sábado, 11 de enero de 2014

¡FUERA IMPERIALISMO YANQUI DE AMERICA LATINA!

Hoy: especial de la Gesta del 9 de enero de 1964 en Panamá. 50 años…


images

Hoy: especial de la Gesta del 9 de enero de 1964. 50 años…

07/01/2014 By rt With Radio Temblor
Programa radial en www.radiotemblor.org Hoy 7 de enero. 9 pm hora de Panamá.
50 años de la Gesta del 9 de enero de 1964. Acción nacionalista que Panamá dio ante el vasallaje norteamericano en el Canal de Panamá. Gesta heroica del movimiento estudiantil y social. Una lucha por la soberanía y el futuro de nuestra nación

50 años: Gesta del 9 de enero de 1964…

Lucha por la Recuperación de la Zona del Canal - Martires del 9 de Enero


Video sin sonido de la Gesta Estudiantil del 9 de Enero de 1964, para izar la bandera Panameña en la Zona del Canal, Estudiantes y padres de familia "Zonians" de la Escuela de Balboa, se opusieron a que se izara la bandera, rompen la bandera Panameña, y esto desencadena los tristes hechos históricos del 9 de Enero.



Sucesos del 9 de Enero de 1964' Panamá
gesta


En la conciencia de muchos panameños aún perdura el coraje y la gallardía, mostrada por una generación de jóvenes cuya marcha hacia la zona del canal, aquel 9 de enero de 1964, pretendía solo que se izara la bandera tricolor en aquella parte del territorio usurpado por manos ajenas. Un convenio bilateral, fruto de los reclamos permanentes por la soberanía, daba el derecho para que nuestra bandera flameara en aquellos sitios.

La jornada nacionalista de enero, tuvo un costo sangriento, más allá de la acción represiva de los marines estadounidenses contra los martires de las heroicas luchas obreras en la Gesta inquilinaria de 1925 y 1932 . Ahora, además de los cientos de heridos, veintiún muchachos -que no deseaban morir- caían al suelo impactados por la bala agresora y criminal del imperialismo Gringo. La decisión de los zonians en desconocer la letra de lo acordado; pero, más que esto, la prepotencia indigna les llevó al extremo de apuntar y disparar las bayonetas contra estudiantes cuyas armas eran tan solo el coraje y la dignidad.

panama


De más está señalar que el enfrentamiento fue radicalmente desigual. Y si la extensión del conflicto con Panamá y Colón asumió un aspecto dramático, ello se debió a la valentía de los nuestros. Fue una lucha sin auxilio de nadie. Solo después, el presidente Roberto Chiari, a través de suministro Galileo Solís, anuncia el diez de enero que rompía relaciones diplomáticas con los norteamericanos, con el rabo entre las piernas este representante de la burguesia nacional veia como un valeroso pueblo era capaz de dar su vida por alcanzar sus anhelos de soberania, lo cual siempre estuvo ligado al problema social, y lo que precisamente siempre ha temido la Burguesia del problema con la ruta interoceanica.

El sentimiento verdadero de la clase dirigente liberal, se expondría dos años más tarde, siendo presidente Marco Robles, con el complot gubernamental que cegó la vida al mártir colonense de la gesta de enero, Juan Antonio Navas. Navas Pájaro es, por así decirlo, la víctima número veintidós de los hechos ocurridos en 1964.


9


Los uniformados panameños agrupados en dos compañías militares fundadas en 1959, y quienes venían siendo entrenados desde 1961 en las bases militares, no dispararon una sola bala. Como denunció dos años después la Federación de Estudiantes de Panamá, la actitud tranquila de la Guardia Nacional en los hechos de enero, no era ajena al pago que hacía el Departamento de Estado a no menos de quinientos efectivos panameños. En aquellos hechos violentos contra los estudiantes, la Guardia Nacional, bajo el liderazgo del comandante Bolívar Vallarino, se dedicó a dar todas las facilidades a los norteamericanos residentes en Panamá, trasladándoles hacia a la citada zona.

En 1965, cuando los estudiantes del Instituto Nacional dirigidos por Floyd Britton, deciden protestar por lo acontecido en enero, esa misma Guardia Nacional pretoriana, de perfil oligarca, obstaculiza la acción estudiantil, dispersándola con bombas lacrimógenas.

Los estudiantes fueron acusados de comunistas, como si ello fuera excusa para matar o un pecado.

José Dominador Bazán, era el ministro de Gobierno y Justicia; su nombre lo lleva hoy una importante comunidad de las áreas revertidas (Fuerte Davis). La gratitud, por lo demás, sigue en espera del reconocimiento en verdad merecido, para mártires como Navas, Mathews y Elvira Miranda, entre otros.

El apogeo de la Doctrina Truman, que concebía al mundo dividido en dos polos de poder, habría impregnado el discurso y la política norteamericana de un tinte anticomunista y reaccionario ante cualquier intento de cambio. Eso se hizo más latente con la Revolución Cubana. La justificación utilizada por las autoridades de la mencionada zona, entonces no era de extrañar, si tomamos en cuenta el contexto histórico en el que se daba. Diez años antes -1954- alegándose que el gobierno de Jacobo Arberz era comunista, invadían Guatemala, acabando con las reformas democráticas impulsadas en ese país. Fue también esa excusa la que promovió, en toda América latina, una política de represión y de muerte contra los dirigentes que levantaban su voz contra el imperialismo.


enero


1964 marcó un hito importante en la lucha nacionalista y nada, ni el tiempo, que es el rey de la amnesia, debe hacernos olvidar el comportamiento ejemplar de aquella juventud. Tampoco deberá olvidarse la cobardía del agresor; ni los insultos ni las desconsideraciones más recientes, como aquella maniobra militar realizada en Veraguas un 9 de enero de 1984, ni los intentos de CMA. Debemos tener la vida de esos martires como ejemplo, y más ahora que nos pretenden imponer la partidocracia burguesa la estratagia intervencionista oculta tras "Fuertes Caminos 2003".

Esta gesta sin ninguna duda fue crucial cuando, en los años setenta, se plantea en la agenda política, la recuperación total del territorio. Y lo seguirá siendo hasta que el pueblo panameño, sus clases populares logren culminar el proceso de liberacion nacional con nuestra segunda independencia de la hegemonia del Capital. El problema del narcotráfico, el Plan Colombia ahora IRA o cosas parecidas, no serán pretextos para defraudar la conquista soñada por los mártires.
Treinta y ocho años de recuerdos; Ahora que conmemoramos por tercera vez aquellos hechos sin la presencia militar extranjera imperial, no podemos menos que resaltar el significado gigante de las luchas de los estudiantes, el significado histórico de esa gesta en el camino hacia la transformación de nuestra sociedad

LES DEJO LA CRONOLOGÍA ENTERA:


martires

Panamá celebra día de heroísmo y amor a la patria

Publicado el 1/08/14 • en Contrainjerencia
pixel panam

LUIS MANUEL ARCE * / PL – Panamá celebra quizás con más amor que nunca el 50 aniversario de una de las gestas patrióticas más hermosas y sublimes de la historia del país, como fue la defensa de su bandera nacional el 9 de enero de 1964. Aunque se ha escrito mucho de aquellos hechos, vale la pena recordarlo, en especial en esta jornada realizada cuando ya la fecha no es un mero día de descanso turístico al cual la habían reducido cuando la convirtieron en día puente, feriado, para que la gente se fuera a la playa y no tomara en cuenta lo que se conmemoraba.

Ahora, tras una ley exigida por las grandes mayorías y aunque firmada con reticencia y atraso por el gobierno, el 9 de enero dejó ser de asueto y vuelve a ser Día de duelo nacional en homenaje a sus héroes y mártires.
Cuando se mira hacia lo alto de Cerro Ancón desde cualquier punto cardinal de la ciudad, se ve flamear entre la fronda virgen una bandera de Panamá que llama la atención por sus enormes dimensiones, pero hay un simbolismo muy fuerte en ella.
Fue izada allí el 1 de octubre de 1980, cuando entraron en vigor los acuerdos Torrijos-Carter de 1977 que devolvieron a Panamá, 20 años más tarde, en 1999, el Canal y su Zona Militar.
Y he aquí donde se imbrica una linda historia de heroísmo y amor a la patria que da contenido especial a esa imagen con la cual se levantan y acuestan día a día los capitalinos, pues por ley la bandera de Cerro Ancón siempre está izada.
La historia, conocida como Día de los Mártires, tiene su desenlace el 9 de enero de 1964, aunque sus antecedentes más remotos datan de 1903, cuando las cuadrillas de estadounidenses comienzan a construir las obras del Canal de Panamá, culminadas 11 años después.
El Canal -y su posterior vigilancia militar- permitió que en una larga franja de cinco millas de ancho a uno y otro lado de la vía interoceánica se asentaran núcleos familiares que, siendo estadounidenses por cultura, costumbres y defectos, se manifestaran como un grupo humano aparte, aunque también involucraron a otras personas de origen no estadounidense.
Fue así que adoptaron hasta un gentilicio, “zonians” (en inglés) o zoneítas (en español), para diferenciarse de los estadounidenses radicados en su país natal, y de los ciudadanos panameños.
Los “zonians”, en su raíz con muchos puntos conceptuales en común con los “afrikanders” de Sudáfrica, vivían un régimen de apartheid y en sus dominios, delimitados en toda su extensión por cercas perimetrales, no se permitía la presencia de nadie que no fuesen ellos.
La discriminación era absoluta, y no solamente hacia fuera de la zona, sino hacia su interior también, pues la colonia de negros que convivían con ellos, principalmente antillanos, empleados del Canal o servidumbre, eran tan discriminados como los de Louisiana y el resto del sur de Estados Unidos.
Estados Unidos consideraba ese pedazo de territorio nacional panameño como suyo dentro de la República y, por lo tanto, la única bandera que podía flamear en toda la Zona era la estadounidense.
Por allí comenzaron los problemas. Después de muchas presiones los panameños lograron que el gobernador de la zona aceptara que junto a la estadounidense se izara también la bandera nacional, excepto en las bases militares.
Pero los zoneítas desestimaron dicho acuerdo y continuaron enarbolando solamente la estadounidense.
Enterados de la negativa de izar el pabellón nacional, un grupo de 200 estudiantes panameños del Instituto Nacional hablan con la gobernación y obtienen permiso para izar su bandera y cantar el Himno Nacional al lado del asta frente a la Escuela Superior de Balboa, dentro de la zona.
Pero al marchar hacia allí son detenidos por agentes de policía zoneístas, con quienes acuerdan que sólo una delegación de cinco estudiantes llegue hasta el plantel a cumplir la misión para la cual habían recibido autorización.
Los cinco estudiantes tratan de cantar el Himno en el lugar de ceremonias, rodeados por más de dos mil estudiantes y padres de familia zoneístas de ese colegio, pero son abucheados y agredidos para arrebatarles la bandera.
El ataque es tremendo. Los muchachos se aferran a la bandera para no dejársela quitar, pero es casi imposible. Los zonians tiran de ella, la rompen, tiran sus despojos al suelo y los pisan en una danza desenfrenada que llena de ira a los cinco institutores, quienes tratan de rescatar los jirones a puñetazo limpio.
Los agentes de policía de la Zona, en lugar de protegerlos de aquella enloquecida jauría gringa, los repelen a palazos, y con lágrimas de impotencia corren hacia donde están sus compañeros, perseguidos por los zoneítas pero abrazados a la bandera rescatada.
Están en minoría frente a los atacantes y se repliegan hacia una avenida cercana, la 4 de Julio, donde se atrincheran para hacerles resistencia con piedras y palos. Mucha gente conoce la afrenta a la bandera y marchan hacia el teatro de los hechos, donde son recibidos con disparos y empiezan a caer heridos.
Un valeroso joven, Ascanio Arosemena, desafía los tiros para auxiliar a sus compañeros heridos de bala, y en esa tarea cae mortalmente abatido por un disparo de fusil.

Ascanio Arosemena, ayudando a los heridos, antes de caer abatido


Es el primero de los 23 jóvenes asesinados por el ejército estadounidense en aquella jornada patriótica.
Cae la noche y la hostilidad continúa. Suman miles los panameños que salen de todos los puntos de la ciudad a apoyar a sus jóvenes y defender la bandera mancillada. La policía zoneísta es doblegada y piden la ayuda del ejército acantonado en la zona.
El general Andrew P. O’Meara, jefe del Comando Sur de Estados Unidos, asume la autoridad y despliega la Brigada de Infantería 193 a las ocho de la noche con armas pesadas y de largo alcance.
Los fusiles y ametralladoras se imponen, las orugas de los tanques hollan el suelo patrio y todo el sector limítrofe de la zona se convierte en un infierno.
El hospital Santo Tomás queda abarrotado de heridos y no tiene espacio para más víctimas. Pide apoyo a otros centros para que atiendan los heridos.
Amanece igual que anocheció, con la variante de que hay nuevos heridos. Se reúnen la OEA y el Consejo de seguridad de la ONU, donde las denuncias de Panamá son apoyadas pero sin efecto práctico alguno. Para entonces los muertos sumaban más de una veintena y los heridos más de 500.
Tuvieron que pasar muchos años para que en la Zonal del Canal, hoy zona revertida, flotara en solitario y soberana la bandera que con tanto amor y patriotismo defendieran aquellos cinco jovencitos en la escuela superior de Balboa, y por la cual diera su vida Ascanio Arosemena.
Han pasado 50 años desde entonces, y hace ya 14 que el Canal y su Zona son enteramente panameños. Los zonians, quienes al final de cuentas no pasaron de ser una entelequia, ya no existen y apenas si pueden ser calificados criaturas de un pasado bochornoso felizmente superado.
Aquella avenida ensangrentada pasó a llamarse avenida de los Mártires, y es precisamente donde está enclavado un largo muro que artistas populares de El Kolectivo han tratado de usar como mural para recordar la gesta patria y el gobierno se los impide.
Cada vez que pintan obras alegóricas, el Ministerio de Obras Públicas las borra por orden expresa del presidente, Ricardo Martinelli. Tampoco en las escuelas se imparte ya la materia Relaciones Panamá-Estados Unidos, la cual fue sustituida en 2012 por Historia Departamental y Republicana de Panamá.
Pero gracias a aquellos jóvenes y a otros muchos como ellos, los panameños de hoy pueden mirar cada día con orgullo hacia la cima del Cerro Ancón y ver cómo flota libre y única la bandera que defendieron con el alma y con la vida.
*Corresponsal de Prensa Latina en Panamá.


Dos hitos de la historia panameña: 9 de Enero y 20 de Diciembre 

Jueves, 26 de Diciembre de 2013 10:03

Dos hitos de la historia panameña: 9 de Enero y 20 de Diciembre
Durante 2014 se conmemorarán 50 años de la Gesta Patriótica del 9 de Enero de 1964 y 25 años de la invasión norteamericana del 20 de Diciembre de 1989.
Durante 2014 se conmemorarán 50 años de la Gesta Patriótica del 9 de Enero de 1964 y 25 años de la invasión norteamericana del 20 de Diciembre de 1989. Dos acontecimientos que marcaron hitos en la historia nacional que, aunque son de naturaleza distinta, tuvieron un común denominador: la intervención militar del imperialismo yanqui para imponer su control sobre el canal y el istmo de Panamá a costa de una gran cantidad de muertos y heridos. La diferencia entre ambos sucesos está, no sólo en las causas inmediatas del conflicto, sino en la distinta situación objetiva y subjetiva de las fuerzas populares en cada momento lo que definió, en términos históricos, resultados opuestos que hoy seguimos sintiendo.
Nada en la historia de Panamá se comprende, al menos desde 1846 para acá, si no se interpretan adecuadamente el juego de los intereses  de Estados Unidos en el Istmo, desde el resultado de la Guerra de los Mil Días, pasando por la Separación de Colombia hasta la Alianza Martinelli-Varela de 2009. Lo cual no quiere decir que las fuerzas sociales, económicas y políticas internas no jueguen autónomamente a sus intereses, pero sí que el imperialismo norteamericano siempre mete la mano para influenciar el juego e inclinar la balanza a su favor, aunque no siempre logra lo que pretende.
9 de Enero de 1964: una revolución popular antiimperialista
El 9 de Enero marcó un punto de quiebre de la política norteamericana en Panamá. En esa fecha estallaron 60 años de contradicciones acumuladas, fue una verdadera revolución popular en el pleno sentido de la palabra. Allí se hizo añicos el sueño de riquezas que la oligarquía panameña había pintado en 1903 para imponer un estado "independiente" que en realidad era un "protectorado", es decir, una colonia norteamericana, así como el oprobioso Tratado Hay Bunau Varilla que entregó el canal a EE UU "como si fueran soberanos".
Hay que recordar que los abuelos de nuestra oligarquía, desde 1903, se sintieron cómodos con la situación colonial, creyéndose yanquis de corazón. A los sectores populares, en cambio, les costó encontrar claridad en la construcción un proyecto político propio, pero desde el principio pusieron el pecho en la defensa de la soberanía, porque comprendieron que la prosperidad del país y la propia dependía de ella.
En 1964 eclosionó la experiencia acumulada del pueblo panameño, dirigida por sus sectores más combativos, que habían enfrentado la presencia colonial imperialista: en la Huelga Inquilinaria de 1925, en el Movimiento Antibases de 1947, así como las grandes gestas del movimiento estudiantil de los años 50, la Operación Soberanía y la Siembra de Banderas, en un ambiente fermentado por el influjo de la Revolución Cubana.
El 9 de Enero, al conocerse de la agresión sufrida por los estudiantes del Instituto Nacional, de la bandera mancillada por los "zonians", de la brutal represión de la soldadesca yanqui, el pueblo panameño reventó de indignación y se hizo presente en masa, espontáneamente, para cruzar la cerca (nuestro "muro de Berlín") y plantar una bandera.
Allí, en la barricada o simplemente tumbados en el piso en torno a lo que hoy es el "Palacio Legislativo", miles se enfrentaron con valor a la metralla de los tanques, dirigidos por caudillos populares de las organizaciones de izquierda, desde algunas alas juveniles del Partido del Pueblo (Comunista) con Adolfo Ahumada o Víctor Ávila y otros,  los de Vanguardia de Acción Nacional (VAN) de Jorge Turner y las huestes del Movimiento de Unidad Revolucionaria (MUR)de Floyd Britton.
Un "pueblo" que socialmente era un "proletariado joven, vigoroso y en rápida expansión" (expresión del industrialismo de los 50-60), se organizó en los Comités de Defensa de la Soberanía. Esos comités fueron embriones de doble poder que llenaron el vacío de poder ante la ausencia del gobierno-estado oligárquico el cual se borró de las calles. Estos comités organizaron desde la consecución de armas, hasta la defensa y el ataque, y la organización civil que se expresó en donaciones de sangre y transporte de heridos a los hospitales. Al respecto, es recomendable leer: "Significado y consecuencias del 9 de Enero", José Eugenio Stoute, Revista Mujeres Adelante No. 13, enero, febrero y marzo de 1989. 
Una columna enorme de gente, entre 40 y 60 mil personas, según Stoute, rodeó la Presidencia de la República exigiendo armas para enfrentar la agresión imperialista. El gobierno oligárquico de Roberto Chiari, hijo del ex presidente Rodolfo Chiari, que en 1925 pidió la intervención militar de EE UU para aplastar la Huelga Inquilinaria, decidió dos medidas contrapuestas: una, encuartelar a la Guardia Nacional, para que sus armas no fueran usadas por el pueblo en defensa de la soberanía; dos, tratando de apaciguar la furia popular, rompe relaciones diplomáticas con Washington, una medida desesperada que no da cuenta de ninguna vocación nacionalista de la oligarquía, sino del pavor que sentía el gobierno ante la insurrección que amenazaba con entrar a la fuerza en el Palacio de las Garzas.
Tres días duró el pueblo insurrecto en las calles de las ciudades de Panamá y Colón. Tres días en que las acciones no se limitaron a plantar banderas, sino a enfrentar, con las pocas armas de que se disponía, a las tropas imperialistas. Hubo varios muertos reconocidos por el "gobernador" de la Zona del Canal. Tres días en que todo símbolo o propiedad de empresas norteamericanas fue saqueado y quemado, desde el famoso edificio de la aerolínea Panamerican hasta las sucursales bancarias del Chase Manhattan Bank. Decenas de automóviles con placas de la Zona fueron volteados y quemados a lo largo de las calles de la ciudad.
El gobierno que cobardemente se había escondido empezó a sacar a la Guardia Nacional de los cuarteles hacia el 11 y 12 de Enero. Pero no lo hizo para defender a la nación agredida, sino para detener a los dirigentes populares de la insurrección, una gran cantidad de los cuales fue a parar a la cárcel Modelo. La labor represiva de los gobiernos liberales de Chiari y Robles seguiría en los años subsiguientes, cebándose contra el líder estudiantil colonense Juan Navas, que había sido herido durante la Gesta de Enero y había viajado a la Unión Soviética para recibir tratamiento medico. A su regreso de la URSS, en 1966, fue arrestado por la policía política del régimen, torturado, asesinado y tirado su cadáver en el Corredor de Colón. A todo lo cual siguió un juicio para inculpar a sus compañeros del Partido del Pueblo de aquella ciudad.
El sacrificio de los mártires y la insurrección popular de 1964 no fueron en vano, sino todo lo contrario, una victoria que se fue configurando en el tiempo y que hoy se siente sobre el país: se impuso el criterio, hasta ese momento sólo sostenido por sectores populares de izquierda, de que había que acabar con el estatuto colonial de 1903, derogar el Hay-Bunau Varilla y negociar un nuevo tratado sobre el Canal de Panamá, que eliminara la "Zona", las bases militares y traspasara la administración de la vía acuática en un plazo perentorio. El Tratado Torrijos-Carter de 1977 reflejó esas demandas, pese a sus enmiendas y al Pacto de Neutralidad.
La prosperidad económica que hoy campea sobre el país se debe, sin duda alguna, a la Gesta del 9 de Enero, porque está fundamentada en los ingresos que el canal está produciendo y que antes Panamá no recibía. Porque, contrario a lo que sostenía la oligarquía panameña que, hasta 1999, temía el retiro de las bases militares, se ha demostrado que: "la soberanía sí se come".
Lamentablemente la prosperidad que el canal produce está siendo apropiada en su mayor parte por una clase social, que el Prof. Ricardo Ríos ha llamado los nuevos "zonians", que no es otra que los descendientes de la misma oligarquía que vendió al país en 1903, que durante cien años actuó como aliada interna del colonialismo norteamericano y que acusó de "comunistas" a los líderes populares del 64 y de "saqueadores y ladrones" a los Mártires.  Esa apropiación de los beneficios del canal, que es lo contrario de lo sostenido por Omar Torrijos cuando afirmó que se le debía dar el "uso más colectivo posible", se debe al otro acontecimiento: la invasión norteamericana del 20 de Diciembre de 1989.
Los tres momentos del régimen militar
Para comprender la invasión del 20D, hay que comprender al régimen militar y al golpe de estado de 1968. En el libro "Diez años de luchas políticas y sociales en Panamá (1980-1990)", hemos señalado la existencia de varias causas del golpe de estado militar: el desprestigio del régimen oligárquico (mal llamado democrático) por la corrupción rampante (en circunstancias muy parecidas a las actuales, incluyendo alto crecimiento económico); la división en la cúpula de la clase dominante que se resistía a pagar más impuestos (parte del proyecto liberal de David Samudio bajo el lema "la reforma va").
Pero un tercer elemento que gravita sobre la crisis del régimen político a fines de los años 60 y el golpe de Estado es el conflicto popular contra el sistema colonial de la Zona del Canal, que el 9 de Enero había puesto sobre la mesa, y que la oligarquía y sus gobiernos no podían resolver, atenazada entre su sumisión a los intereses imperialistas y las demandas populares dirigidas por una vanguardia revolucionaria muy activa, que se evidencióen el fracaso de los "Tratados 3 en 1".
El régimen militar que se inició el 11 de Octubre de 1968 pasó por tres grandes fases:
1: La primera, altamente represiva contra las fuerzas populares pero también atravesada por conflictos internos entre la oficialidad de la Guardia Nacional y la ausencia de un proyecto político claro (11/10/68 hasta el 16/12/69);
2. La segunda, que inaugura el régimen propiamente populista, encabezada por Omar Torrijos, en la que (pese a persistir represión puntual) hay un gran pacto con sectores sindicales y populares que se expresaron de diversas maneras (Código de Trabajo de 1971, Asamblea de Representantes, nueva Constitución Política, Asentamientos Campesinos, etc.), pero sobre todo lanzando una ofensiva política para demostrar la justeza de los reclamos panameños sobre el canal en una campaña internacional sin precedentes (Consejo de Seguridad de la ONU, política tercermundista y giras mundiales de Torrijos). Este segundo período, que va a durar de 1970 hasta la muerte de Torrijos en julio de 1981, va a producir una institucionalidad civil y militar impregnada de una ideología nacionalista (aunque no necesariamente antiimperialista) con gran respaldo popular.
3. La tercera fase del régimen militar panameño, la fase de decadencia y crisis, que se inicia a la muerte de Torrijos y va a terminar con la invasión de 1989, coincide con varios factores internacionales que le  influencian: victoria del ultra conservador Ronald Reagan en Estados Unidos, que impone una vuelta al sometimiento político de América Central para enfrentar los procesos revolucionarios abiertos con la victoria sandinista de 1979, lo que incluye la liquidación del papel mediador de Torrijos y probablemente explique su muerte; la imposición del Consenso de Washington y el inicio de las políticas neoliberales; relacionado con eso, la Crisis de la Deuda Externa latinoamericana, iniciada en 1982.
La crisis, el giro a la derecha de los militares y la lucha popular contra el neoliberalismo
Esos factores marcan un giro a la derecha del Estado Mayor de la Guardia Nacional, tanto en el breve período dirigido por Rubén D. Paredes como bajo el mando de Manuel A. Noriega. En las elecciones presidenciales de 1984, que supuestamente debían marcar el fin del régimen militar y la vuelta a la normalidad democrática, Noriega pacta con Estados Unidos la imposición de Nicolás A. Barletta como candidato presidencial de oficialismo. Barletta era un "chicago boy" ducho en la política neoliberal (venía de ser vice presidente del Banco Mundial para América Latina) que se imponía a nuestros países en esa época. Tanto la Guardia, como la embajada norteamericana, como la "oposición" (por omisión) terminaron avalando el fraude electoral para imponer al "hombre de los gringos".
Barletta impuso un duro paquete de "ajuste" que incluso dividió al sector torrijista afincado en diversos sectores gremiales, los cuales organizaron la Federación de Empleados Públicos (FENASEP), que libró varias huelgas generales durante el año de gobierno de Barletta. Otros sectores sindicales organizados, como educadores, médicos, CONATO, etc., realizaron diversas huelgas.
Entre 1984 y 1985 se dio en Panamá la mayor ola de huelgas que recuerde nuestra historia hasta el presente. Éste fue el inicio de la crisis del régimen militar: la lucha de los trabajadores contra las medidas neoliberales impuestas por un régimen fraudulento en que los militares mandaban por detrás, con anuencia de Estados Unidos y de la oligarquía financiera y comercial.
El descontento popular escaló a un punto de quiebre en septiembre de 1985, cuando fue asesinado Hugo Spadafora. Noriega, cuya renuncia exigían las masas, forzó la de Barletta, pero no para retornar a la política populista (keynesiana) de los años 70, sino para sostener el acuerdo neoliberal con EE UU y las IFI's encabezado por el empresario Eric Del Valle, ex vice presidente de Barletta. En marzo de 1986 se impusieron a sangre y fuego las primeras reformas al Código de Trabajo. Todavía a mediados de 1987, cuando se da otra escalada de la crisis, Noriega fuerza la expulsión de Roberto Díaz Herrera de las Fuerzas de Defensa con el argumento de que es el que no quiere entenderse con los empresarios (ver intervención de Noriega en CADE 87).
La ruptura política entre los trabajadores organizados y el pueblo en general con el régimen militar se profundizaba a cada momento, acicateada no sólo por la aplicación del neoliberalismo, sino también por la falacia del régimen ´"democrático" títere de los militares. Pero esa ruptura no era capitalizada por los partidos de "oposición" (Panameñista, PDC y Molirena) porque la gente los recordaba como los representantes de la oligarquía corrupta de antes de 1968.
De manera que, en medio de las movilizaciones masivas de junio de 1987, Estados Unidos toma dos medidas preventivas: promueve la creación de la Cruzada Civilista Nacional como un referente político de recambio (con la participación de partidos oligárquicos y gremios empresariales) y empieza tenuemente a sugerirle a Noriega que ponga una fecha para su retiro para hacer creíble a la gente que se había pasado del régimen militar al "democrático".
La invasión fue posible por los actos antipopulares, antidemocráticos e inconsecuentes del régimen militar
A falta de una fuerza política de izquierda antiimperialista libre de la tutela de los militares (que existían pero sin influencia de masas), la Cruzada Civilista capturó la simpatía de amplios sectores del pueblo que había luchado contra imposiciones económicas y antidemocráticas del régimen militar.  Irónicamente, decenas de miles marcharon bajo las banderas de un referente político (la Cruzada) que era en esencia lo opuesto a sus demandas. Por el otro lado, los sectores gremiales y sindicales antiimperialistas, que percibían la maniobra norteamericana y oligárquica, se vieron entrampados en la retórica nacionalista que asumía Noriega para sostenerse en el poder, a sabiendas de que era inconsecuente con su discurso.
A lo largo de 1988, la Cruzada se encarga de desmovilizar (no estaba en su naturaleza promover una revolución) para dejar en manos del gobierno de EE UU que resolviera lo de Noriega, con sanciones económicas e intervención militar. En el otro extremo del campo popular (el lado antiimperialista) la última lucha independiente que se dio fue en Septiembre de 1989, con una nueva ola huelguística duramente reprimida con presos y despidos masivos.
La última fase de la crisis, durante 1989, se jugó en el campo de la burguesía y el imperialismo, bajo una gran represión al movimiento sindical, sin movilizaciones y con una crisis económica gravísima producto de las sanciones norteamericanas que implicaron desempleo masivo y rebaja salarial. La actuación independiente de la clase trabajadora y su vanguardia fue aplastada o muy mediatizada entre las dos fuerzas burguesas: la cúpula militar y la cúpula empresarial de la Cruzada.
La poca confianza política que podía levantar el general Noriega y su séquito la quemó en mayo de 1989 cuando utilizó el nombre de los Batallones de la Dignidad (formados para enfrentar la agresión norteamericana) para apalear a los candidatos de la oposición en Santa Ana. La guinda del helado fue el fusilamiento de los golpistas del 3 de octubre. El desconcierto y la desmovilización, junto a la actitud pro yanqui de la Cruzada y la traición de Noriega y sus coroneles, dejaron la puerta abierta a la invasión del 20 de Diciembre de 1989. La izquierda independiente de los militares condenó la agresión y la invasión imperialistas, pero sin capacidad de movilización (Para mayores detalles del acontecimiento consultar: La verdad sobre la invasión, publicado por las editoriales Manfer, S.A. y Portobelo).
Dos legados contrapuestos: 9 de Enero y 20 de Diciembre
Mientras en el 9 de Enero fue protagonista el pueblo trabajador encabezado por una vanguardia antiimperialista con un claro proyecto de liberación nacional; la invasión del 20 de Diciembre se produjo en medio de la parálisis, la perplejidad y la confusión de los sectores populares.
El 9 de Enero fue una revolución popular victoriosa (aunque su materialización demorara en el tiempo) que nos heredó la descolonización de la Zona del Canal, la desaparición de las bases militares y el traspaso de la administración del canal a Panamá. Sus efectos nos llegan hasta hoy, cuando la bonanza económica que se vive tiene su fundamento principal en la reversión del canal y el aumento de sus aportes a la economía nacional, aunque sean cuestionables los criterios que se están utilizando para repartir sus beneficios.
El 20 de Diciembre, en cambio, el imperialismo yanqui pudo imponernos el régimen económico neoliberal que había fracasado con Barletta, disfrazándolo de "democrático". La invasión permitió al imperialismo norteamericano reimplantar el régimen tutelado y oligárquico de antes del 68, incluso acariciar la permanencia de bases militares disfrazadas de combate a las drogas (CMA de Pérez Balladares), aunque luego ha impuesto acuerdos de seguridad más sutiles. La invasión también hizo posible mediatizar el triunfo del 9 de Enero con un Título Constitucional y una Ley Orgánica que convirtió la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) en una entidad controlada por la oligarquía que no luchó por la soberanía (los nuevos zonians) y de la que pueblo quedó excluido, hasta ahora.
Superar los efectos negativos de la invasión para que el pueblo panameño pueda recibir una proporción mayor de los beneficios que genera el canal, requerirá la estructuración de un gran movimiento de carácter antiimperialista, antineoliberal, democrático y popular que asuma el poder político para sacar del poder a la oligarquía vendepatria.
Panamá, 24 de diciembre de 2013.


Panamá: significado y consecuencias del 9 de enero de 1964

En el reducido espacio que se me otorga, no puedo aspirar a otra cosa que no sea el cuestionar la versión histórica, oficial y dominante, de la epopeya escrita por el pueblo panameño los días 9, 10 y 11 de enero de 1964. Ya sea por ignorancia o interés esa versión escamotea la explicación científica de las causas –y consecuencias- de aquellos hechos y oculta, por temor a las lecciones que desprenden, el verdadero rostro de la insurrección popular.

 José Stoute** lunes, 29 de abril de 2013 

Foto1: Ni cercas ni proyectiles amedrentaron a estos jóvenes panameños, armados de coraje.
Foto2 (abajo): Alrededor de las 18 hs. comienzan a llegar al Hospital las primeras víctimas de los proyectiles norteamericanos. En esa foto puede verse a Ascanio Arosemena conduciendo a un compañero herido. Poco después él mismo regresaría sin vida a ese centro de salud. Ascanio Arosemena fue la primera baja de esa legión de jóvenes que defendieron la soberanía nacional, frente a los USA.

Las contradicciones materiales

La insurrección popular y antiimperialista del 9 de enero no puede ser explicada únicamente a partir de la conciencia revolucionaria de las masas ni de las luchas nacionalistas del pueblo panameño. Si bien ambas existieron, lo que debemos explicar son las contradicciones materiales que se daban en el seno de la sociedad y que hicieron posible esa conciencia y tales luchas.

Desde la anterior perspectiva, debemos recordar que fue el presidente Remón el que atribuyó el éxito de las “actividades comunistas” en Panamá a la “competencia que las Agencias del Gobierno de los Estados Unidos llevan a cabo contra el comercio y la industria panameña y otras medidas que estorban el desarrollo de la República y agravan cada día mas su situación económica...”1. Vocero de las fracciones productivas de la burguesía, que habían conquistado por primera vez en nuestra historia el aparato del Estado, Remón resumía en su discurso la necesidad objetiva e impostergable de una negociación canalera que permitiera una mayor expansión de la burguesía productora. El tratado de 1955, aunque mezquinamente, estimuló un prodigioso desarrollo del capitalismo panameño, que tuvo consecuencias trastocadoras de nuestra sociedad.

El desarrollo del capitalismo engendró novedosas contradicciones en el seno de una burguesía cada vez más diferenciada, empujándola por ello hacia su fraccionamiento político. Ese mismo desarrollo dio a luz un proletariado joven, vigoroso y en rápida expansión cuantitativa, que pronto alcanzaría formas de organización y un nivel de conciencia que le permitía cada vez más osadía en su lucha contra las contradicciones de existencia impuestas por el desarrollo del capitalismo. Y, por último, el régimen de dominación democrático-oligárquico se mostraba ya como un instrumento inservible para administrar las contradicciones engendradas por un desarrollo del capitalismo que exigía, para su dominación política, fórmulas de concertación o cooptación de las clases subalternas, antes que la exclusión y el enfrentamiento directo con ellas.

Este era el panorama en los albores de la década de 1960, cuando las fracciones productivas de la burguesía volvían a verse constreñidas, en su expansión, por la existencia del enclave colonial canalero. Por su parte, el movimiento obrero y la pequeña burguesía, herederos de una conciencia nacionalista forjada a través de innumerables combates realizados a lo largo de nuestra historia, acrecentaron sus luchas por la participación en los beneficios resultante del desarrollo capitalista, así como contra unos aparatos de Estado que respondían a una fase ya periclitada del capitalismo panameño. Y todo ello, no hay que olvidarlo, estimulado entonces por el ejemplo liberador de la Revolución cubana.

La insurrección popular

Empecemos por decir que la primera consecuencia de la insurrección popular del 9 de enero fue la paralización de los cuerpos represivos. En efecto, todo el aparato represivo fue acuartelado y la ciudad quedó totalmente bajo el control de las masas. La Guardia Nacional quedó prisionera de una contradicción insalvable: o reprimía la movilización, inaugurando con ellos una previsible guerra civil urbana de consecuencias impredecibles y resultados inciertos, o salía a la calle en cumplimiento del mandato constitucional que la obligaba a luchar contra el invasor, en defensa de la soberanía y la integridad de la nación. Como sabemos, optaron por atrincherarse en sus cuarteles. Pese a ello quiero rendirle honores al suboficial que horrorizado por la carnicería que sus ojos contemplaban, y habiendo recibido instrucciones por radio de retirarse de la zona de combate, entrego su ametralladora al pueblo y se retiró llorando de impotencia y humillación. Estoy seguro que no fue un incidente aislado.

En segundo lugar quiero destacar el hecho de que la insurrección no solo dirigió su furia contra el imperialismo. La Asamblea Nacional, símbolo de la entrega y la antipatria, fue asaltada y tomada por los manifestantes, no sin antes dejar la marca de un puntapié en el trasero de unos disputados que creyeron propicio el momento para la demagogia y el oportunismo. Desde el primer momento la insurrección tuvo un sello de clase definido, fácilmente comprobable a través del análisis biográfico de los 23 muertos y más de 500 heridos de bala. En este mismo sentido, me parece oportuno desmitificar la supuesta intervención nacionalista del entonces presidente Roberto F. Chiari. Sépase que la ruptura de relaciones diplomáticas no se produjo sino 24 horas después de iniciarse la carnicería, y solo fue posible gracias a la presión incontrolable de las masas. Entre 40,000 y 60,000 panameños rodearon el palacio presidencial e impusieron la ruptura diplomática. El presidente no tuvo otro camino. Sin el respaldo de la entonces Guardia Nacional, su negativa hubiese sido la señal para el asalto y ocupación física de la sede del poder ejecutivo. Es más, la ruptura diplomática era la salida menos comprometida frente a una multitud que exigía la entrega de armas para luchar contra el invasor.

Las armas que se negaban a usar y menos a entregar, el pueblo se las procuró por sí mismo. Es falsa e interesada la imagen de un pueblo manso que únicamente se defendió “con pedazos de nuestro propio terruño”, según la feliz frase de un historiador. Con la llegada de la noche, el pueblo expropió las armerías entonces existentes en la ciudad de Panamá y junto con las armas donadas por sectores de la pequeña burguesía nacionalista (revólveres, escopetas de caza y fusiles de bajo calibre), se armaron los primeros Comités de Defensa. No serían las 10 de la noche del 9 de enero, cuando los combatientes de la soberanía empezaron a contestar el fuego enemigo. Con ello se fortaleció la voluntad de lucha de los insurrectos y la batalla se hizo más encarnizada. Traigo a mi memoria, para honrarlo, al ciudadano panameño que al frente de un Comité de Defensa y desde un piso alto del Palacio Legislativo no silenció su escopeta sino al agotar su munición.

Todas las gasolineras del área fueron ocupadas por los Comités de Defensa, quienes constituyeron equipos fabricantes de cócteles “molotov”, utilizando para ello botellas de Coca Cola de las maquinas situada en las mismas gasolineras. Dicho cócteles eran transportados en cajas de Coca Cola, utilizando para ello vehículos expropiados para tales efectos. Esta ordenada e inteligente labor logística les permitió a los Comités de Defensa que se encontraban en la primera línea de fuego mantener en permanente jaque a la soldadesca imperialista. En las 72 horas que duró la lucha, los Comités de Defensa realizaron tareas de policía con indudable éxito, destinadas a mantener el orden necesario para el adecuado desarrollo de su lucha.

Pero no solo cumplieron funciones militares. Integrados a los bomberos, cumplieron tareas de socorro civil, sin las cuales el número de muertos hubiese sido muy superior. En dichas tareas destacaron los taxistas, quienes formaron una larga fila de automóviles frente a la casa Miller, destinada a transportar con toda rapidez a los heridos. Un número plural de médicos, con graves riesgos para sus vidas, atendía a los caídos en el epicentro de la lucha: El Palacio Legislativo. Y en los hospitales, su comportamiento heroico los llevo a no dormir ni descansar en esas trágicas 72 horas. Igualmente ejemplar fue la actitud de los sectores populares no directamente implicado en la lucha. Desde los primeros heridos, y atendiendo a pedidos radiales de los Comités de Defensa, largas cola de donantes de sangre podían observarse en el Hospital Santo Tomás. Recorrerlas era un espectáculo penoso: caras amarradas por el dolor, lágrimas y escenas histéricas se entremezclaban con los gritos de dolor de los heridos y el ulular de las sirenas de las ambulancias.

Las jornadas de enero mostraron el rostro de un pueblo capaz de luchar hasta las últimas consecuencias, y de hacerlo organizadamente. La capacidad de la autoorganización en lo militar, policial y en el socorro civil, no se vio correspondida por la necesaria dirección política que pudiera llevarlo a la victoria, o que al menos impidiera la traición inmediata de ese generoso sacrificio. Estas pinceladas muestran a un pueblo que en nada se parece a “la chusma de ladrones del 9 de enero”, tal como lo definen minoritarios sectores de apátridas.

El significado y las consecuencias

Las jornadas de enero plantearon de manera transparente e irrenunciable la exigencia de abatir el enclave colonial, a fin de permitir el despliegue sin trabas de las fuerzas productivas y, con ello, el pleno desarrollo de la Nación panameña. Hicieron irreversible la voluntad de suprimir las bases militares norteamericanas en Panamá, y con ello avanzar hacia una independencia sin “protección” de paraguas alguno. Cuestionaron en profundidad la dominación imperialista de la Nación panameña, poniendo de manifiesto que las “causas de conflicto” entre ambas naciones son más profundas y amplias que las querella canalera.

Sus consecuencias todavía hoy las vivimos. En primer lugar, con aquellas jornadas el pueblo le arrebató a la oligarquía la iniciativa en la definición del tipo de relaciones que debemos mantener con el gobierno norteamericano. Se pasó de la lucha por las reformas a la lucha por la abolición de las relaciones contractuales existentes hasta entonces. Por otra parte, la insurrección popular antimperialista le dio un golpe mortal al régimen de dominación democrática-oligárquico, deslegitimándolo completamente. Esa es la explicación profunda de la inestabilidad del posterior gobierno de Marcos Robles y de la imposibilidad de imponer los proyectos del tratado conocido como “tres en uno”. La exigencia de una nueva legitimidad se expreso distorsionadamente a través de la elevada votación obtenida por el Dr. Arnulfo Arias en las elecciones de 1968. Como siempre, el Dr. Arias supo capitalizar a su favor el repudio masivo del pueblo a un régimen de dominación política carcomido por las contradicciones del desarrollo capitalista. 

A partir de entonces, el fundamento de la legitimidad lo constituye la lucha por la resolución definitiva de lo que púdicamente se sigue definiendo como las “causas de conflicto” entre las dos naciones. De ahí por qué el régimen inaugurado por el General Torrijos sólo encontró su legitimidad en la lucha previa a la firma de los tratados, y empezó a perderla a partir de la firma de los mismos. La democracia que nos hará por fin dueños de nuestro destino empezará a florecer con la liquidación de las relaciones de dominación imperialistas impuestas a la nación y al pueblo panameño. No habrá legitimidad democrática que no se fundamente en esa ruptura, ni habrá ruptura sin las libertades que nos permitan luchar contra esa dominación. 

Panamá, 20 de febrero de 1989.

*Tomado de la Revista Mujeres Adelante, nº13, Panamá, enero-marzo de 1989.

**El autor realizó estudios de Derecho en Barcelona (España), ciudad en la que vivió durante 22 años. En una de sus estancias en Panamá lo tomaron por sorpresa los acontecimientos del 9 de enero de 1964, participando en los mismos de forma decidida, al igual que lo hicieron decenas de miles de ciudadanos. En la actualidad (enero de 2013) escribe un ensayo sobre aquéllos acontecimientos, reparando así lo que al redactar el presente artículo no pudo ser un “trabajo de mayor envergadura”. 

Notas
(1).- Remón Cantera, José Antonio: “Mensaje a la Honorable Asamblea Nacional” (extracto), en Ricaurte Soler: El pensamiento político de los siglos XIX y XX, Biblioteca de la Cultura Panameña, Universidad de Panamá, 1988, p. 393.

CRONOLOGíA DE LOS ACONTECIMIENTOS DEL 9, 10 y 11 de ENEROde 1964 : AQUÍ


Publicado por 



Exposición "1964. Arte, política, Panamá"

De: Margarita Merklen 
Fecha: 8 de enero de 2014, 10:09
Asunto: Re: Exposición "1964. Arte. Política. Panamá" en el MAC

El 7 de enero de 2014, 15:00, Agenda Cultural Infoarte <infoartepanama@gmail.com> escribió:

El Museo de Arte Contemporáneo invita a la inauguración de la exposición "1964. Arte, política, Panamá", en conmemoración del 50 aniversario de la gesta del 9 de enero de 1964.  

Este evento se dará el miércoles 8 de enero de 1964 a las 8:00 p.m.

Aunado a esto se estará gestando un muro de memoria colectiva donde el público podrá colocar fotografías o recuerdos de eventos importantes en la vida política del Istmo.

Más información en el afiche adjunto.
--
Lizi Rodríguez
Editora
Agenda Cultural Infoarte