miércoles, 17 de julio de 2013

Las revoluciones del siglo XXI recién acaban de empezar: Grecia, España, Turquía, Brasil, Egipto son parte de la crisis del sistema capitalista mundial


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por Movimiento Popular Unificado

Julio de 2013 


Es curioso que la explicación que arriesgan diversos analistas, tanto de la derecha del sistema como Francis Fukuyama (Wall Street Journal Americas, 2/7/13), como de la izquierda reformista de América Latina, se parecen mucho.
Mientras se desarrollaba la Copa Confederaciones de fútbol, muy seguida por los espectadores panameños, la ciudadanía se impresionó con las multitudinarias movilizaciones populares en las ciudades brasileñas. Los comentarios sobre las protestas brasileñas fueron tan apasionados como los que se hacían respecto de los juegos. Las imágenes de la juventud brasileña confrontándose con la policía se mezclaron en los noticieros con las de otros jóvenes de un país un poco más distante, Turquía, donde la juventud también salía a la calle por otros motivos, o casi que por los mismos. No acababan de cantarse los goles en el Maracaná y de escucharse los ecos de las protestas brasileñas, cuando millones se lanzaron a las calles en Egipto contra el gobierno de Morsi, del partido de la Hermandad Musulmana, protestando contra la crisis económica y exigiendo democracia y laicismo.

Liberales de derecha y reformistas de izquierda usan los mismos argumentos
Como ha dicho en un artículo reciente el intelectual norteamericano Inmanuel Wallerstein: "Levantamientos aquí, allá y en todas partes".¿Cómo interpretar las protestas en tantos países? ¿La participación masiva de la juventud en Brasil, Turquía, Santiago de Chile, El Cairo, igual que antes en Grecia, o en la "primavera árabe" de hace dos años, tiene algo en común o se trata de hechos inconexos?

Es curioso que la explicación que arriesgan diversos analistas, tanto de la derecha del sistema como Francis Fukuyama (Wall Street Journal Americas, 2/7/13), como de la izquierda reformista de América Latina, se parecen mucho. Parten por una afirmación falsa, pero asumida como axioma: que el crecimiento económico produjo una mejoría del nivel de vida de esos países, donde supuestamente la mayoría de la población salió de la pobreza y, por ende, a primera vista no hay razón para estar descontentos. Segundo, asumen que estos jóvenes que encabezan las protestas no son ni pobres, ni pertenecen a la clase trabajadora, sino son la nueva "clase media", fruto de la prosperidad capitalista, según Fukuyama, o de la política social, según los reformistas latinoamericanos. Tercero, entonces lo único que explica que los jóvenes protesten es que "quieren más" ("democracia, libertad individual y tolerancia", a decir de Fukuyama).

Esas explicaciones son falsas porque el mundo "globalizado" de hoy no es mejor que hace 20 años, sino peor. La globalización neoliberal del "sistema mundo capitalista" (Wallerstein) ha producido una realidad social internacional en la que impera: más desigualdad, mayor concentración de la riqueza, más exclusión y superexplotación del trabajo, pérdida de poder adquisitivo de los salarios, carestía de los alimentos y la canasta básica, precariedad laboral (incluida la informalidad), depredación y destrucción de la naturaleza. Todo ello para garantizar a un puñado cada vez más chico de la humanidad, los capitalistas, la concentración de la riqueza social a través de "la ganancia".

En Latinoamérica el dilema es: o estancarse en reformas dentro del capitalismo, o avanzar hacia medidas revolucionarias

En América Latina, los efectos nocivos del neoliberalismo hicieron crisis en los años 90, produciendo estallidos sociales que impusieron gobiernos de izquierda, de moderados a radicales, dependiendo del grado alcanzado por las explosiones sociales. Dichos gobiernos adoptaron importantes programas sociales para reestablecer algo del equilibrio social perdido. La fuente de financiamiento de esos programas sociales han sido los buenos precios internacionales de las materias primas, principalmente el gas y el petróleo, pero también la soja. Sin embargo, esos programas no han ido más allá de las llamadas políticas de "transferencias" recetadas por los organismos de crédito internacional, y que también aplican los gobiernos de derecha.

Aunque hubo nacionalizaciones, sigue incólume el sistema capitalista dependiente latinoamericano. Los programas sociales han sido sólo paliativos que no han cambiado la esencia de la explotación de clase y la desigualdad social capitalista. El dilema que enfrenta los gobiernos "progresistas" latinoamericano (Brasil, por ejemplo) son los efectos de la crisis económica mundial, la desaceleración de las exportaciones y caída de los precios de las materias primas, la inflación, etc., que se empiezan a sentir. La crisis achicará los fondos destinados al área social, y las burguesías nacionales aspirarán a un pedazo mayor de la renta nacional a costa del estado y los derechos de la clase trabajadora.

Esa disputa económica se va a trasladar a lo político, como se aprecia en Venezuela, escalando los conflictos de clases y abriendo las puertas a golpes de estado contrarrevolucionarios o a nuevas revoluciones democráticas y socialistas. Por ende, el dilema es o profundizar los procesos revolucionarios, o estancarse en las reformas. Y esta última opción siempre ha terminado trágicamente en la historia del continente.

La miseria del sistema capitalista mundial

Los socialistas panameños del M.P.U., repudiamos la mentira que pretende embellecer el sistema capitalista, ya que lo haga la derecha liberal o la izquierda socialdemócrata. Capitalismo no es sinónimo de bienestar, sino de explotación de clase y miseria social. Fruto de la "globalización neoliberal" son los bellos edificios de Dubai, pero también los mil obreros carbonizados en una fábrica de ropa en Bangladesh; capitalismo son los millones de automóviles que circulan por la autopistas norteamericanas quemando combustibles fósiles, pero también los jóvenes pandilleros de Los Ángeles, Nueva York o Detroit que no encuentran trabajo; el gobierno panameño, para hablar de sus "éxitos" muestra los edificios de la Bahía de Panamá, pero esconde los niños que mueren de hambre en las comarcas indígenas y en los barrios marginales; muestra obras y construye (porque ahí está el negocio) hospitales, pero no hay medicinas en las farmacias del Seguro Social, la atención primaria es deficiente, cientos de pacientes fueron envenenados con dietyleneglicol, otras decenas han sido afectados por bacterias nosocomiales o han muerto niños en salas de neonatología de manera inexplicable. Ni hablemos del sistema educativo.

El sujeto social de estas revoluciones en proceso: la juventud de la clase trabajadora

La principal víctima de esas desigualdades sociales y males del capitalismo "postmoderno", es la juventud de todos los países. A los jóvenes de hoy no sólo les han robado los empleos sino todos los derechos sociales con que contaba la generación anterior, nacida bajo el "estado de bienestar". La juventud actual, de cualquier país, no conoce lo que es un empleo estable y bien remunerado, tampoco va a tener jubilaciones dignas, ni una buena cobertura de seguro médico, etc. La mayoría de los jóvenes tienen dificultades para hacer sus propias familias e independizarse de los padres, porque no pueden acceder a una vivienda, porque les niegan de plano acceso al crédito hipotecario o deben pagar altos intereses. En muchos países su única "esperanza" de una vida "mejor" está en unirse a la mafia, pandillas o maras. Millones de jóvenes se están convirtiendo en lo que llaman "ninis", "ni estudian, ni trabajan", es decir, una generación sin futuro dentro del sistema capitalista.

Se miente también cuando se habla unilateralmente de disminución del desempleo, en particular en América Latina, donde la crisis económica no ha llegado a fondo, por contraposición a Europa donde la crisis está en su apogeo. Cualquiera que revise los datos que ofrece la Organización Internacional del Trabajo (OIT) puede comprobar que en nuestros países (incluyendo Panamá) la mayor parte los nuevos empleos son empleos precarios y que, al menos la mitad o más de la fuerza laboral, se encuentra en la informalidad. Además, las tasas de desempleo abierto se duplican entre los menores de 25 años y entre las mujeres.

Esa es la juventud que estalla en ira: desde Londres a Estocolmo, desde Madrid a Estambul, del Cairo a Río de Janeiro. Es una juventud pobre y obrera. Obrera, porque carece de medios de producción propios y debe vender su fuerza de trabajo por un salario para poder vivir (ver el Manifiesto Comunista). No porque tenga teléfonos móviles y use "facebook" pertenece a la "clase media", esos aparatos son bienes de consumo al alcance de las masas y no "símbolos de status".

Esa juventud protesta porque el sistema capitalista le niega el derecho a una vida digna, cuando destruye un parque público en Turquía para construir un centro comercial (donde no podrá comprar la mayoría) o cuando le suben 20 centavos al pasaje en Brasil, porque esos centavos son vitales en estos tiempos, y son la diferencia entre poder ir a estudiar o vegetar en el barrio. Esa juventud está sometida a un dilema objetivo: o se vuelve protagonista de las revoluciones del siglo XXI o está condenada a padecer una vida de miseria, como era habitual para sus tatarabuelos antes de la Revolución Rusa de 1917.

No se olvide que, si durante buena parte del siglo XX la clase trabajadora europea y norteamericana tuvo derechos sociales y recibieron salarios que pagaban el valor real de su fuerza de trabajo, fue porque existió la Unión Soviética y el llamado "bloque socialista", contra el que el capitalismo occidental quería competir, no porque los capitalistas se volvieran dadivosos por voluntad propia. La juventud actual nace bajo el signo de la "caída del muro", no sólo por la aparente falta de alternativas al sistema capitalista, sino porque el capitalismo ya no necesita su careta de "estado benefactor" y puede mostrar su cara explotadora sin ambages.

¿"Clase media" o trabajadores empobrecidos?

La otra falacia es la de los pobres que llegaron a la "clase media". Los cantores del capitalismo hacen trampa cuando hablan de pobreza porque reducen el concepto a una de sus aristas: "la pobreza extrema" o "indigencia" o "pobreza absoluta", la cual se refiere a las personas o familias que no tienen ingresos suficientes para pagarse una canasta de alimentos básica. Una vez que los tecnócratas han hecho este reduccionismo, los gobiernos aprueban algunas "ayudas" (transferencias) que supuestamente (cuantificadas) hacen llegar los ingresos de las familias indigentes a superar la "línea de pobreza".

En el caso de Panamá en eso consisten los programas como el PRODEC, "cien a los setenta", "ángel guardián", "la beca universal", etc. La suma de esas ayudas, transferencia o subsidios, según el gobierno, sacó a la mayoría de las familias de la pobreza. Pero los montos que reciben las personas apenas son un paliativo que no cubre las necesidades básicas. Admás, se establece un mecanismos de dependencia de la voluntad política del gobierno de turno y no una solución permanente.

Ese criterio de "pobreza" reducida a los indigentes, excluye el sentido amplio de pobreza, que abarca a familias y personas que, si bien reciben ingresos superiores a una canasta de alimentos (en Panamá en estos momentos alrededor de 300 balboas), no les alcanza para cubrir el resto de las necesidades (vivienda, transporte, salud, vestido, educación, etc.). En esta situación de "pobreza relativa" se encuentra la amplia mayoría dela clase trabajadora de todos nuestros países. Si se observa el Censo de 2010 en Panamá, la mayoría de las familias tienen ingresos inferiores a 700 balboas mensuales, con lo que es difícil pagarse una Canasta Básica General. Por ende son pobres. Y de esos pobres es que nacen las protestas.

La única salida a la crisis sistémica capitalista: la revolución socialista
El combustible de estos "levantamientos en todas partes" (Wallerstein) es la profunda crisis económica del sistema capitalista mundial. Crisis que ha pasado de crónica a permanente, porque ni Europa, ni Estados Unidos, han superado el "crack" de 2008. Crisis que, ante un mundo globalizado, no encuentra nuevos mercados que conquistar. Al capitalismo solo le queda el aumento de las desigualdades sociales, la superexplotación de la clase trabajadora, la expoliación al máximo de la naturaleza, el saqueo de naciones enteras, la marginalidad e incluso la guerra. Un sistema social en estas condiciones se ve obligado a recortar y violar los derechos democráticos constantemente, y a tratar de vigilar a sus ciudadanos, como ha mostrado el Sr. Snowden.

Las revoluciones del Siglo XXI recién acaban de comenzar. Todavía están a nivel de la conciencia en una fase de búsqueda y ruptura. Esta juventud indignada rechaza de manera rotunda la corrupción e hipocresía de los partidos políticos que han gobernado y son los responsables del actual estado de cosas, tanto de derechas como de "izquierdas". De ahí que a veces la protesta adquiera formas "apolíticas" o de rechazo a todo lo político. La maduración de esta juventud trabajadora indignada continuará forjándose en la lucha y más temprano que tarde comprenderá que la única solución real a sus problemas vitales está en convertir su movilización en una acción política que eche del poder a quienes representan los intereses de la clase capitalista.

Los socialistas comprendemos que nuestra tarea es acompañar a esta juventud trabajadora en lucha, para ayudarla a construir los organismos amplios y democráticos en que confluyan todos los explotados, las organizaciones políticas nuevas y los nuevos programas que guíen a las generaciones del siglo XXI hacia las revoluciones que liquiden el anacrónico sistema capitalista y construyan la nueva sociedad: justa, equitativa, democrática, ecológica y socialista. Como dijo Rosa Luxemburgo hace cien años, la alternativa vital de la humanidad es: SOCIALISMO O BARBARIE.