domingo, 14 de julio de 2013

ESPAÑA: A la izquierda de lo posible


anguita_monedero

Visita la tiendaCuando Julio Anguita habla, una gran parte de la opinión pública española escucha. Sus opiniones impactan directamente en ese escondido rincón de la conciencia donde se aloja todo lo que se refiere a ciudadanía, a colectividad, a sentido común.

A la izquierda de lo posible (Icaria Editorial) es un libro que contiene un diálogo entre Julio Anguita, maestro, ex alcalde de Córdoba e histórico político comunista, y Juan Carlos Monedero, profesor de ciencias políticas de la Universidad Complutense de Madrid, ex asesor de Hugo Chávez y dialogador incansable.

Estamos ante una conversación de gran profundidad, donde ambos bucean en las raíces históricas de los problemas presentes y eternos de España. Parten primero de entender cómo el relato de la historia de España, y por tanto la construcción de su identidad actual, está escrito por los vencedores. Un relato, como indica Monedero, que va “de Don Pelayo a María Dolores de Cospedal”, que tiene sus antecedentes en la Contrareforma y que Anguita y Monedero interrelacionan críticamente hasta llegar a la Transición. En ese punto, el ex secretario del PCE valora, sin ataduras, el papel de su partido en este periodo. Una etapa esencial en la historia de España que califica de “engaño tremendo cuyas graves consecuencias llegan hasta la actualidad”. Monedero, por su lado, completa la crítica a la Transición desde una nueva generación de la izquierda, con nuevas perspectivas. Ambos remarcan la necesidad de reconstruir un relato crítico, “un hilo rojo”, de la historia de España.

También analizan sin ataduras episodios polémicos de la historia reciente de Izquierda Unida. Anguita reflexiona sobre su estrategia, sus diferentes identidades políticas y sobre la política de pactos de IU en Extremadura y Andalucía.

Situándose en la crisis actual, Juan Carlos Monedero plantea nuevas estrategias para la izquierda, aprendiendo de prácticas y saberes desarrollados en América Latina. Anguita, sin perder el ritmo, demuestra una ideología en constante evolución poniendo sobre la mesa propuestas concretas y planteando la necesidad de buscar nuevas formas de organización en los partidos de izquierdas. Hablan de frentes cívicos, de cómo articular puntos de encuentro con propuestas alternativas. Un discurso unitario para la izquierda de aquí y ahora que incluye a una ciudadanía organizada.

Un diálogo que explora la ilegitimidad del poder actual y que anima a la ciudadanía a situar a la clase dirigente en la ilegalidad. En esta conversación se entretejen propuestas posibles planteando el derecho a la rebeldía que, como recuerda Julio Anguita, tiene su base legal en la Declaración de Derechos Humanos de 1948.

“Este sistema social está anquilosado”

Extracto de la conversión entre Anguita y Monedero contenida en A la izquierda de lo posible

Juan Carlos Monedero

Creo que tenemos un gran problema en España y es que España falla como país. Es la frase con la que Ramón Carande cuando le piden: «resúmame España en dos palabras», contesta: «demasiados retrocesos». En nuestro país, siempre que ha existido un impulso, ha venido un contraimpulso.

Y esto es así cuando menos desde la guerra de las Comunidades de Castilla, de Carlos V contra los Comuneros, cuando la derrota acabó con la posibilidad de una red de ciudades libres y autónomas; luego, cuando en Europa se extiende la Reforma, en España nos convertimos en los paladines de la Contrarreforma; frente a la revolución liberal en Europa, y pese a que fuimos avanzados y hasta entregamos al mundo el nombre del liberalismo, aquí surge primero Fernando VII y luego el Carlismo. Cuando avanza la Revolución Francesa, nosotros velamos porque funcione el cordón sanitario. Si en los años treinta emerge la revolución democrática y tras la derrota del fascismo nace el Estado social, a nosotros nos toca la anomalía de 40 años de franquismo en pleno siglo XX.

Esa es la marca España, eso de lo que ahora habla tanto el Partido Popular. Pero la marca España tiene unos cuantos problemas como país no resueltos desde el siglo XIX: la cuestión social, la cuestión territorial y la cuestión internacional. Ese «no recordar» del que hablamos, nos impide enfrentar quiénes somos, nos lleva a no asumir nuestra propia historia. Se llama los Cien mil hijos de San Luis para que vengan a solventar los problemas de la monarquía, Franco llama después a Hitler y a Mussolini para que bombardeen a otros españoles, Felipe González llama a Willy Brandt y a Mitterrand para que saqueen la industria nacional. Y en ese sentido creo que la solución es que en algún momento el pueblo de España decida por sí mismo, que asuma realmente las riendas de su futuro y se reinvente.

Es necesario poner enfrente de un espejo la idea de las dos Españas, que ha sido el gran argumento para frenar la transformación, como si realmente hubiera dos Españas iguales, similares, pero confrontadas, que se argumentan en la historia con los versos de Machado «españolito que vienes al mundo te guarde Dios/ una de las dos Españas ha de helarte el corazón» o con el Duelo a garrotazos de Goya, esos tipos semi enterrados en la arena en una pelea a muerte, o en la frase famosa de Larra en el cementerio la noche de difuntos: «aquí yace media España, víctima de la otra media». Pero no es verdad. Ha habido una mayoría de españoles en la historia que han querido construir su bienestar y han encontrado enfrente a una minoría con mucha fuerza que ha sabido frenar cualquier desarrollo de esa mayoría.

Lo que tú planteas, Julio, es el corazón de lo que tenemos que hacer y también lo que explica por qué están floreciendo tantos grupos políticos que tienen una parte analítica. Porque sin explicar qué es lo que ocurre no podemos operar políticamente. Creo que una de las primeras razones que tenemos que enfrentar es mostrarle a esta ciudadanía dónde ha sido engañada. Por esto al principio señalaba que hemos sido: «engañados, traicionados y envilecidos», porque me parece muy relevante.

La gente tiene que dejar de aceptar ese juego de nuevos ricos que piensa que en algún momento España fue maravillosa. Si no se contrarresta ese discurso, van a ganar los que dicen: «Pronto van a pasar los males, ya tenemos localizados a los culpables —que van a ser inmigrantes o malos españoles— y vamos a regresar a ese pasado luminoso».

Aquí, en el Reino de España, nunca hemos tenido, en las casi cuatro décadas de posfranquismo, un referéndum real. Cuando murió Franco no nos preguntaron si queríamos democracia o república; aquí no hubo un debate real sobre la Constitución de 1978; aquí no hubo un debate real ni siquiera sobre el referéndum de la OTAN, porque fue un referéndum amañado por la manipulación de la única televisión que había; aquí no nos preguntaron qué tipo de relación queríamos con Europa… Es decir, el nuestro es un país en el que no se ha confiado nunca en la población para que realmente opine cómo quiere articularse, y por lo tanto siguen funcionando las mentiras de ese relato, como tú bien dices, del siglo XIX.

Julio Anguita

E incluso de antes. Yo me sitúo en la Contrarreforma. Además, la Contrarreforma significa que existe una verdad oficial y, ¡ay de quien no viva según esa verdad oficial! Pero claro, esa Contrarreforma también existe porque hay un estancamiento social, de la propiedad: de la propiedad inalterable, de la Iglesia, de la nobleza, la propiedad de los ayuntamientos, aunque esta propiedad estaba muy al servicio de la gente, de los bienes propios.

Este sistema social está anquilosado. Hoy en día los agricultores, en concreto en Andalucía, siguen igual que en el siglo XVII, agricultores-labradores que en muchos casos te llevan la finca desde el cortijo. No cambia. Es esa misma situación. No ha habido una revolución agraria.

En el siglo XIX, en 1836, cuando a un propietario agrario de Córdoba —Álvaro de Sotomayor— se le ocurrió traer la Sociedad Económica de Amigos del país, yo tuve la oportunidad de poder leer cómo en la prensa de entonces el choteo era generalizado; se le contestaba con el refrán, se le contestaba con la apostilla, con la vulgaridad de que la vida es así, que por qué te vas a meter en determinadas circunstancias, etcétera.

Pero hay un momento en que parece que algo cambia. Es en la llamada Guerra de la Independencia, donde aparece un ejército, diríamos, liberal, donde se multiplican los aspectos de mayor creatividad en lucha contra el francés; pero a pesar de esa gran lucha contra el invasor, los Cien mil hijos de San Luis entran en España sin disparar un tiro y se plantan en Andújar.

¿Cómo es posible que aquella gente que se levantó en armas sea capaz ahora de aguantar que entren 100.000 franceses? La explicación está en la Iglesia. La Iglesia le estaba diciendo al guerrillero: «lucha porque la virgen lo está diciendo, porque el Señor, por tu costumbre…» y como los que vienen, vienen a poner al rey absoluto, automáticamente la Iglesia se mantiene.

Pero el hecho se repite. Vamos a ver: ¿hoy en día, alguien ha oído a la Iglesia criticar la política económica? ¿Alguien ha oído al cardenal Rouco decir cómo están viviendo millones de españoles, que hay gente que no come? ¿Alguien ha escuchado cualquier decisión, cualquier comentario de la Conferencia Episcopal, sobre la situación económica? No.

Simplemente están luchando por la pervivencia de la Iglesia como institución, para que predomine su pensamiento por encima de los otros. No han aprendido nada.

Porque la Iglesia no es solamente la Iglesia, la Iglesia se monta sobre un conjunto de perezosos mentales que defienden su chiringuito económico a capa y espada, y es una especie de costra que tiene una influencia a través de los mecanismos, de los tópicos y folclores con la gente del común: la Virgen del Rocío es un ejemplo. Ahí se disipan todas las diferencias sociales. La María Santísima es la importante. Y así la sociedad no se mueve.

¿Cómo intentar combatir eso o por lo menos poner a la gente delante de un espejo? No somos nuevos, esto ya se intentó: se intentó en la República, se intento muy poco, dentro de lo que se podía, con la Ilustración, esa Ilustración a la española que era más aguada que la francesa, de una minoría, que en un momento determinado prende porque hay mensaje en la izquierda que habla de un mundo nuevo: estoy hablando de Fermín Salvochea, estoy hablando de las primeras organizaciones obreras, estoy hablando de la Guerra Civil donde se da ese enfrentamiento que ya viene de todo el siglo XIX y que pone a toda la gente a luchar por una esperanza nueva defendiendo la República…

Pero llega después el Franquismo y llega la Transición, que es una auténtica apisonadora de vulgaridad, de pobreza intelectual. Y ahí, hay que decirlo, tienen responsabilidad, tenemos responsabilidad los partidos políticos, y entre ellos el Partido Comunista de España. Y lo dice alguien que fue su Secretario General, pero que ya en una reunión del Secretariado hicimos la conveniente autocrítica porque fuimos responsables también de lo que estaba pasando.

Julio Anguita

Gracias a una charla sobre la legalización del PCE que tuve que dar en la universidad, conocí lo que el Comité Central pensaba sobre la bandera y la Monarquía, pues yo no formaba parte de la dirección. Entre el material que pude oír una frase me llamó la atención: «bueno, hemos luchado para esto».

Pues no, no hemos luchado para esto. Miren ustedes, los que nos metimos en el partido en los años setenta teníamos dos ideas claras: una, luchábamos contra la dictadura, pero queríamos otra España avanzada socialmente. No nos metimos solo para que muriese Franco y a ver qué nos daban.

Pero se presentó así y tragamos, con más o menos debate pero tragamos, y ahí está el origen de muchos problemas. ¿Por qué?, porque el PCE era el único que había luchado consecuentemente, y por tanto su ejemplo tenía que continuar después. El fallo lo hemos pagado caro, porque el PSOE era el PSOE, y ya sabíamos lo que iba a pasar.

Desde la izquierda hay que tener la valentía de explicar todo esto a nuestro pueblo, con mucha paciencia y dulzura. Incluso arrostrando el riesgo de que no le guste la explicación. Es decir, combatir al PP en estos momentos tiene que ir acompañado de un proyecto alternativo y de un relato histórico, si no, acudimos, simplemente, a la lucha inmediata, a la tensión del momento, a la algarada ante cualquier situación. Es necesario un proyecto cultural que se enfrente como contrapoder al proyecto cultural que tiene la derecha, que está más arraigado de lo que nosotros podemos pensar.

Juan Carlos Monedero

La mirada suspicaz con la Transición me vino cuando estudié en Alemania. Los contrastes entre ambos países eran muy grandes. Defender el nazismo en Alemania era un delito, y en España, un franquista como Fraga, que estaría preso de haber sido alemán, encima escribía la Constitución Española de 1978. España era un país extraño donde, a diferencia del resto de Europa, podías ser demócrata sin ser antifranquista. Además, si la democracia española me parecía tan débil, la Transición no podía ser tan maravillosa [...]

La Transición no se cuestionaba. Tan grande era el fraude, que incluso el 23F desaparecía del relato de la Transición porque no había cómo encajarlo. Al final, tuvo que ser un novelista, Javier Cercas, el que escribiera el relato del triunfante golpe del 23F (porque el golpe triunfó en todos sus objetivos, más allá de que Tejero arruinara el plan inicial del Rey), cubriendo el hueco que la academia, de manera vergonzante, renunció a cubrir.

Yo creo que si uno mira la historia de nuestro país (bueno digo siempre país aunque soy consciente de que somos una peculiar nación de naciones aún por entender), no tiene fácil encontrar los hechos que podrían anticipar nuestra rabia. Francia mira a la resistencia contra los nazis, a la toma de la Bastilla. Nosotros a mitos llenos de falsedades como el Cid Campeador o la Transición, incapaces siquiera de reclamar el liberalismo progresista del siglo XIX.

Julio Anguita

En España falta el movimiento intelectual, eso es clave, porque sin ese movimiento intelectual no hay movimiento obrero. Los obreros o los trabajadores, librados simplemente a nuestras fuerzas, no pasamos del reformismo.

Los sindicatos necesitan una referencia de sociedad alternativa, porque cuando la han perdido se han transformado en gestores de la sociedad que hay.

Esta situación se ve a lo largo de la historia. Cuando la UGT, la CNT o Comisiones Obreras empiezan a hablar de otra sociedad alternativa, más participativa, donde la riqueza se reparta entre todos, están planteando otro mundo. Pero, hoy esto ya no se plantea. Ha desaparecido esa meta. Se habla de los convenios, de lo mal que lo hace el gobierno y, ¿qué ocurre? Que los sindicatos terminarán por desaparecer, porque, entre otras razones, están defendiendo unas causas que a veces ya no tienen sentido.

A la clase o las clases hay que darles el sentido de su deber en estos momentos, porque no solo de pan vive el hombre; necesita un sentido, un porqué, para poder seguir luchando, que solo se lo puede dar un discurso comprometido. Esa alianza que se llamó la alianza de los trabajadores y los intelectuales es necesaria, pero eso sí, esto no es mezclarse todos en una manifestación y punto, no se trata de eso, esto es un combate intelectual, por la historia, y, o se hace así o no tendremos ninguna salida.

[...] me han preguntado si tengo una obsesión por la historia. Pues sí, porque quiero decirles a mis compatriotas cuando me lean que la Transición fue un engaño tremendo, que ya venía precedido por otros engaños en la historia. Es tremendo el desconocimiento de la historia de España.

Juan Carlos Monedero

Y sin embargo Felipe González metió a los intelectuales en la bodeguilla. Cien intelectuales firmaron un cheque en blanco al Partido Socialista en el 82, después se vieron prácticamente obligados a apoyar el sí a la OTAN, gracias a todo el entramado del grupo Prisa, que era el que decidía si eras intelectual o no lo eras [...]