viernes, 15 de agosto de 2014

Fidel 88, mucho para festejar


por Carlos Aznárez

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Resumen Latinoamericano, 13 de agosto 2014.- Comandante, iba a escribir otro artículo sobre tu digna existencia. En varias ocasiones he “emborronado cuartillas” a lo largo de mi militancia periodística y de la otra, de esa en la que muchos nos zambullimos con las armas en la mano en los 70, hasta dejar la piel en la embestida, al calor de tu grito de guerra allá en Sierra Maestra. Pero me di cuenta que las palabras y la admiración que te profesamos ya las había escrito hace tres años, cuando cumplías tus 85. Lo que te dije en aquel entonces está intacto en mi corazón y en el de quienes hoy te homenajeamos en todos los rincones del mundo donde los pueblos se siguen levantando, como en Palestina heroica, a la que tú le has dedicado una reflexión de urgencia. Por eso, repito el texto, sin tocar una coma, y te vuelvo a decir: seguimos en pie, Comandante, con tus ideas y tu coraje.

¿Cuántos Fideles hay en este Fidel que en estos días cumple 88 años de muy vivida existencia? Seguramente que muchos. Tantos que no alcanza la memoria para evocarlo. Hay un Fidel -menos conocido-, que desde muy joven se puso en marcha para, en los claustros universitarios, comenzar un intenso camino de agitación que lo llevó pocos años después a militar activamente – haciendo honor a un internacionalismo al que luego abrazaría con pasión- contra el dictador dominicano Leónidas Trujillo.

Hay otro Fidel que se dio cuenta enseguida que todas las teorías del mundo no son suficientes si no se ejerce una práctica audaz e inteligente contra el autoritarismo, y junto con un puñado de valientes asaltó el Moncada, abriendo así un sendero que no se detendría más hasta la toma del poder, una meta imprescindible si se quiere hacer una Revolución con mayúsculas.Pero qué decir de ese Fidel, que con Raúl, el Che y otros tantos patriotas desembarcó del Granma, y cuando todo parecía venirse abajo, entre cadáveres de sus mejores hermanos y las balas del enemigo, contó los fusiles y se repitió varias veces, como para que lo oyeran los esbirros de la dictadura batistiana, que con esa decena de hombres que quedaban en pie, ganarían la batalla.

Del Fidel de Sierra Maestra habría mucho para contar. Él mismo lo ha hecho recientemente, con su estilo locuaz y sumamente descriptivo, en dos libros de lectura imprescindible para entender de qué se trató esa epopeya :”La contraofensiva estratégica” y “La victoria estratégica”.

Allí, en aquellas montañas victoriosas, apareció con toda claridad el Fidel combatiente, el estratega militar capaz de convertir en triunfo aplastante lo que minutos antes iba camino a convertirse en derrota, el Fidel compañero de sus compañeros, severo cuando se trataba de hacer que se cumplan sus órdenes, sabedor de que cualquier duda en un combate tan desigual como el que libraban, podía hacer capotar el proyecto revolucionario.

Pero también supimos en esos pocos años de batalla directa contra la soldadesca de Batista, de ese Fidel que respetaba la vida de sus enemigos una vez que eran capturados en combate, marcando de esa forma un territorio de humanidad, que en varias ocasiones provocó deserciones masivas entre los uniformados del régimen, y generó las bases para que pocos miles de rebeldes vencieran a un ejército regular y bien equipado de cien mil soldados, que contaban con tanques, aviones bombarderos, y la ayuda internacional de los imperios yanqui e inglés.

Después, cuando los barbudos felizmente marcharon victoriosos hacia La Habana, en aquellos días memorables del 59, comenzó a desarrollarse la vida de un Fidel que terminó asombrando al mundo. Revolucionario hasta la médula, liberó a su pueblo de la opresión y de la cultura gringa que lo asfixiaba, expropió y nacionalizó todo lo que antes era de cuatro magnates subordinados a la mafia norteamericana, y ejerció el internacionalismo con la misma potencia que antes había desarrollado para derrotar al tirano.

Codo a codo con el Che, no dudó de emprender una prolongada marcha para conquistar la por ahora pendiente segunda Independencia latinoamericana. Venció al Apartheid sudafricano, ayudó a liberar Angola, abrazó a Salvador Allende y apretó los puños de rabia, como pocos, cuando se enteró que su hermano Guevara caía en combate en Ñancahuazu.

Cuántos rebeldes del continente se siente enormemente agradecidos por lo que hizo Cuba por ellos, cuántos luchadores por el socialismo no hubieran podido gestar múltiples hazañas en sus países sin la decisión solidaria y comprometida de Fidel y sus compañeros. La lista es extensa y a través de ella, Cuba y su Revolución fueron escribiendo páginas de dignidad imposibles de olvidar.

En esos años y en los venideros, Fidel debió multiplicarse, para que la Isla no se hundiera tras la caída del bloque socialista, para intervenir con clarividencia en temas de deuda externa, anunciando antes que ninguno, que la misma era impagable por ilegítima. También propuso soluciones para cuidar y defender el medio ambiente, o encarar gigantescas iniciativas en temas de educación y salud para su pueblo, que luego fueron y son derivadas de manera solidaria hacia el resto del mundo.

Sin embargo, la madre de toda las batallas fue la que libró Fidel, abrazado con su pueblo, contra el criminal bloqueo imperialista.


Medio siglo de obligadas carencias, que fueron derrotadas a punta de digno coraje y la convicción de que a las revoluciones verdaderas se le oponen miles de escollos. Para que semejante agresión no pueda salir airosa, Fidel lo repitió siempre, la medicina es tener conciencia revolucionaria y convicción de que se libra una batalla justa, forjar una inmensa unidad de los de abajo, y sacrificarse hasta las lágrimas.

“Después de Dios, Fidel”, dijo emocionado un agradecido ciudadano de Haití, al defender las misiones médicas y alfabetizadoras que el gobierno cubano derramó por todo el mundo, llegando allí donde nadie se atrevía. Eso es lo que en estos días todos los que agradecemos su necesaria vigencia tenemos la obligación de recordar cuando nombramos a Fidel. Nunca, pero nunca, nos falló.

Lo decimos desde la constatación de saber en que clase de mundo vivimos, donde la felonía, la corruptela, el transfuguismo y la claudicación se han convertido en moneda corriente. Frente a esas lacras, Fidel, Cuba, su pueblo, la vieja guardia y las jóvenes generaciones revolucionarias, siempre han mostrado que se puede. Que con voluntad política y conciencia revolucionaria no hay enemigo invencible.

Ahora, que el Comandante, ese mismo al que su pueblo llama cariñosamente “el caballo”, sigue galopando con tantas ansias de futuro, ahora que ese enemigo al que le soportó la mirada, a pesar de tenerlo a sólo 90 millas, comienza a derrumbarse, tal cual anunciara el propio Fidel en aquel acto memorable junto con Hugo Chávez en la provincia de Córdoba, ahora que combina sabias reflexiones con gestos imborrables de ternura hacia quien considera su hijo político venezolano -como tal, también hacedor de revoluciones- y le anima para batallar contra su sorpresiva dolencia, ahora, cuando sus palabras en defensa de la vida contra la muerte que sigue derrochando el Imperio allí donde se asienta, ahora, precisamente, es tiempo de homenajear a Fidel.

Es hora de decirle, sin rubores de ningún tipo, que lo queremos por todo lo hecho, y por todo lo que seguramente seguirá haciendo. No es cursilería, ni obsecuencia decir esto, no somos ni una cosa ni la otra y sabemos de ambas por vivir en países donde se practican con desmesura, sólo se trata de hacer justicia con alguien al que desde que nos apareció la conciencia, siempre tuvimos de nuestro lado. Por muchos años más, Fidel. Para que nuestros enemigos sigan rabiando, y los de abajo y a la izquierda (como diría el Subcomandante Marcos) festejen con ganas tu noble y vital existencia.



Moncada, germen de revolución


Francisco Farina y Romina Fernández / Foto: marcha.org.ar

Inspirados en José Martí, el 26 de julio de 1953 un grupo de jóvenes da el primer paso para lo que sería unos años más tarde el triunfo revolucionario. La epopeya del Cuartel Moncada, semilla de la Cuba soc
ialista.

“Era necesaria una arremetida final para culminar la obra de nuestros antecesores, y eso fue el 26 de julio”, explicaba Fidel Castro en el 20º aniversario del Asalto al Cuartel Moncada. Interminable es la bibliografía que aborda a la Revolución Cubana. Intelectuales de todos los perfiles imaginables y geografías disponibles trataron y tratan de explicar el proceso revolucionario de la pequeña isla. Si queremos entender la génesis, la victoria y el proceso revolucionario contra la dictadura batistiana hay que retroceder un poco más que al 1 de enero de 1959. Será cinco años antes, en pleno carnaval, cuando un grupo de jóvenes realizaría la primera acción que se explica en la coyuntura que se vivía en la isla a principios de la década de 1950.

I
Era el 10 de marzo de 1952. Fulgencio Batista, candidato por el Partido Acción Unitaria, se adelanta abruptamente a las elecciones fechadas para el 1 de junio. Sucede lo que se venía sospechando durante la campaña electoral: un golpe de Estado que destituye al entonces presidente Carlos Prío Socarrás. Anteriormente se había suicidado Eduardo Chibas, el principal representante y candidato del Partido del Pueblo Cubano (Partido Ortodoxo), donde militaba el estudiante de abogacía Fidel Alejandro Castro Ruz.

Con el golpe de Batista, Cuba se sumerge en una crisis mayor a la que venía padeciendo. La isla se transforma en escenario ideal para el turismo berreta de casino y prostitución. Una extensión de los Estados Unidos, cuyo gobierno reconoce como legítimo al gobierno de facto. Atrás queda la posibilidad concreta de un cambio por la vía electoral. Tan cerca que había estado. El clima es de descontento y rechazo, y el estudiantado sale a las calles. “No fue un cuartelazo contra el presidente Prío, abúlico indolente; fue un cuartelazo contra el pueblo, vísperas de elecciones cuyo resultado se reconocía de antemano”, escribiría Fidel.

En el local del Partido del Pueblo Cubano, en Prado 109, circulan jóvenes militantes. Se multiplican en cada localidad cubana. Son estudiantes, obreros, profesionales, campesinos. Se discute, se planifica. Se concluye que la única salida en aquel contexto es la lucha armada.

II
Madrugada del 26 de julio de 1953. Granjita Siboney, ubicada camino a Playa Siboney, a pocos kilómetros del centro santiaguero. Un tipo de cara seria, bigote bien recortado y espalda ancha llamado Fidel Castro Ruz, junto a otro de anteojos y peinado prolijo de nombre Abel Santamaría, organizan los próximos movimientos de la noche. Frente a ellos, 158 hombres y dos mujeres escuchan y esperan directivas. Otro puñado hace lo mismo en Bayamo. Hace algunas horas que están ahí. No saben con precisión qué va a pasar, pero saben que están en algo grande.

Últimos detalles antes de la partida. Se dividen tareas y puestos. Se reparten las armas. Se calzan los uniformes. Cantan el himno. Recitan poemas del compañero Raúl Gómez García y leen el Manifiesto que más tarde planean dar a conocer a toda la Nación. Última oportunidad para darse la vuelta y ninguno se arrepiente. Ahí están Fidel y Abel, esperando que las ideas se hagan acción. Ahora todos saben el verdadero objetivo, el cómo y el cuándo. Están ahí preparados para asaltar el Cuartel Moncada, segunda fortaleza militar del país. Y el Cuartel Manuel de Céspedes en Bayamo, para cerrar cualquier posibilidad de avance militar desde ese  costado.

Salen los autos con los muchachos y las dos muchachas rumbo al Cuartel. El puñado de Bayamo se prepara para lo suyo.

Cerca de las 5 de la mañana del 26 de julio, lo que suena no son fuegos artificiales, son estruendos de ametralladoras. Tardan los santiagueros en darse cuenta. Fidel, encargado del cuartel, no llega a entrar. Algo sale mal y avispa a los uniformados de la jugada próxima. En el hospital Saturnino Lora, frente al cuartel, Abel y sus compañeros logran reducir al personal de la entrada pero se dan cuenta que afuera no están corriendo en suerte. Raúl, en el Palacio de Justicia, aborta la misión.

La operación no logra concretarse, muchos caen en combate, otros caen apresados, torturados y asesinados. Son 62 los muertos en total. Sólo ocho de ellos fueron durante el tiroteo. Después están los que fueron detenidos, torturados hasta el cansancio y asesinados en el hospital y el Cuartel. Los que lograron esconderse y fueron encontrados, torturados hasta el cansancio y asesinados. Y están los que huyeron con Fidel y fueron encontrados cinco días después en el monte, con garantías negociadas desde la Iglesia para no ser torturados y asesinados

III
En el juicio que se les realiza dos meses después, el joven abogado Fidel Castro debe auto-defenderse ya que se le negó dicho derecho. Fidel se las ingenió para escribir una autodefensa ejemplar, denunciando todas las ilegalidades de Batista y las torturas a sus compañeros. Esas palabras llegaron a escondidas y en pequeños papeles a las manos de los compañeros, gracias a Haydée Santamaría y Melba Hernández, quienes lograron hacerlo circular. El texto, conocido más tarde como “La Historia me absolverá”, se transforma en un libro indispensable que explica los últimos 58 años de la historia cubana. A Castro, en un juicio aislado y lleno de irregularidades, se lo condena como a los otros combatientes hasta con 15 años de pena.

Después de un tiempo, es Isla de Pinos, varios partieron al exilio. Esa es la continuación de la historia. Fidel en México. La llegada de un argentino que venía viajando por Latinoamérica. El Movimiento 26 de julio, la generación del Centenario del nacimiento del apóstol José Martí y al calor de sus ideas y el antecedente del Moncada. Los largos días en Sierra Maestra. El sueño era posible y en el camino se fueron sumando hombres, mujeres, jóvenes, miles a continuar lo que nació en la Granjita Siboney.

Al dejar Cuba y partir al exilio, Fidel dijo que de un viaje así no se vuelve o se vuelve con la tiranía descabezada a los pies. Hoy, aquel Cuartel Moncada es una escuela. Esa es la Revolución que expresa Fidel en su defensa. Esas son las ideas por la cual el pueblo cubano acompañó al Movimiento 26 de julio y derrotó a la dictadura de Batista. Esas son las mismas ideas que hoy hacen a Cuba inquebrantable frente al imperialismo.

Nota publicada en marcha.org.ar