lunes, 28 de abril de 2014

Preludio para una guerra inminente

Los sectores belicistas del gobierno de EE.UU. cometieron la grave imprudencia de cruzar la línea roja con Moscú, pasando de guerras periféricas (antes en Corea o Vietnam, hoy en Siria) a provocar un enfrentamiento directo con Rusia.


putin
No está claro en base a qué análisis el Pentágono y la CIA pensaron que su complot contra Rusia –el de instalar un régimen antirruso en Kiev e integrarlo en la OTAN– iba a tener éxito. Si a pesar de contar con miles de agentes e informantes militares y civiles, públicos y ocultos en ese país, Estados Unidos ha hecho un fiasco de gran calibre y de consecuencias imprevisibles. Los sectores belicistas del gobierno de Estados Unidos cometieron la grave imprudencia de cruzar la línea roja con Moscú, pasando de guerras periféricas (antes en Corea o Vietnam, hoy en Siria) a provocar un enfrentamiento directo con Rusia. Ahora, además de tragarse el sapo de la integración de Crimea a Rusia –en parte gracias al referéndum y el hábil uso del vox populi por parte del Kremlin– también han tenido que aceptar la propuesta de Moscú de cambiar la Constitución ucraniana para transformar el país en una federación, en un Estado-tapón no alineado, y así impedir que se convierta en otra base de la OTAN en sus fronteras. Y quizás sea mejor que no lo amenacen con más sanciones económicas si no quieren que los rusos saquen su dinero de Chipre o de Portugal y fuercen a Bruselas a un nuevo rescate.
Una vez que sucedió a Boris Yeltsin en 2000, Vladímir Vladímirovich Putin fue tratado con mimos por un Occidente que pretendió desactivar su posible oposición a las aventuras bélicas en marcha, contar con su consentimiento para instalar bases militares en Asia Central, implicarlo en la inmoral guerra contra Afganistán y utilizar su territorio para el tránsito de los convoy (Ruta Norte) a este país, y todo ello a cambio de nada: concesiones unilaterales.
En 2008, el ex oficial de la KGB y su equipo se dieron cuenta que el acercamiento a Occidente no había beneficiado a Rusia. El enfoque brzezinskiano de la política exterior de Obama, de menos Oriente Medio y más contención de Rusia y China, era más cristalino que el vodka. Putin recogió la idea fracasada de Obama de formar un G2 con China, y fortaleció sus lazos con el gran vecino.
Putin comenzó a proyectar una imagen de fuerza y seguridad y consolidó su poder personal. Su postura antiestadounidense neutralizó a los militares “nostálgicos” que venían exigiendo una política exterior contundente en defensa de los intereses nacionales.
Rusia, al igual que los chinos, sospecha que las primaveras árabes están promovidas por Estados Unidos para rediseñar el nuevo mapa de la región acorde a los actuales intereses y en perjuicio de Rusia y China.
Como señala la politóloga Nazanin Armanian, en su blog, Libia es el nombre del penúltimo golpe que Putin recibió de Estados Unidos: la resolución del Consejo de Seguridad proponía una zona de exclusión aérea y no el cambio del régimen. A partir de ese momento, Putin se opone a amenazas de Washington contra Irán y Siria y concede asilo a Snowden, intentando recuperar la autoridad moral que había perdido.
Así surge la nueva Doctrina Putin que considera la inestabilidad de los países vecinos una amenaza para la seguridad rusa y se adjudica el derecho a estabilizarlos.
Rusia dejó de confiar en Estados Unidos y la Unión Europea. Los trágicos fines de Saddam y Khadafi mostraron que ni una sólida relación con Occidente es garantía de salvar el pellejo.
Al mismo tiempo, al conjurar el bombardeo a Siria, advirtió que jugar con la “nueva” Rusia tendría sus costos: una de las lecciones se llama Crimea.
Vladimir Putin tiene más admiradores en el mundo de lo que cree.
El hombre fuerte de Rusia cuenta con el apoyo tácito e incluso ciertos aplausos discretos de varias de las principales potencias emergentes del mundo, empezando por China e India.
Ante el rechazo de Europa, Rusia tendrá más necesidad de cultivar una buena relación con Pekín. Y en cuanto a la propia Ucrania, que ya vende a China material militar de mejor calidad que el que Rusia ha estado dispuesta a vender hasta ahora a su aliado asiático, las nuevas autoridades han garantizado al Gobierno chino que el hecho de que Pekín no haya condenado la anexión de Crimea no tendrá repercusión alguna en sus futuras relaciones. Mejor, imposible.
Además de esta realpolitik, existe también un componente emocional. A los dirigentes chinos que, como Xi Jinping, crecieron cuando todavía gobernaba el presidente Mao, sigue gustándoles de forma instintiva la idea de que otro líder no occidental se plante frente a un Occidente imperialista y capitalista.
Los comentarios en los medios de comunicación chinos se han vuelto más precavidos desde que Putin pasó de la anexión de Crimea a agitar las aguas en el este de Ucrania. El periódico nacionalista Global Times, que el mes pasado hablaba del “regreso de Crimea a Rusia”, advierte ahora de que “la región oriental de Ucrania es un caso distinto al de Crimea. Si la zona se separa de Ucrania, asestará un golpe directo a la integridad territorial garantizada por el derecho internacional”. (Claro que lo que pretende Putin no es una secesión total, sino sólo una gran Bosnia a la finlandesa, un país neutral con una versión tan amplia de “federalismo” que las regiones orientales se convertirían en entidades de tipo bosnio, dentro de la esfera de influencia rusa).
Sin embargo, no parece que esa preocupación creciente enfriara la acogida que se le dio el martes pasado en Pekín al ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov. El presidente Xi dijo que las relaciones entre China y Rusia “son mejores que nunca” y han desempeñado “un papel insustituible en el mantenimiento de la paz y la estabilidad en el mundo”. El Ministerio de Exteriores chino declaró que la relación entre China y Rusia es “la relación entre dos grandes países más llena de contenido, con más categoría y más importancia estratégica”.
Lo mismo ocurre con la India: el mes pasado, el presidente Putin dio las gracias a India por su postura “contenida y objetiva” a propósito de Crimea. La obsesión soberanista de la India poscolonial y la desconfianza ante cualquier indicio de imperialismo liberal occidental se traducen –cosa bastante ilógica– en el apoyo a Moscú. Y tampoco es sólo India. Los otros dos socios de Rusia en el llamado grupo de los Brics, Brasil y Sudáfrica, se abstuvieron de votar la resolución de la Asamblea General de la ONU en la que se criticaba el referéndum de Crimea.
Según el politólogo ruso Geidar Dzhemal, “los Estados Unidos están interesados en que la guerra entre la Federación Rusa, Ucrania y la UE transcurra bajo su supervisión”, según publica la página kontrudar.com.
El politólogo ruso advierte que la situación actual ya se ha salido fuera del marco de un proceso político corriente. “Considero que como resultado vamos a tener una guerra en toda regla. Creo que la guerra dentro de Ucrania inevitablemente va a involucrar a Rusia. En primer lugar, Crimea ahora se encuentra aislada y ese aislamiento irá creciendo, ya ahora está cortada la electricidad, el agua que llega a través del canal del Norte de Crimea no ha sido cortada, pero su caudal ha bajado 3 ó 4 veces. Y si lo siguen bajando, cosa que seguramente harán, va a significar el colapso de agua en la península. Además, con el transbordador sólo se puede llevar 60 furgones de alimentos al día. Y cuando Crimea formaba parte de Ucrania a diario llegaban 250 furgones durante las 24 horas. Es decir, que incluso llenando el transbordador sólo con este suministro, la cantidad de alimentos que va a llegar a Crimea será 4 veces menor que antes de la anexión. De modo que ahora mismo en Crimea hay un tremendo problema de déficit de agua. Y además está el problema del suministro de la energía eléctrica. Para resolverlos, Rusia necesita abrir un corredor, cosa que únicamente se puede hacer a través de las regiones del sureste de Ucrania, a través del istmo. De otra manera no se entiende cómo se puede apoyar a Crimea. De modo que habrá que invadir simplemente estas regiones. Es decir, que este proceso ya está en marcha en algunas regiones, por ejemplo en Slaviansk, lo que significa el conflicto con Ucrania y con quien la apoye.”.
Walter Goobar

El significado actual del 1 de Mayo


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Escrito por Iñaki Gil de San Vicente / ABN   
Domingo, 27 de Abril de 2014 
La burguesía necesita aumentar el desempleo y el paro permanente, el subempleo y la precarización extrema para aterrorizar a la clase trabajadora
1. HECHOS
El 1 de mayo de 1886 se inició una huelga obrera en Chicago para reducir a ocho horas diarias el tiempo de trabajo. Esta huelga era parte de un amplio movimiento de las masas obreras y populares en los Estados Unidos para reducir la durísima jornada de trabajo que llegaba hasta las 12 y 14 horas durante seis días a la semana, en muy penosas condiciones laborales, con disciplinas muy duras, con despidos inmediatos, con abusos de todas clases incluidos los sexuales contra las trabajadoras, con explotación infantil, sin derechos sociales ni políticos, sin cobertura sanitaria pública, etcétera. Condiciones espantosas que también se sufrían en la Europa de entonces, impuestas a la fuerza desde los orígenes mismos del capitalismo industrial a finales del siglo XVIII en Inglaterra e incluso antes, en el capitalismo manufacturero, impuestas muchas veces con la intervención militar salvaje. En 1868 el movimiento obrero había logrado gracias a muy duras luchas anteriores conquistar la jornada de 8 horas pero solo para un sector de la clase: el explotado en las empresas públicas y servicios estatales, aunque la patronal boicoteó esa ley todo lo que pudo. Y en 1874 se redujo la jornada a 8 horas a otras franjas obreras.
Alrededor de 340.000 trabajadores secundaron las huelgas y movilizaciones; trabajadores de todas las ramas productivas y de servicios, de sexos y edades diferentes, con culturas, lenguas y tradiciones diversas que no impidieron que las masas explotadas construyeran la unidad de clase del trabajo frente a la unidad de clase del capital, la unidad obrera frente a la unidad burguesa. La reacción capitalista fue atroz, movilizando recursos militares y policiales del Estado, empresas privadas especialistas en la represión selecta con sicarios asesinos y con sindicatos mafiosos de revienta-huelgas, esquiroles y «amarillos» traídos de otras regiones y del lumpemproletariado, con despidos, multas y desahucios masivos de los huelguistas expulsados de las casas de las empresas y echados a la calle con sus familias, con los sermones pacifistas e interclasistas de las sectas cristianas, con la propaganda agresiva de la prensa exigiendo mano dura y represión.
El capital recurrió a casi todo para aplastar al trabajo, sólo le faltó poner en marcha un golpe militar e instaurar una dictadura de clase, cruda y desnuda, abierta, como ya había aprendido a hacerlo en las Américas y como haría luego contra tantas naciones trabajadoras del mundo. No lo hizo en este caso porque aún disponía de otros instrumentos menos salvajes y más efectivos en ese nivel de radicalización de la lucha de clases, instrumentos como la supuesta «democracia norteamericana» y sus elecciones periódicas, la ley y la justicia, los tribunales, el parlamento, etcétera. Si bien es cierto que todavía entonces amplias masas explotadas no podían «disfrutar» de la democracia burguesa en el mismo sentido que la clase dominante, no es menos cierto que este sistema de dominación tan efectivo por su invisibilidad tenía arraigo en la conciencia alienada de las masas. También disponía de otros recursos de sujeción mental y de obediencia colaboracionista, fundamentalmente el fetichismo de la mercancía que obnubila, falsea e invierte la realidad anulando la conciencia crítica y libre. Además, el hecho de que ya en 1868 y 1874 se habían logrado victorias legales a favor de las 8 horas, incumplidas por la patronal, fortalecía el fetichismo parlamentarista y legalistas, lo que unido a concesiones significativas sobre las 8 horas en algunas ciudades, más el miedo a más duros golpes represivos, terminó paralizando la oleada de luchas.
Pero la justicia burguesa no se detuvo. Además de haber asesinado y herido a decenas de obreros en las represiones, el capital necesitaba «sangre cualitativa» para aterrorizar a los sectores más conscientes y organizados. La policía, que había avasallado y saqueado sedes sindicales y de organizaciones obreras, que se había apoderado de documentos y actas, que había arrancado declaraciones y confesiones atemorizadas, se volcó en la represión especializada sobre un reducido grupo acusado de dirigentes terroristas, condenando a cinco de ellos a la pena de muerte. Uno se suicidó el día antes de «ejecución», pero los cuatro restantes fueron legalmente asesinados el 11 de noviembre de 1887. Durante el año y medio transcurrido de mayo de 1886 a noviembre de 1887 la burguesía y su Estado habían tenido tiempo para dividir al movimiento obrero y popular con la clásica política de la zanahoria para los desertores y el palo para los resistentes, así que apenas tuvo problemas para controlar las manifestaciones de protesta por los asesinatos legales.
2. PRIMERA LECCIÓN
Durante los 128 años transcurridos desde que las luchas obreras dieron el salto a la gran movilización de aquél 1 de mayo, el capitalismo ha pasado por varias fases o formas concretas, pero se ha mantenido esencialmente el mismo, tanto que desde finales del siglo XX se ha lanzado a reinstaurar aquellas formas de explotación pero con los medios actuales. Como hemos visto, en 1868 y 1874 el Estado legalizó las 8 horas de trabajo aunque la patronal se opuso e incumplió esa ley. En el mismo 1 de mayo de 1886 se legalizaron las 8 horas en muchos lugares mediante acuerdos entre las burguesías y el Estado, pero en otros no. En Europa también se produjeron las mismas contradicciones no antagónicas entre el Estado, representante de la burguesía en su conjunto, y algunos grupos capitalistas que no querían ceder en nada y sí mantener una explotación salvaje.
La experiencia demostró que, en aquellas condiciones, la productividad media aumentaba si se reducía la duración del trabajo pero se aumentaba su intensidad, es decir, si con menos tiempo de trabajo se producía más y mejor y encima disminuía la protesta obrera. Por otra parte, en aquél contexto, reducir el tiempo de trabajo manteniendo el salario permitía que la clase obrera descansara más, dispusiera de más tiempo de ocio y consumo burgués y se integrase más en el sistema, acelerando así el circuito entero de producción, distribución, consumo, realización y acumulación ampliada.
Si bien estas tensiones intraburguesas han reaparecido en situaciones similares, como se ve con la experiencia keynesiana y en parte con el toyotismo y algunas formas de producción flexible, sin embargo, a raíz de las tremendas dificultades del capitalismo imperialista para salir definitivamente de la crisis iniciada a finales de la década de 1960 pese a todos los esfuerzos monetaristas y neoliberales lanzados desde 1973-1975, y a pesar de los puntuales repuntes transitorios siempre fracasados, desde entonces la burguesía imperialista ha optado abiertamente por aumentar el tiempo de trabajo y por incrementar la intensidad de la explotación, es decir, por unir la plusvalía absoluta con la relativa. Ha optado también por acabar con cualquier autonomía del Estado convirtiéndolo en un perro fiel que cumple sin dudar las órdenes de las grandes corporaciones financiero-industriales.
Quiere esto decir que el movimiento obrero debe rechazar la mentira del «Estado del bienestar», del «Estado benefactor», para comprender que ya ha pasado para siempre la fase en la que el Estado burgués podía atender sustancialmente a las necesidades de la clase explotada. Las muy reducidas medidas recientes del gobierno alemán para aumentar el salario directo e indirecto, controlar los precios de los alquileres, impulsar el consumo, etc., no buscan beneficiar al pueblo trabajador empobrecido y cada vez más furioso tras años de austericidio, sino sólo desatascar cuanto antes tapones y nudos que obturan y frenan la expansión del poder euroalemán, nada más. Por otra parte, el caso alemán es excepcional y se basa en las gigantescas ganancias acumuladas por su burguesía, lo que le permite jugar al gato y al ratón con los sindicatos, pero otras burguesías imperialistas relativamente poderosas, como la francesa, no pueden hacerlo y han obligado a la socialdemocracia a aplicar recortes sociales escalofriantes.
Solamente cuando el pueblo trabajador dispone de un gobierno y de un Estado dispuestos a enfrentarse a la burguesía propia y mundial, como sucede en cierta medida en las Américas y en otras muy reducidas partes del mundo, solo entonces puede confiar en que ese poder político actuará en defensa suya. Pero esa confianza debe estar asentada en la experiencia diaria y en la capacidad de autoorganización del poder popular y obrero fuera del Estado, libre de sus tentáculos. Todo Estado, incluido el obrero y popular, está en peligro de corrupción interna, y el burgués está corrupto en sus entrañas. Por esto el movimiento obrero ha de organizarse fuera del Estado, aunque sea suyo, para dirigir desde fuera –también desde dentro- la lucha por la reducción drástica del tiempo de trabajo explotado, una reivindicación revolucionaria por esencia.
3. SEGUNDA LECCIÓN
La clase trabajadora norteamericana logró decisivas conquistas gracias a su capacidad de asentar una unidad obrera y popular suficientemente fuerte. Superando enormes dificultades y provocaciones teledirigidas por los aparatos represivos de una burguesía monopolista que en 1904 con sólo 318 truts controlaba el 40% de la industria norteamericana. Pese a esto, en 1905 se creó el sindicato IWW o Trabajadores Industriales del Mundo, que fue objeto de una sistemática represión desde ese instante, como antes lo fueron quienes organizaron la huelga de 1886. Uno de los objetivos básicos de la represión fue romper esa unidad enfrentado a trabajadores con trabajadoras, a blancos con negros y latinos, a irlandeses con italianos, a los trabajadores industriales con los de servicios, a fabriles con campesinos, y golpeándoles a todos con empresas privadas de represión como la Pinkerton y mafias sindicales, además de a la policía. Como estos y otros medios no eran suficientes, la entrada de Estados Unidos en 1917 en la guerra mundial justificó imponer muy severas represiones obreras y sindicales con la escusa de la «seguridad nacional». Más tarde, haría lo mismo desde 1942-1945 en adelante para derrotar la oleada de reivindicaciones, y a partir de finales de 1960 de forma intermitente y en ascenso.
Si la lucha de 1886 sacó a la luz la unidad entre la represión económico-sindical a gran escala y la política contra las organizaciones revolucionarias, la experiencia hasta el presente no hace sino confirmarlo. También sucede lo mismo en Europa y en todo el capitalismo mundial, que no solo en el imperialista. Precisamente, mientras que la burguesía obliga al Estado a abandonar su intervencionismo socioeconómico en todo lo relacionado con el bienestar público, le lleva a multiplicar su intervencionismo controlador, vigilante y represivo sobre las clases explotadas. La lucha sociosindical y política ha de aprender de esta experiencia mundial la decisiva importancia de unir en lo posible la conciencia política con la conciencia socio-sindical, y dentro de esta unidad la importancia de la sistemática acción militante. El espontaneismo de masas fue una de las fuerzas activas en 1886 pero también lo fueron, y cada vez más, las organizaciones obreras anarquistas y socialistas cada vez más conscientes de actuar políticamente con sistemas organizativos capaces de aguantar la represión que se endurecería según aumentasen y se radicalizasen las movilizaciones.
El fetichismo parlamentarista sin contenido político obrero que luego haría estragos, como ya los estaba haciendo en la Europa de finales del siglo XIX, fue imponiéndose por varias razones específicas del capitalismo norteamericano que no podemos detallar ahora, pero entre las que destaca la facilidad con la que las patronales y la burguesía en su conjunto destrozaban una y otra vez las organizaciones obreras y sindicales con conciencia política radical, condenando al socialismo y al anarquismo al ghetto universitario y frecuentemente ni a eso. En Estados Unidos hay una vida político-radical rica, compleja y plural, y aumentan ahora las luchas obreras y populares, pero el Estado ha desarrollado un sistema tan efectivo de control y aislamiento atomizador preventivo, que es muy difícil avanzar en la unificación estratégica. También hay que tener muy en cuenta que la debilidad teórico-política de la izquierda por las derrotas sufridas refuerza el individualismo metodológico y ético-burgués imperialista que la clase dominante refuerza y readecua permanentemente.
Lo malo es que la clase dominante mundial tiene como ejemplo y modelo a seguir el yanqui, lo que se aprecia no sólo en Europa sino también en el Caribe y América del Sur y del Centro, y en el resto del mundo. Frente a esta ofensiva reaccionaria generalizada el movimiento obrero ha de recuperar los valores comunes de solidaridad, de ayuda mutua, de reconquista del tiempo propio y libre y de reducción del tiempo explotado, etc., que unieron al movimiento popular y obrero de Estados Unidos de aquél 1 de mayo.
4. TERCERA LECCIÓN
Sin duda, la lección fundamental a extraer es la desesperada obsesión capitalista por «volver» a las formas de explotación imperantes en el pasado, y contra las que se levantó la clase trabajadora hermana de Estados Unidos. Entrecomillamos «volver» para resaltar que en realidad se trata de ampliar, masificar y endurecer aquellas disciplinas, prohibiciones y castigos pero con los métodos actuales, infinitamente más sofisticados y perversos. El neoliberalismo mejora las tesis maltusianas y liberales extremas de la economía vulgar burguesa, llamada neoclásica, creada para oponerse al marxismo y derrotar al movimiento obrero de la época.
Ahora, la burguesía necesita, por un lado, aumentar el desempleo y el paro permanente, el subempleo y la precarización extrema para aterrorizar a la clase trabajadora mundial, dividirla y enfrentarla con ella misma. Por otro lado, necesita aumentar el tiempo de trabajo explotado, que no sólo la intensidad de la explotación, es decir, necesita que la clase obrera produzca más en cada hora de trabajo y que también trabaje más horas, sobre todo necesita mantener el salario igual pese al incremento de la explotación intensiva y extensiva, y si puede, busca incluso reducir el salario global a pesar de que la clase obrera aumente su productividad. Por esto, la patronal siente como un ataque insoportable a su misma esencia de clase todo intento de reducción del tiempo de trabajo explotado.
Exceptuando tibias y timoratas medidas cobardes por parte de algún Estado en la recuperación de derechos básicos -el caso alemán visto- como es la reducida sanidad pública instaurada por la Administración Obama, lo que se aplica es una política con cuatro constantes: austeridad, es decir, reducción de gastos sociales vitales, de salarios directos e indirectos, de pensiones y jubilaciones, de servicios colectivos, etc. Privatización, es decir, vender todo lo público, colectivo y común a la burguesía a precio de ganga, para que pueda aumentar la tasa media de beneficio aunque sea a costa del empobrecimiento popular. Flexibilidad, es decir, destrucción de derechos sociolaborales y democráticos, derechos políticos conquistados por el pueblo trabajador pero que dificultan los negocios burgueses. Y represión, es decir, amedrentar a las clases trabajadoras para que no se resistan y sobre todo no pasen a la ofensiva, para que malvivan en el miedo y en la obediencia acobardada.
Para combatir al monstruo capitalista de las cuatro cabezas -austeridad, flexibilidad, privatización y represión-, el movimiento obrero ha de recuperar el vital internacionalismo consecuente de la II Internacional cuando en 1889 decretó día de lucha el 1 de mayo en agradecimiento y en honor a la clase obrera de Estados Unidos. Hoy más que entonces, debemos actualizar en la práctica aquella decisión porque hoy el capitalismo está definitivamente mundializado y cualquier lucha obrera y popular ha de unir su reivindicación territorial, regional y nacional, con su visión mundial. El movimiento obrero consciente yanqui así lo hizo protestando una vez y siempre contra las guerras imperialistas desatadas por «su» burguesía y saliendo en defensa de los pueblos atacados por ella.
El imperialismo activa todos sus medios militares, políticos, culturales, económicos… para aplicar su estrategia de explotación mundial en las mejores condiciones de superioridad global. Por esto, el internacionalismo obrero y popular, socialista, es el componente interno que une todas las luchas de las clases y pueblos oprimidos contra el enemigo común, sabiendo que el libre desarrollo de cada nación trabajadora es la base del desarrollo de la humanidad en su conjunto. En América Latina, este internacionalismo consecuente debe materializarse en el apoyo práctico a las liberaciones de los pueblos, en las ayudas a sus gobiernos progresistas amenazados por el militarismo yanqui y sus exigencias de absorción y deglución económica, social, cultural y natural. Solamente así haremos honor a los héroes del 1 de mayo de 1886.
Euskal Herria, 20 de abril de 2014

Enclave nazi en Chile: un insulto al país


 Contrainjerencia, Abril 2014


Villa-Baviera

DARIO NUNEZ / RESUMEN.CL – El hallazgo de osamentas humanas en un predio de Bulnes, propiedad de los dueños de Villa Baviera -la ex Colonia Dignidad- vuelve a poner en entredicho la permanencia de un enclave que ha causado enorme daño a los chilenos.

El 24 de febrero 2014, unos turistas descubrieron casualmente osamentas humanas en las cercanías del Río Itata, en un recinto de la planta chancadora Abratec S.A., ubicado detrás del Restaurant Casino Familiar, empresas ambas propiedad del holding Villa Baviera. Hecha la denuncia del hallazgo, los peritos constataron que se trataba de restos humanos de al menos tres personas, uno de ellos podría corresponder a un menor de edad. El lugar se encuentra a 440 km al sur de Santiago y 85 km al nor-este de Concepción, por carretera.

Enclave

Villa Baviera es el nombre con que Paul Schäfer y sus socios rebautizaron Colonia Dignidad, el enclave nazi alemán que se afinca en la zona precordillerana de Parral, a orillas del río Perquilauquén. Allí, camino a Catillo, se instalaron a fines de 1961 apadrinados por una camarilla de políticos de derecha, siempre dispuestos a tender lazos de amistad y cooperación con los nazis prófugos.

Paul Schäfer, nacido en 1921, alcanzó a ser sargento en la última época del ejército hitleriano, ya en desbandada, y luego de la guerra se ocultó en sectas religiosas. Deambulando de secta en secta como seudo predicador, de las que fue sucesivamente expulsado por abuso de menores y apropiación indebida, decide fugarse de Alemania para escapar de dos órdenes de captura emanadas de procesos abiertos en su contra por aquellos delitos. Aprovechando que Chile era lugar de destino natural para nazis prófugos, en 1961 llega a al país un grupo de ex soldados nazis que se ocultaban en una supuesta organización religiosa y benefactora. Entre ellos venía Paul Schäfer con el mismo disfraz de predicador y guía espiritual. Con la ayuda de los consabidos padrinos, que no se preocuparon de averiguar que éste predicador era prófugo de la justicia alemana (y si lo supieron no les importó), llegaron a instalarse en la comuna de Parral usando el pretexto de ayudar a las personas afectadas y damnificadas por el terremoto de 1960.

Gracias al apoyo de la camarilla derechista y utilizando el paraguas de “Sociedad Benefactora y Educacional Dignidad” consiguieron que el gobierno [de derecha] de Jorge Alessandri [1958-1964] les diera personería jurídica, exención de impuestos, subsidios de colonos, franquicias de benefactores y, de paso, una red de relaciones públicas. En Parral compraron el fundo El Lavadero, junto al estero del mismo nombre y a orillas del río Perquilauquén, donde rápidamente establecieron los límites externos propios de un campo de concentración y un régimen interno de esclavitud. Los habitantes de los predios de la Colonia no se sometían a las leyes chilenas sino que se regían por reglamentos y leyes internas, impuestas por Schäfer y sus socios; es decir, operaban como un verdadero estado autónomo. Estas prácticas esclavistas y autonomistas estuvieron siempre avaladas, justificadas y encubiertas por la red de protección que se conformó en torno a los alemanes.

Aliados

El auge y apogeo de Colonia Dignidad se produjo durante la época de la dictadura. Ya durante el gobierno de Allende, los fachos de Patria y Libertad encontraron en los dominios de Colonia Dignidad espacio y apoyo para organizar sus actividades fascistas y terroristas contra el gobierno popular. Luego del golpe militar, el enclave alemán fue un campo de tortura de prisioneros políticos; las catacumbas de esta colonia alemana se transformaron en laboratorios de exterminio para la DINA. La Brigada Sur de la DINA, que operaba entre Curicó y Concepción, bajo el mando del oficial de ejército Fernando Gómez Segovia, tenía instalado su cuartel general en una casa ubicada en calle Ignacio Carrera Pinto N° 262 de Parral, propiedad de la Sociedad Benefactora Dignidad y facilitada a la DINA para sus fines criminales.

Por lo menos 120 presos políticos pasaron por las mazmorras de Dignidad llevados allí por los grupos de exterminio de la DINA, según confesiones de ex colonos que escaparon de las cadenas de Schäfer y según se ha podido establecer en numerosos procesos judiciales, por declaraciones de sobrevivientes y de ex agentes represores. Decenas de detenidos desaparecidos registran como último paradero conocido los recintos de tortura de Colonia Dignidad. Son decenas también los ex prisioneros políticos sobrevivientes que fueron llevados y torturados en este lugar.

Cuando en 1979 Pinochet ordenó la “Operación Retiro de Televisores” [exhumación de cadáveres de víctimas para hacer desaparecer sus restos] la Colonia de Schäfer no estuvo ausente de la macabra operación, que consistió en remover restos de detenidos desaparecidos inhumados en sepulturas también ilegales, a fin de hacerlos desaparecer definitivamente. Los hombres de Schäfer removieron los restos de al menos 22 desaparecidos que estaban sepultados en una fosa clandestina al interior del fundo El Lavadero, según confesó judicialmente el colono Gerhard Mücke. Las osamentas fueron rociadas con fósforo químico para pulverizarlas y luego arrojarlas al río Perquilauquén.

Luego del plebiscito de 1988, y ante la previsible caída de Pinochet y su régimen, Schäfer y su staff procedieron a destruir y deshacerse de los vehículos que habían pertenecido a detenidos desaparecidos y que la Colonia había recibido como obsequios de la DINA. Pero eso no es todo. Cuando Paul Schäfer permanecía prófugo y oculto en Argentina, ordenó desde allí una nueva remoción de cuerpos, de armas y productos químicos.

Lavado

En 1991 el gobierno de Patricio Aylwin, mediante el decreto 143, procedió a quitarle la personería jurídica a Colonia Dignidad. Pero ya para entonces, el pulpo había crecido demasiado. Las propiedades de la Colonia se multiplicaron y se expandieron. No solo Parral, sino también Chillán, Bulnes y Quillón fueron algunos de los nuevos destinos donde instalaron sus redes y negocios.

Al perder la personalidad jurídica y todas las prerrogativas que ostentaba por el título de sociedad benéfica, lo primero que hizp Schäfer fue cambiar el nombre legal del engendro nazi. Desde entonces pasó a denominarse con el bucólico nombre de Villa Baviera y diversificó los bienes y propiedades de que se había hecho en una serie de empresas y organismos de pantalla. Es también el momento en que las redes de influencia y protección del enclave nazi comienzan a jugar su papel de defensores y lavadores de imagen. La derecha política chilena hizo gala de sus mejores argumentos de beneficio social para atribuírselos al alemán pedófilo y a su sociedad criminal.

Las sociedades o empresas en que los germanos de Colonia Dignidad camuflaron sus dudosas adquisiciones son variadas y han ido mutando y cambiando de nombre para proteger los intereses materiales de la sociedad según de eventuales acosos de Impuestos Internos, procesos judiciales por delitos de derechos humanos o causas por abusos sexuales sobre menores. Hoy por hoy, con la complicidad de los de siempre, conforman un verdadero holding compuesto por tres empresas de pantalla que los colonos llaman ABC: Agripalma S.A, Bardana S.A. y Cinoglosa S.A. Bajo estos tres fantasmas se ocultan las empresas que le dan valor patrimonial a los dueños: Inmobiliaria e Inversiones Cerro Florido Ltda., que figura como propietaria de todos los inmuebles de la Colonia, administra todos los fundos y las faenas y negocios forestales; Abratec S.A., que administra todos los hoteles y restaurantes de la Colonia, opera una empresa de transportes y opera el negocio de los áridos y movimientos de tierra; Productora y Distribuidora de Alimentos Prodal Ltda., que se encarga de la producción y venta de productos de panadería, pastelería, rotisería y quesos; Transportes Power Tur Ltda., que es una empresa de movimiento de carga por carretera; y Sociedad El Quilén Colectiva Civil, cuya finalidad específica es un misterio.

Finalmente, no fueron los delitos de violaciones a los derechos humanos cometidos contra prisioneros de la dictadura, presos políticos y detenidos desaparecidos, los que terminan por cercar a Paul Schäfer y su imperio de esclavitud y terror. Fueron los otros delitos de pedofilia, abuso sexual y violación de menores, cometidos contra los niños que estaban bajo su control y voluntad, los que acaban con la impunidad. Fue el mismo crimen por el que escapó de Alemania el que terminó por cercarlo en Chile. Pero en 1997, con la inefable ayuda de la red de protección, de nuevo escapó y se refugió en Argentina, donde años después pudo ser capturado, traído a Chile y encarcelado. En 2010 murió este criminal en una cárcel de Santiago. Los más felices con su deceso fueron aquellos encubridores y protectores que, con el silencio del alemán, seguían salvándose del desprecio y del escarnio público, con mayor razón de cualquier posibilidad de ser juzgados por su complicidad con criminales de sucia estofa.

Hallazgo

El hallazgo reciente de osamentas en el predio de Bulnes vuelve a demostrar que este enclave nazi no termina de causar daño a los chilenos. Aunque todavía no se conocen los resultados de los exámenes de laboratorio que deben realizar los peritos del Instituto Médico Legal (para determinar fecha de muerte, causas de la misma e identidad de las víctimas), no cabe duda alguna que se trata de una inhumación ilegal y de crímenes de lesa humanidad, puesto que uno de los cráneos presenta orificios atribuibles a disparos.

Lo más probable es que los restos correspondan a víctimas de Colonia Dignidad. El espectro de atrocidades cometidas en los dominios de Paul Schäfer es tan amplio que las osamentas podrían corresponder a detenidos desaparecidos de la dictadura militar, o a víctimas que quisieron rebelarse de la esclavitud a que eran sometidas al interior del enclave, o lugareños que fueron eliminados por disputas de tierras, o por disputas internas entre los colonos. Con los nazis de Colonia Dignidad cualquier opción es posible.

Para más información:

Los desaparecidos en Colonia Dignidad / La historia de uno de los guardaespaldas del líder de Colonia Dignidad /
“Mi vida bajo el régimen de Paul Schäfer”
Fotografía: Manifestación reciente contra los alemanes nazis, colaboradores de la dictadura chilena, de Colonia Dignidad/Villa Baviera. (Foto Resumen)
*) Darío Núñez, colaborador en Concepción, Chile, de la revista Resumen (en papel) y del portal Resumen.cl