jueves, 17 de enero de 2013

La crisis europea: una muerte anunciada


Fernando Duque


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En los grupos de animales superiores, el orden dentro del grupo social ha sido mantenido por el inteligente uso del poder por parte del líder de dicho grupo. Esto se da en el caso de las manadas de lobos, leones y chimpancés, y por supuesto también en grupos humanos. 


El hombre en su evolución civilizacional, se ha organizado históricamente primero en la familia primitiva, luego en el clan para posteriormente avanzar a la tribu. De este grupo social más numeroso se pasó a la ciudad-Estado y posteriormente, los humanos evolucionaron hacia el Estado nación. Finalmente este proceso evolutivo ha continuado, cuando los humanos han logrado crear el Estado supranacional o también denominado imperio.

En la enorme mayoría de los casos que relatan esta evolución, la transición o paso de la ciudad-Estado al Estado-nación, siempre se ha hecho gracias al poder, influencia y sabiduría de un líder poderoso y legendario dotado de características super humanas y en algunos casos características semi divinas. Este tipo de super líder es el que ha sido indispensable también en el cambio evolutivo del Estado nacional al Estado supra nacional.

Este fue el caso de la transición china, donde numerosos Estados feudales se lograron unir gracias al extraordinario liderazgo del legendario duque de Zhou muchos años antes de la era cristiana. Este fue el origen del imperio chino, cuyas características básicas aún perduran hasta nuestros días. De la misma forma, los grandes imperios nacidos después del renacimiento en occidente, también fueron creados gracias al enorme liderazgo y buen uso del poder de individuos con características excepcionales. Los príncipes de Castilla y Aragón, luego el emperador Carlos V y su sucesor Felipe II, crearon y consolidaron el poderoso imperio español en los siglos XV y XVI. Lo mismo ocurrió con la formación del imperio británico, donde la participación de Enrique VIII y su hija Isabel I, son factores cruciales en el nacimiento y desarrollo de ese gran imperio que floreció en el siglo XVIII, alcanzó su apogeo en el siglo XIX para entrar en decadencia en mitad del siglo XX.

Una evolución similar ocurrió con el imperio estadounidense a fines del siglo XVIII. Ahí, Washington, Hamilton, Jefferson y otros héroes de la revolución estadounidense, fueron los líderes claves en la organización y desarrollo de la unión americana, imperio que dominó el mundo durante la mayor parte del siglo XX. El gran imperio francés de fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, fue también el resultado de un líder con características extraordinarias y este líder se llamó Napoleón Bonaparte. La historia movida por personajes extraordinarios, se repite con la creación del imperio alemán y el imperio austro-húngaro de fines del siglo XIX. Por supuesto, algo parecido sucedió con la creación y consolidación del imperio soviético. Aquí el brillante rol de creador y organizador de Lenin, Troski y luego Stalin fueron factores fundamentales en el desarrollo y consolidación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Los líderes de la revolución de octubre sólo siguieron el ejemplo que siglos antes habían mostrado Pedro I y Catalina La grande en el desarrollo del gran imperio ruso.

No obstante todos estos antecedentes históricos, hay una grande y única excepción a las leyes y principios de la historia que guían la creación de Estados supranacionales. Este caso único lo constituye el proceso de creación de la actual Zona Euro, la cual se creó y desarrolló después de la segunda guerra mundial.

La Zona Euro no ha sido el producto de una gesta heroica después de una gran revolución, donde un líder o un grupo de líderes excepcionales y con poderes superiores tanto en lo político como en lo militar, son capaces de avanzar del Estado nacional al Estado supranacional. Muy por el contrario, la Zona Euro actual, tiene su origen en la ideas de un filósofo francés llamado Jean Monnet. Para este visionario, la unificación europea sería el producto final de un largo y lento camino de pasos sucesivos e incrementales, donde planes y acciones de tipo económico irían creando gradualmente una tupida red de relaciones comerciales. Se pronosticaba que esta malla de lazos económicos, eventualmente producirían la unidad política de la región. En este tipo de estrategia de unificación supranacional, se puede detectar algún grado de influencia marxista, ya que se asume que la economía, es la base de todo proceso fundacional y por lo tanto, más importante que la política. En otras palabras, se pensó que la gradual unión económica, eventual y naturalmente produciría la unidad política.

Es así como el proceso de unificación económica en Europa se inició con la comunidad del carbón y del acero en 1951 y este proceso ha continuado con numerosos pasos e hitos secuenciales que han creado una malla de interrelaciones económicas entre los Estados que hoy conforman la Zona Euro. Un paso importante en este proceso unificador fue la creación de la moneda única. El Euro se creó en 1999 y se ha transformado en una moneda de intercambio internacional tan importante como el dólar o la libra esterlina. No obstante, todos estos enormes avances en el gradual proceso de integración económica europea, al parecer hay un pecado original de creación que está produciendo innumerables dificultades y una gravísima macro crisis. Existe la moneda única en una región aún formada por Estados soberanos e independientes y que dirigen autónomamente sus políticas monetarias y fiscales. En otras palabras, no existe un único ministerio de finanzas federal, ni tampoco existe un verdadero banco central federal que efectivamente dirijan y coordinen las políticas fiscales y monetarias de todos los Estados que conforman la Zona Euro. En otras palabras, no existe un gobierno central de verdad con poderes suficientes para formular leyes, ejecutarlas y adjudicarlas. Las instituciones que conforman la probable semilla de un futuro Estado federal y ubicado en Bruselas, son totalmente incapaces de cumplir las necesarias funciones de un sistema político unificado, poderoso y eficiente. Bruselas está muy lejos de ser Washington.

Es así como el barco europeo no tiene un sólo puente de mando y un sólo timonel. Muy por el contrario, tiene varios puestos de mando y varios timoneles. Esto no es un problema vital cuando el tiempo está calmado, pero sí es un gravísimo problema existencial cuando una tormenta perfecta se viene encima. La falta de unidad de mando es un gravísimo error en la ingeniería del diseño del sistema político que hoy conforma la actual Zona Euro. Este error fundacional es uno de los factores que explica la crisis y el dilema existencial que afecta al grupo de países que hoy conforman dicha comunidad.

Después de la gran recesión iniciada el año 2007 (la tormenta perfecta), la Zona Euro está en el hecho conformada por dos bloques de países distintos, antagónicos y cuyos intereses son irreconciliables. El norte incluye a países tales como Alemania, Finlandia, Holanda, y Austria. Ellos son herederos de una cultura calvinista, donde su principal característica cultural puede resumirse en el estoicismo. Es decir, la búsqueda del auto control, el orden y el trabajo constante y productivo. Por el contrario, el sur, conformado por Francia, Italia, España, Portugal, Irlanda y Grecia, son países con una cultura donde los valores principales son de tipo hedonista. En otras palabras, aquí lo importante es la búsqueda del placer, la aventura, el misticismo y la contemplación.

El norte calvinista, es una región con economía ordenada, estable y con altísima productividad. El sur es un sector con la economía en una aguda recesión y con baja productividad. El norte puede vivir y prosperar con una moneda sólida y sobrevalorada como es el euro. Por el contrario en el sur, la solidez, valor y peso del euro, es como una pesada ancla que los está hundiendo inexorablemente. Para los países no calvinistas del sur, la única alternativa viable para salir de la gigantesca crisis que lentamente los asfixia, es cambiar de moneda. Es decir, ellos deben retirarse de la Zona Euro y subsecuentemente devaluar la nueva moneda. Un aumento en la competitividad de los sureños, basada en la reducción de salarios y en la eliminación de su estado de bienestar, con toda seguridad los empujaría al caos y al abismo. Es así como la moneda dura y el ajuste estructural que ellos están sufriendo se ha transformado en una trampa mortal para los Estados del sur. Estos países sólo pueden aumentar su competitividad mediante una drástica devaluación de su moneda. De esta forma, sus productos de exportación tendrían la oportunidad de competir con éxito y con ello aumentar las exportaciones substancialmente. Así se podría empezar a salir del abismo en el cual ya se encuentran.

No obstante, el miedo a una drástica pero momentánea caída del ingreso, producto de una salida de la Zona Euro, y las consecuentes penurias y miserias que esto produciría en el corto plazo, impide que los países del sur tomen la decisión adecuada. Sus líderes están paralizados por el temor a una violenta y abrupta recesión y sólo se limitan a seguir implementando los errores del modelo neo liberal, políticas que son exigidas por el mercado, los ricos, los inversionistas y el Fondo Monetario Internacional.

En el intertanto, Bruselas continúa produciendo medidas incrementales y de parche en su vano intento por resolver la catástrofe. Se crean fondos para comprar bonos soberanos y se le dan nuevas funciones al llamado Banco Central Europeo para supervisar y controlar algunos bancos. Pero se rechazan los eurobonos y la creación de un Ministerio de Hacienda Federal con poderes políticos suficientes para dirigir con mano firme la política monetaria y fiscal de la región.

Como resultado de esta política errada, los Estados del sur de Europa, están cayendo en una crisis política, social y económica de gigantescas proporciones. Las justas demandas de la inmensa mayoría de los europeos del sur, no son satisfechas y el descontento sube como una lava de un volcán listo para explotar. La economía del sur ya lleva casi 5 años de recesión y ello ha creado una infinidad de problemas. El ingreso per cápita promedio de la inmensa mayoría se ha desplomado, mientras los ricos siguen manteniendo ingresos altos, parecidos a los de antes de la crisis. La cesantía crece a niveles insoportables. Ya han aparecido las ollas comunes y algunos ciudadanos se suicidan en desesperación. Los expertos vaticinan que la recesión se extenderá por al menos dos años más. Si ello ocurre, esto significaría que para el año 2015 se habrá cumplido el crítico periodo de 7 años de vacas flacas. Se habría cerrado así el ciclo necesario para crear las condiciones objetivas de la revolución. Este es un punto crucial de la teoría de la revolución elaborada por los cientístas políticos estadounidenses Brinton y Davies. La agonía del sur en los próximos dos o tres años crearía así mayores dificultades económicas, y esto sin duda produciría nuevas crisis sociales y políticas.

Utilizando la teoría de la revolución de Brinton y Davies, se podría pronosticar que si las actuales tendencias no se cambian, a partir del año 2015 se empezarán a producir violentas manifestaciones, las que a su vez tendrá que ser violentamente reprimidas con su trágico saldo de cientos y tal vez miles de muertos y heridos. Estos eventos, sí crearán las condiciones subjetivas de la revolución. La brutalidad represiva probablemente alienará a la elite intelectual de los países del sur de Europa. Ellos se darán vuelta contra la elite económica y política y eventualmente conformarán el liderazgo de un probable periodo extremadamente turbulento y revolucionario.

Estos conatos revolucionarios probablemente serán de extrema derecha o de extrema izquierda, pero de todos modos su signo dominante será un profundo odio al neo liberalismo y al status quo dominante. Es así como Francia, Italia, España, Portugal Grecia e Irlanda se podrían hundir en agudos conflictos políticos y sociales de impredecibles características. No obstante la probable caída del sur en el abismo, a la larga también podría producir la caída del norte, ya que los europeos del norte, perderían vitales mercados para sus exportaciones. De esta forma, todo el sistema político llamado Zona Euro, entraría en un agudo proceso de destrucción revolucionaria. Por su parte, la caída de la Zona Euro no sólo produciría caos y destrucción en su vecindario, sino que como resultado de esta crisis europea el planeta perdería uno de sus motores económicos principales. La falla de un motor crucial, naturalmente repercutiría negativamente en el funcionamiento de los otros motores que el mundo todavía tiene. Si Europa cae, con seguridad Estados Unidos y Japón entrarán también en recesión y si ellos caen al abismo, es probable que el resto del planeta se hunda en un caos parecido al del año de 1929. La gran recesión global de los años 2007-2008, se habría así transformado en una depresión global, donde China, Rusia, África y América Latina, también sufrirían los coletazos de la catástrofe europea.

Como consecuencia de todos estos eventos, el mundo aprenderá que los Estados supranacionales o imperios sólo se pueden crear siguiendo las leyes de la historia. Es decir, estos sistemas políticos superiores son el producto de seres humanos extraordinarios, verdaderos super hombres que han sido capaces de empujar el carro de la historia y pasar del Estado nacional al Estado supranacional. Desafortunadamente, políticos normales tales como la señora Merkel y el señor Hollande y los burócratas de Bruselas; están muy lejos de las condiciones suficientes y necesarias para transformar el caos actual en los Estados Unidos de Europa.

F. Duque Ph.D. - Cientista Político - Puerto Montt, Diciembre 2012

Nota biliográfica: Para un breve pero magistral análisis de los errores cometidos en el diseño e implementación de la estrategia para crear la Zona Euro después de la segunda guerra mundial. Sírvase ver Timothy Garton Ash “The crisis of Europe. How the union came together and why it’s falling apart”Foreign Affairs September-October 2012. Vol. 91 Nº 5 Pgs. 2-15; sírvase ver también “Good bye Europe” The Economist, December 8th 2012 pgs. 11-12.