martes, 14 de octubre de 2014

Evo desmonta ocho mitos de la política boliviana

HUGO MOLDIZ / 

Publicado el 10/11/14 • en Contrainjerencia

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HUGO MOLDIZ MERCADO – Evo Morales es un líder político fuera de serie. La fuerza de su liderazgo, fundada en el protagonismo de los movimientos sociales, se está encargando de romper con varios mitos de la historia de Bolivia, pues nunca, como ahora, se había conocido con tanta certeza y anticipación el nombre del seguro ganador de las elecciones nacionales.

Salvo un acontecimiento de gran magnitud que cambie el rumbo del proceso político abierto políticamente en abril de 2000 y electoralmente en diciembre de 2005 –lo cual es bastante improbable-, el próximo 12 de octubre el líder indígena se alzará con una doble victoria que no registra antecedentes en la abigarrada y convulsa historia boliviana: será el primer presidente que cumple tres mandatos continuos -uno con el viejo estado (en realidad se acortó en un año para adelantar las elecciones y dos (de cinco años cada uno) con el Estado Plurinacional) y en 2020 será el que más años ha ejercido la condición de presidente democrático (14 años).

La primera, que echa por tierra la matriz de opinión imperial y de sus aliados locales que tratan de presentar la idea de un gobierno no democrático, es posible por el carácter originario que tuvo la Asamblea Constituyente, cuya aprobación de la Constitución Política del Estado con un 62% dio paso al inicio de una nueva época, caracterizada por una ampliación de la democracia. El pueblo vota, elije, participa y decide. Hay un tránsito de la democracia formal a la democracia sustantiva, del reconocimiento formal de los derechos a la materialización sustancial de los derechos.

La segunda, producto del proceso político más profundo de la historia Bolivia, muestra un líder fuera de serie que ha superado al líder de la revolución del 52, Víctor Paz Estennsoro, quien acumuló 12 años al frente del país de manera discontinua (1952-56, 1960-64 y 1985-89). Pero no solo lo supera en cantidad de años al frente del Estado a partir de la fuente democrática, sino en la naturaleza del proyecto que impulsa. Esta no es una revolución para instalar en el poder a una protoburguesía, como ocurrió en 1952, sino para constituir un bloque en el poder bajo liderazgo indígena campesino, obrero y popular.

De esta manera, éste ícono de la lucha de los pueblos indígenas y originarios de todo el mundo y que condensa los sueños y las esperanzas de una patria emancipada, está desmontando ocho mitos que acompañaron la teoría y la práctica política en Bolivia.

El primer mito que Evo Morales se ha encargado de desmontar es que la diversidad clasista y nacional-cultural boliviana impide que cualquier candidato obtenga más del 50% mas uno en la primera vuelta. El líder político, después de una exitosa entrada en las elecciones de 2002 –cuando se ubicó en segundo lugar con un 20,9%-, salió victorioso con un 54% en diciembre de 2005 y cuatro años después conquistó el 64% de respaldo, además del 67% que alcanzó en el referéndum revocatorio del 10 de agosto de 2008.

En las elecciones del 12 de octubre, tal como muestra el último estudio de intención de voto publicado el viernes 3, Morales recibe un respaldo de 59 por ciento. Cuando se toman en cuenta los blancos y nulos, y la votación de sectores del área rural donde no llegaron los sondeos, entonces no es aventurado señalar que la #OlaAzul esté en posibilidades de rebasar el promedio del 64%.

De acuerdo a las encuestas que miden la intención de voto desde hace varios meses, el candidato del proceso de cambio se ubica en un 60% promedio, con las posibilidades reales de llegar a un 70%, frente a su inmediato seguidor que el sondeo más optimista le da un máximo de 19%. La ventaja de Morales podría aumentar en los próximos días debido a que una parte de los indecisos, estimados en 10%, vaya a su favor y/o el ultraconservador Tuto Quiroga le quite más puntos al empresario Samuel Doria Medina.

El segundo mito que echa abajo es que el Estado es mal administrador. Morales está demostrando que el Estado en manos de una dirección revolucionaria es un instrumento –además de las otras funciones que cumple- que conducido con honestidad –sin que eso impida la presencia de algunos vivillos- es capaz de administrar eficientemente los bienes comunes para la búsqueda del bien común.

El Estado, de esta manera, no queda subsumido a las fuerzas ciegas de la economía de mercado, que en realidad es un mito pues lo que hace es subsumirse a empresas transnacionales en un modelo neoliberal, sino que con la titularidad de un nuevo bloque en el poder (indígena campesino obrero y popular) queda en función de los intereses de la patria y de la inmensa mayoría de la población.

El tercer mito que el jefe del Estado Plurinacional se encargó de echar abajo es que “la gestión desgasta”. De acuerdo a todos los sondeos de opinión que se han hecho en este su último mandato, Morales se ha mantenido con el promedio de 60% de respaldo a su gestión. Los niveles de aprobación que registran las encuestas de agosto y septiembre superan el 70%. Solo en algunos meses de 2011, cuando se produjo el intento de nivelación del precio de los carburantes y la intervención policial a la marcha indígena, la popularidad descendió a un promedio del 50%. La gente valora las obras que hace, la intensidad del trabajo que despliega y la honestidad que demuestra.

El cuarto mito que desmorona es pensar que Bolivia requiere de los consejos del BM y el FMI para tener un buen modelo económico. Todo lo contrario, al distanciarse de esas recomendaciones Morales ha logrado el comportamiento más exitoso de la historia económica boliviana: el PIB casi se ha quintuplicado (de 6 mil a 32 mil millones de dólares), las exportaciones estancadas en 1.000 millones de dólares al año durante dos décadas de neoliberalismo se han multiplicado por 10, el ritmo de su crecimiento ha ubicado a Bolivia en la segunda economía de la región en 2013 y que anticipa ratificarse este año. Con estos resultados, producto de la política de nacionalizaciones y la aplicación de un modelo que genera excedentes y los redistribuye con distintos mecanismos a la población (provocando un énfasis en la demanda interna), la mayor parte de la población se inclina por mantener la estabilidad política, económica y social.

El quinto mito que se desmonta es que Bolivia necesita de los Estados Unidos y los países del capitalismo central. Lo que hace Evo Morales, después de haber nacionalizado el gobierno y los recursos naturales para beneficio de todos los bolivianos, particularmente para los más necesitados, es confirmar aquel dicho del desaparecido líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz: “no somos dependientes por ser pobres, sino pobres por ser dependientes”. La puesta en marcha de una política exterior soberana y diversificada ha colocado a Bolivia en la vitrina mundial varias veces

En sexto lugar, se ha roto el mito de que “los indios no saben gobernar”. Con ello se ha abierto un proceso de descolonización de las estructuras políticas, materiales y simbólicas que le otorgaban a la “blanquitud” una superioridad sobre la “indianitud”.

El actual proceso de expansión hegemónica hay que entenderlo desde ese punto de partida. Apertura para la incorporación de todos y cohesión del bloque indígena campesino obrero y popular para que mantenga, no sin disputa por otra parte, la dirección de la revolución.

En séptimo lugar, a manera de condensar todo lo anterior, es demostrar que un gobierno de izquierda puede ser eficiente. Atrás queda el prejuicio sobre la participación y el liderazgo estatal. Evo Morales está demostrando que se puede redistribuir la riqueza y hacer obras de envergadura sin poner en riesgo la estabilidad económica del país

Es más, lo que hace el gobierno con bastante inteligencia es lograr un equilibrio entre la eficiencia económica y la eficiencia social, una combinación de dos variables que demuestran que la política es la economía concentrada como diría Lenin. Economía y política no están separadas como defienden los pensadores liberales.

En octavo lugar, quizá de alcance estratégico, es demostrar que un proyecto anti capitalista –el socialismo comunitario para el Vivir Bien- es lo que Bolivia necesita para continuar por el rumbo de la soberanía política y la independencia económica. La experiencia de los últimos nueve años demuestra que el proyecto socialista y comunitario no le quito inmuebles a nadie ni se metió a regir la vida de nadie. Es decir, se destruyó el mito de que el socialismo es malo.

Ahora bien, nada de esto habría sido posible sin la irrupción de los movimientos sociales, particularmente indígena campesino, cuyas primeras victorias empezaron a conquistarse, una tras otra, desde abril de 2000 con la “guerra del agua”, cuyo efecto nacional ni siquiera fue previsto por sus actores. Por eso, la revolución boliviana de ahora, la más profunda de toda la historia, hay que situarla desde principios del siglo XXI.

La protesta, de esta manera, se convirtió en el espacio de construcción del sujeto histórico y de su agenda (programa). La activación de las democracias participativa, directa y comunitaria no solo debilitaron aún más al raquítico estado aparente y su “democracia de pactos”, sino que inauguraron una revolución con perspectiva anti colonial, anti capitalista y anti imperialista.

Entre 2000 y 2014, la revolución ha pasado por distintos momentos –dos gloriosos y uno de construcción de las bases materiales- y ahora ingresa a su momento de expansión hegemónica. Pero, el común denominador de todos esos momentos, antes y durante el gobierno, es el liderazgo del bloque indígena campesino, obrero y popular.

Por tanto, las elecciones del 12 de octubre y la inevitable derrota de la derecha sintentizarán el paso de la revolución boliviana a su momento de expansión hegemónica, fundada en la articulación entre un liderazgo fuerte y vigorosamente constructor con un protagonismo de los movimientos sociales. El proyecto poscapitalista, condensado en el Socialismo comunitario para el Vivir Bien o, como dijera el canciller David Choquehuanca en el Foro de Sao Paulo, el Socialismo por la Vida se abre paso.




Fidel a Evo: “No tienes por qué tener miedo”

Evo lleva siete años como presidente de Bolivia, y su prioridad ha sido la atención a las necesidades y demandas postergadas por muchos años del pueblo. Las políticas sociales implementadas acabaron con décadas de políticas neoliberales. Morales ha convertido las grandes riquezas minerales y energéticas en motores para estimular la agricultura, la industria, la ciencia y las tecnologías.

Ángel Bravo / Especial para Con Nuestra América

















Fidel Castro y Evo Morales.


Los últimos tres lustros han sido de cambios en América Latina; años de resistencias, luchas y victorias. El paraíso prometido en los ‘80 por el neoliberalismo lo que logró fue el saqueo de nuestras riquezas por las transnacionales y el empobrecimiento de nuestras naciones. Las crisis y las luchas de los pueblos en este tiempo gestaron nuevos liderazgos y nuevos proyectos. Grandes sectores populares habían decidido ponerse de pie.

Dos años antes de que la URSS se disolviera, Fidel Castro previó los hechos, y el 26 de julio de 1989 anunció: “Si mañana o cualquier día nos despertáramos con la noticia de que se ha creado una gran contienda civil en la URSS, o incluso si nos despertáramos con la noticia de que la URSS se desintegró [...] Cuba y la Revolución cubana seguirían luchando y seguirían resistiendo.” En medio de la vorágine de la larga noche neoliberal de los ´90, Cuba cumplió la promesa; no claudicó, brilló sola, firme, libre, soberana y siempre revolucionaría.

A finales de 2003, cuando todavía el neoliberalismo se resistía a desaparecer y amenazaba con engullirse a los pueblos, Fidel en Caracas, junto a Chávez ,expresó: “Habrá que armarse de valor y de conciencia. Estamos observando que en los países vienen inevitablemente crisis y ocurrirán como en la Biblia cuando una ballena se tragó al profeta Jonás. No nos podrán digerir, nos tienen que devolver no hay manera de tragarse más de 500 millones de habitantes de América Latina.”

Los nuevos liderazgos conducidos por Chávez en noviembre de 2005, bajo el lema  “¡ALCA, ALCA…al carajo!”, enterraron en Mar del Plata las modernas pretensiones colonialistas del imperio liderado por George W. Bush. En el “Tren del Alba”, que salió de Buenos Aíres rumbo a Mar del Plata, viajó con Chávez el líder boliviano Evo Morales. También asistieron artistas como Silvio Rodríguez, Daniel Viglietti, Santiago Feliú, Víctor Heredia y Manu Chao. No podía faltar Diego Armando Maradona, quien antes de partir dijo: “Pido a los argentinos que entiendan que vamos por la dignidad, para defender lo nuestro… Es un orgullo ir en este tren para repudiar a esa basura que es Bush… Si lo tuviera [a Bush] bajo un arco, le arrancaría la cabeza de un pelotazo.” Las palabras de Maradona condensaban las impotencias, sufrimientos, rabia y valentía de los pueblos.

En ese entonces Evo Morales era candidato por el Movimiento al Socialismo (MAS) a la presidencia, y su participación en Mar del Plata lo pintó de cuerpo entero: estaba a favor de los condenados de la tierra. En diciembre de ese año -2005- ganó las elecciones.

Aquella vez en Mar del Plata la prensa le preguntó “¿Qué viene a compartir con la Argentina?” Evo, sin titubear dijo: “Hay una esperanza de escuchar a ese Evo Morales y conocer esas luchas de los movimientos sociales orientadas en Bolivia en tres cosas. Primero, cómo refundar el país mediante la Asamblea Constituyente, significa que los pueblos indígenas, los campesinos excluidos mediante un modelo neoliberal, apostamos a ser actores de nuestro propio desarrollo, acabar con ese modelo. Es decir, que los recursos naturales sean el nuevo régimen económico de la nueva Bolivia con justicia y equidad, vivir en la diversidad. Segundo, nacionalizar los recursos naturales (especialmente los hidrocarburos, el gas natural), y tercero, acabar con las formas de concesionar o privatizar los recursos naturales. Un nuevo modelo de redistribución de la riqueza. El ALCA y la deuda externa son instrumentos de sometimiento, que tienen que ver con el comercio. Queremos propuestas para acabar con la pobreza, no fomentarla.”

Evo lleva siete años como presidente de Bolivia, y su prioridad ha sido la atención a las necesidades y demandas postergadas por muchos años del pueblo. Las políticas sociales implementadas acabaron con décadas de políticas neoliberales. Morales ha convertido las grandes riquezas minerales y energéticas en motores para estimular la agricultura, la industria, la ciencia y las tecnologías. Una de las primeras acciones de su gobierno fue nacionalizar los recursos naturales, que antes eran saqueados por las transnacionales, y los usó para mejorar el nivel de vida de los bolivianos, especialmente de las mujeres, niños y comunidades indígenas.

Todavía hoy en pleno siglo XXI es nauseabundo ver a periodistas y políticos de derecha en algunos programas de “análisis” de la televisión española, menospreciar al gobierno boliviano por las medidas adoptadas, y usar contra el presidente Evo Morales expresiones discriminatorias y xenofóbicas. Esas son muestras de cuán “civilizados y cultos” son los conquistadores de ahora.

Evo cuenta, que en una ocasión –antes de ser presidente-, le consultó a Fidel en La Habana: “Si un día ganara como presidente y Estados Unidos nos bloqueara económicamente, ¿Qué debo hacer, cómo debo prepararme?” Fidel le respondió “No tienes por qué tener miedo, Bolivia no es una isla como Cuba, Bolivia tiene países amigos y riquezas naturales”. Y añadió dos cosas: “primero, teniendo gas y petróleo, minerales, cómo vamos a tener miedo al bloqueo económico. Solo debemos saber administrar, recuperar esos recursos. Segundo: Tienes ahí a Lula, a Kirchner, a Chávez, a Cuba; nosotros no teníamos nada de eso, y al final ni siquiera a la Unión Soviética”.

El próximo domingo 12 de octubre -fecha en la que hace más de quinientos años llegaron los españoles para colonizar y conquistar nuestras tierras-, una vez más Evo participará en las votaciones presidenciales; y según todas las encuestas, por tercera vez ganará ampliamente las elecciones.

A una pregunta que le hizo Ignacio Ramonet a Fidel sobre la primera elección presidencial de Evo Morales en el 2005, el Comandante dijo: “Ha sido la elección milagro, la elección que estremeció al mundo, que estremeció al imperio y al orden insostenible impuesto por Estados Unidos. Demuestra que Washington ya no puede acudir a las dictaduras como en otras épocas, que el imperialismo no tiene los instrumentos de antes, ni puede aplicarlos”.

El 12 de octubre el imperio volverá a estremecerse; Washington, las transnacionales, el poder mediático y la oligarquía nativa nuevamente serán derrotados.

Publicado por Con Nuestra América 


Bolivia: se consolida el proceso de cambio

Masazo 

por Mariano Vázquez 

ALAI AMLATINA, 10/10/2014.- Esta expresión la usó el presidente-candidato Evo Morales en el multitudinario cierre de campaña del miércoles pasado en la combativa ciudad de El Alto. Y ni los candidatos opositores dudan que el domingo 12 recibirán una paliza en las elecciones generales en Bolivia. 

Se espera un voto sólido al Movimiento Al Socialismo (MAS) en todas las capas sociales: desde el apoyo leal, duro, histórico de los movimientos sociales y las áreas rurales, pasando por el de importantes sectores de la clase media, hasta sectores del empresariado que se han beneficiado de la bonanza económica y la seguridad para invertir y ganar altos dividendos. El apoyo a los nueve años de gestión se observa también en el pase a las filas del oficialismo de sectores históricamente opositores al proceso de cambio. 

Todas las encuestas vaticinan un triunfo abrumador del presidente Morales promediando un 60 por ciento de los votos y superando al segundo por más de 40 puntos. La oposición, que presenta candidatos emparentados con el pasado neoliberal, excluyente y represor a los movimientos sociales, se ha resignado a pelear por la jefatura de un espacio opositor, que se vislumbra apenas simbólico. Así, en las últimas semanas, el empresario del cemento y exministro de Planificación del período privatizador (1989-1993), Samuel Doria Medina, y el expresidente e hijo dilecto de Washington, Jorge “Tuto” Quiroga, se tiraron con munición gruesa acusándose mutuamente de ser funcionales al Gobierno. Reclamos de candidaturas únicas, exigencias de debate para ver quién representa la verdadera oposición y recuerdos del pasado non santo, saltaron a las tapas de los medios bolivianos. Sumadas ambas tiendas políticas, apenas superan el 20 por ciento de intención de voto. 

“Es la economía, estúpido”, dijo una vez en campaña el expresidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, para graficar que los ciudadanos votan pensando en su bienestar. Y es sin duda la bonanza económica la que está definiendo el apoyo transversal a la gestión de Evo Morales. Cabe recordar que antes del 2006, Bolivia salía a mendigar, cada fin de año, a los organismos internacionales dinero para poder pagar los aguinaldos. Sus reservas internacionales eran lastimosas y se lo consideraba el segundo país más pobre del continente, luego de Haití. Gobernaba una elite para las elites adineradas y blancas. Con el quiebre histórico de las elecciones de 2005, las mayorías indígenas-campesinas-originaras, los trabajadores, el subsuelo de la patria se convirtió en protagonista de un proceso inédito en la historia de Bolivia. 

Los intentos desestabilizadores, que incluyeron prácticas de separatismo regional inspiradas en la balcanización de la ex Yugoslavia, golpes de Estado, con el asesoramiento directo de la Embajada de Estados Unidos, se diluyeron y hoy la gran mayoría reconoce los logros de la gestión Morales. Los hitos son cuantiosos. En política macroeconómica: el Producto Bruto Interno se multiplicó cuatro veces, las reservas internacionales crecieron hasta los 15 mil millones de dólares, los depósitos bancarios pasaron de 3 mil a 15 mil millones. La nacionalización de los hidrocarburos generó recursos que fueron distribuidos en los nueve departamentos, en las universidades, en la gestión de bonos sociales para los niños y adolescentes en edad escolar, a los mayores de 65 años y a las mujeres para la crianza de sus hijos. Además, la extrema pobreza se redujo del 38 por ciento al 18 por ciento en apenas nueve años. 

Sin perder su naturaleza antiimperialista, antineoliberal y anticolonialista, ni el apoyo de los movimientos sociales (“Gobernamos obedeciendo a los movimientos sociales”, repite Evo) el proceso de cambio suma adeptos impensados. La intención de voto no baja del 42% en ningún lugar del territorio. 

Dobles vías, agua potable hasta en las zonas más recónditas, masificación de la instalación de gas domiciliario, desarrollo de las áreas rurales, tres líneas de teleférico en la ciudad de La Paz, el satélite de Telecomunicaciones Tupac Katari, la alfabetización y pos-alfabetización cumpliendo las metas de la Unesco. Son otros de los hitos sociales que se suman al control férreo de la inflación y al aumento cada año del salario de los trabajadores. Acciones que aunque parezcan lógicas son inéditas en la historia de Bolivia. Y las promesas a futuro hablan de un país sin techo de crecimiento, que se convertirá en el corazón energético de Sudamérica. Justamente la industrialización es el desafío que el gobierno se planteó para el período 2015-2020. 

El bienestar económico se palpa en las calles. Es habitual escuchar la frase positiva: “¡Cómo ha cambiado Bolivia!”

La expectativa oficial es obtener los dos tercios en ambas cámaras de la Asamblea Plurinacional. Algo que parece muy posible si uno observa los multitudinarios actos en los cuatro departamentos de la llamada “Media Luna”, histórico bastión opositor al proceso de cambio y que parece rendido a los pies del Evo. La última encuesta le otorgó al Presidente un 50 por ciento de la intención de voto en el siempre díscolo Santa Cruz. Morales, que ha batido todos los récords electorales, va por uno más: ganar en los nueve departamentos del Estado.

Se viene el “Masazo”.

- Mariano Vázquez  @marianovazkez

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