dictadura. Es decir, no engañarse por los cantos de sirena de sectores burgueses que, en su intento de obtener mejores posiciones dentro de la dictadura no dudan en levantar desvergonzadamente posiciones "democráticas" para obtener el apoyo popular y con ese apoyo popular conseguir mejorar sus posiciones de poder en el seno de la dictadura traicionando una vez más al pueblo.

Sólo el proletariado y el pueblo con capaces de luchar consecuentemente por la democracia y llevar hasta el Final la lucha por el derrocamiento de la dictadura. En esa lucha debe ganar para sus posiciones a los sectores pequeño burgueses que levantan una plataforma democrática (sector de "izquierda" del PDC) pero sin confundirse con las posiciones aparentemente democráticas de sectores burgueses (el freísmo. por ejemplo) que sólo pretende obtener una mejor situación dentro de la dictadura y que en ningún caso están interesados en el derrocamiento de ésta.

Por eso, la política correcta es organizar el proletariado y organizar un amplio Movimiento de Resistencia Popular bajo la hegemonía proletaria. Movimiento que aprovechando la lucha interburguesa, pero sin dejar la iniciativa política ni orgánica a la burguesía, lleve a cabo el proceso de acumulación de fuerzas sociales, políticas, organizativas, morales y militares hasta derribar por la fuerza a la dictadura gorila.

La concepción del Movimiento de Resistencia Popular es la de un amplio movimiento de masas que incorpora todas las expresiones orgánicas de la clase obrera y el pueblo capaces de ser utilizadas en la lucha de resistencia: desde las organizaciones legales (sindicales, gremiales comunitarias) y las organizaciones semilegales (comités de cesantes, comités de ayuda a los presos políticos, etc), hasta los Comités de Resistencia clandestinos que conducen la lucha de la resistencia.

El elemento fundamental del Movimiento de Resistencia Popular son los Comités de Resistencia, organizaciones clandestinas formadas por los elementos de vanguardia y más avanzados de la clase obrera y las masas; y constituidas en cada frente, en todos los lugares de trabajo, estudio o residencia, por la propia iniciativa de los elementos de vanguardia que conversan con sus parientes, amigos o vecinos, compañeros de trabajo o estudio, etc. y dan vida a los Comités con los más seguros y decididos.

En los Comités de Resistencia y en el Movimiento de Resistencia Popular se ha venido) produciendo en los hechos un amplio proceso de unidad de la izquierda por las bases.

Pero esa unidad por las bases no es suficiente, y es preciso llevar adelante un proceso de alianzas y acciones comunes con todos los partidos de la izquierda. El proletariado revolucionario es el sector más vitalmente interesado en la unidad de la izquierda, ya que esta unidad proporciona mayores fuerzas para la lucha contra la dictadura, al mismo tiempo que hace posible que las masas que aún estén bajo la conducción del reformismo o del centrismo comprendan por su propia experiencia la incapacidad de sus conducciones tradicionales y la necesidad de fortalecer la vanguardia revolucionaria.

Diversos partidos de la izquierda se han opuesto sistemáticamente a concretar el Frente Político de la Resistencia que el MIR ha propuesto, y buscan una alianza no con los revolucionarios sino con el conjunto del PDC. El MIR, por el contrario, ha propuesto desde fines de 1973, la necesidad de estructurar un Frente Político de la Resistencia en torno a los siguientes puntos fundamentales:
  • a) que en ese frente participen el PC, el PS, el MAPU. el MAPU OC, la IR, el PR, los sectores de izquierda del PDC y el MIR.
  • b) que se estructuren en tomo a una Plataforma común, para la discusión de la cual el MIR aporta su propia plataforma de lucha,
  • c) que como en el Movimiento de Resistencia Popular participan también trabajadores sin partido, exista un control del Frente Político de la Resistencia por las bases de la resistencia organizada,
  • d) que cada organización conserve su más plena libertad de agitación, organización y crítica en todos los aspectos que no formen parte de la plataforma común.
En la medida en que la presión de las bases sobre los Partidos de la izquierda tradicional obligue a estos a estructurar el Frente Político de Resistencia, la lucha contra la dictadura podrá dar un gran salto adelante. Mientras tanto, toda postergación de la unidad de la izquierda sólo significa hambre, miseria, persecución, tortura y muerte para los trabajadores chilenos.

En el curso de la guerra prolongada contra la .dictadura que el Movimiento de Resistencia Popular y su dirección política (el Frente Político de la Resistencia) deben llevar a cabo, se irá también fortaleciendo la vanguardia revolucionaria, el MIR. De núcleo revolucionario que es en la actualidad, saldrá de este período convertido en el Partido Revolucionario del proletariado chileno.

Convertir el MIR en el Partido Revolucionario del proletariado chileno, es decir, vincularlo orgánicamente con la mayoría del proletariado de vanguardia, es la mejor garantía del triunfo de la lucha contra la dictadura primero, y por la revolución proletaria, después.
A esta tarea fundamental para el triunfo del proletariado y el pueblo, está abocado el MIR en la actualidad; y es deber de todo obrero y trabajador consciente incorporarse a ella.

La organización del MIR

El MIR es un partido formado por cuadros escogidos y con una organización político militar que se organiza en bases por frente (fábrica, empresa, fundo, escuela, población, regimiento, etc) cada una de las cuales está formada por un pequeño número de integrantes que son la política del Partido en el frente y que son los mejores elementos de la vanguardia proletaria en ese lugar.

Cada unidad de base se desarrolla en la forma mas armónica posible de modo que pueda ser la vanguardia de las masas en su frente en las más diversas situaciones (lucha gremial, lucha política abierta, lucha armada, etc.) De esta forma se asegura que en situaciones como las que vivimos bajo la dictadura, cada base tenga la mayor autonomía posible en el cumplimiento de sus tareas.

Un grupo relativamente pequeño de bases de una localidad constituyen un GPM (Grupo Político Militar) que es la unidad fundamental del MIR; es decir una unidad con capacidad política y militar que puede desarrollar todas las tareas del Partido en la localidad con la mayor autonomía e incluso (situación que puede presentarse en períodos de intensa lucha armada) en situaciones de desconexión temporal con los organismos superiores.

A nivel de cada región, provincia o grupo de comunas se forman los Comités Regionales que dan la conducción política, militar y organizativa al conjunto de los GPM de su región.

A nivel nacional, la dirección del Partido está formada por su Comité Central, en el cual se designa a algunos de sus miembros como integrantes de la Comisión Política del Partido.

La autoridad suprema del Partido es el Congreso General, quien debe decidir sobre la línea política del MIR; revisar, si es necesario, su Programa y Estrategia; pronunciarse sobre el desempeño de la dirección nacional y elegir el Comité Central y el Secretario General del MIR.

En períodos como el actual, el principio fundamental de la vida del MIR, el del centralismo democrático, se mantiene en plena vigencia; las decisiones son adoptadas democráticamente, pero una vez adoptadas son obligatorias para todo el Partido. Indudablemente esas formas democráticas deben adecuarse a las condiciones existentes; así, por ejemplo, hoy día el reemplazo de los cuadros caídos se efectúa a través de la cooptación: los restantes miembros de ese nivel de dirección designan al nuevo dirigente luego de una consulta a los niveles inmediatamente subordinados.

Para ingresar el MIR, existen también rígidas normas.

Quien desee incorporarse al MIR debe ser, primero, aceptado por la base que tiene a su cargo el frente. Es la base del MIR quien propone a ese compañero para su incorporación como simpatizante.

Luego de permanecer seis meses como simpatizante (es decir con todos los deberes de un militante pero sin ninguno de sus derechos) y si demuestra reunir las condiciones para ser militante del Partido, el nuevo miembro es ascendido a la categoría de aspirante, en la cual sus responsabilidades son aún mayores pero no tienen aún ninguno de los derechos de los militantes (elegir y ser elegido, participar en la discusión y decisión de la política del Partido, etc).

Sólo después de haber atravesado con éxito estos períodos de prueba, puede ser aceptado como militante del MIR.

De esta forma, con una política correcta, con una organización político-militar leninista, y con cuadros escogidos, el MIR se construye como el núcleo del Partido Revolucionario del proletariado chileno.

Día a día, los mejores hijos de la clase obrera y el pueblo se incorporan a nuestras filas, levantan más en alto la bandera rojinegra del Partido y de la revolución proletaria, ocupan el lugar dejado por Miguel Enríquez y decenas de camaradas asesinados por la dictadura, haciendo realidad en Chile la afirmación del Comandante Che Guevara: "En cualquier lugar que me sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que nuestro grito de guerra llegue a un oído receptivo, y nuevas manos se alcen para empuñar nuestras armas...".

Notas sobre la historia del MIR

Articulo publicado en "EL REBELDE" de Agosto 1975. (edición especial l0°- aniversario de la fundación del MIR). pag. 45-63).

La primera mitad de la década de los sesenta fue de fermentación de las ideas revolucionarias en el seno de la izquierda chilena. La agudización de la crisis del capitalismo chileno, el ejemplo de la revolución cubana, la presencia de movimientos guerrilleros en buena parte de los países del continente, la existencia de las nuevas naciones africanas y especialmente la revolución argelina, el profundo cuestionamiento de la política de los Partidos Comunistas que significaron, primero las acusaciones de Kruschov respecto a la época staliniana y, luego, la cada día más intensa polémica chino-soviética, causaban fuerte impacto en el seno de un movimiento de masas al que la derrota electoral de 1958 no había hecho retroceder ni entrar en reflujo.

Cuando, a, pesar de ello, a partir de 1962 el Partido Comunista y luego todo el FRAP se volcaron a frenar el movimiento de masas, a disminuir sus movilizaciones y manifestar su radicalización tras la ilusoria búsqueda de una alianza con el PDC para la elección presidencial de 1964, dicha situación se tradujo en crisis aguda al interior de los partidos de la izquierda tradicional. El Partido Socialista, organización mucho más heterogénea que el Partido Comunista, fue el más sacudido por la crisis, aun cuando ésta alcanzó también al PC.

Proliferaron así docenas de grupos y organizaciones pretendidamente revolucionarios. Las había pro-chinos, procubanos, protrotskistas, pro-etc,; y ninguno de ellos sobrepasaba de una o dos docenas de miembros circunscritos a una ciudad y muchas veces a un barrio. En esas condiciones el cuestionamiento de la lucha institucional y parlamentaria desarrollada por décadas por la izquierda tradicional constituía su único punto de referencia común y, a diferencia de otros países del continente, era precisamente esa experiencia de lucha institucional la que producía el que el foquismo, siempre presente en los mas diversos grupos, no fuera la opción fundamental al menos en su forma mas pura. La derrota electoral de la izquierda en 1964 y la subsecuente crisis del FRAP unida a la profundización del reflujo del Movimiento de masas, agudizaron aún más esa dispersión, al punto de que a comienzos de 1965 se podían contabilizar hasta 34 de estos grupos sin que la cuenta fuera exhaustiva.

El congreso constituyente (Agosto de 1963)

Al realizarse el Congreso Constituyente del MIR ya la situación comenzaba a cambiar. Los intentos frustrados de 1963 y 1964 de diversos grupos y grupitos que sin las mínimas condiciones intentaron emprender la aventura de la lucha guerrillera debiendo desistir antes del comienzo y el primer choque con la realidad; la propia experiencia de los movimientos guerrilleros latinoamericanos de la primera mitad de la década; y la situación de reflujo del movimiento de masas chileno, fuero m haciendo germinar la necesidad de poner fin al proceso de dispersión de la izquierda revolucionaria chilena y construir una organización revolucionaria sólida.

Así las cosas, el Congreso marcó un cambio en la situación al ser no el resultado de una división sino de una unión. A él llegaron la Vanguardia Revolucionaria Marxista ("Rebelde") y el Partido Socialista Popular, organizaciones ambas integradas en buena medida por elementos trotskistas aun cuando la primera incorporaba como grupo funda- mental a un grupo de estudiantes de Concepción y Santiago provenientes de escisiones recientes del Partido Socialista y la Juventud Comunista, formados e influidos no tanto por las viejas polémicas del movimiento comunista internacional como por la nueva situación creada en Chile y América Latina en los años sesenta por las situaciones reseñadas más arriba.

El período de fermentación con que se inicia toda creación nueva estaba llegando a su fin; las ideas matrices que habían cobrado fuerza e intensidad en los años recientes (posibilidad de la revolución proletaria en América Latina, rechazó a la unilateralidad de las formas institucionales y parlamentarias de lucha, necesidad de la lucha armada para la conquista del poder por el proletariado) comenzaron en Chile, con la constitución del MIR, a sistematizarse y desarrollarse, a abandonar el terreno de la abstracción y el formalismo para convertirse en instrumento de transformación de la historia y la sociedad.

El Congreso incorporó una "novedad" teórica dentro de la izquierda chilena y latinoamericana; una tesis político militar que a la luz de la experiencia actual puede parecer no sólo insuficiente sino también incompleta, pero que constituyó en ese entonces un elemento sustantivo de definición de la nueva organización como organismo revolucionario y significó un salto adelante respecto de la teorización contemporánea sobre el problema de la lucha armada y su vinculación con la existencia del partido proletario y con la lucha de masas. Basta señalar que dos años después los escritos de Debray, que reflejaban el nivel medio de conciencia sobre estos problemas en la izquierda revolucionaria latinoamericana, todavía ponían en el centro de la tesis foquista la no necesidad del Partido.

La Tesis Político-Militar ("La conquista del poder por la vía insurreccional") y las discusiones del Congreso Constituyente apuntaban a algo más profundo y que sólo se iría haciendo evidente a través de la actividad del MIR: la decisión de romper con la tradición centrista de los grupos de izquierda revolucionaria en Chile que hacían de la mera crítica a los partidos de la izquierda tradicional el centro y objetivo de su actividad, grupos que en lugar de darse a la tarea paciente de construir una organización revolucionaria enraizada en las masas, asumían mas bien el papel de "consejeros" de la izquierda, papel que desempeñaban ya sea desde fuera de los partidos tradicionales ya sea ingresando como fracción a dichos partidos. La propia heterogeneidad de los asistentes al Congreso (bastantes más amplias que los dos grupos principales señalados), su convocatoria como congreso constituyente de "la izquierda revolucionaria" en sentido genérico, e incluso el nombre de la nueva organización (resistido debido a su generalidad por algunos que hubieran deseado un nombre vinculado a la tradición histórica del trotskismo apuntan precisamente a caracterizar ese propósito de construir no un grupo más sino un Partido revolucionario proletario.

Esa convicción de la necesidad de separar aguas entre los revolucionarios y los no revolucionarios era, en lo fundamental, obra colectiva del grupo de jóvenes a cuya cabeza aparecía Miguel Enríquez. La lucha interna en el Partido Socialista desde 1962, la experiencia de la imposibilidad de transformar a dicho partido en una organización revolucionaria y la misma experiencia de los grupos revolucionarios de esos años, fueron decisivas en el proceso de toma de conciencia de la necesidad de crear una organización revolucionaria concebida como el Partido revolucionario del proletariado chileno. Y no es casualidad que en las lecturas y discusiones de aquel tiempo figurara siempre en primer término el "¿Qué hacer? " de Lenin.

Hacia la revolución proletaria

Por otra parte la Declaración de Principios y el Programa del MIR significaban también una ruptura declarada respecto de las ideas imperantes en la izquierda chilena sobre el carácter de nuestra revolución. Frente a las concepciones del Partido Comunista que, para justificar su política frentista» "encontraban" en la realidad chilena vestigios y resabios feudales y semifeudales, así como frente a las concepciones predominantes en el Partido Socialista que aun reconociendo el carácter capitalista de la sociedad chilena señalaban como enemigo a una cierta "oligarquía" que no definían en términos sociales precisos dejando en los hechos campo abierto a la colaboración de clases, el MIR levanta un análisis científico de la formación social chilena del que se desprende con claridad que aun cuando la burguesía no hubiera realizado ciertas transformaciones que en otras sociedades son transformaciones democrático-burguesas ello en modo alguno implica una supuesta potencialidad revolucionaria ni de la burguesía como clase ni de fracciones de ésta; por el contrario, la no realización de tales tareas, se plantea, obedece al carácter dependiente y atrasado de la formación capitalista chilena y sólo el proletariado a la cabeza del pueblo, derriban por la violencia a la dominación burguesa e imponiendo su propia dictadura, podrá llevar adelante en un solo proceso de revolución proletaria tanto las tareas supuestamente "democrático-burguesas" como las tareas propiamente socialistas que son imprescindibles.

Frente a las concepciones predominantes en la izquierda tradicional que postulaban la posibilidad de alianzas con fracciones supuestamente "progresistas" de la burguesía y que, en su privilegiamiento de las formas electorales e institucionales de lucha, habían llegado a abjurar por completo de la violencia revolucionaria; el MIR nace, pues, planteando abiertamente como tarea para la clase obrera y el pueblo la realización de una revolución proletaria a través de las más diversas formas de lucha y proponiéndose preparar al partido y al pueblo para el ineludible ejercicio de la violencia revolucionaria en el largo camino de la lucha por el poder.
Los primeros años (1965 - 1968)

En sus primeros años de existencia el MIR se hace presente sólo en escasos frentes de masas: en los sectores estudiantiles de las grandes ciudades (especialmente Santiago y Concepción), en algunos sectores de obreros municipales, en sectores de la pequeña burguesía asalariada, muy puntualmente en un par de sectores de campesinos y de proletariado industrial o minero. El proceso de penetrar en los sectores más concentrados y combativos de la clase obrera urbana, hegemonizados por la izquierda tradicional, era lento y difícil a pesar de los esfuerzos puestos en ello; se chocaba con la situación de reflujo del movimiento de masas, con el peso de la ideología y la política reformista en una clase obrera marcada por más de medio siglo de luchas reivindicativas e institucionales, y también se chocaba con la agresión física de miembros del PC decididos a impedir toda actividad en el seno de las masas de aquellos a quienes catalogaban de "agentes del enemigo".

La penetración y actividad en el seno de las masas encontraba obstáculos no sólo externos sino también en el propio interior del MIR. Un fuerte sector de sus militantes y dirigentes formados en las décadas anteriores, no se decidía a asumir de modo consecuente la tarea de la construcción del Partido y se obstinaban en desempeñar un papel de "analistas", de "consejeros en revolución" para Chile y el mundo. Sesiones completas del Comité Central eran destinadas no al análisis de la coyuntura y la elaboración de una táctica adecuada para las condiciones reales sino a la discusión de la situación de la revolución en otros países (mientras más lejanos y "exóticos" mejor) o a revivir las viejas polémicas de las décadas del 20 en la URSS, o bien, en el mejor de los casos, a la crítica de la actuación de los diversos partidos y grupos de la izquierda chilena.

Mientras tanto, la actuación de los militantes del MIR en el frente estudiantil, el rápido crecimiento del Partido en ese frente y la influencia que allí se lograba, iban dando a la organización resonancia nacional a la vez que iban formando una carnada de cuadros y militantes con experiencia de trabajo de masas que aunque limitada se realizaba precisamente en el frente más activo del período.

Dicha experiencia de trabajo de masas de resultados positivos, los esfuerzos permanentes por construir el Partido en el seno de la clase obrera y demás capas del pueblo, fueron así formando toda una generación de militantes revolucionarios que cobraba conciencia creciente de la necesidad de imprimir una orientación distinta a la actividad del conjunto del Partido y de hacer abandonar a su Dirección Nacional ese papel de "analistas" revolucionarios que se obstinaban en desarrollar.

En esas circunstancias el nuevo ascenso del movimiento de masas nacional i partir de comienzos de 1967, el cambio de orientación del gobierno deísta que abandonó sus veleidades populistas de los primeros tiempos para desarrollar una política abiertamente antipopular y represiva, así como el comienzo de la agudización de la pugna interburguesa que las medidas del gobierno habían incentivado, dieron un carácter urgente a la resolución de los problemas que afrontaba el MIR. La nueva ola de ascenso del movimiento de masas que empezaba precisamente por los sectores más postergados y explosivos y menos sometidos a la influencia y hegemonía de la izquierda tradicional (estudiantes, pobladores, campesinos), ponía nuevamente en el tapete de la discusión el problema de las formas de lucha y organización del Partido y las masas, problemas que hasta el momento, en medio del reflujo del movimiento obrero y de masas, no había tenido un carácter urgente sino mas bien abstracto.

El Tercer Congreso General del Partido, realizado en Diciembre de 1967 significó el punto de partida de ese cambio necesario. La Dirección Nacional fue renovada incorporándose al Comité Central una gran cantidad de cuadros jóvenes que habían precisamente conducido el trabajo de masas (fundamentalmente estudiantil) realizado en los dos años anteriores y designándose Secretario General a Miguel Enríquez. El Congreso no sólo enriqueció las concepciones político- militares planteadas en 1965 sino que además se entregó un programa de trabajo destinado a desarrollar el Partido en los sectores considerados como estratégicos de la clase obrera, el campesinado y la pequeña burguesía, a la vez que modificarlo orgánicamente para convertirlo en un efectivo instrumento revolucionario capaz de utilizar las más variadas formas de lucha, tanto armada como no armada.

A partir de ese Congreso el MIR fue, lentamente en un principio, aceleradamente luego, transformándose tanto en sus estructuras internas como en su composición social. La profesionalización de parte importante de la Dirección Nacional y de un cierto número de cuadros medios no sólo significó romper definitivamente con toda una concepción de la actividad política imperante en la izquierda chilena sino también multiplicar la capacidad de trabajo del Partido. El proceso de avance del movimiento obrero y de masas, la cada vez más evidente agudización de la lucha interburguesa, la intensificación de la represión sobre el movimiento de masas que profundizaba la ruptura entre el gobierno freísta y sectores populares que inicialmente habían sido su masa de apoyo, unidos a las transformaciones internas del Partido, hicieron posible avanzar con cierta rapidez a pesar del obstáculo que en el plano interno significaban los sectores centristas que habían sido desplazados de la dirección nacional.

1967 y 1968 son los años de máxima efervescencia del movimiento estudiantil en el cual el MIR estaba ya firmemente implantado como vanguardia. Pero son también años en que salta a la escena política el movimiento de pobladores y comienzo de la agitación de las zonas campesinas. El proceso de ascenso del movimiento de masas no abarcaba sin embargo sólo a estos sectores, al punto que incluso se produce el primer paro nacional de CUT en varios años.

Los sectores más explosivos de esta ola ascendente eran precisamente los sectores menos controlados por la izquierda tradicional, sectores como el movimiento de pobladores y el movimiento campesino que se incorporaban recién a la escena política y que se movilizaban tras objetivos hasta el momento inéditos en la historia de la lucha de clases chilena. El MIR no inventó ni generó esos movimientos, pero tuvo la suficiente claridad política como para recoger y sistematizar sus reivindicaciones, generalizándolas a todos los puntos del país en que existía como organización.

La vida, la lucha de clases real, nos ponía exigencias nuevas, y el gran mérito del MIR consiste precisamente en haber logrado integrar esas exigencias en una movilización de carácter político nacional. La explosividad de los sectores movilizados, su recurrencia a medios extrainstitucionales de lucha, fue un factor sustantivo para culminar el proceso de ruptura con las reminiscencias influencias del foquismo y para concebir no ya de modo abstracto y genérico sino en forma concreta la inseparabilidad de la lucha armada proletaria con la lucha de masas.

La estructura interna del Partido --como producto de esas exigencias de la lucha práctica-- se hizo más clara, regularizándose el funcionamiento en bases, aumentando la clandestinidad y compartimentación, desarrollando mucho más a los militantes como cuadros integrales capaces de desempeñar tanto en el terreno de la lucha ideológica, como en el de la reivindicativa, política o militar (todo esto, por supuesto, dentro de las limitaciones que el pequeño tamaño del partido y la falta de experiencia imponían). En la medida en que las movilizaciones (sobre todo en un principio del movimiento de pobladores) aumentaban, un número creciente de militantes del frente estudiantil comenzó a incorporarse a los frentes movilizados no ya realizando un trabajo esporádico y "desde fuera" sino yéndose a vivir allí e incorporándose a su actividad como un miembro más del mismo frente.

A fines de 1968 la situación de la lucha de clases exigía ya del Partido el iniciar la etapa de las acciones directas, esto es de la introducción de la lucha de clases sobre todo en la lucha reivindicativa de las masas de formas de lucha extrainstitucionales, desarrolladas ya sea por las propias masas (ocupaciones tomas, etc.) ya sea desarrolladas por núcleos de vanguardia de las masas o por estructuras del propio Partido.

La etapa de las "acciones directas" (19691970)

Pero la estructura del Partido no era aún la adecuada para ese tipo de tareas, e incluso las concepciones centristas y la actividad del centrismo al interior del Partido obraban como un obstáculo. Era necesaria una verdadera "revolución" interna.

Como después se verá, el desarrollo de las acciones directas vinculadas a las movilizaciones reivindicativas de sectores de las masas iba a obligar al Partido a organizarse en Grupos PolíticoMilitares (G.P.M.) agrupación de un número pequeño de bases de una ciudad, localidad o sector que tenía condiciones para desarrollar con cierto grado de autonomía las tareas políticas y militares que la lucha de clase exigía. Y en la discusión de este problema -como en todas las discusiones orgánicas de los partidos revolucionarios-- no era un simple problema orgánico o administrativo el que estaba en juego, sino toda la concepción de la lucha revolucionaria, el militante del partido y el Partido revolucionario.

Dos documentos elaborados en 1969 ("Sólo una revolución entre nosotros puede conducimos a la revolución en Chile" y "¿Cuál es el camino: unidades operativas o acciones directas?"), muestran el verdadero carácter de la discusión interna del MIR en ese momento. Dichos documentos (y otros sobre la concepción del militante revolucionario) configuran una concepción de la lucha revolucionaria, del Partido revolucionario del proletariado, del carácter de las relaciones entre el Partido y las masas y de las características del militante y la evolución que significa la restitución en plenitud de la concepción leninista y revolucionaria sobre estos asuntos vitales aplicada creadoramente a las condiciones concretas de Chile.

Esta "revolución entre nosotros" se desarrolló a través de una fuerte lucha interna en contra de las dos variedades fundamentales del centrismo que existían en el interior del Partido: en contra, por otra parte, de quienes persistían en considerar al Partido sólo como oposición de izquierda" de la izquierda tradicional y no canalizaban sus esfuerzos hacia la construcción de un Partido Revolucionario; y en contra, por otra parte, de quienes pretendían convertir al Partido en un mero "brazo armado" de la "izquierda política", en una mera agrupación de unidades operativas que desarrollaran la lucha armada sin mayor preocupación por el movimiento de masas sustituyendo la educación política y organización revolucionaria de las masas (sólo posible a través de su propia experiencia de lucha) por el sensacionalismo político de las acciones armadas separadas de las masas.

El desarrollo de las acciones directas de las masas (o del Partido como vanguardia de la masa) y la consecuente modificación de la estructura orgánica y las líneas de acción del MIR significaron (en el curso de 1969) h marginación de dichos sectores centristas, los que en su gran mayoría volvieron después de un breve intermedio autónomo como organizaciones autónomas (MN-2, PSP, etc.) a integrarse a la izquierda tradicional fortaleciendo allí las posiciones centristas.

Si para el Partido -y para los sectores de masas a los que se vinculaba- tuvieron la máxima importancia en el período 1969-1970 las acciones directas de masas; el descubrimiento de la realización de ciertas operaciones de aprovisionamiento (expropiaciones de bancos) que realizaba el Partido, permitió a los medios de comunicación burgueses y a la propia izquierda tradicional una imagen pública del MIR que ocultaba el real carácter de su actividad en el seno de las masas.

Y es que es precisamente en esos años cuando el proceso de ascenso del movimiento de masas se hace ya vertiginoso. La actividad del MIR en el movimiento de pobladores que se traduce en tomas de terreno, en campamentos de pobladores sin casa. en organización de los pobladores (regulación de la actividad en los campamentos, milicia, etc) ocupa un papel destacado e introduce elementos nuevos en la lucha de clases en Chile: el trabajo en el movimiento campesino comienza también a dar frutos con la mayor activación de éste y por otro lado, es ya la propia clase obrera industrial más concentrada la que se activa y moviliza multiplicándose las huelgas. La lucha callejera se convierte en constante a lo largo de todo Chile y adquiere características cada día más masivas.

El ascenso del movimiento de masas y la crisis interburguesa comienza también a traducirse en crisis del sistema de dominación burgués. Los funcionarios estatales (profesores, salud, etc) desarrollan prolongadas y radicales movilizaciones, el poder judicial es sacudido por la primera lucha en su historia, la crisis se introduce en el interior de la propia Iglesia; e incluso las Fuerzas Armadas .10 son ajenas a ella, desarrollándose presiones y lucha reivindicativas en su seno que, aprovechadas por el general Viaux, desembocan en el Tacnazo.

La clandestinidad en esos años, la represión desatada por el gobierno freista en contra del MIR (que comparada con nuestra experiencia actual puede parecer infantil pero que constituyó la primera represión que asumió características de enfrentamiento armado entre una organización de izquierda y los aparatos represivos de Chile), desempeñaron un papel importante en la selección de cuadros del MIR; por primera vez en la historia de la izquierda chilena ingresar a un Partido significaba desde el primer día consagrar veinticuatro horas diarias a la actividad partidaria y estar dispuesto a los menos anímicamente a enfrentarse a los aparatos represivos y posiblemente ser muerto en el enfrentamiento. La exigencia de la dedicación plena y absoluta a la actividad partidaria comenzada con la profesionalización de algunos cuadros en los años anteriores era ya la norma para todos los miembros del MIR (profesionalizados o no).

Pero. además, el carácter de la actividad partidaria sumergida en el seno de las masas iba formando a los militantes así seleccionados como dirigentes de masas, como verdadera vanguardia. Se había borrado la distinción tradicional en sectores de la izquierda revolucionaria entre un aparato "armado" y un aparato "político" del Partido, desarrollándose el Partido como organización políticomilitar con cuadros y militantes integrales.

Más aún, este trabajo de masas no se desarrollaba tan sólo en los frentes de masas tradicionales o que emergían ahora a la escena pública, sino también en el propio seno de las Fuerzas Armadas, entre la suboficialidad y la tropa en donde la actividad clandestina del MIR había logrado echar raíces profundas.

Al intensificarse la campaña electoral parala elección presidencial de septiembre de 1970, el MIR señaló con claridad el papel que en su concepto desempeñaban tanto las elecciones como los cargos que a través de ellas era posible ganar, al mismo tiempo que realizó un análisis y crítica del Programa de la Unidad Popular y de la forma tradicional en que se conducía la campaña electoral. A partir de un análisis científico del carácter de las contradicciones interburguesas y de las crisis de dominación de la burguesía chilena, así como del papel que desempeñaba el ascenso del movimiento de masas, concluyó la posibilidad real de que la izquierda ganara las elecciones y, consecuentemente, puso sus fuerzas a la tarea de concretar esa posibilidad; así, para evitar en el seno de la izquierda una polémica que podía desgastar las fuerzas populares, suprimió la realización de las acciones directas y desarrolló tareas vinculadas con la lucha electoral ya sea en el terreno de la movilización de masas ya sea en el terreno de la información sobre las actividades de las organizaciones reaccionarias y las tareas de seguridad (el GAP).

El periodo pre-revolucionario (19701973)

Como es sabido, el triunfo electoral de la izquierda en septiembre de 1970 significó multiplicar la crisis de las clases dominantes y del sistema de dominación, lo cual, unido a la incentivación de las masas desembocó en la generación de una situación prerrevolucionaria. Para que esa situación desembocara en una situación revolucionaria era preciso que existiera un Partido revolucionario proletario fuerte, arraigado en las masas, con conducción efectiva sobre los núcleos vitales de la clase obrera y las masas populares.

El MIR no era aún ese Partido. Tenía concepciones revolucionarias correctas y una buena carnada de militantes revolucionarios formados en los años anteriores. Pero aún el reformismo era hegemónico en el movimiento obrero y popular y la conducción revolucionaria no había logrado hasta el momento sino penetrar en la periferia del movimiento de masas aun cuando la explosividad y actividad de tales sectores en los años recientes habían constituido una excelente escuela de formación revolucionaria para el Partido y sus militantes.

Así, el triunfo electoral de la izquierda y el comienzo del período pre-rrevolucionario encontró al MIR una organización pequeña pero fuerte, con clara conciencia de la necesidad de desarrollarse en el seno de las masas y especialmente en el seno de la clase obrera, pero débil aún en ese sentido. El tránsito de un período de represión a un período de ampliación de las libertades democráticas, de una situación que ofrecía escasas posibilidades de trabajo de masas a otra en que eran cientos de miles los que se incorporaban a la lucha política y reivindicativa sin experiencia previa y sin direcciones políticas consolidadas no era fácil.

Por demás, la situación ofrecía características especiales que hacían difícil la estructuración de una táctica revolucionaria correcta; la ofensiva ideológica del reformismo, al que el triunfo electoral dio nuevas armas de lucha contra las posiciones revolucionarias fue fuerte, la crisis en los pequeños grupos pretendidamente de izquierda revolucionaria que aún subsistían fue total, terminando por disolverse e incorporarse sus miembros a la izquierda tradicional (preferentemente al PS).

Dichas dificultades unidas a la complejidad propia del período que se abría y a nuestras debilidades como partido en desarrollo hacían que el proceso de adecuación del MIR a las nuevas condiciones no pudiese ser todo lo rápido que hubiera sido necesario. Pero se hizo. Desde mediados de 1970 se había conseguido implantar al Partido en el seno del movimiento campesino e impulsar primero en Cautín y luego hacia el centro del país, la lucha directa de los campesinos por la tierra (corridas de cerco del campesino mapuche, ocupadores de fundos,). Al igual como había sucedido con la lucha directa de los pobladores la acción reivindicativa se traducía en organizaciones permanentes (milicias, organización de los fundos ocupados, etc.) y en un continuado y también permanente proceso de educación política de esas masas a través de su propia experiencia de lucha ya sea por nuevos objetivos reivindicativos ya sea por objetivos políticos.

A partir del triunfo electoral de la izquierda, dicho proceso se acentuó y masificó. El carácter dado por el campesinado más activo a los Consejos Comunales Campesinos, concebidos originalmente como organismos super- estructurales, permite confrontar con la práctica y afinar la concepción de desarrollar gérmenes de un poder popular alternativo a través de todo el país.

En 1971 la lucha campesina (y la dirección del MIR en ella) se extendió a todo el país. El MIR comenzó a crecer en el seno de la propia clase obrera industrial y a liderar sus movilizaciones más radicales. El impulso dado al trabajo de masas en la clase obrera y el campesinado, la cantidad de cuadros que desde los frentes estudiantiles y de pobladores fueron destinados a desarrollar el Partido en el proletariado y los campesinos, comenzó a dar sus primeros frutos; a la vez que esos mismos avances y éxitos ayudaron a definir de modo cada vez más preciso la táctica para el período, los objetivos a conseguir en el período y las posibilidades de acción y desarrollo en el seno de la clase obrera.

Las plataformas de lucha de los frentes políticos en que el MIR era vanguardia (el FTR entre los obreros, el MCR entre los campesinos, el MPR en los pobladores, el FRETAC en las Fuerzas Armadas y Carabineros, el FER y el MUI en los estudiantes) eran recogidas y hechas suyas por sectores cada vez más amplios de las masas. La propia generalización de la organización de los frentes políticos a base de la experiencia obtenida en los frentes estudiantiles y de pobladores en los años anteriores, y que introducía un nexo orgánico entre el partido y los sectores de vanguardia de las masas en cada frente, significó la incorporación de varios sectores a la actividad de dichos frentes, multiplicando así la actividad del Partido.

Las contraofensivas puntuales de la reacción, el amparamiento de las bandas patronales por los aparatos represivos, fueron haciendo cada día mas violento el enfrentamiento de clases en Chile, y los años de aprendizaje previos de 1970 mostraron su validez: el MIR estaba por doquier a la cabeza de las movilizaciones de las masas, y sus militantes formados como cuadros integrales no sólo eran capaces de asumir las tareas de conducción de las más diversas formas de lucha sino que estaban permanentemente en la primera fila del enfrentamiento con la reacción aún cuando ello les costara la vida. Paralelamente y a pesar de las discrepancias con el Gobierno, el MIR definió su posición de apoyo a todas las medidas positivas del gobierno pero sin permitir ni la supeditación ni la instrumentalización del movimiento de masas a la actividad del gobierno. Era el gobierno el que debía ponerse al servicio de la actividad de las masas; y todas las veces que lo hiciera contaría con el apoyo del Partido.

Y también se levantó una política de búsqueda permanente de la unidad de acción con el gobierno y la U.P. en contra del golpismo; búsqueda de la unidad de acción que no fue jamás suspendida pese a la negativa de la U.P. y especialmente del reformismo.

A fines de 1971 y en 1972 el MIR es ya un Partido revolucionario proletario en desarrollo, con presencia nacional, con fortaleza creciente en la clase obrera y el pueblo, con dirigentes, cuadros y militantes con una breve pero rica experiencia de lucha en los más diversos planos. La flexibilidad mostrada para adaptar y conducir las más diversas formas de lucha en las condiciones del período es buena prueba de la madurez que ya había logrado. La Plataforma de Lucha para el período ("El programa del pueblo") es la guía que orienta la acción y organización de masa mucho más amplia de lo que abarca la actividad orgánica del Partido. El desarrollo del poder militar del pueblo y del Partido, el trabajo en el seno de las Fuerzas Armadas, es una tarea que comienza a dar frutos.

El Paro Patronal de octubre de 1972 encuentra en el MIR a su más temible enemigo; y las vacilaciones del gobierno y la izquierda tradicional frente a la ofensiva reaccionaria se traducen en una ampliación sustantiva del área de influencia del MIR. Las formas de organización popular, los gérmenes de un poder alternativo, propuestas por el MIR se desarrollan a lo largo de todo Chile. El reformismo comienza a perder la hegemonía del movimiento obrero, se fortalecen las posiciones revolucionarias y la propia Unidad Popular es sacudida por estos hechos cobrando más fuerza en su interior las posiciones centristas y la influencia de los sectores revolucionarios.

De allí hasta septiembre de 1973 el MIR comenzará el camino para convertirse en alternativa real de conducción para la clase obrera y las masas, frente al fracaso e impotencia de sus conducciones tradicionales; pero aún no era lo suficiente fuerte ni la experiencia de las masas había sido lo suficientemente radical y prolongada como para que se produjera un cuestionamiento masivo de sus conducciones políticas anteriores traducido en adscripción multitudinaria a las posiciones revolucionarias. Conscientes de esta debilidad y de la necesidad de unir a todos los sectores que evidenciaron posiciones revolucionarias -tanto de fuera como de dentro de la U.P.- el MIR no sólo insistió con más fuerza en la necesidad de la acción común contra el golpismo con la U.P. y el Gobierno sino que también levantó la constitución de un "polo" de reagrupación revolucionaria que pudiera sentar las bases para el reemplazo de las conducciones tradicionales, sin embargo, el peso y las características del centrismo en los partidos U.P. impidió concretar por completo esta importante iniciativa, no gestándose así una conducción unificada que ocupara el vacío de conducción originado por la capitulación del reformismo pequeño burgués y del reformismo obrero predominantes en la U.P.

El proceso de capitulación de la U.P. y el Gobierno no sólo no logró impedir el Golpe de Estado sino que además desarmó a las masas obreras y populares, dejando a la gran mayoría de éstas sin conducciones políticas. La no concrección definitiva del "polo" y la negativa de la izquierda tradicional a sumarse a la contraofensiva impulsada por el MIR, dejaba sólo en manos del MIR la inmensa tarea de ocupar ese vacío de conducción; y si bien las masas estaban 'disponibles' políticamente, el Partido era demasiado pequeño para asumir esa tarea.

Rasgos también importantes de considerar de la actividad del MIR en ese período son, por una parte, el hecho de que a pesar de las "dificultades" ideológicas del período, el centrismo prácticamente no se hiciera presente en la organización y tan sólo se manifestara puntualmente como tendencia a supeditarse a la actividad de la U.P. en escasos sectores pequen o-burgueses: y, por otra parte, de que durante ese período el MIR llegara efectivamente a establecer un proceso de unidad con otras organizaciones revolucionarias del continente, proceso que culminaría con la constitución de la Junta Coordinadora Revolucionaria del Cono Sur (JCR) junto con el ERP Argentino, el MLR Tupamaro uruguayo y el ELN boliviano, dándose así los primeros pasos hacia una efectiva continentalización de la lucha revolucionaria en América Latina.

El golpe militar y la resistencia popular (1973)

Del Golpe en adelante la historia del MIR se conjuga todavía en presente, pero es ya historia. En la primera fila del combate contra el golpismo. organizando la retirada de las fuerzas obreras y populares, activando la resistencia clandestina en los más diversos frentes, el MIR y sus militantes constituyen hoy el alma motor de la lucha de resistencia contra la dictadura gorila en Chile.

Frente a quienes, sin aprender de los errores del pasado, continúan tras b búsqueda de una alianza ilusoria con fracciones político burguesas, el MIR desarrolla una política de resistencia que busca unir a todos los sectores de la clase obrera y el pueblo y ha levantado una plataforma de lucha que en lo fundamental plantea como objetivos para el presente período de derrota de la clase obrera y el pueblo: la lucha por la defensa de las libertades y derechos políticos, sociales e individuales; la lucha por la defensa del nivel de vida de las masas; la lucha por el derrocamiento de la dictadura, el castigo a los asesinos y represores, el establecimiento de un nuevo Gobierno y el llamamiento a una Asamblea Constituyente de todo el pueblo para definir el camino futuro de la evolución institucional chilena, todo ello sin debilitar por un momento la lucha del proletariado y el pueblo por la revolución proletaria.

La sangre generosa de nuestros héroes y mártires, encabezada por nuestro compañero Secretario General Miguel Enríquez, caído en combate, riega los campos y ciudades de Chile junto a la sangre de miles de héroes de la clase obrera y el pueblo chileno.

El hambre, la miseria, el odio y la sangre diseminados a lo largo y ancho de la Patria por la dictadura criminal hacen germinar la semilla de la resistencia y de la revolución proletaria en el corazón mismo de nuestro pueblo, e infunden cada día mayor brillo y nitidez al rojo y negro de nuestra bandera, de la bandera del MIR, del Partido revolucionario del proletariado chileno que en diez años de existencia ha logrado echar raíces indestructibles entre la clase obrera y los trabajadores chilenos y convertirse en vanguardia indiscutible de la revolución proletaria en Chile.

Discurso pronunciado por Armando Hart en homenaje a Miguel Enríquez
Discurso leído por el compañero Armando Hart Dávalos, miembro del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en acto celebrado en el teatro Lázaro Peña. de la Central de Trabajadores de Cuba, el 21 de octubre de 1974, en homenaje al compañero Miguel Enríquez, Secretario General del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) chileno, caído el 5 de octubre combatiendo contra las fuerzas represivas de la Junta Militar chilena.

"La libertad cuesta muy cara y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio", sentenció José Martí. Imbuido de este mismo sentimiento, Miguel Enríquez fue consecuente con sus posiciones revolucionarias: entregó su vida en la lucha por la resistencia chilena, y ha dejado, con el ejemplo de su muerte heroica, una nueva e imperecedera lección para su pueblo y para todos los pueblos de América.

Los contactos de nuestro Partido con la izquierda chilena nos llevaron a conocer a muchos revolucionarios que veían en el ejemplo de Cuba una experiencia. Miguel Enríquez fue uno de esos hombres. Para transmitir al pueblo cubano una imagen de su personalidad, de su significación, de lo que él representa para el futuro de Chile, recordemos nombres como los de Abel Santamaría, José Antonio Echevarría, Frank País.

Miguel Enríquez, no había dado de sí todo lo que era capaz de dar. Si se le mide por lo que ya era, su estatura revolucionaria es de por sí grande. Si se le mide por lo que hubiera podido llegar a ser, hay que destacar, sin temor a que el sentimiento o la emoción nuble el razonamiento, que en Miguel Enriquez despuntaba un jefe de revolución.

En el orden de la acción de su capacidad de Jefatura, de su condición de conductor de hombres, la sola existencia del MIR. y el hecho de que se mantuviera clandestino, peleando y organizando al pueblo durante todo este tiempo, lo muestra claramente. Murió peleando, combatiendo y resistiendo. Era un jefe de acciones armadas.

En el orden de su pensamiento y capacidad intelecutal para defender sus puntos de vista con lucidez, claridad y brillantez, muchos cubanos que tuvimos la oportunidad de conocerle pudimos apreciar su incuestionable talento.

Si de una parte se nos mostraba como un hombre de acción con capacidad para dirigir y organizar los combatientes, de la otra poseía una indudable tendencia, propia de los jóvenes revolucionarios del cono sur de la América Latina, a analizar los problemas políticos y prácticos de la lucha desde el punto de vista teórico e ideológico, en el más noble y puro sentido de la palabra.

La figura de Miguel Enriquez está vinculada al nacimiento y desarrollo del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile. Resulta imposible hablar de su personalidad sin relacionarla con el MIR chileno.

Esta organización, de breve pero brillante y combativa historia, constituye hoy una fuerza de la que no se puede prescindir en la lucha revolucionaria de Chile. Hay algo esencial que el pueblo cubano debe conocer con toda exactitud. No serta justo pasarlo por alto en esta hora en que nos hemos reunido para rendirle homenaje postumo al Secretario General del MIR.

Cualquiera que sea nuestra opinión acerca de las formas en que se relacionaban con las otras fuerzas de izquierda, cualquiera que sea el criterio que tengamos con respecto a sus modos, lugares y momentos de emplear la violencia revolucionaria, estamos en el deber de subrayar ame nuestro pueblo, que el MIR estuvo en su nacimiento y desarrollo muy fuertemente influido y motivado por la Revolución Cubana.

La primera actividad política de significación de Miguel Enríquez, está precisamente referida a las concentraciones populares que en defensa de Cuba organizara en la ciudad chilena de Concepción, cuando el ataque imperialista de Playa Girón. Y entonces sólo contaba diecisiete años de edad.

Quizás si en la personalidad revolucionaria de Miguel Enriquez, en el fuego juvenil de los combatientes del MIR. e incluso en la intransigencia revolucionaria que les caracterizaba y que en ocasiones nos hacía desear que adoptaran mayor flexibilidad ante las situaciones políticas concretas, está sin embargo una de las más nítidas imágenes de la influencia de Cuba en el movimiento revolucionario latinoamericano.

Los combatientes del MIR chileno deben recibir, en esta hora de dolor, el saludo emocionado de nuestro pueblo. Y nuestro pueblo desea saber con exactitud que Miguel Enríquez tenía puesto parte muy esencial de su corazón en la Revolución Socialista de Cuba.

Su pérdida es muy grande.. Pero la lucha continuará con nuevos alientos, con nuevos héroes, hasta que. como dijera el Presidente Allende, las alamedas chilenas se abran para los trabajadores...

No se honra a un hombre como Miguel Enriquez exaltando exclusivamente su personalidad política e histórica. Debemos convertir este homenaje en un motivo de análisis y en una forma de combatir al fascismo.
Los hombres caen, los pueblos quedan ... La tragedia sigue presente, martillando duramente sobre la conciencia revolucionaria. Las trágicas enseñanzas del fascismo en todo el mundo indican que solamente con una estrategia clara, un combate y una resistencia diarios, tenaces, y un apoyo decidido de carácter internacional, podrá vencerse a ese enemigo.

A Chile nos unen lazos de la más profunda solidaridad. Estamos unidos como parte que somos de la Gran Patria Latinoamericana y del Caribe. Estamos unidos, de manera esencial, por intereses de clase y por principios de internacionalismo proletario. Por otro lado, circunstancias muy especiales determinaron que desde el triunfo de la Revolución Cubana fueran desarrollándose entre nuestro pueblo y la izquierda chilena vínculos muy estrechos. Las relaciones de nuestro Partido con todas las organizaciones de izquierda chilenas, a lo largo de estos quince años, pueden considerarse ejemplares.

En Chile, durante los años posteriores al triunfo de la Revolución Cubana, reinaba una situación política bien diferente a la que teníamos en Cuba en la época de la lucha contra la tiranía. Las concepciones de Cuba tenían que estar influidas por su propia experiencia histórica. No obstante, siempre entendimos, y apoyamos con todos los medios a nuestro alcance, las actividades de la izquierda chilena, que necesariamente debía transitar por caminos muy diferentes a los que condujeron al triunfo revolucionario cubano.

Ya en 1959, en Chile existía altísimo grado de desarrollo organizativo e ideológico en su clase obrera, una elevada cultura política en el estudiantado y la intelectualidad, y una profunda conciencia antiimperialista. Era lógico, por consiguiente, que el triunfo de las ideas socialistas en Cuba ejerciera marcada influencia en Chile.
Hay algo muy esencial del proceso chileno que los revolucionarios cubanos queremos destacar en la noche de hoy: no porque el proceso chileno haya desembocado en una tragedia debemos pasar por alto el hecho histórico de que el único país del continente en que los partidos obreros conquistaron el gobierno, y se propuso un camino al socialismo, después del triunfo de la Revolución Cubana, fue Chile.

El dolor de hoy y la experiencia que los chilenos seguramente han extraído, tras el golpe fascista, no deben aminorar la significación política y la experiencia histórica, para los pueblos de la América Latina, de aquella victoria socialista-comunista.

Se había hablado mucho del camino chileno al socialismo. Se habían levantado grandes esperanzas en el proceso revolucionario chileno. Cuando las esperanzas han sido quebradas; cuando los revolucionarios son asesinados, encarcelados y obligados a salir de su patria: cuando la bota sangrienta de la dictadura burguesa pisotea la constitución, la ley y las libertades democráticas. Chile se ha convertido, dramáticamente, en otra nueva enseñanza para los revolucionarios.

¿Cuál es la amarga lección chilena?

En Chile iban a cumplirse tal como anunciara Fidel en su histórico discurso del Estadio Nacional, el 2 de diciembre de 1971, las leyes de la lucha de clases. Y si hay algún ejemplo reciente, a la vista de todo el mundo, de las verdades descubiertas por Marx acerca de la lucha de clases, ese ejemplo lo dio la pandilla militar que cercenó las libertades democráticas y las instituciones en que decían fundamentar su autoridad, su prestigio y su historia las fuerzas armadas chilenas. ¡No saben Pinochet y su camarilla lo mucho que han contribuido con su acción criminal a confirmar, a los ojos de los revolucionarios, la necesidad de la "dictadura popular" como instrumento de poder de las masas trabajadoras contra la oligarquía! No saben cuánto han ayudado a subrayar, ante todos nosotros, el papel de las clases reaccionarias, y los modos y maneras con que ejercen su cruel dictadura burguesa.

Bastará repasar "La guerra civil en Francia", de Carlos Marx, y las experiencias extraídas de la Comuna de Paris por los fundadores del socialismo científico para darse cuenta de la identidad de problemas que enfrenta la clase obrera chilena, tras el golpe reaccionario, a los que abordaron Marx y Engels. Las crónicas que llegan de Chile parecen --en otro tiempo y lugar- copias al carbón de las crónicas que salían de Francia tras los sucesos de la Comuna. Recordamos que en el viaje a Chile, Fidel nos decía:... Si Marx viviera, podría venir a Chile para comprobar todas sus concepciones".

El triunfo electoral de Salvador Allende, con más del 36% de la votación, y el hecho de que alcanzara en las elecciones municipales después de su arribo al gobierno, el 44% realizado dentro del marco de una constitución burguesa, prueba hasta dónde habían penetrado en Chile las ideas socialistas, y cuál era, realmenie, la fuerza que tenía la clase obrera en Chile. Una victoria electoral de este magnitud, con un candidato que proclamaba un programa socialista, que se apoyaba en la unidad muy estrecha entre socialistas y comunistas, concitó esperanzas y levantó ilusiones. Por tal motivo, el violento derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular tuvo una resonancia muy grande en el movimiento obrero y comunista internacional.

Las esperanzas que se despertaron tras el triunfo de la Unidad Popular, son equivalentes a la repercusión mundial que ha tenido el golpe de Estado fascista. Este hecho ha situado la cuestión chilena en el primer plano de los problemas teóricos y prácticos por resolver para los revolucionarios de ese país, y para la izquierda de la América Latina.

No seremos los cubanos quienes vayamos a hacer un análisis crítico del papel y las actitudes de cada una de las organizaciones y partidos chilenos. No resulta siempre necesario, ni siquiera útil, enjuiciar la política de cada cual en el pasado. Esto corresponde en última instancia a los historiadores. Y la experiencia nos enseña que aun ellos pueden encontrar dificultades.

Sin embargo, tomando en cuenta las experiencias de Chile, los marxistas-leninistas de la América Latina, estamos en la excepcional posibilidad histórica de esbozar una verdadera estretegia de masas para el triunfo de la ideología del proletariado. El Partido Comunista de Cuba está a disposición de los marxistas-leninistas y de toda la izquierda antiimperialista del Continente para elaborar y aplicar juntos una estrategia revolucionaria de largo alcance que tome en cuenta las condiciones actuales de la América Latina y las singulares situaciones de cada país.

El zarpazo fascista de Chile, es, sin duda, el ejemplo más elocuente, o al menos el que mayor repercusión tomó en el mundo, acerca de las formas con que está operando el imperialismo. Tal como lo denunciara Fidel, el golpe fascista fue incitado y dirigido por la Agencia Central de Inteligencia. Y el gobierno de los Estados Unidos se vio obligado a confesarlo.

No es posible ver el problema chileno separado de la situación del resto del Continente, ni aún sería posible analizarlo con independencia de la actual situación del mundo.

La distensión internacional y la coexistencia pacífica entre Estados de diferentes regímenes sociales, constituyen una tendencia progresista de nuestra época, y se reflejan en el continente latinoamericano. La distensión y la coexistencia pacífica no significan que haya disminuido en su virulencia la enconada lucha de clases. Lo que significa es que ahora se expresa en forma diferente a la del pasado, y que la clase obrera tiene mayores posibilidades de librar sus batallas de clase.

Como consecuencia de la distensión, del predominio en el terreno ideológico de los principios revolucionarios, se han producido en el Continente una serie de cambios de carácter progresista. Tales cambios se expresaron en el triunfo de un movimiento militar, progresista, en el Perú: el primero de este tipo que se produce en la historia de la América Latina; en el ascenso de los partidos de la Unidad Popular, en Chile, en 1970: en el triunfo del movimiento popular en Argentina, con las victorias electorales del Frente Justicialista, y en las posiciones antimperialistas del gobierno de Panamá. Y más recientemente, tales cambios favorables se expresan en las posiciones nacionalistas de Venezuela. Como consecuencia de estos cambios, una serie de gobiernos latinoamericanos, con posiciones progresistas o con actitudes de rebeldía, frente al imperialismo, están en disposición de desarrollar relaciones constructivas con Cuba. Esto es una victoria de la Revolución Cubana y de la causa del socialismo en el continente.

El Gobierno Revolucionario ha señalado su disposición de desarrollar relaciones con gobiernos latinoamericanos, siempre y cuando mantengan posiciones de independencia frente al imperialismo, y en base a que se desarrollen fuera del marco de la desprestigiada OEA y en un plano de igualdad y respeto recíproco. Asimismo, el compañero Fidel ha subrayado la necesidad de trabajar hacia la creación futura de una Organización (Latinoamericana y del Caribe, en la que desde luego no estén presentes los Estados Unidos.

Tales posiciones del Gobierno Revolucionario de Cuba constituyen un aporte a la estrategia revolucionaria de los pueblos de la América Latina.

Estos avances del carácter progresista tuvieron por parte del imperialismo una respuesta con el aplastamiento brutal de las libertades democráticas en Uruguay, el recrudecimiento del fascismo en otros países de la Amércia del Sur, y específicamente el golpe fascista en Chile.

La garantía definitiva de los cambios revolucionarios estara en la participación de los trabajadores en los procesos políticos que tienen lugar en el continente. ¿Cómo lograrlo?

Debemos impulsar un amplio movimiento contra el fascismo en este hemisferio. Debemos, a su vez, apoyar activamente las medidas progresistas y nacionalistas de los gobiernos que desarrollen posiciones antiimperialistas. Asimismo, debemos combatir ampliamente en favor de las libertades y derechos políticos y sindicales de la clase obrera.

Los comunistas debemos llevar esta estrategia hasta sus últimas consecuencias, y con base en los principios y la práctica que nos enseñaran Marx, Engeis y Lenin.

La lucha por el socialismo ha de estar muy relacionada con la lucha por las libertades democráticas, de la clase obrera y del pueblo trabajador. Este es uno de los fundamentos de la estrategia concebida para el movimiento obrero y comunista por Marx, Engeis y Lenin.

Si analizamos este principio a la luz de la situación chilena, podremos entender su significación. Para los cubanos, si recordamos los orígenes de la actual etapa revolucionaria, resultaría fácil de comprender.

El derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular, que había triunfado en un proceso electoral, colocó a las clases reaccionarias de Chile en abierto antagonismo con las tradiciones democráticas de ese país. El hecho de que la bota fascista violentara la constitución, la ley y las tradiciones democráticas, señala la línea divisoria que separa al pueblo de sus enemigos.

La negación mas absoluta y consecuente a la Junta fascista y a todos aquellos dirigentes civiles que la alentaron, constituye una de las banderas de lucha del movimiento popular contra el fascismo.

Los que a raíz del golpe se retrataron junto a Pinochet, están, a los ojos de la conciencia democrática del mundo, estigmatizados para siempre con el rótulo infamante de: ¡FASCISTAS!

Las tradiciones democráticas del pueblo de Chile constituyen una fuerza de enorme significación moral para los revolucionarios. El hecho de que el proceso revolucionario chileno transcurriera por las vias institucionales y que no alcanzara sus objetivos de consolidación histórica, no quiere decir que las tradiciones constitucionalistas que tan enraizadas estaban en la conciencia social chilena vayan a dejar de constituir, en este minuto, fuente de inspiración y aliento. Muy por el contrario. Las tradiciones institucionales del pueblo de Chile las representarán mañana los partidos que con mayor decisión ofrezcan resistencia, por todos los medios a su alcance, a la Junta fascista.

Los cubanos tenemos una experiencia que nos puede servir para entender estos problemas. No se reproducen exactamente las situaciones históricas, pero hay algunas constantes que pueden ser útiles para comprender realidades de otros países. Fidel señalaba que el 11 de septiembre de 1973 era un equivalente del 10 de marzo de 1952. Como ustedes recuerdan, el Golpe de Estado del 10 de marzo interrumpió el proceso institucional y precipitó las condiciones para la lucha revolucionaria. Ustedes recordarán, también, que esta lucha se levantó desde el principio en defensa de la Constitución de 1940. La propia lucha, más tarde, iba a rebasar aquellos estrechos horizontes. Y los iba a rebasar, porque alcanzaríamos una suma mayor de democracia; es decir, porque el pueblo abrazó, como consecuencia de la lucha, las ideas socialistas. Pero el combate más resuelto que libró nuestro pueblo contra el 10 de marzo, estaba alimentado desde sus orígenes por la indignación surgida frente al derrocamiento de las instituciones constitucionales. Este hecho debe ser comprendido con cabalidad para entender el sentido político del movimiento armado iniciado y dirigido por Fidel, el 26 de julio de 1953.

En nombre de las instituciones democráticas, a partir del 10 de marzo, los revolucionarios le negamos legitimidad al régimen entronizado en el país aquella madrugada. En nombre de esa ilegitimidad, mantuvimos eÍ principio de que el golpe militar había cerrado todos los caminos, y de que la democracia empezaba tras la derrota de la sangrienta tiranía. Esta posición vertical, proclamando la ilegitimidad del 10 de marzo y de las medidas dictadas por aquel gobierno, le dio fuerza a nuestra lucha en aquella oportunidad. No fue para nosotros incompatible la lucha en favor de las instituciones constitucionales con la lucha más resuelta, decidida, de carácter insurreccional. Era a la inversa. La lucha insurreccional en Cuba estuvo alimentada por una situación en que habían sido cercenadas las instituciones. Propiamente respondimos a la violencia reaccionaria del golpe de estado con el movimiento revolucionario que encabezara Fidel. Los revolucionarios cubanos, encabezados por Fidel, buscamos fuerza y aliento en las tradiciones patrióticas y democráticas de nuestro pueblo,en la movilización más activa de las masas trabajadoras, y en el análisis dialéctico de las situaciones políticas concretas.

El movimiento guerrillero dispuso de una sólida base política que fue ampliándose en la misma medida en que se desarrollaban las acciones del Ejército Rebelde, acompañadas de actividades de resistencia, sabotajes, huelgas en todo el pais, y de una amplia red clandestina que dio a la patria millares de muertos. Por otra parte, la personalidad y capacidad política de Fidel fue desarrollando una línea unitaria en la conducción revolucionaria.

La amplia base de apoyo social que le brindaron diversos sectores de la población urbana, la lucha de resistencia, sabotajes y huelgas que se desencadenó en toda la nación, el hecho de que la guerrilla cubana interpretaba cabalmente una gran demanda de carácter nacional y de tipo democrático, y los métodos políticos unitarios de Fidel, son aspectos de la historia de nuestra revolución que debieran analizarse con todo cuidado para entender las razones del triunfo revolucionario del primero de Enero de 1959.

Porque si la guerrilla y el Ejército Rebelde desempeñaron el papel decisivo en el triunfo, el apoyo de los diversos sectores sociales, y especialmente los obreros y estudiantes de las zonas urbanas, y los campesinos en las zonas rurales, combinado con factores políticos manejados de forma magistral por Fidel, constituyeron también factores de suma importancia sin los cuales la guerrilla hubiera podido quedar aislada. Sin tal análisis integral, el mérito histórico de la guerrilla cubana, y la experiencia política que de la misma debemos extraer, pudieran quedar simplificados y no apreciados en toda su magnitud, ni arribarse a las mejores conclusiones.

La lucha insurreccional cubana disponía de una amplísima base social, en buena medida porque desde sus orígenes se fundamentó en una gran demanda de carácter nacional y democrática, es decir, el derrocamiento de la tiranía.

Nunca estuvimos alejados de las tradiciones democráticas. Nunca perdimos el rumbo acerca de la necesidad de vincularnos con el pueblo, y siempre Fidel nos enseñó lo importante que era la unidad de todas las fuerzas revolucionarias.

Estas verdades, que son parte de nuestra historia y de nuestra propia formación política, tendremos que comprenderlas mejor para entender los procesos revolucionarios de Chile y de la Amérela Latina.

Incluso, en Chile, las instituciones democráticas y constitucionales tenían mayor autoridad y prestigio que en Cuba antes del 10 de marzo. Por esta razón, el crimen cometido por los fascistas el 11 de septiembre es más grave históricamente que el perpetrado por la pandilla de militares cubanos en 1952.
Una consigna en favor de la democracia, para que resulte realmente consecuente, debe proponerse el aplastamiento del fascismo. No podemos permitir !a consolidación histórica del fascismo en Chile. Y existen amarguísimas experiencias acerca de la consolidación del fascismo.

La tesis marxista-leninista de vincular la lucha por el socialismo con la lucha por la democracia, que es uno de los fundamentos de la estrategia clásica del movimiento comunista en su lucha por el poder, adquiere prestigio ante las masas y se proyecta con sentido político concreto en la medida en que los comunistas seamos capaces de enfrentar, con todos los medios posibles, a aquellos regímenes que constituyen la más absoluta negación de las libertades democráticas y que cuentan con el odio del pueblo y la condenación de la historia

Esta línea de principio adquiere valor práctico en la medida en que, para defender los derechos democráticos, los comunistas movilicemos al pueblo contra los elementos sediciosos y antidemo cráticos, creemos las condiciones y tengamos la decisión de emplear los métodos más resueltos, idóneos y revolucionarios. Es decir, en la medida en que, frente a la violencia reaccionaria de los grupos antidemocráticos, usemos la violencia revolucionaria de las masas trabajadoras.

Es la reacción la que no está interesada en la democracia. Y cuando el ejercicio de los derechos democráticos del pueblo pone en peligro o afecta sus intereses, apelará a la conspiración. La cabal comprensión de este hecho obliga a que los destacamentos revolucionarios estén preparados y dispuestos a dirigir las acciones armadas del pueblo en defensa de sus derechos democráticos. No somos los revolucionarios quienes engendramos la violencia. La violencia surge como inevitable consecuencia ante el hecho históricamente confirmado de que la reacción cierra el camino de la democracia cuando ve en peligro sus intereses de clase.

Y esto fue lo que sucedió en Chile. Allí, donde las libertades democráticas fueron cercenadas, donde los partidos obreros fueron obligados al clandestinaje, donde el Presidente, democráticamente electo, fue asesinado, y donde los dirigentes populares fueron a parar a la cárcel o acribillados a balazos; allí, el pueblo no tiene otra alternativa que aplastar, con todos los medios a su alcance, al fascismo. Esta lección histórica nos la mostraron, de manera ejemplar, los pueblos de Europa, y en especial la Unión Soviética, en su lucha contra el fascismo y el nazismo. Los pueblos de Europa a cuyo frente estuvo la gran Unión Soviética aplastaron al fascismo. ¡Y EL PUEBLO CHILENO TAMBIÉN APLASTARA AL FASCISMO!.

En tales situaciones, la ilegitimidad y el carácter antidemocrático de la Junta fascista chilena, constituye una de las consignas principales del movimiento revolucionario.

He ahí por qué el no reconocimiento por parte del gobierno soviético y otros países socialistas del régimen fascista chileno, constituyó, más que un hecho formal de carácter diplomático, un suceso de importancia revolucionaria en el orden de las relaciones entre los países con distintos regímenes sociales. Tal decisión de la Unión Soviética, así como su apoyo al pueblo chileno, tuvieron una enorme repercusión en todos los sectores populares de la América Latina. Este hecho elevó en la América Latina el prestigio de las posiciones socialistas.

Es elocuente que un gran número de países socialistas la mayoría de ellos, e incluso capitalistas, no hayan querido establecer relaciones con la Junta. Esto es un síntoma de que, en las condiciones del mundo actual, un amplio movimiento antifascista de apoyo a Chile puede convertirse en una fuerza que ayude a la clase obrera y a los revolucionarios de ese país y que a su vez permita ampliar y profundizar la lucha de los trabajadores contra los explotadores.

Pero, desde luego, para consolidar ese apoyo es necesario que los revolucionarios chilenos se unan contra la Junta fascista.

Es obvio que la influencia principal en la clase obrera chilena la tiene el Partido Comunista y el Socialista. El Movimiento de Izquierda Revolucionaria, afirma que se propone la lucha por las ideas comunistas. Muchos de sus cuadros, procedentes de las capas estudiantiles e intelectuales de la sociedad chilena, han hecho relaciones con sectores campesinos, de las capas más humildes de la población urbana y de la clase obrera.
La unidad de las fuerzas populares en Chile y la amplitud de la misma reclaman, en primerísimo lugar, la unidad entre el Partido Comunista, el Socialista y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria. En los últimos meses Miguel Enríquez trabajaba en favor de esa unidad. Ello ayudará decisivamente a la unidad del MIR con todos los partidos de la unidad Popular, lo que por lo demás constituye desde hace tiempo una exigencia del proceso revolucionario chileno.

La estrecha alianza entre los Partidosde la Unidad Popular y el MIR facilitará, a su vez, condiciones para incorporar a amplios sectores de la Democracia Cristiana a la lucha antifascista. Para la conciencia democrática de muchos militantes del Partido Demócrata Cristiano debe haber sido repugnante el golpe de Estado. Los sectores de la dirección de la Democracia Cristiana chilena que le hicieron o le quieren hacer el juego al fascismo, están traicionando los principios democráticos y serán repudiados por la historia.

El terror de la Junta ante la posible influencia que dentro de las propias Fuerzas Armadas pueden llegar a tener todavía las personalidades democráticas, se revela con el asesinato del general Carlos Prats, cuya lealtad al Presidente Allende y a la Constitución le ganó respeto dentro de amplios sectores socialistas.

Sin embargo, la influencia de las ideas democráticas sobre todos los sectores de la sociedad chilena sólo podrá transformar la situación si se garantiza la unión estrecha de las fuerzas de izquierda.

Si la izquierda chilena logra articular una estrategia adecuada para enfrentar el fascismo, podrá canalizar el creciente movimiento de solidaridad internacional que se viene manifestando en favor de Chile. Por otro lado, si el movimiento comunista y obrero de Latinoamérica, apoyándose en todas las organizaciones de izquierda y en los sectores antifascistas, profundiza en la lucha en favor de la solidaridad con Chile, estará levantando a su vez un fuerte movimiento antifascista en todo el continente.

Acaso h búsqueda de fórmulas de cooperación internacional en apoyo al pueblo de Chile permita a los partidos comunistas, obreros, y toda la izquierda latinoamericana, encontrar las fórmulas de unidad que mañana sean útiles para abordar tareas revolucionarias de más largo alcance.

Los pueblos de Europa, que conocen el fascismo y se vieron obligados a una terrible guerra mundial para aplastarlo, apoyarán ampliamente esta lucha. Muy especialmente le brindan su apoyo los países socialistas.

El fascismo constituye el arma empleada por los imperialistas frente a sus graves crisis económicas y políticas. La crisis del capitalismo mundial, expresada en la inflación creciente y en las tensiones políticas con los países subdesarrollados, plantea hoy ante la clase obrera del mundo entero la amenaza de regímenes fascistas. De esta suene, la lucha contra el fascismo chileno puede ser punto de partida de un movimiento de más vastas proporciones, que ayude a otros pueblos a enfrentar las acciones sediciosas que el imperialismo y las clases reaccionarias de cada país tratarán de ejecutar contra el avance de las posiciones progresistas.

Y si los chilenos, a través de la unidad interna de sus fuerzas de izquierda, y los pueblos de la América Latina, con su solidaridad y apoyo decisivo al pueblo chileno, fuéramos capaces de desencadenar una lucha política, ideológica, de masas y de toda índole en apoyo a Chile, estaríamos dando un paso extraordinariamente positivo para enfrentar lis tareas revolucionarias de nuestro tiempo.

Unidad y resistencia en lojntemo, solidaridad internacional en lo externo, constituyen dos elementos de la estrategia del movimiento revolucionario latinoamericano en favor de Chile.

Compañeros chilenos:

No es hora de las recriminaciones ni del reproche. Que cada revolucionario y cada organización haga su propio análisis del pasado, pero que todos los partidos de la izquierda chilena enfrenten, unidos, la lucha contra el fascismo, es el llamamiento que nuestro Partido formula en este acto, donde rendimos tributo al combatiente Miguel Enríquez.

Compañeros:

Ha caído un combatiente de la Revolución Latinoamericana. "La sangre de los buenos no se derrama en vano", dijo José Martí. "Hasta después de muertos somos útiles", dijo Julio Antonio Mella. La sangre y la vida de Miguel Enriquez deben servimos a todos los revolucionarios, chilenos, cubanos y latinoamericanos, para reflexionar acerca de los caminos futuros de la revolución. Se abren ante los pueblos de la América Latina grandes posibilidades revolucionarias. Estas posibilidades fueron abiertas por miles de muertos, que. como Miguel Enriquez, han caído combatiendo.

Fresca aún la sangre generosa de Miguel Enríquez, recordemos a los miles de caídos en las ciudades, en los campos, en las cárceles de la América Latina. Ellos, con su sacrificio generoso, nos alientan e incitan a cumplir el deber de continuar combatiendo.

Hay entre esos muertos dos nombres que han de recordarse para siempre: el del Guerrillero Heroico. Ernesto Che Guevara, y el del Presidente Constitucional de Chile, Salvador Allende: son como un reto al porvenir.

Busquemos los revolucionarios de la América Latina el camino que esos dos símbolos abren ante nosotros. Son dos caminos que se entroncan, dos símbolos que se unen.

El mejor homenaje a la memoria de Miguel Enríquez está en recordar aquí el legado imperecedero de esos símbolos. El cegado imperecedero de los combatientes del Palacio de la Moneda y de los de la guerrilla intemacionalista que luchó en las selvas de Bolivia.

Compañero Miguel Enríquez: fuiste fiel hasta la muerte al ejemplo de heroicidad de Salvador Allende, en el Palacio de la Moneda. Fuiste leal hasta el final al ejemplo del Che, en la guerrilla intemacionalista. Te has ganado un lugar en la historia de Chile y un lugar en el corazón del pueblo cubano.

En nombre de nuestro pueblo, Miguel Enríquez, podemos repetirte lo que ya dijo Fidel: "¡...Y si un dia fuimos capaces de arrancamos el azúcar de nuestra cuota para dársela al pueblo chileno, estaremos dispuestos a arrancamos el corazón por ayudar a la revolución chilena!"


¡Honor a los combatientes! 
¡Honor a los que dignamente resisten en las cárceles y campos de concentración! 
¡Honor a los que mueren combatiendo! 
¡Honor a los que han tratado de "...tomar el cielo por asalto!



PATRIA O MUERTE VENCEREMOS