viernes, 8 de febrero de 2013

Diligencia se realizaría en marzo Justicia determina exhumación del cuerpo de Pablo Neruda y su chofer insiste en tesis del homicidio


8 DE FEBRERO DE 2013
Hace casi dos años que Manuel Araya, en una entrevista con una revista mexicana, ventiló públicamente lo que ya venía diciendo en su círculo más cercano: su versión de que el poeta habría muerto asesinado y no de cáncer a la próstata. La declaración del ex asesor del Premio Nobel abrió una puerta y una investigación para determinar las circunstancias que rodean la muerte de Neruda.

Una o dos veces a la semana, Manuel Araya conduce uno de los colectivos de la línea 9-Las Viudas, en San Antonio. El resto del tiempo está en Santiago o Valparaíso ayudando a realizar un documental sobre la muerte de Pablo Neruda.
Desde que el año 2011 dio una entrevista a la revista mexicanaProceso asegurando que el poeta fue asesinado, ocupa la mayor parte de su tiempo libre en sumar datos que permitan reconstruir los últimos días del Premio Nobel de Literatura y a hacer que lo que el vio ese 23 de septiembre. Los detalles. Las escenas. Todo. Comprueben lo que asegura: que a Neruda lo mataron con una inyección letal en la Clínica Santa María. Y que al contrario de lo que dice la biografía oficial, el poeta no murió de cáncer a la próstata.
Después de aquella entrevista de Araya, el Partido Comunista presentó una querella con el objetivo de aclarar la muerte del poeta. “Esta ha sido presentada porque han surgido versiones que desmienten lo que hasta ahora considerábamos la versión oficial sobre la muerte de Pablo Neruda”, dijo Guillermo Teillier al llegar, ese 31 de mayo de 2011, hasta Tribunales.
Según fuentes ligadas a la investigación que lleva adelante el juez Mario Carroza —quien se encuentra de vacaciones y retoma sus funciones en marzo—, después de analizar antecedentes y tomar declaraciones, la decisión fue exhumar el cuerpo de Neruda.
“Efectivamente hace 15 días nos informaron sobre la exhumación en una reunión. El ministro (Carroza) emitió una orden, pero es un tema por el que se pide el mayor respeto y solemnidad posible”, señala el director ejecutivo de la Fundación Pablo Neruda, Fernando Sáez García.
Sáez dice que en esa instancia no le informaron respecto a una fecha, pero fuentes ligadas al caso señalan que la pericia se realizará en marzo. La diligencia estaría a cargo del Servicio Médico Legal (SML), tal como en otros casos de Derechos Humanos.

LA DUDA


Manuel Araya fue chofer y asesor personal de Pablo Neruda hasta el mismo día de su muerte. Lo conoció cuando tenía 14 años en una sede del Partido Comunista en la calle Mapocho, pero empezó a trabajar con él cuando el poeta volvió de Francia, en noviembre de 1972.
Después del Golpe de Estado, recuerda cada uno de los episodios que marcaron el desenlace. “Neruda se hospitalizó el 19 de septiembre en la Clínica Santa María, pero fue por seguridad, para sacarlo posteriormente del país. Recuerdo mucho ese día. Salimos a las 12:30 de Isla Negra y llegamos casi a las seis de la tarde a Santiago. Él iba en ambulancia y cada dos kilómetros nos detenían para hacer algún control policial”.
-¿Por qué en ambulancia?

-Él no estaba enfermo, pesaba 123 kilos cuando murió, pero usamos eso para que él pudiera salir del país. Imagínese lo que sería la figura de él contra la Dictadura, desde fuera del país. Quería presionar desde allá para sacar del poder a Pinochet. Esa era su misión.

“El 22 de septiembre se le entregó un salvoconducto para viajar al exilio en México. Neruda fijó su viaje para el día 24 de septiembre, a las 10 de la mañana”, cuenta Araya, quien también recuerda que al día antes del viaje, Neruda le pidió un favor: que fuera por alguna ropa y libros que se habían quedado en la casa de Isla Negra.
Araya tomó el Fiat 125 blanco —una alternativa al Citroën que tenía Neruda en casa y que habían comprado hace pocos días— y regresó a la costa.
“Cuando estaba en Isla Negra recibí un recado que Neruda dejó en la hostería Santa Elena. Nosotros no teníamos teléfono, la línea quedó suspendida tras el Golpe. ‘Entró un doctor, me puso una inyección en la guata y tengo mucha fiebre’, fue lo que dijo. Yo regresé volando a la habitación 406 de la Clínica Santa María, donde él estaba”.
Los minutos posteriores, Araya también los recuerda como si fuera ayer:
-Cuando ya estaba en la clínica, me mandaron a buscar Urogotan, un remedio para La Gota a una farmacia en Balmaceda con Vivaceta. Iba en auto, solo, cuando me bajaron a patadas cuatro hombres que venían en dos autos. Me llevaron a una comisaría que está en la calle Carrión, en la comuna de Independencia. Ahí me pegaron y me dieron un balazo en la pierna izquierda. Después de eso me llevaron al Estadio Nacional, donde dos días después me enteré de la muerte de Neruda. Él murió a las 22:30 de la noche y a mí me detuvieron a las 7 de la tarde.

OTRAS VOCES


Después de la entrevista realizada a Manuel Araya, Francisco Marín, corresponsal de Proceso,publicó antecedentes clínicos que constaban en la investigación. Uno de los párrafos dice que en “el apartado Consideraciones Médico-criminalísticas, letra d, se señala: Hay un hecho que llama la atención y que complica el análisis. En la carta del doctor Guillermo Merino —médico tratante de Neruda— del 18 de abril de 1973, dirigida al doctor Vargas Salazar (urólogo) refiere: Estimado colega: al dorso resumen de tratamiento efectuado a don Pablo Neruda, remitido por usted para tratamiento por adenoma de próstata y artrosis pelviana derecha”. El problema, según los médicos del Departamento de Criminalística de la Policía de Investigaciones que enviaron un informe con el análisis de 13 exámenes médicos realizados a Neruda entre 1972 y 1973, es que “el adenoma es un tumor benigno y no maligno”.
“Efectivamente hace 15 días nos informaron sobre la exhumación en una reunión. El ministro (Carroza) emitió una orden, pero es un tema por el que se pide el mayor respeto y solemnidad posible”, señala el director ejecutivo de la Fundación Pablo Neruda, Fernando Sáez García.
Proceso también consigna que en el punto cuatro de las conclusiones dice: “En cuanto al examen que podría orientar la presencia de metástasis, es decir las fosfatasas ácidas y su fracción prostática; éstas están normales, lo que podría significar entre otras posibilidades que no hay tumor maligno o que éste está circunscrito a la glándula o se normalizó producto de la radioterapia. Como no se cuenta con los antecedentes clínicos del paciente no es posible entonces sacar conclusiones en este sentido en base en este examen”.
La revista mexicana también recuerda una entrevista publicada por la revista Pueblo, el 19 de septiembre de 1974, donde Matilde Urrutia —última esposa del poeta— sostiene que “el cáncer que padecía (Neruda) estaba muy dominado y no preveíamos un desenlace tan repentino. (Neruda) no alcanzó ni a dejar testamento pues la muerte la veía muy lejos”.
Manuel Araya fue secretario personal y chofer de Pablo Neruda. Insiste en que el poeta no murió de cáncer a la próstata, sino que producto de una inyección letal en la habitación 406 de la Clínica Santa María, el 23 de septiembre de 1973.
Manuel Araya fue secretario personal y chofer de Pablo Neruda. Insiste en que el poeta no murió de cáncer a la próstata, sino que producto de una inyección letal en la habitación 406 de la Clínica Santa María, el 23 de septiembre de 1973.
Francisco Marín, coautor del libro El doble asesinato de Neruda (Ocho Libros, 2012), señala que la exhumación del cadáver será decisiva para obtener la verdad. Según afirma, la prueba de oro en este caso, “la brindará el examen de la hemipelvis derecha del poeta. Si ésta no tiene metástasis, como sostenemos, se demostrará que lo que se afirma en el certificado de defunción en orden a que Neruda muere de ‘metástasis cancerosa’ es absolutamente falso. Evidentemente alguien no puede morir de algo que no padece. Ahí encontrarán más sentido las versiones confirmadas que Neruda fue inyectado con sustancias desconocidas poco antes de morir, situación que increíblemente no aparece mencionada en su certificado de defunción”.
En un artículo publicado en septiembre de 2005 por el diario La Nación, Rosa Núñez, enfermera que cuidó por más de 10 años a Neruda, dijo que “dos años después de la muerte de don Pablo, un verano, la señora me vino a visitar. Me dijo que sospechaba que a su marido lo habían matado en la clínica, posiblemente con alguna inyección. Fue la última vez que la vi”, contó al periodista Javier García.
Luego de las primeras declaraciones de Manuel Araya, en mayo de 2011, la Fundación Neruda aclaró, por medio de un comunicado, que “no existe evidencia alguna ni pruebas de ninguna naturaleza que indiquen que Pablo Neruda haya muerto por una causa distinta del cáncer avanzado que lo aquejaba… No parece razonable construir una nueva versión de la muerte del poeta, sólo sobre la base de las opiniones de su chofer, el señor Manuel Araya, quién viene insistiendo en este asunto sin más prueba que su parecer”.
Sergio Draper era uno de los médicos de turno la noche del 23 de septiembre en la Clínica Santa María. La periodista Carolina Rojas conversó con él en septiembre de 2011 en el contexto de un reportaje publicado en Revista Ñ. Cuando la periodista le preguntó si ya había leído las declaraciones de Araya, el contestó: “Eso lo ignoro pero sí puedo decir que el tratamiento que se le hacía a Neruda era el indicado por Vargas Salazar. La clínica no hace ningún tratamiento que no sea el indicado por el médico tratante. (…) Lo vi solamente un instante el domingo 23 de septiembre, a mí no me correspondía atenderlo. Ese día, la enfermera de turno me dijo que aparentemente Neruda sufría de mucho dolor, le dije que se le aplicaría la inyección indicada por su médico, si mal no recuerdo fue una dipirona. Si la clínica era tan mala, ¿por qué los médicos tratantes llevaban a sus pacientes?”.

La victoria que encerraba una derrota


No’, de Pablo Larraín, narra las paradojas del referéndum que tumbó a Pinochet. (Crítica de cine escrita por Jordi Costa para El País).




8 DE FEBRERO DE 2013
Se puede acabar con una dictadura abrazando su sistema? ¿Es posible tumbar a un autócrata con una campaña de publicidad a lo Coca-Cola? ¿Cabe ser a la vez el Che Guevara y Don Draper? Sobre eléctricas paradojas planea No, de Pablo Larraín, primera película chilena que alcanza la candidatura a un Oscar, premiada en la pasada Quincena de Realizadores de Cannes, y uno de los filmes políticos más divertidos, originales y, finalmente, fatalistas que se han estrenado en mucho tiempo. “¿Es la derrota de Pinochet o es también la victoria del modelo de Pinochet? En esa ambigüedad está la concepción de la película”, afirma su director (para mayor ironía hijo de un conocido senador de la derecha chilena) sobre un filme que encierra un insalvable desencanto.
No se estrena hoy en España y Larraín y su protagonista, Gael García Bernal, lo presentaron ayer en Madrid. El embrión del guion está en la obra de Antonio Skármeta El plebiscito, basado en uno de los momentos más emocionantes de la historia reciente de Chile: el referéndum que en otoño de 1988 acabó con la dictadura de Augusto Pinochet. Ante la presión internacional, el viejo tirano se vio obligado a convocar la primera votación libre en 15 años. El sí apuntalaba su continuidad mientras que el no le obligaba a presentarse a unas elecciones generales democráticas.
Un fotograma de 'No', de Pablo Larraín.
Un fotograma de ‘No’, de Pablo Larraín.
El régimen aceptó el reto a regañadientes, pero convencido de su victoria, tenía todo a favor. Después de años amordazada, la oposición solo contaba con una minúscula ventana para atraer el voto: 15 minutos nocturnos en televisión. Es ese duelo televisivo entre la campaña del sí y la del no la gesta que recoge una película que tira de archivo para jugar con el humor y la memoria. “Lo importante no es recordar qué hizo quién sino cómo se organiza la memoria para comprender el presente. Eso es interesante y, a la vez, delicado”, explica Larraín, que con este filme cierra su trilogía sobre la dictadura iniciada con Tony Manero (2008) y seguida por Post mortem (2010).
Para su indagación en los hechos reales, el equipo de la película se encontró con el portazo en las narices de la derecha y con las puertas abiertas de la izquierda y de los publicitas de la campaña del no, dispuestos a evocar su histórico triunfo. El sabor que ha dejado la película en ellos es, sin embargo, agridulce. Juan Gabriel Valdés, exembajador en España y uno de los impulsores y coordinadores políticos de la campaña del no, explica en conversación telefónica las críticas surgidas desde algunos sectores: “La película me gusta, pero sostiene una tesis, que fue la publicidad la que cambió el voto, falsa. Hubo otro trabajo, de reclutamiento civil, de movilización social, que no recoge y lo lamento. Además, los políticos son presentados de una manera patética, como una tropa de tarados. Esa caricatura del plebiscito ha irritado a algunos porque el filme muestra como la Concertación negoció con Pinochet pero nosotros no negociamos con él, lo que hicimos fue engañar a Pinochet”.

Foto No El Pais
“Esta película no es un tratado de época ni un testamento ideológico”, se defiende Larraín. “Es una pieza arbitraria sobre una serie de hechos que ocurrieron en Chile. La izquierda, o un sector de la izquierda, esperaba que la película legitimara una parte de su trabajo pero si la historia no puede legitimarte, ¿cómo puedes pedir que una película lo haga? No, no se engañó a Pinochet, se negoció con él. Pinochet murió libre y millonario y la mayoría de los que cometieron crímenes siguen caminando por la calle. La justicia nunca llegó a Chile. Los cinco gobiernos que se han sucedido desde entonces han profundizado en un modelo de Chile que por muy diferente que sea en la ideología es finalmente el mismo”.
Esa derrota del dictador pero no de su sistema late en una pantalla en la que un personaje (un izquierdista que abandona la campaña ante el tono jovial y alegre que deciden darle para atraer el voto) proclama algo que retumba con fuerza en la propia historia reciente de España: “Esta es una campaña que pretende silenciar todo lo que ha pasado en Chile pero la historia les pasará la cuenta porque ustedes son esas imágenes”.
El catalizador de esas imágenes y, finalmente, de sus contradicciones es René Saavedra, el publicista que interpreta el actor mexicano, un exiliado que regresa a su país para vivir una toma de conciencia que al final le deja en tierra de nadie: la euforia por el triunfo del presente y perplejidad ante el futuro. “A través de él nos preguntamos qué es lo que cambió en Chile”, dice García Bernal. “Al final, la gran diferencia, es que ahora su jefe de derechas le respeta, incluso le anuncia a los clientes como el publicista del no, así la familia puede seguir unida y sin problemas”. “Un espejo moral de Chile”, añade Larraín, “donde izquierda y derecha han logrado convivir gracias a un modelo económico común”.