martes, 6 de agosto de 2013

Cambio social e inestabilidad política en Chile: el riesgo de la sociedad pretoriana


por Fernando Duque* Clarín

Las marchas y tomas de los estudiantes chilenos se están radicalizando a un paso acelerado. Cada vez hay más encapuchados lanzando piedras y bombas incendiarias y cada vez hay más estudiantes maltratados y arrestados, así como también hay más policías heridos. Las demandas que se hicieron ya varios años atrás, aún no tienen respuesta.

¿Por qué pasa todo esto? En mi memoria, había recuerdos de trabajos académicos que parecían dar respuesta a este problema. Hace varias décadas atrás yo había hecho un trabajo sobre el tema de la movilidad social y la inestabilidad política. Me sumergí en mis papeles pero no pude encontrar el trabajo en referencia. Lo que sí encontré, fueron libros de la década de los años sesenta y que había leído en el extranjero. Lo que viene a continuación trata de hacer un resumen de esta vieja literatura politológica de mediados del siglo veinte.

La enorme mayoría de los libros revisados, concluye en que la relación entre alta movilidad social y alta inestabilidad política, es una relación determinante y directa. La alta movilidad social se mide por indicadores tales como: a) el imparable proceso de urbanización (movimiento de la población del campo a la ciudad); b) enormes aumentos en el alfabetismo, crecimientos exponenciales en la educación primaria, secundaria, técnica y universitaria; y c) la expansión en la cobertura de radio, televisión, periódicos y otros medios de comunicación masiva. Todos estos indicadores de desarrollo y modernidad social, aumentan exponencialmente en la población afectada, sus deseos, aspiraciones y expectativas. Cuando estas justas aspiraciones, deseos, motivaciones y expectativas de la población recientemente movilizada, no son satisfechas adecuadamente; ellas, tenebrosamente se transforman en una bomba de tiempo. Esta inmensa muchedumbre de individuos y grupos insatisfechos (la masa), invariablemente entran a la vida política no institucionalizada. Es decir, las frustraciones y descontento de la masa, no son canalizadas por las instituciones encargadas de articular, inducir y agregar intereses. Muy por el contrario, las demandas se articulan y agregan en calles, plazas y otros lugares públicos. La clase política es así automáticamente excluida de vitales procesos relacionados con los inputs o insumos que entran al sistema político. El diluvio de demandas no es matizado, filtrado, ni encausado por los canales regulares que el sistema político tiene (grupos de interés y partidos políticos). De esta forma el sistema se inunda y su eficacia y eficiencia se reduce drásticamente. El problema original así, nunca es resuelto.

El problema central radica en el hecho de que el sistema político, en proceso de modernización, carece de instituciones políticas fuertes y desarrolladas. En otras palabras, las instituciones del sistema político no son adaptables a los desafíos de su entorno, no son complejas, no son autónomas y no son cohesionadas. Son simplemente organizaciones poco productivas y altamente corruptas. Por lo tanto ellas no pueden dar adecuada satisfacción a las nuevas necesidades y demandas articuladas por las nuevas masas movilizadas.

El bloqueo de justas demandas insatisfechas, siempre produce inestabilidad y violencia. Las elites dominantes, aunque quisieran, no pueden satisfacer las múltiples necesidades de la población en proceso de movilización; esto, porque el Estado no tiene las instituciones adecuadas. Un país relativamente educado pero con instituciones políticas que no funcionan, se transforma en un país altamente inestable y con tendencias a caer en lo que se ha denominado “Estado fallido” o “Estado pretoriano”.






















Si todo esto es así, ¿por qué las organizaciones que conforman al Estado en proceso de modernización no son capaces de satisfacer las justas demandas de las masas recientemente movilizadas? La razón parece ser simple. El nuevo Estado en proceso de desarrollo, es capturado por una elite que logró triunfar contra el imperio colonial en su lucha de independencia. Esta elite, originalmente sana, patriota y creadora del nuevo Estado, con el correr de los años (décadas y a veces siglos) se ha corrompido irremediablemente. Es decir, ha puesto sus intereses minoritarios y particularistas por sobre los intereses de una mayoría de la población. La elite oligárquica no gobierna para el bien común y el beneficio de todos, gobierna para beneficio de sí misma y de cada uno de los individuos que conforman un grupo pequeño y exclusivo. Todas las organizaciones que componen el sistema político, son así obligadas a producir bienes y servicios (outputs) sólo para la elite. Para mantenerse en el poder, la elite oligárquica y corrupta, crea organizaciones cuyo único fin es reprimir y apaciguar a la enorme mayoría que no participa ni usufructúa de los outputs que el sistema produce. Usa su enorme poder económico para coaptar, comprar y domesticar a los nuevos líderes populares.

El sistema político dirigido y controlado por la oligarquía, hace que la función de socialización y reclutamiento político esté en manos de una prensa monopólica (diarios, radio y televisión). Esta prensa monopólica, transmite el mismo mensaje color de rosa por todo el país y a toda hora. Se señala monótonamente que todo está bien y que el país es un modelo de sociedad que se hace digno de admiración por la comunidad internacional. La prensa, favorable a los intereses de la mayoría pobre, no existe. Aquel medio de comunicación, identificado con los intereses de las mayorías, que logra surgir, pronto es ahogado y perseguido por el brutal poder económico del monopolio periodístico. La función de socialización y reclutamiento político, también se hace mediante un sistema escolar segregado. Buenas escuelas para la elite (no más del 10% de la población) y pésimas escuelas para la enorme mayoría explotada (más del 80% de la población). Los hijos de la elite aprenden a querer, a defender y apoyar el modelo económico de explotación imperante. Los hijos de la enorme mayoría pobre, reciben un proceso de socialización política cuyo objetivo central es crear una falsa conciencia. En otras palabras, la internalización de una ideología que defiende un modelo favorable a los amos y dueños del sistema político que los explota y martiriza.

La función de articulación de intereses, se hace por poderosos sindicatos patronales que defienden y protegen a los dueños de distintos sectores de la economía. Por el contrario, los sindicatos favorables a empleados y obreros (la inmensa mayoría pobre) no existen o son constantemente perseguidos. Sólo se tolera aquellos sindicatos que son funcionales al sistema de explotación imperante. La falta de sindicatos bien organizados, favorables y defensores de los intereses del pueblo, en gran medida explica la extremadamente injusta distribución del ingreso y la riqueza en Chile. Los líderes de los sindicatos populares que sobreviven, son constantemente cooptados y seducidos por la elite gobernante. Por lo tanto ellos normalmente también terminan por defender el sistema de dominación imperante. Los grupos de presión de la elite, gracias a sus enormes recursos económicos, tienen éxito en comprar y sobornar a la clase política. Esto hace que otras organizaciones claves, tales como partidos políticos, parlamentos, juzgados y burocracia estatal, desarrollan su labor tratando siempre de favorecer los intereses particularistas de la elite. Es así como jefes de partidos políticos, diputados, senadores, jueces y jefes de servicios públicos, con altísima frecuencia adoptan decisiones y políticas públicas favorables a la elite oligárquica y que naturalmente, perjudican al pueblo pobre y mayoritario.






















Todos estos procesos de dominación por parte de la clase que posee el poder político y el poder económico, hace que las organizaciones del Estado funcionen muy bien para la elite, pero no entregan bienes y servicios de valor a la inmensa mayoría que conforman las clases explotadas de la sociedad. Para el pueblo pobre, sólo funcionan las organizaciones estatales que los reprimen; tales como departamentos de policía, departamentos de investigación criminal, juzgados, etc. Pero las organizaciones que conforman el resto de la burocracia estatal, sólo sirven para la elite. El pueblo recibe mala educación, pésima salud y una muy injusta previsión social. El resto de las funciones estatales son igualmente deficientes o no existentes para la gran mayoría. De esta forma es como el transporte público, la vivienda, los servicios eléctricos, bancarios, seguros, agua, gas, alcantarillado, etc.; son todos deficientes. El Estado no es sólo pequeño para la mayoría, sino que además, es inoperante y con bajísimos indicadores de productividad. Las organizaciones estatales no funcionan y esto determina el hecho que la sociedad recientemente movilizada carece de verdaderas instituciones a su servicio. Sin instituciones públicas justas y productivas, y sobre todo al servicio de las grandes mayorías, no hay manera de satisfacer las demandas sociales y así pronto, el sistema político cae en la violencia y en un mortal proceso de decadencia y muerte política. Poco a poco se va conformando la llamada “sociedad pretoriana”. En otras palabras, el orden sólo puede ser mantenido, por la fuerza de los militares; y al final de este proceso de decadencia, los militares se convierten en la clase gobernante.

Aquí se produce en forma clara y dramática una enorme paradoja. Los países modernos y desarrollados, es decir, aquellos países que completaron exitosamente su proceso de crecimiento, décadas o siglos atrás (tales como Europa occidental, Estados Unidos y Japón) son relativamente pacíficos, productivos y estables. Sin embargo, los países en vías de desarrollo y envueltos en un acelerado proceso de modernización social, invariablemente son inestables violentos e injustos. La elite gobernante sólo se mantiene gracias al apoyo de las fuerzas armadas.

Esto se demuestra empíricamente con numerosos trabajos que se han hecho sobre este tema desde la segunda mitad del siglo 20. A vía de ejemplo, se puede mencionar un estudio que analizó la conducta de 70 países a mediados del siglo pasado. La correlación entre la proporción de niños en educación primaria y la frecuencia de revoluciones fue de -.84. Esto demuestra que entre más rápido es el despertar de individuos dormidos por la opresión del tradicionalismo social, más frecuentes eran las revoluciones y los golpes de Estado.1

En Ceylán, donde el sistema educacional se expandió rápidamente, entre 1948 y 1956, se produjo un fenómeno similar. Muchos estudiantes se graduaron en sus lenguajes originales y ellos inmediatamente empezaron a presionar a la elite gobernante y a la clase media educada que la apoyaba. La entrada al sistema político de las masas pobres y recientemente educadas, produjo el cambio de gobierno en 1956 y la posterior desestabilización y violencia que afectó a ese país hasta comienzos de los años 60. De la misma forma, en Corea del sur, durante los años 50, se produjo una explosión educacional y Seúl se transformó en uno de los más grandes centros educativos del mundo. Sus escuelas de derecho produjeron 18 veces la cantidad de abogados que verdaderamente podían encontrar trabajo bien remunerado en la década de los años 60. A los niveles primario y secundario, la expansión de la cobertura estudiantil fue aún superior. El alfabetismo subió de un 20% en 1945 a sobre un 60% a principios de los años 60.2 Este despertar (destrucción de la falsa conciencia) se presume que era responsable de gran parte de la profunda inestabilidad que Corea sufrió en los años 60. La principal fuente de esta inestabilidad fueron precisamente los estudiantes. Los graduados de la educación secundaria y de la universidad que no encontraron trabajo, fue el principal dolor de cabeza de la dictadura militar que gobernó el país en esos años. El mismo fenómeno se repitió en Birmania y Tailandia. En todos estos países así como en Latinoamérica y el resto de Asia, la expansión de la educación, no había sido diseñada para producir los conocimientos, talentos, capacidades y valores que el país realmente necesitaba; sino para satisfacer las necesidades de estatus y prestigio social de las masas recientemente movilizadas. Todo esto creaba una situación paradojal. El país carecía de la mano de obra calificada que urgentemente se necesitaba; no obstante el país tenía una súper abundante oferta de graduados en carreras inútiles para el desarrollo industrial.3

De esta forma mientras más alto era el nivel educacional de los desempleados alienados, y de otros individuos insatisfechos, más alta era la conducta desestabilizadora de esta masa recientemente movilizada. Graduados universitarios alienados eran los que preparaban las revoluciones. Graduados alienados de las escuelas técnicas y de la educación secundaria planeaban los golpes de Estado. Graduados de la educación primaria pero sin trabajo, eran los que participaban en formas menos violenta de el desorden político. Estos últimos, eran la carne de cañón que se dedicaba a cortar carreteras, iniciar incendios y otros actos de vandalismo e intimidación hacia la elite.4

Los graves problemas creados por la rápida expansión de la educación habían hecho que algunos países reexaminaran sus políticas educacionales. En Nigeria, en 1958, un importante líder, sugirió que la educación se había transformado en un servicio social improductivo y más aún, en una verdadera bomba de tiempo. Otro ministro nigeriano, advertía que en el Reino Unido se había implementado un modelo que apoyaba fuertemente a la industrialización y al aumento de la productividad laboral primero; y que sólo después de alcanzar un nivel de actividad económica suficiente, se había procedido a dar educación libre y gratuita para todos. Se insistía que antes de empujar la educación generalizada, debían existir buenos trabajos y que estos pagaran sueldos adecuados. Se indicaba además que sólo con una enorme expansión de la industria y también de los servicios y el comercio, se podrían crear los cargos y fuentes de trabajo suficiente para acoger a los nuevos graduados. Actuar al revés, es decir, graduar a decenas de miles de jóvenes que no encontrarían trabajo, era crearse estúpidamente un gigantesco problema político en el futuro.5

Las masas con conocimiento suficiente para despertar y destrozar la falsa conciencia, pero incapaces de ganarse un buen estándar de vida con dichos conocimientos, conforman los cuadros de nuevos reclutados de los movimientos extremistas, que con su conducta revolucionaria, siempre terminan por crear una enorme desestabilización política. Birmania y Etiopía, tenían un ingreso per cápita igualmente bajo en la década de los años 50. La estabilidad relativa de Etiopía y la falta de estabilidad y violencia en Birmania, era el reflejo de que sólo el 5% de los etíopes, estaba alfabetizado, mientras que en Birmania el 45% sabía leer y escribir y tenían algunos años de educación. En forma similar, Cuba era uno de los países con más alto nivel educacional en América Latina cuando ella se hizo socialista. El Estado de Kerala, tenía la más alta tasa de alfabetismo en la India cuando eligió a los comunistas para dirigir el gobierno estatal. La historia ha probado con creces que las revoluciones progresistas han sido siempre apoyadas por las masas educadas e ignoradas, o resistidas por las masas analfabetas. Se ha argumentado por algunos que dar el derecho a voto a un gran número de analfabetos, es perjudicial para la democracia. No obstante se ha comprobado, que esta forma de gobierno no puede funcionar si el pueblo no puede leer. En la India, los analfabetos participan activamente y hay una gran estabilidad. La inestabilidad sólo comienza cuando los que tienen educación no encuentran trabajo. Son estos graduados los que han desarrollado altas aspiraciones y deseos; y por lo tanto, son los que hacen más demandas a los gobiernos. Se señala en conclusión, por esta literatura de los años 60 del siglo 20, que elites estúpidas, que educan a las masas sin tener trabajo adecuado para ellas, invariablemente produce desastre político.6 Las predicciones de la literatura politológica estadounidense de los años sesenta, efectivamente se produjeron en los años 70 y 80 del siglo pasado. Casi todos los países del tercer mundo, cayeron en manos de dictadores (tanto de derecha como de izquierda). El tercer mundo se llenó es Estados pretorianos.

Ahora a comienzos del siglo 21, una vez más, Chile es un país pionero en ofrecer experiencias politológicas nuevas para el mundo. La primera fue el exitoso fenómeno de centralización del poder, administración por objetivos y la implantación del sistema de mérito que hizo el ministro Diego Portales a comienzos de los años 30 del siglo XIX. Este sistema altamente exitoso y novedoso, le permitió a Chile transformarse en el líder de América del sur mientras sus vecinos se destrozaban en violentas guerras civiles. La segunda experiencia politológica, fue el intento de patriótica descolonización del imperio británico que hizo el presidente Balmaceda a fines del siglo XIX. La tercera fue la revolución con “vino tinto y empanadas” a comienzos del los años 70 del siglo XX. La cuarta fue el inicio del experimento neo liberal que implantó la dictadura pinochetista a mediados de los años 70 del siglo pasado. La quinta experiencia politológica no viene de los gobernantes, sino que viene de parte de los gobernados. Ella se concretiza en la revolución “pingüina” que afectó al gobierno de la presidenta Bachelet y ha creado enormes problemas para la elite política durante el gobierno del presidente Piñera. Este mayúsculo problema, pronto tendrá una década de duración. El sistema político que Chile tiene en la actualidad, no tiene capacidad para resolver las justas demandas de los pingüinos.
















El ejemplo de los pingüinos chilenos, se expandió exitosamente por el mundo. En el año 2010 se produjo la rebelión de la juventud árabe en el norte de África y que aún continúa en el medio oriente y en los países musulmanes de Asia. La guerra civil en Siria, y el reciente golpe de Estado en Egipto, son algunos de los resultados de la movilización política de las masas árabes. Esta rebelión de jóvenes desocupados ya envolvió a la gran mayoría de los países europeos, particularmente Grecia, Chipre, Italia, España, Portugal, Irlanda, Francia y recientemente Turquía. La rebelión de los jóvenes educados y desocupados también ha afectado a Estados Unidos con el movimiento llamado “ocupa”. Últimamente las masas de jóvenes manifestantes educados y descontentos, han remecido las bases de la sociedad brasileña.

La rebelión de los pingüinos, pareciera ser la venganza que los dioses han dejado caer sobre la actual elite política chilena. La concertación de partidos por la democracia, adoptó el modelo neoliberal de educación heredado de la dictadura, y lo expandió exponencialmente. La educación como un bien de consumo, se transformó en un excelente negocio, tanto para la oligarquía derechista como para los nuevos ricos de la concertación. Producto de este espectacular negocio, es el hecho que se acabó el analfabetismo en Chile y la enorme mayoría de jóvenes tiene educación secundaria. Los estudiantes universitarios crecieron de unas pocas decenas de miles a más de un millón de individuos. La calidad del sistema de educación chileno es pésimo si éste se evalúa, tomando en consideración la cantidad de conocimientos, talentos, valores y actitudes que esta educación da para obtener el desarrollo socioeconómico del país. El mercado de trabajo no está recibiendo los graduados necesarios para que el país dé un salto cualitativo de un simple exportador de materias primas, a un sofisticado productor de bienes y servicios con alto valor agregado.

No obstantela calidad del sistema de educación chileno es excelente, si este se evalúa por su capacidad de eliminar en los graduados la “falsa conciencia” que aún adormece a sus padres y abuelos.Algunos observadores podrían pensar que los líderes de la concertación, con inteligencia maquiavélica, han creado esta bomba de tiempo para eventualmente destruir a la derecha chilena. En mi humilde opinión, creo que la revolución de los pingüinos es sólo obra de la fortuna. Esta fortuna o venganza de los dioses terminará por destruir también a la concertación. Aquellos jóvenes interesados en profundizar este tema, de modernización social y desarrollo político deberían estudiar con sumo cuidado, los trabajos de Samuel P. Huntington, especialmente su libro titulado, “Orden Político en Sociedades en Cambio”.7

En sus trabajos de 1968, Huntington analiza y explica con rigor metodológico, los múltiples problemas de las sociedades en rápido proceso de modernización. Discute en profundidad las múltiples causas, factores o variables que determinan la altísima inestabilidad y desorden político que estas sociedades sufren. Pero este famoso politólogo estadounidense, no sólo se queda en la descripción y explicación del problema, sino que también discute y analiza los distintos caminos que existen para alcanzar su solución. Es decir, el desarrollo político; y de esta forma alcanzar la prosperidad y la paz para todos. Señala con toda claridad que los países en vías de desarrollo económico y que han logrado el verdadero desarrollo político en la segunda mitad del siglo 20, son muy pocos. Ellos son contados con los dedos de la mano e incluyen sólo a México, India, Turquía, Rusia, China. En todos estos países exitosos, la variable fundamental en el desarrollo político alcanzado fue la creación y desarrollo de un único y poderoso partido político. Este guió y controló el tremendamente difícil proceso de institucionalización político. Este partido único fue capaz de, gracias a su legitimación revolucionaria, de crear un Estado bien organizado; y este Estado a su vez, fue capaz de crear una nación políticamente desarrollada. El partido único de estos países logró concentrarse y focalizarse en el proceso de crear y desarrollar instituciones estatales sólidas y eficientes, capaces de satisfacer las múltiples necesidades de la sociedad políticamente movilizada y participante. Al mismo tiempo, este partido único fue capaz de canalizar pacíficamente la marcha inexorable de la modernización; y al mismo tiempo, neutralizar con éxito a los enemigos del progreso social, tanto internos como externos.

Huntington concluye su teoría, señalando que “En estas situaciones, una poderosa organización partidaria es la única alternativa a la inestabilidad de la sociedad de masas corruptas y pretorianas. El partido no es solamente una organización suplementaria, es por el contrario la única fuente de legitimidad y autoridad … En vez de que el partido sea reflejo del Estado, ese Estado pasa a ser la creación del partido y su instrumento más importante. Las acciones del gobierno son legítimas en la medida que ellas reflejan la voluntad del partido. El partido es la fuente de legitimidad porque es la encarnación de la soberanía nacional, la voluntad popular o la dictadura del proletariado”. 8

Para terminar, es preciso hacer notar que muchos líderes estudiantiles chilenos, después de dejar sus cargos en las asociaciones estudiantiles, han decidido ingresar al partido comunista chileno. Desde dentro de dicha organización partidaria ahora trabajan para alcanzar sus metas. Es difícil saber si estos jóvenes han estudiado ciencia política, o simplemente un poderoso instinto vital los ha hecho entrar en dicha organización partidaria.
*F. Duque Ph.D.
Cientísta Político
Puerto Montt, Julio de 2013
1 Ver: Midlarski, M. y Tanter, R. “Toward a theory of political instability in Latin America”. Journal of Peace Research Nº 4. 1967 pg. 272
2 Henderson, G. Korea: The Politics of the Vortex Harvard University Press. Cambridge, 1968
3 Hoselitz, B. y Weiner, M. “Economic development and political stability in India” Dissent. Spring, 1961 Pg. 177
4 Abernathy, D. y Coombe, T. “Education and Politics in developing Countries” Harvard Educational Review Nº 35. Sumer 1965, pg. 292
5 Ibid. Pg 501
6 Deutsh, K. “Social Mobilizations and Political Development” American Political Science Review, Nº 55 Sept. 1961 pg. 497
7 Huntington, S. Political Order in Changing Societies Yale University Press, Virginia. 1968

8 Huntington, S. “Political Develpment and Political Decay” en Macridis, R. y Brown, B. Comparative Politics Third edition The Dorsey Press, Illinois. 1968 pg. 537